Nos quedamos solos y es hora, me tiemblan las manos a causa de los nervios, quiero aclarar las cosas, y me aterra llegar a perder su amistad. Hemos sido amigos desde niños, aunque nuestros caminos se separaron en la adolescencia, más que todo por mi condición emocional, siempre hemos estado el uno para el otro. Para mí sería una perdida terrible y dolorosa.
—¿Mark, podemos hablar un momento? —Le pido levantándome de la mesa, me acerco a donde se encuentra y tomo su mano, él se pone de pie y nos dirigimos a la sala para estar más cómodos en el sofá.
—Claro, Vi. ¿Qué pasa? —inquiere y, al ver mi rostro nervioso, su sonrisa titubea, se da cuenta de que es algo serio y se sienta a mi lado.
—No… no sé por dónde comenzar —digo titubeante y me froto las manos en el pantalón para secarlas, mis nervios
Su mano pasa una y otra vez por mí antebrazo, todavía despierta, me remuevo en la cama para darle la espalda y así no se dé cuenta de mi desazón por los estúpidos pensamientos que me embargan. Pero se da cuenta, si es que el ruso de tonto no tiene un pelo.—¿Qué pasa, lyubov'[1]? ¿En qué piensas? —pregunta mientras me rodea la cintura y se acopla a mi espalda, haciendo cucharita.—Nada, no pienso nada —contesto enfurruñada con mis pensamientos.Su risa ronca retumba en mi espalda, lo que provoca mi risa.—Sabes que vivo con Irina, casi las veinticuatro horas del día, y que he aprendido por las malas que, si una mujer responde que, «no pasa nada», quiere decir que el fin del mundo está cerca. Vamos, dime, ¿qué piensas? Quiero que me hables de cualquier cosa, no te cohí
La mesa del desayuno se ve exquisita y se ve delicioso todo lo presentado, y todos están listos y vestidos para salir, como ha dicho Irina. Viktor no aparta la mirada de cada uno de mis movimientos y en lugar de incomodarme, me siento caminar en las nubes. Va vestido con unos jeans negros que le ajustan a la perfección, un suéter gris mate con cuello de chal de palanca que le hace resaltar todos sus músculos. Músculos que anoche toqué, besé y adoré. El calor me sube hasta la cara y su sonrisa ladina aparece detectando todos mis pensamientos. —Dobroye utro, McKenzie —dice Viktor, que sigue con sus palabritas en ruso. —¿Qué? —inquiero desconcertada con esa nueva expresión. —Buenos días. Es lo que quiere decir —responde Irina girando los ojos. Haciendo parecer un impertinente a su hermano. Lo que me causa gracia. —Entonces, buenos días… ¿qué haremos hoy? —Nos sentamos todos a la mesa para degustar las exquisitec
Durante el viaje de regreso, el señor Dima, por orden de Viktor, nos dio un mini tour por los lugares más emblemáticos, obvio que no pudimos recorrerlos todos, pero lo que vi es impresionante. Sobre todo, la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada. Estoy atónita viendo su majestuosidad, Viktor se da cuenta y comienza a contarnos su historia.—Fue construida por orden de Alejandro III en 1883 - 1907 en el mismo lugar donde el primero de marzo de 1881, su padre, el zar Alejandro II, el más democrático y humano de los emperadores rusos, perdió la vida a causa de una bomba lanzada por un miembro de la organización «Voluntad del Pueblo».El conjunto es muy singular, además de por la forma que tiene, y en especial por los revestimientos multicolores en las fachadas, realizados con ladrillos, cerámica, mármol y granito. Las cúpulas en forma de c
Bueno, según lo que he conseguido no es nada alentador. Entrada y salida de dinero injustificado, facturas aplazadas, tiempo de entregas y envíos de producto inestables, nada concuerda si le pones asunto a los números. No puedo hacer toda la investigación desde aquí, necesito mi VX32 de doce núcleos para poder profundizar; aquí no puedo acceder a las cuentas de Alexey, además, creo que estoy advirtiendo de mis movimientos en la investigación. Estoy tan inmersa que olvido por completo que tengo a Viktor a mi lado.—Vikt…Está dormido. Despatarrado en medio de la cama se ve tan apacible. Cierro los programas y junto los papeles, no puedo seguir y menos sin Viktor para que me informe sobre la sucursal. Guardo todo y lo dejo en la mesa de noche a mi lado, ya pasan de las doce.Me sorprende lo rápido que se durmió y para molestarlo lo menos posible, trato
A la hora y media de haberlos dejado encerrados, les llamo a mi celular, tardaron en contestar, imagino que no lo encontraban.—McKenzie Karlson, ya no me pareces tan linda, ven a abrirnos la puerta ¡AHORA! —exige la rubia. ¡Huy! Se le nota enojada.—Irina Novikov, a riesgo de parecerte todavía menos linda, solo te sacare si dejas de sabotearme. No es lindo tampoco de tu parte avergonzarme. Se supone que somos amigas. Sé consciente de que fue suave mi intento de escarmentarte, tu hermano tiene métodos más duros, así que quiero que prometas ser buena de ahora en adelante. Si no lo prometes, te quedarás ahí y te sacarán como una paleta de helado sabor Irina.—¡McKenzie! ¿Cómo puedes vivir con tanta maldad en ese pequeño cuerpo? —inquiere a manera de broma, se ríe y me uno a ella.—Fácil, aunque no
El vuelo de regreso está siendo tranquilo, con Irina encerrada en una de las habitaciones y Mark en la otra, nos quedamos Viktor y yo solos. Ryan me sirve un delicioso té verde con un toque de limón que le pedí porque en mi estómago no entra nada en estos momentos, mientras Viktor, toma su desayuno-almuerzo, pues ya se pasó la hora del desayuno y todavía no llegamos a la del almuerzo, de lo más tranquilo. Una vez que termina, Tom se acerca para llevarse la cubertería. Momento en el que aprovecho para ir al baño. Regreso y tomo asiento en el mismo sitio junto a Viktor, pero lo noto un tanto nervioso, algo que no creí ver en la vida. ¡¿Viktor Novikov nervioso?! Debo estar mal. —McKenzie —Me llama con un tono tosco, y oh, oh, sí está nervioso y serio, me llamó por mi nombre; sin usar apelativos cariñosos en ruso—. Me pediste un regalo que no puedo cumplir, por ahora, y para compensarte quiero darte esto. Saca del bolsillo de su pantalón
Me despierto desorientada, sin saber muy bien dónde me encuentro y sola, bueno, sola no, a mi lado descansa un precioso crisantemo rojo. Imposible no enamorarse cada día más de él. Voy al baño para terminar de despertarme y cuando vuelvo a la pequeña habitación del avión, mi amor me espera con una pequeña taza de té en sus manos.—Debemos ir a los asientos, ya casi llegamos. Me disculpo por el tamaño de la taza, debo hacer que compren a tu gusto aquí también. —Me da un ligero beso en los labios y me apuro en disfrutar de esta delicia liquida antes de salir del cuarto.Arribamos al aeropuerto JFK de New York y son alrededor de las nueve de la noche del sábado, un día antes de fin de año. Me despido deseándoles unas felices fiestas a Ryan y Tom, quienes nos acompañaron y llevaron nuestras maletas hasta el auto de Vikto
Amanece otro día, pero no es un día cualquiera. Esté día… de todos los días de año, es cuando peor lo paso. No quiero abrir mis ojos y darme cuenta de que es un año más, que mis padres no estarán para abrazarme. La luz del Sol entra por la gran ventana de la habitación, aunque no directamente, lo que me extraña e igual estoy sola como cada año. Me tapo la cara con la almohada. No quiero levantarme; no quiero enfrentarme a un día más de ausencias.Intento girar, pero unos brazos impiden mi movimiento y noto que el olor que tiene esta almohada no es el de mi cama, sino el de Viktor. Viktor está conmigo, sentirlo sujetándome, atándome a este mundo, calma mi desasosiego ante este terrible día. Tiro la almohada al piso y me aferro a sus brazos como si mi vida dependiera de ello.Estando en sus brazos, con la espalda en su pech