Capítulo 8
—Delicia, no es para tanto. —Dijo Elena con lástima al salir de la cafetería.

Le preocupaba que Delicia sufriera en la familia Jimenez, después de todo, aún no estaba divorciada. «Qué duro ser nuera de una familia rica.»

Delicia negó con la mano: —Siempre me molestan. Voy a divorciarme, no tengo ningún miedo.

Para Alvaro, no importó lo mal que la tratara su familia, ella se esforzó por complacerlos, sólo quiso que la aceptaran.

Pero en el mundo, no había aceptación, sólo igualdad.

Estaba vibrando el móvil en la bolsa, fue una llamada de Alvaro, lo mostró a Elena y dijo: —¡Mira!

Sabía que la llamó por Antonia.

Contestó: —Aló.

—¿Qué dijiste a Antonia?

—¿No te lo dijo ella? Por cierto, estaba con la señora Vicario. No sabía que eran amigas.

Hizo especial hincapié en la palabra "amigas".

Incluso sin ver su reacción, pudo sentir que la respiración del hombre se aceleraba.

Delicia colgó, cerró los ojos y se ajustó.

Elena la miró con preocupación: —No pensé que se llevaran tan mal.

Según la llamada.

Elena sabía que no se lo equivocó, Alvaro culpó a Delicia por su hermana.

Y luego una llamada de Isabel, su suegra, Delicia estaba molesta.

—Elena, lo siento. Tengo que irme ahora. —No quería que su mejor amiga la viera en ese estado.

Pero en realidad, Elena supo la situación de Delicia.

Elena asintió y no dijo nada.

Delicia contestó después de subir al coche. Pero antes de hablar, su suegra dijo descontenta: —Ven a verme enseguida.

—No estoy libre.

Colgó directamente después de decirlo, y puso el móvil en silencio. No quería contestar ninguna llamada.

...

Después de volver a casa.

Delicia llamó a María, quien era criada de la familia, para que decorara la casa con ella.

Por toda la mañana, Delicia trabajaba con María juntas.

Sonó el teléfono,—María, ve a contestarlo.

—Sí.

María lo contestó.

No supo la conversación, pero sólo vio que María respondió después de echar una vista a ella: —La señora joven volvió a las nueve.

—...

—Sí, se quedaba conmigo después.

—Kah.—Se cortó la rosa, Delicia bajó la mirada, ¡y se puso hosca!

Yolanda fue secuestrada.

Seguía preparando las flores, María colgó y se acercó a ella. Delicia preguntó como no supo nada: —¿Quién es?

María: —Es el señorito.

¡Qué ridículo! Cuando esa mujer fue secuestrada, su marido sospechó que ella lo había hecho primero.

«¿Qué conseguí durante estos diez años?»

Aunque volviera a vivir, Delicia no podía evitar sentir tristeza.

—¿De qué habló?

—Preguntó cuándo volvió usted y si salió de nuevo.

Delicia asintió, sabía que algo grande iba a ocurrir a continuación...

Dejó las tijeras, dijo contenta: —Para el amuerzo, prepárenme filete y vino.

«¡Quiero divertirme!»

Aunque fuera malo lo que pasaba después, ¿cómo iba a tener fuerzas para luchar contra eso sin comer bien?
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