Capítulo 2
—Clic, clic, clic.

Oyó a alguien acercándose con tacones altos, quien llevaba un perfume acre.

¡Fue Yolanda Vicario!

El primer amor de Alvaro, y también era la mujer quien se llevó sus córneas.

Delicia frunció las cejas. Antes de que Delicia llamaba a alguien, la mujer dijo:

—Nadie está, excepto yo. —En un tono orgulloso.

—¿Por qué estás aquí? —Le interrogó Delicia.

«Ya no tengo nada. ¿Qué más quiere de mí?», pensó.

Yolanda ignoró su actitud, dijo con una voz eufórica: —Vine a darte un mensaje, o sea, una mala noticia.

Delicia no le hizo caso.

—Estás embarazada.

¿¡Qué?!

¡Se puso pálida al oirlo!

Yolanda sonrió con satisfacción: —Pero no importa. ¡Alvaro no quiere a tu bebé porque también estoy embarazada!

«¿También está embarazada Yolanda?».

¡Delicia había dejado de pensar con claridad!

«¿Qué quiere hacer Alvaro?».

Se puso más pálida, ¡y se temblaba en la silla de ruedas!

Delicia apretó los puños, ocultando sus emociones. Supo que esta mujer quería ostentar su dicha y pisotear su dignidad. No podía soportarlo.

Respiró hondo para calmarse: —¿Sí? Quería divorciarme de él, pero no lo aceptaba.

Esa mujer se quedó parada al oirlo.

Delicia lo descubrió y sonrió con sarcasmo: —¿Y qué si llevas mis córneas? ¿Y qué si estás embarazada? No quiere casarse contigo.

No lo dijo porque le gustaba Alvaro, sólo quería molestar a esta mujer.

Aunque decidió divorciarse de Alvaro, en ese momento se sentía tan invencible frente a esta mujer.

—Vaya, sólo quieres que piense que te quiere, ¿no? No seas tonta. Si te quiere, ¿por qué te quitó las córneas para mí?

Yolanda se burló de ella con la suficiencia, como una vencedora.

Su desprecio... hirió el corazón de Delicia. ¡Y también le quitó su dignidad!

De hecho, aunque era cruel para ella, lo que dijo Yolanda era la verdad...

Si Alvaro le hubiera querido, su vida no habría sido así. Su relación de diez años terminó tan brutalmente...

No sabía cuándo se fue Yolanda.

Delicia se quedaba parada por largo tiempo...

De repente, la habitación estaba llena del humo, que le hizo casi a punto de llorar. Se dio cuenta de lo que pasaba y mostró su pánico y su miedo.

Intentaba salir en silla de ruedas.

Pero tropezó con muchas cosas. Se perdió tras caerse varias veces.

—Cof, cof...

Delicia no tuvo más remedio que sentarse en el suelo, el humo irritó a ella.

Palideció de susto.

Pero en este momento una comunicaión fuera de la puerta le sorprendió mucho.

—¿Cómo puede hacerlo el señorito? ¿Quiere matar a la señora joven? Llamamos a los bomberos.

—Cállate, no nos metamos.

¡No pudo creerlo!

«¿Alvaro quiere matarme?»

Estaba desesperada. Ni siquiera tenía la gana de huir. Tal vez... la muerte sería un alivio para ella.

Había más humo.

Empezó a costarle respirar. No lloró cuando supo que su marido se había entregado a su secretaria.

¡Ni siquiera lloró cuando estaba ciega después de la operación!

Pero al saber que Yolanda estaba embarazada y Alvaro quería matarla y su bebé sin piedad, lloró.

Las llamas se extendieron hacia ella, quemando su piel, — Ah... —La casa estaba llena del grito triste.

En el momento en que fue arrebatada por el fuego, Delicia sólo deseaba que el tiempo retrocediera y que no conociera a Alvaro.
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