Stefan
Apenas son las diez y media de la mañana y ya estoy comenzando a sentir un terrible dolor de cabeza. Primero tuve que soportar las quejas de mi padre acerca de cómo llevo la empresa y mi vida, y ahora, esta chiquilla desaliñada frente a mí me ruega que no le diga al dueño del Ferrari que lo ha arruinado por completo.
Me doy cuenta de que Heather tiene ganas de echarse a reír, y no es para menos, la pobre no tiene idea de que está hablando directamente con el propio dueño del auto.
—Ese auto me pertenece, tendrás que pagar los daños que causaste, no doy contemplaciones —respondo con un semblante serio.
La chica palidece y podría jurar que su corazón se detiene por un instante, pues sus ojos quedan en blanco, como si estuviese yéndose de un desmayo.
—¿U-usted? —tartamudea.
—Sí, yo soy el dueño del auto.
Y rodarán varias cabezas por lo que ha pasado. Dejé a Timmy a cargo de su cuidado, así que no me explico cómo es posible que terminase con el parabrisas hecho trizas.
—Lo siento tanto, de verdad, fue un accidente.
—Acompáñeme señorita, vamos a ver qué tan grave fue lo que hizo.
Ella traga en seco y asiente en silencio. Tengo que esperar un segundo a que se le pase el shock para que comience a avanzar hacia el estacionamiento.
Mientras camina la detallo de pies a cabeza. Va muy desaliñada, con una gorra que parece estar mojada, al igual que parte de su ropa, un poco sucia y manchada. ¿De dónde salió esta mujer?
A pesar de ir así vestida, no es fea, por el contrario, tiene un rostro como de ángel.
Salimos al sol abrazador que me hace arrugar la vista. El Ferrari está ahí estacionado porque los idiotas de mis empleados no saben hacer nada bien. El estacionamiento privado de la empresa está inundado por una tubería que reventó esta madrugada. Mientras solucionan el problema, es lógico que no podía dejarlo ahí dentro.
Cuando llegamos al lugar, no podría describirlo como algo más que una terrible escena del crimen. ¿Cómo es posible que una chica tan pequeña sea capaz de crear semejante sacrilegio contra mi pobre auto?
—¡¿Cómo pasó esto?!
—Yo estaba allá arriba —explica señalando el cartel—, y el balde cayó sobre su Ferrari.
El arma homicida está ahora a un costado del carro. Mi parabrisas está destrozado, la pintura del capó está rayada y hay una ligera abolladura, además de que ha quedado todo manchado con el agua asquerosa de esa cosa.
—¿Tienes idea de cuánto va a costar repararlo?
—Lo siento, lo siento tanto. Por eso quería hablar con la compañía de seguros, seguramente ellos cubrirán los gastos, y yo puedo pagarle poco a poco. Quizá si… —Levanto la mano para interrumpirla. Esta mujer no para de hablar ni un segundo.
—Esto no lo cubre el seguro.
—¿Q-qué? —Vuelve a tartamudear.
—¡Señor! ¡Señor Ma…!
—¡Timmy! —interrumpo antes de que diga mi nombre.
Me parece que esta chica no sabe que yo soy el dueño de la aseguradora a la que acaba de entrar. Sé perfectamente lo que cubre el seguro de la empresa o no, y este accidente no es uno de ellos. Si cubriéramos cosas así, a cada segundo tendría clientes histéricos pidiendo el cambio de sus cristales.
—Señor… —dice jadeando, pues ha venido corriendo—… esta chica, arruinó su parabrisas y…
—Sí, lo sé, estamos conversando ahora el cómo va a pagarme. Retírate, tú y yo hablaremos después.
—Sí señor.
Timmy da media vuelta y se regresa con los brazos caídos y la energía por el suelo. Ahora comprendo cómo es que ella tuvo la oportunidad, si él nunca está.
—Por favor, señor, se lo suplico, déjeme pagarle por partes. Quizá si hablamos con el dueño del seguro pueda hacer una excepción.
—¿Tienes idea de cuánto vale reparar esto? —cuestiono señalando el desastre.
A decir verdad, no vale tanto como ella imagina, pero me estoy divirtiendo al ver su sufrimiento. Al menos es un poco de alegría para mí luego del mal rato que me hizo pasar mi padre.
Se supone que esta misma noche debo llevarle a la supuesta mujer de mi vida, esa que me inventé en un arranque de estupidez y locura, cuando le dije que sí estaba comprometido y a punto de casarme.
Es lo único que podía hacer para quitármelo de encima, porque ya me cansé de decirle una y mil veces, que eso nunca sucederá.
—N-no, y no tengo dinero —confiesa con un titubeo en la voz.
—Mmm… —La vuelvo a detallar de arriba abajo. De pronto, otra de esas ideas absurdas viene a mi mente.
Quizá no debería aprovecharme de su desespero, pero yo también estoy desesperado. Necesito a alguien que finja ser mi novia, y esta chica parece ser la indicada.
»Bueno, en ese caso, puedes pagarme de otra manera.
Ella cambia la expresión de su rostro, y antes de que me dé cuenta, ya ha levantado la mano. Me planta una cachetada que me voltea la cara.
—¡¿Qué le pasa?! Yo no soy ninguna cualquiera, respéteme. Si quiere demándeme, pero no voy a permitir que me insulte.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —grita un hombre de mediana edad, medio subido de peso. Varias gotas de sudor le recorren la frente.
—Señor Jhonson, yo…
—¿Qué le pasó a este auto?
—¿Ella es su empleada? —pregunto al sujeto mientras me acaricio la mejilla. Podrá ser pequeña, pero tiene una mano pesada.
—No, esta de prueba.
—Señor Jhonson, fue un accidente, yo…
—No puedo creerlo —murmura—, ni sueñes que vas a tener el trabajo. ¡Lárgate de aquí!
La chica no puede evitar sollozar. Las lágrimas se arremolinan en sus ojos, pues se ven cristalinos. Una de ellas se desborda y le recorre la mejilla sonrojada.
La cachetada me dolió, pero debo admitir que lo que dije sí puede prestarse a malinterpretaciones.
Ella no dice nada más, se traga el orgullo que había mostrado hace un segundo conmigo y empieza a alejarse.
—¡Ey! ¿A dónde vas?
—Ya le dije, demándeme si quiere, no voy a aceptar propuestas indecentes. Iré a hablar con el dueño de la aseguradora, quizá él pueda ayudarme.
Contengo una vez más mis ganas de reírme. Está bien, dejaré que lo intente solo por la satisfacción de ver su cara.
—Ok, dame tu número entonces, y tu nombre. Necesito saber a quién voy a denunciar.
—¿Lo dice en serio?
Yo asiento con la mirada más fría que puedo darle. Sus ojos verdes vuelven a llenarse de lágrimas. Quizá estoy siendo un poco cruel con ella.
—Mi número es siete, cinco, ocho, nueve, cuatro, dos. Y mi nombre es Liz… Elizabeth Brown.
—Muy bien, gracias.
Doy media vuelta y me apresuro a volver a la empresa antes que ella. Se queda de pie ahí un rato, procesando todo lo que acaba de pasar.
En la recepción, le digo a Heather que la deje pasar.
—Muy bien señor.
Tomo el ascensor y llego a mi oficina. Abro las cortinas del ventanal que da hacia la vista de la hermosa ciudad de Newark. Desde aquí se puede ver hacia el mar, y es una vista preciosa. Mi oficina es la más grande todas, por supuesto, soy el CEO de la empresa que lleva mí mismo apellido.
Pasan al menos quince minutos antes de que me anuncien por el intercomunicador que ella está aquí.
—Hágala pasar.
Elizabeth toca a la puerta antes de entrar con timidez. Yo estoy dándole la espalda en la silla, así que no ha visto mi rostro.
—Buenos días, sé que esto le sonará muy descabellado, pero necesito su ayuda para reparar un auto que tiene seguro en esta empresa, de hecho, creo que es de uno de sus empleados.
Me giro en la silla con una expresión de póker. En cambio, ella abre los ojos hasta el límite y sus mejillas se ponen tan rojas que parecen dos tomates Cherry.
—No puede ser… ¡¿Usted?!
—Entonces, como le decía, ¿cómo piensa pagarme?
—Pero… usted… es, ¡¿es el dueño?!
Me pongo de pie y le extiendo la mano.
—Stefan Marriott, CEO de seguros Marriott.
Elizabeth me mira encolerizada, no parece estar muy contenta con la pequeña broma que le acabo de jugar.
—Mire, de verdad, no tengo dinero, y ahora me acaban de llamar para darme una noticia terrible, tengo que irme, pero antes quería ver si podía hacer algo. Si usted es el dueño, seguramente que puede hacer la excepción.
—Ya le dije que mi seguro no cubre eso, y su situación económica no es mi responsabilidad.
—Y yo le dije que me haría responsable, pero tiene que darme una oportunidad.
—Ni pagando en cuotas podrías hacerlo, pero, tengo una mejor oferta para ti, a cambio, saldaré tu deuda. Y no implica nada indecente, por favor no me vuelva a golpear.
Ella se encoge de hombros y mira hacia abajo con vergüenza.
—¿De qué se trata?
—Usted necesita dinero, eso se le nota, y yo necesito mmm, digamos que una persona que pretenda ser algo por una noche. Luego de eso, cada uno tomará su camino y con suerte, no nos volveremos a ver.
—¿A qué se refiere? Sea claro por favor.
—Bien, lo explicaré lo más simplificado posible. Necesito a una chica que pretenda ser mi novia por una noche.
Elizabeth vuelve a abrir los ojos como platos, y parece dispuesta a dar la vuelta en ese preciso instante.
»Antes de que se vaya, piénselo bien. Le pagaré mucho dinero, y saldaré la deuda de los daños en el auto.
—¿Está loco? ¿Por qué aceptaría algo así?
—Es eso tardarse media vida pagando los daños.
—¿Me está amenazando?
—No, solo le doy sus opciones.
La chica suspira y se queda sopesándolo un par de segundos.
—¿Cuánto?
—Te pagaré diez mil dólares si aceptas.
No la estoy escogiendo a ella solo porque me cayó como un ángel del cielo, sino porque necesito a alguien que esté lo más alejado posible del entorno en que me desenvuelvo. Así mi padre no tendrá forma de averiguar quién es en realidad, y cuando acabe la mentira, podré volver a la normalidad sin preocuparme por encontrarla en algún restaurante o reunión social.
—¿Lo dice en serio?
—Podría ser más si quieres negociar.
—No, quiero decir, diez mil está bien.
—Entonces ¿aceptas?
—¿Solo será por una noche?
—Sí, solo una noche.
Ella mira su celular con insistencia, parece que no era mentira lo de que se tenía que ir.
—Está bien, acepto, pero ahora de verdad debo irme. Envíeme los detalles a mi celular.
Sale corriendo sin darme oportunidad a decir nada más.
Este día ha dado un giro de acontecimientos que no me esperaba, pero al final, resultará bien para mí.
LizzieSalgo corriendo de esa oficina antes de seguir pasando más vergüenzas. No puedo creer que le haya dicho que sí a ese sujeto, en realidad me cuesta trabajo comprender todo lo que sucedió en estas últimas horas.Es la primera vez que pierdo un trabajo tan rápido, y al mismo tiempo, también estoy a punto de ganar una gran suma de dinero gracias a mi torpeza. A tientas de que sea un asesino serial, le envío mis datos personales para que haga el fulano contrato.De verdad creí que me estaba ofreciendo algo mucho más indecoroso, y aunque me parece de lo más extraña su propuesta, no pude decirle que no.La llamada que recibí hace unos minutos antes de entrar fue el motivo principal por el cual decidí aceptar su loca propuesta. Y es que me acaban de llamar del hospital, al parecer mi abuela ha tenido un accidente.Me tomo la libertad de pedir un taxi, esta es una situación de urgencia, además, si es verdad que me dará esa cantidad de dinero, bien podría darme ese pequeño lujo; solo po
Stefan El trayecto en el auto es extremadamente silencioso e incómodo. La chica parece estar en otro mundo, va mirando hacia la ventana, y algo me dice que sus pensamientos se encuentran muy lejos de aquí. Estaciono el auto frente a la boutique donde siempre compraba ropa mi exnovia. No es que conozca demasiado sobre moda femenina, pero al menos ella tenía buen gusto para vestir. —Toma, con esto podrás comprar lo que quieras, cárgalo a mi cuenta —digo entregándole la tarjeta de crédito platinium. —¿Siempre eres así? —pregunta de pronto. —¿Cómo? —Así —dice señalando el espacio vacío entre nosotros como si con eso pudiera entender algo. Enarco una ceja, confundido. —¿A qué te refieres? Te estoy contratando para un trabajo, no olvides que tienes una deuda conmigo, este es tu pago. —Lo sé —responde a secas. Se baja del auto sin decir nada más y cruza la calle. Su pregunta me deja descolocado, ¿acaso he hecho algo malo? Dudo mucho que consiga un empleo con más paga que este, y, ad
LizzieNo sé por cuánto tiempo contengo la respiración para tranquilizarme. Aferro con tanta fuerza la bolsa de compras con el vestido y los zapatos que me compró, que termino por romperla.Apego mi espalda a la puerta una vez que estoy dentro de mi casa. Este día ha sido una total locura, y apenas son las dos de la tarde. La cita que me puso Stefan es a las siete.—¿Lizzie? ¿Qué te pasa? ¿Qué es eso?Abro los ojos de golpe, la voz de mi hermano me saca de mis cavilaciones nerviosas.—Eithan, no pasa nada.Escondo la bolsa detrás de mí, como si con eso pudiera desviar su atención.—¿Dónde está la abuela?¡Por Dios! No sé donde tengo la mente hoy.—¿No lo sabes? La abuela tuvo un accidente, se ha caído por las escaleras.—¡¿Qué?! ¿Y qué haces ahí parada como tonta? Vamos ya a verla —exclama con agitación.—Tranquilo, ya me encargué de ir a verla. Todavía debe estar en cirugía.—¿Cirugía? ¿Qué tan grave fue?—Se fracturó la pierna —contesto con pesar. Si por mí fuera, no le hubiera dich
CAPÍTULO 6: COMETÍ UN ERRORStefanEstoy seguro de que la vena de la cabeza me va a explotar. Esta mujer no para de hablar, y lo peor es que no para de decir cosas que sé que me van a costar muy caro después.Aunque, mi padre parece encantado con ella. Incluso colgó otra llamada entrante solo para no interrumpir la conversación. Sin embargo, no puedo asegurar que se haya comprado la mentira; lo conozco demasiado bien como para saber lo quisquilloso que es, y también lo falso que puede llegar a ser.—Stefan —dice chasqueando los dedos frente a mí—, estás en otro planeta.—Lo siento, estoy algo distraído.—Deberías dejar de pensar tanto en trabajo, pastelito —dice ella tomando mi mano.Juro que si vuelve a llamarme así una vez más voy a…—Me encanta esta chica Stefan, al fin encuentras a alguien que parece dispuesta a sacarte de tu zona de confort.—La empresa está pasando por una desestabilización ahora mismo, lo sabes papá, no puedo simplemente dejar el trabajo de lado.Aparto la mano
Lizzie—¡No! ¡Espera, no puedes hacerme eso! —grito mientras el idiota de Stefan Marriott arranca el auto y me deja desconcertada.Esto no me puede estar pasando, ¿será que nada me va a salir bien en la vida? Gruño y aprieto los puños en un intento por calmarme.La calle está oscura, pero podría haber por ahí uno que otro chismoso que se asome a mirar las interesantes cosas que pasan afuera.Acelero el paso hasta meterme a mi casa, cuando por fin me siento segura, suelto un largo suspiro y pego mi espalda a la puerta. Fui una tonta por creer que él realmente me pagaría diez mil dólares por hacer algo así.Seguramente fui la apuesta de algún retorcido juego entre millonarios. No me sorprendería que ahora mismo estuviese carcajeándose de la risa a mi costa luego de haber conseguido su hazaña: burlarse de la chica de pocos recursos, desesperada por un poco de dinero y un trabajo digno.No creo que su padre estuviese metido en eso, parece un hombre agradable, aunque no se puede negar que
StefanDespierto a la mañana siguiente con un tremendo dolor de cabeza y deseando con fervor que todo lo de la noche anterior hubiese sido solo un terrible sueño.Lamentablemente mis deseos se quedan solo en eso cuando recibo la llamada de mi padre. Antes de irse de viaje en un par de días, quiere asegurarse de que todo marchase bien con los negocios de la empresa, así que eso implica tener que ir a resolver el problemita de la conexión que tenemos entre el seguro y el hospital en caso de accidentes.Se supone que todos mis clientes deben ser llevados al Saint Michael’s Medical Center en caso de un choque o cualquier otra emergencia, sin embargo, debido a un cambio en la administración del centro médico, parece que hay un problema con nuestro seguro.—Stefan, te espero en una hora en el hospital, esto tenemos que solucionarlo antes de partir.—Está bien, padre, ahí estaré.Veo la hora en mi reloj, apenas son las seis de la mañana.Suelo levantarme temprano, pero este día, la verdad es
Lizzie¿Cuántas veces más voy a tropezarme con este hombre?Que me lo haya encontrado en el hospital ya es una tremenda coincidencia, pero que esté aquí metido detrás de la cortina, espiando lo que hago con mi abuela, esto ya no es casualidad.Debí saber que me seguiría, aunque para ser sincera, no creí que le iba a interesar tanto mi vida.—¿Qué estás haciendo? —pregunto, pues él se ha quedado paralizado como si hubiese visto al mismísimo demonio.—Ah… yo…—Lizzie, ¿quién es este muchacho tan guapo? —indaga mi abuela sin tapujos.Casi se me van los ojos tratando de hacerle entender que no diga cosas como esas.—No es nadie abuela, seguramente está perdido, ¿no es así?—Ah… sí, cuánto lo siento, me equivoqué de habitación.Stefan sale disparado de ahí con las mejillas encendidas en rojo. Es obvio que está avergonzado y con justa razón. ¿Qué clase de loco psicópata sigue a alguien más, lo espía y luego se oculta detrás de una cortina?—Qué extraño, me pareció que lo conocías.—¿Qué? No
StefanSi hubiese tenido que apostar a que esta situación iba a repetirse con ella, seguramente habría perdido todo mi dinero; quizá por eso nunca apuesto.Ahora la tengo frente a mí, firmando una nueva extensión del contrato. Esta vez sí se toma el tiempo para leerlo.—¿Qué significa esta cláusula? “La novia, se compromete a no realizar actos indebidos en el lapso que dure la fiesta, ni después de terminar” —cita en voz alta.—Es obvio, ¿no? No quiero que vayas a decir tonterías como con mi padre.—Pues a tu padre le caí bien.—Sí, pero esto es diferente, va a estar toda mi familia, incluyendo mi abuela, mi tío y mi prima.—Esto es una locura, ¿estás seguro de que quieres continuar? Tal vez puedas inventar una excusa para mi ausencia.—¿Y tener que soportar a mi abuela y a mi padre fastidiándome con que moriré solo y nadie me querrá? No, gracias. Iremos, y ahí les dirás que te vas mañana mismo a Canadá y asunto arreglado.—Tu abuela dijo claramente que iba a quedarse a supervisar tod