Capítulo 8
Punto de vista de Serena

Me sorprende lo amable que Doris está siendo conmigo de repente. Pero entonces me doy cuenta: seguramente solo está fingiendo ser amable porque todos nos están mirando.

En la sala de descanso, la observo rebuscando entre sus cosas. Saca una camisa limpia de diseñador con un estampado elegante y me la extiende.

Acepto la prenda y le digo: "Gracias, pero ya puedes dejar de fingir. Todavía se te notan los cuernos desde aquí".

Mientras me pongo la camisa, noto que la expresión de Doris cambia de una falsa preocupación a una sonrisa maliciosa. Justo cuando estoy acomodándome la camisa, me lanza un comentario punzante: "Hasta con ropa de marca te ves corriente".

Sin titubear, contraataco: "Doris, puedes usar toda la ropa elegante del mundo y hacerte la víctima tanto como quieras, pero al final del día, Bill sigue siendo mi esposo". Luego, mientras finjo olfatear el aire, añado con desdén: "Vaya, tu perfume huele... peculiar. ¿Acaso se llama 'Desesperación'?"

Ella contraataca con más fuerza al decir. "¿Sabes, Serena? Si te arreglaras y maquillaras, quizás Bill no sentiría tanta vergüenza al presentarte como su esposa ante los inversionistas, cualquiera esperaría que la esposa de un multimillonario mostrara algo de clase".

Sus palabras me atraviesan como un puñal, y aunque intento mantener la compostura, un nudo se me forma en la garganta. Aparto la mirada, sintiéndome diminuta y fuera de lugar, una sensación que me persigue constantemente en el sofisticado mundo de Bill.

Al percibir mi vulnerabilidad en ese silencio, Doris aprovecha para presionarme: "Admítelo de una vez, Serena. Simplemente no estás a la altura para ser la esposa de Bill".

Tras una profunda inhalación, le respondo: "Pues quédatelo, Doris. De todas maneras voy a divorciarme de él".

La sorpresa se dibuja en su rostro mientras sus ojos se clavan en los documentos que sostengo. "¿Así que son para eso?" Pregunta con incredulidad, para luego añadir, "Vaya, ya era hora". Sin detenerse ahí, suelta otro comentario grosero: "¿Qué buscas realmente al divorciarte de Bill? ¿Una gran recompensa, Serena?"

"¿Dinero? Es lo último que se me ha pasado por la cabeza. Mira, para empezar, yo nunca quise casarme con Bill. Fue una locura del momento mientras estábamos en Las Vegas. Pero a diferencia de ciertas personas, yo no mido las relaciones en billetes y monedas. Lo estoy dejando porque es lo que nos conviene a los dos". Respondo de forma tajante.

Doris contraataca: "¡Por favor! Deja de hacerte la inocente, cualquiera puede darse cuenta de que solo te acercaste a Bill por su dinero, ¿verdad? Si yo no hubiera metido la pata con las drogas en Las Vegas... debería haber sido yo quien se casara con Bill".

Al escuchar su confesión, mi barbilla se desencaja por la sorpresa, mientras siento cómo el calor de la ira me va invadiendo.

"¿Así que fuiste tú quien provocó todo este desastre?" Suelto, con la voz temblorosa. La furia me invade de tal manera que apenas puedo mantener en orden mis pensamientos. "¿Cómo te atreviste? ¡Maldita!"

Recuerdo todas esas veces en que Bill me ha acusado de estar detrás del incidente en Las Vegas. Intenté explicarle, pero nunca me creyó. Y ahora, mientras contemplo la verdad, descubro que fue Doris quien orquestó todo desde el principio.

"Bill y tú se estaban acercando demasiado, no podía permitir que se enamorara completamente de ti". Confiesa Doris con desdén, "Eres barata y despreciable, Serena. De no ser Bill, ya te habrías enredado con cualquier otro millonario al que pudieras sacarle provecho".

La fulmino con la mirada antes de espetarle: "¡Vete al infierno, Doris!"

Sin darle tiempo a replicar, le doy una bofetada que resuena por toda la habitación. Con la sangre aun hirviéndome en las venas, giro y salgo disparada, aunque tropiezo con Bill en mi huida, pero no me detengo a mirarlo siquiera, pues lo único que deseo es alejarme de allí.

Mientras me alejo, la amarga certeza me invade: Doris se presentará como la víctima inocente y me pintará como una desquiciada ante Bill, quien probablemente le creerá. Su habilidad para manipular situaciones a su favor es algo que yo conozco mejor que nadie.

********************

Punto de vista de Bill

Al ver que Doris no regresa, decido continuar con la reunión y para justificar su ausencia repentina, les explico a todos que tuvo que marcharse debido a una emergencia, aunque estoy un poco ansioso, me aseguro de que la reunión siga su curso, a pesar de que no puedo evitar mirar el reloj constantemente, preguntándome si Serena se encuentra bien.

Una vez concluida la sesión, me dirijo a la sala de descanso para ver cómo están Doris y Serena. De repente, Serena sale precipitadamente con el rostro bañado en lágrimas. Preocupado, la llamo gritando su nombre, pero ya está demasiado lejos, pues se aleja rápidamente, con cada paso revelando su profunda angustia.

Desde dentro de la sala de descanso, escucho la voz de Doris.

"¿Bill, estás ahí?" Me llama con un tono algo tenso.

Me detengo en la puerta y respondo: "Sí, ¿puedo pasar?"

Hay un instante de silencio antes de que Doris conteste con voz más apagada de lo normal: "Sí".

Al entrar, mi mirada se posa inmediatamente sobre ella, está visiblemente alterada, con lágrimas a punto de desbordarse. Noto que su mejilla izquierda luce enrojecida, como si acabara de recibir una bofetada. Me le acerco rápidamente y me inclino para examinar mejor la marca en su rostro.

"¿Fue Serena quien te hizo esto?" Pregunto con preocupación, mientras observo el enrojecimiento.

Doris asiente con ojos aún llorosos.

"No lo entiendo. Solo intentaba ayudarla a limpiarse e incluso le presté mi blusa", murmura con voz trémula, "Pero de repente, me abofeteó sin ninguna razón ".

Normalmente mantengo los asuntos personales al margen del trabajo, pero esta situación es distinta.

"No entiendo por qué Serena está comportándose así últimamente", confieso con la voz cargada de frustración, "Lamento su actitud, de verdad".

Al escucharme, Doris me mira con evidente preocupación, luego responde: "Mira, no quiero andar metiéndome donde no debo, pero Serena ha estado actuando como loca últimamente. ¿No has pensado en divorciarte?"

Sorprendido por su atrevimiento, le dirijo una mirada fulminante. Es obvio que está sobrepasando ciertos límites, ya que los problemas entre Serena y yo son exclusivamente nuestros, no algo en lo que otros deban inmiscuirse.

"¿De qué estás hablando? Serena es mi esposa. No voy a divorciarme de ella". Le digo firmemente.

"¿Estás seguro? Bueno, ¿y si más bien es ella quien quiere dejarte?" Hay algo inquietante en la mirada de Doris que no logro descifrar y que desaparece en un instante. Sin embargo, sus palabras me atraviesan como una daga en el corazón.
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