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CAPÍTULO 4: NO QUIERO CONOCERLA

Stefan

El trayecto en el auto es extremadamente silencioso e incómodo. La chica parece estar en otro mundo, va mirando hacia la ventana, y algo me dice que sus pensamientos se encuentran muy lejos de aquí.

Estaciono el auto frente a la boutique donde siempre compraba ropa mi exnovia. No es que conozca demasiado sobre moda femenina, pero al menos ella tenía buen gusto para vestir.

—Toma, con esto podrás comprar lo que quieras, cárgalo a mi cuenta —digo entregándole la tarjeta de crédito platinium.

—¿Siempre eres así? —pregunta de pronto.

—¿Cómo?

—Así —dice señalando el espacio vacío entre nosotros como si con eso pudiera entender algo. Enarco una ceja, confundido.

—¿A qué te refieres? Te estoy contratando para un trabajo, no olvides que tienes una deuda conmigo, este es tu pago.

—Lo sé —responde a secas.

Se baja del auto sin decir nada más y cruza la calle.

Su pregunta me deja descolocado, ¿acaso he hecho algo malo? Dudo mucho que consiga un empleo con más paga que este, y, además, le estoy dando beneficios que solo le daría a la verdadera mujer con quien estuviese.

Suspiro y pongo en marcha el auto de nuevo, no puedo quedarme estacionado aquí.

—¿Qué quiso decir con eso? —me pregunto a mí mismo en voz alta.

Sé que debí investigarla un poco más antes de proponerle algo tan descabellado, pero es que la situación en la que me puso mi padre requería medidas desesperadas.

Por supuesto que yo no tengo ningún problema en conseguir una novia para mí. Cualquier mujer se volvería loca por estar conmigo, el único problema es que yo no quiero una pareja estable, soy feliz teniendo aventuras por ahí con una o con otra.

Sin embargo, mi padre insiste en que debo casarme, esta última vez ha llegado al punto de amenazarme con dejarme sin herencia si no lo hago.

Así que Elizabeth es solo un medio para un fin, una perfecta desconocida que puede jugar bien su papel, aunque no niego que todo esto podría salirme terriblemente mal. Si no consigo engañar a mi padre, esta vez sí que tendré que someterme a su capricho, al menos por el tiempo suficiente hasta que pase a mejor vida.

Miro mi reloj de mano, apenas han pasado diez minutos y ya siento que llevo una eternidad.

Es mujer, he debido saber que se demorará horas escogiendo algún vestido.

Dejo mi auto bien estacionado y cruzo hasta la boutique, quizá si me ve pueda presionarla para que se apresure.

—Señorita, aquí nos reservamos el derecho de admisión, usted no puede ingresar así, mucho menos tocar la ropa… y, además, esta tarjeta no dice su nombre.

Una empleada la está atacando como si ella fuese la peor delincuente del planeta.

Elizabeth agacha la cabeza y retrocede avergonzada, está a punto de irse cuando me ve en la entrada.

Camino con decisión hasta ella y la tomo del hombro.

—¿Qué sucede, cariño? —pregunto con una sonrisa.

—¿Ah?

—Señorita, por favor traiga algunos vestidos de fiesta para ella —exijo a la chica.

—Señor Marriott, s-sí, de inmediato.

La mujer traga en seco, se pone pálida como un papel, y no puedo negar que lo disfruto. Me gusta saber que impongo miedo y respeto ante los demás.

Sale corriendo y se mete en la parte de atrás de la tienda.

—¿Te conocen aquí? —pregunta ella casi en un susurro.

—Soy cliente frecuente.

—Ah —dice a secas.

—¿Estás bien?

—Me dijiste cariño.

—Si vamos a fingir, mejor pretender desde ya, ¿no lo crees? Así te acostumbras, y mi padre se come el cuento más rápido.

—Creo que estás cometiendo un error, quizá otra chica pueda ayudarte, tu padre se dará cuenta de que mentimos. Ni siquiera pude entrar a comprar aquí sin que esa mujer quisiera echarme de la tienda, es obvio que tú y yo somos de clases sociales muy diferentes.

—Mi padre nunca ha sido un clasista, esas cosas no le importan. De todos modos, ya tengo un perfil construido para ti.

—¿En qué momento has hecho todo eso?

—Yo no, mi asistente. Es un hombre bastante hábil.

—Bien, ¿qué se supone que debo saber? —acepta con un suspiro. No parece demasiado convencida.

—Usaremos tu nombre real, pero con otro apellido.

—¿Te parece si mejor me llamas Lizzie? Así me dice todo el mundo.

—Bien, puedo hacerlo. Serás Lizzie King, diremos que eres familia lejana de un amigo que tengo en Nueva York.

—¿No lo averiguará tu padre?

—No, nunca habla con mis amigos, no te preocupes. Esto solo será por una noche, luego de eso no nos volveremos a ver.

—Está bien, y esa es la única razón por la que acepto.

La señorita vuelve en ese momento con la ropa para Lizzie. La invita a pasar amablemente hacia el área de probadores, pero ella lo rechaza.

—No hace falta, si son de mi talla me quedarán —asegura—, quiero mmm, este —señala el vestido de color vino.

Lo observo con una ceja enarcada, ¿realmente le quedará bien?

—¿Estás segura de que no quieres probártelo?

—Sí, ese está bien.

—Ok, lo empacaré para usted —dice la señorita con una amabilidad fingida.

—De aquí tendremos que ir a una peluquería para…

—Voy a detenerte ahí. Yo puedo arreglarme sola, no necesito que me aconsejes. Mi cabello está bien. No me veré mal ante tu padre, pero ahora mismo tengo que ir a mi casa. ¿Podemos vernos en la cena?

—Aún no sabes nada de mí, ni de quien se supone que debes ser. Puedo decírtelo mientras vamos a tu casa.

—¿A mi casa? No, preferiría que no.

—¿Todavía no confías en mí? —pregunto acercándome a ella.

Lizzie responde dando un paso hacia atrás, de alguna forma sus pies terminan enredándose y se tropieza. Sujeto su brazo antes de que caiga y la atraigo hacia mí. Enseguida sus mejillas se tornan rosadas.

—N-no se trata de eso —tartamudea—, preferiría que mi familia no se enterase de esto.

Pago el vestuario y salimos de allí caminando en silencio hasta el auto. Me detengo en la puerta, mientras ella sigue con la vista fija en el suelo, parece más tímida ahora que esta mañana cuando se atrevió a darme una cachetada.

—Mi padre solo preguntará lo básico, cómo y dónde nos conocimos, y si planeamos casarnos. Debes responder que sí.

—¡¿Qué?! Pero ¿y entonces cómo pretendes hacer que esto sea solo por una noche?

—No tendremos que fingir más, porque mi padre planea irse de viaje a Japón por negocios. Ya tengo todo calculado. Eso me dará al menos un año de tiempo, cuando regrese, ya me inventaré una excusa para decirle.

—Bien. ¿Qué se supone que le diremos entonces?

—Tenemos seis meses juntos y estamos locamente enamorados. Te propuse matrimonio en el riverfront park y aceptaste.

—Vaya, para ser algo falso, lo tienes todo muy bien pensado.

—Ya te dije que no fui yo, fue mi asistente —respondo algo molesto.

Nunca he sido hombre de romanticismos absurdos, mucho menos algo tan cursi como esto, pero a mi padre lo comprará.

—Muy bien, ¿qué más? ¿Qué tengo que saber de ti?

—Nada más, soy el CEO de seguros Marriott, tengo treinta y cinco años y mi vida se resume básicamente a trabajar.

—¿Así de aburrido, eh? —murmura.

—¿Qué has dicho?

—No, nada. ¿Seguro de que no me preguntará más?

—Si lo hace, lo trabajaremos sobre la marcha. Lo importante es que crea que nos casaremos.

—Está bien, Stefan, te prometo que haré un buen trabajo, al menos espero que con eso pueda resarcir lo de tu Ferrari.

Da media vuelta para irse sin haber escuchado aún lo que preparé para ella.

—¡Espera!, falta lo tuyo.

—Envíalo por mensaje, tengo que irme ya.

Sale corriendo como una loca y se pierde bastante rápido entre las personas y autos que pasan frente al estacionamiento.

Me recuesto contra el auto un momento, la verdad es que esto me tiene bastante nervioso. Quizá ella tenga razón, mi padre me descubrirá, pero al menos esta es mi última oportunidad para vivir la vida como yo quiero, sin imposiciones, ni ataduras de por vida a algo en lo que no creo.

Me devuelvo a la empresa pues no puedo hacer nada más que esperar, y confiar en que esta desconocida cumpla con su parte del trato. Mi padre no es un hombre prejuicioso, pero tampoco quiero que se encuentre con alguien totalmente desaliñado.

Llego hasta la empresa y subo el ascensor luego de que la recepcionista me saludase, y a la vez me informe que mi asistente me está esperando arriba.

Tyson siempre ha sido mi empleado de más confianza, es por eso por lo que es el único que sabe sobre la locura de este plan.

Cuando abro la puerta, él ya está sentado frente a mi escritorio, hojeando el guion que preparó.

—¿Resultó bien para la chica? —pregunta con una sonrisa y una mirada curiosa.

—No lo sé, espero que lo lea.

—Definitivamente, estás loco Stefan, ¿cómo se te ocurrió pedirle eso a una perfecta extraña? De todos los planes que te has inventado para mantener contento a tu padre, este sin duda es el más osado.

—Lo sé —digo frotando mis sienes—, pero dime, ¿qué opción tenía? Tú mismo lo escuchaste decir que si no le presentaba a mi supuesta novia esta misma noche, iba a quitarme el mando de la empresa.

—Cuando le dijiste que la llevarías, de verdad pensé que buscarías de nuevo a tu ex.

—Ni loco vuelvo a buscar a esa mujer, sabes lo que me costó sacármela de encima.

—¿Y esta chica no será como ella? Por lo que vi en sus redes, parece que no tiene mucho dinero.

—¿La stalkeaste?

—Solo cuido su espalda, señor. Podría ser una demente —dice encogiéndose de hombros.

La verdad no se me había despertado la curiosidad por saber más de ella, de todos modos, lo que tengo que saber es inventado, su vida real me importa muy poco.

—Si no tiene dinero, se conformará con lo que le ofrezco. Estoy seguro de que no la volveré a ver después de esta noche.

Aurora Love

¡Hola mis amores! Bienvenidos a esta nueva historia. Espero que disfruten mucho con la torpeza de Lizzie y la arrogancia de Stefan, no olviden dejar sus votos y comentarios para saber si les está gustando la historia :D Gracias por leerme besitos xoxo

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