Capítulo 6
Punto de vista de Serena

¿Por qué Elena siempre me ve como una villana, haga lo que haga?

Cegada por la rabia, estrello el teléfono contra el colchón tras cortar la llamada con Bill. El aparato rebota un par de veces sobre el edredón mullido antes de quedar inmóvil. Por suerte, no llega al suelo ni se rompe.

Que la madre de Bill hable mal de mí me hace detestar aún más este matrimonio. ¿Cree que soy una indecente porque no soy tan rica como Doris? ¿Y su hijito precioso qué? Él no es ningún santo, es todo lo contrario.

Durante los últimos tres años de matrimonio con Bill, me he tragado toda clase de humillaciones por parte de su familia. Y lo que más me duele es que él no es inocente en todo eso, puesto que se queda ahí, paralizado como el cobarde que es, mientras me insultan una y otra vez, sin defenderme.

En cuanto a Doris, es otro nivel de hipocresía. Anda por ahí con su aire de mujer educada y elegante, pero todo es pura fachada. Cuando se le cae la máscara, inmediatamente se revela su verdadera naturaleza: manipuladora y venenosa. Por supuesto, solo se comporta así conmigo, nunca con Bill, ni con el resto de su familia.

Seguramente sabe que no tiene que fingir conmigo. A sus ojos, solo soy una rival por el amor y la atención de Bill. Tengo mil historias de cuando ha mostrado sus verdaderos colores, como por ejemplo, aquella vez que quise darle una sorpresa a Bill, llevándole el almuerzo a su oficina, pero cuando llegué, encontré a Doris rondando su escritorio y sus ojos se entrecerraron al verme.

"Vaya, mira qué tenemos aquí, ¿Ahora quieres parecer la esposa perfecta?" Se burló, apenas mirando la comida que había preparado con tanto esmero, "A Bill le encanta comer en restaurantes. Ya sabes, en lugares con verdaderos chefs".

Tratando de mantener la calma, respondí: "Bueno, pensé que le caería bien comer algo casero, como para cambiar un poco".

Doris dejó escapar una risa mordaz. "Claro, si crees que lo va a valorar. Pero seamos francas, no creo que vaya a cambiar sus ensaladitas gourmet y su carne prime por... esa cosa que trajiste".

Mientras aferraba la caja del almuerzo entre mis manos, tuve que contener las ganas de cruzarle la cara a Doris con una bofetada por sus venenosas palabras, pues sabía que estaba en la oficina de Bill y armar un escándalo allí solo lo perjudicaría, y no quería eso.

Así que simplemente dejé la caja del almuerzo en el escritorio de Bill, tratando de ignorarla, aunque por dentro me consumía la impotencia de cederle esa pequeña victoria, opté por mantener la compostura y no caer en sus provocaciones.

Lo más triste es que si alguien más escuchara esa historia, seguramente pensaría que solo estaba celosa de Doris, parece que nadie creería que estoy por encima de ella. A la vista de todos, no soy más que la esposa descontenta de Bill. Pero ya estoy harta de seguirles el juego; si Bill prefiere su trabajo y la compañía de Doris a nuestro matrimonio, que así sea. Ya tomé mi decisión: me largaré de esta casa de una vez por todas.

Sin pensarlo dos veces, agarro una maleta y me lanzo a meter mis cosas como puedo. Al recorrer el guardarropa con la mirada, me detengo ante la colección de vestidos de diseñador y accesorios de lujo que fui acumulando a lo largo de los años, todos para acompañar a Bill en sus dichosos eventos sociales. Sin embargo, al mirarlos ahora, se sienten más como disfraces que tesoros, símbolos de una vida que nunca realmente me quedó bien, por eso mismo los dejo donde están.

Mientras empaco solo lo esencial, me doy cuenta de lo poco que realmente es mío en este espacio tan lujoso como hueco. Además, al doblar mi ropa, me golpea una realidad devastadora: durante todos estos años, Bill nunca se molestó en regalarme algo con un verdadero valor a nivel personal, algo que demostrara que me conocía de verdad. De hecho, su mayor gesto hacia mí fue simplemente aventarme una tarjeta platino con un desganado, "gasta lo que quieras".

Con las maletas ya hechas, agarré mi celular con determinación y marqué el número de Grace, mi antigua casera, sintiendo un leve temblor en los dedos.

"Aló, Grace, soy Serena. Quería saber si... ¿todavía está libre mi departamento de antes?" Pregunté, con una mezcla de esperanza y nervios.

La voz de Grace sonó cálida y sorprendida: "¡Serena! Pues claro, está desocupado, pero... ahora tengo lugares mucho más bonitos, más adecuados para alguien como tú".

Sabía que se refería a mi posición como la esposa de un millonario, justamente la vida de la que intentaba escapar. "No, Grace, quiero mi apartamento de antes. Es lo que necesito ahora".

Hubo un silencio, luego noté que la voz de Grace se suavizó. "Está bien, cariño. Si estás segura, es tuyo".

Sentí que se me quitaba un peso de encima. "Gracias, Grace".

********************

Ya dentro del taxi, observo cómo el barrio exclusivo se desvanece poco a poco. Los caserones impecables y ostentosos ceden terreno a viviendas más modestas, pero acogedoras. El bullicio callejero cobra vida: las veredas se llenan de transeúntes, los puestos ambulantes salpican las esquinas, y las tiendas de barrio reemplazan a las boutiques refinadas. La gente se mueve con otro ritmo, más relajada, cada uno centrado en lo suyo.

Es como moverse de un mundo a otro, del lujo a lo cotidiano, también se siente más real, más parecido a la vida que solía conocer.

Grace me espera en la puerta de mi antiguo apartamento.

"Bueno, aquí está, ¿qué te parece?" Me pregunta.

Mientras recorro con la mirada este espacio tan familiar, noto que es más pequeño de lo que recordaba, aunque conserva el mismo aire acogedor de siempre. Las paredes me recuerdan una época más simple y feliz de mi vida.

"Es como volver a casa". Contesto, sintiendo una mezcla de felicidad y calma.

A pesar de que no es un lugar lleno de lujos, se siente correcto. Así que atravieso la entrada, dispuesta a comenzar una nueva vida. Aunque al inspeccionar el lugar, descubro una grieta en el techo que antes no estaba, junto con mi viejo sofá que ahora luce más desgastado, también percibo los cambios que otros inquilinos han dejado: desde las cortinas diferentes hasta los libros desconocidos en la estantería. Es evidente que otros han vivido aquí después de que me mudara.

Una vez instalada en mi antiguo apartamento, entendí que era hora del siguiente paso. Así que, con el corazón pesado por lo que estaba a punto de hacer, tomé el celular y marqué un número que había encontrado en internet.

"¿Hablo con Márquez y García Asociados?" Pregunté, tratando de mantener mi voz firme.

"Sí, señora. ¿En qué podemos ayudarla?" Preguntó una recepcionista con tono profesional pero amable.

Después de respirar hondo, finalmente reuní el valor para pronunciar las palabras que, sin duda, cambiarían mi vida para siempre: "Necesito su asesoría para iniciar los trámites de mi divorcio".
Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP