LizzieNo fue fácil escabullirnos de mi abuela y la familia de Stefan, pero por fin, pudimos salir de la casa y seguir los pasos de Daniel, quien no estaba demasiado lejos. Sospeché que se iría al hospital y no me equivoqué, pues a mitad de camino conseguí darle alcance sin que se diese cuenta.—Esto es una locura Eithan, ¿y si estamos cometiendo un grave error?—¿Y si no? Si es él, encontraremos a Stefan en un santiamén.—Pero si no es él, no solo estaríamos perdiendo el tiempo, sino que además nos exponemos a que nos acuse de acosadores o algo peor.—¡Bah! No se va a dar cuenta, tenemos que encontrar a Stefan antes de que sea tarde.La fatalidad con la que mi hermano dice aquello hace que todo mi cuerpo se ponga tenso. Si algo le pasa, juro que me moriría.Me aguanto las ganas de llorar y piso el acelerador para no perderlo de vista.Daniel llega hasta el hospital y se estaciona en el lugar habitual. Me causa mucho conflicto saber que ha vuelto a Newark, de algún modo siento como si
StefanDentro de este lugar pierdo la noción del tiempo, a pesar de eso, sé que no han pasado más de dos días. Sin embargo, todo se siente como una maldita tortura eterna de la que no creo poder escapar.La primera noche estaba seguro de que él me mataría, pero todo lo que hizo fue drogarme para que Joanne pudiese tenerme bajo su control hasta la mañana siguiente.Siento espasmos en mi cuerpo cada vez que intento respirar, me arden las heridas de los latigazos que me dio, tengo sed y hambre, pero todo eso parece una pequeñez comparada con mi preocupación por Lizzie.Ella la ha amenazado con matarla, y no solo a Lizzie, a mi hijo también.Llevo horas tratando de soltar mis ataduras, pero la debilidad en mi cuerpo me lo impide. Ese maldito de Daniel se ha asegurado de darme algo realmente fuerte.De pronto escucho pasos que se acercan a mí, ya no tengo fuerzas ni para levantar la cabeza. En eso, siento un balde de agua helada que me cae encima, causando que un alarido escape de mi garga
LizzieEl gatillo de un disparo al aire me hace detenerme en seco. Sacar a Stefan de esa prisión del horror no fue nada fácil. Eithan y yo tuvimos que esperar a que esa mujer saliera. Solo pude aguantar cinco minutos antes de abalanzarme como loca sobre la puerta.Ambos la vimos inyectarle algo, y todo lo que mi mente podía pensar es que se trataba de un veneno. Sin embargo, cuando logramos salir de ahí, creí que nuestra pesadilla había terminado.Qué equivocada estaba…—¡Alto ahí! —grita Joanne a nuestras espaldas. Se había regresado, quién sabe para qué, y ahora nos encuentra a mí y a mi hermano con las manos en la masa, rescatando a Stefan de su tortura.Dejo a Stefan sobre el asiento de atrás del auto y salgo con las manos en alto, dándole la espalda. Eithan es el único que la está mirando de frente en este momento.—Baja esa arma —ordena mi hermano.—¡Qué valiente eres para decir eso! Cuando soy yo la que tiene la pistola en la mano. ¡Voltea! Quiero verte la cara —me dice a mí.G
LizzieAmbos caen al suelo. Ella se queda con el arma en la mano. Dejo a Stefan junto al auto y corro hasta deslizarme donde está él.El agua se mezcla con la sangre que sale y no puedo distinguir a quién le pertenece. Con las luces apuntando hacia los cuerpos me doy cuenta de que los dos están heridos, pero ella parece estar peor.—Lizzie —habla mi hermano.La sangre sale a borbotones de un costado de su cuerpo.—¡Eithan! ¡Eithan, por favor no te mueras! —chillo sin poder contener las lágrimas.Nunca creí que todo esto pudiese terminar así.—Ella… ella está… muerta —susurra con la voz entrecortada.A decir verdad, ahora mismo me importa muy poco lo que le pueda suceder a esa maldita mujer.—¡Lizzie! ¡Tenemos que… salir de aquí! —me pide Stefan con las pocas fuerzas que le quedan.Mis lágrimas se mezclan con las gotas de lluvia que caen del cielo. Ver la sangre de mi hermano saliendo sin parar y siendo arrastrada por la lluvia me pone los nervios de punta. Mis manos tiemblan, no sé có
Stefan Los recuerdos de lo que pasó son difusos en mi mente. Cuando abro los ojos todo se ve muy diferente. Poco a poco, los flashbacks de esa noche azotan mi cabeza sin descanso. Todo me da vueltas, y la luz artificial del techo me hace arder la vista. —¡Ya despertó! —Escucho que alguien exclama a mi lado. Volteo para ver de quien se trata y lo primero que veo es a Lizzie con una gran sonrisa acercándose a mí. —Bienvenido de nuevo —dice con ternura. —¿Dónde estoy? —En el hospital. —¿Qué… qué pasó? —En ese momento me acuerdo de Eithan, el disparo, la sangre, y yo tratando de ayudarlo— ¡Eithan! —exclamo y me siento de un salto. Hacer eso solo me causa un intenso dolor en todo el cuerpo. —Tranquilo, no te esfuerces —me pide colocando una mano sobre mi pecho. Nonna se acerca a la cama donde me encuentro. Sus ojos están empañados por las lágrimas. —Ay mi niño, mi cannoli, creí que no ibas a sobrevivir. —¿Cómo está tu hermano? —pregunto a Lizzie. No me da buena espina el que n
LizzieUn plato volador se estrella contra la pared. Me agacho en un intento por esquivarlo, sin embargo, varios pedazos de la losa caen sobre mi cabeza.—¡Y no vuelvas! —grita el chef y dueño del restaurante.Tomo mis cosas apresuradamente y salgo corriendo del lugar. Agradezco que no haya nadie a esta hora, o esa habría sido la peor vergüenza de mi vida.Aunque, si me pongo a recapitular todos los trabajos por los que he pasado en estos últimos diez años, en realidad esa no ha sido mi peor vergüenza.Quizá podría enumerarlos, como cuando arruiné la pintura de la casa que se supone debía entregar en mi trabajo como carpintera, o aquella vez cuando por error imprimí los carteles de la tienda de ropa con un cien por ciento de descuento en lugar de un diez.Esta vez, había arruinado la oportunidad de recibir una crítica de cinco estrellas por el crítico más importante de Nueva Jersey en el restaurante donde trabajaba hasta hace tan solo unos minutos.Es definitivo, soy un total fracaso.
StefanApenas son las diez y media de la mañana y ya estoy comenzando a sentir un terrible dolor de cabeza. Primero tuve que soportar las quejas de mi padre acerca de cómo llevo la empresa y mi vida, y ahora, esta chiquilla desaliñada frente a mí me ruega que no le diga al dueño del Ferrari que lo ha arruinado por completo.Me doy cuenta de que Heather tiene ganas de echarse a reír, y no es para menos, la pobre no tiene idea de que está hablando directamente con el propio dueño del auto.—Ese auto me pertenece, tendrás que pagar los daños que causaste, no doy contemplaciones —respondo con un semblante serio.La chica palidece y podría jurar que su corazón se detiene por un instante, pues sus ojos quedan en blanco, como si estuviese yéndose de un desmayo.—¿U-usted? —tartamudea.—Sí, yo soy el dueño del auto.Y rodarán varias cabezas por lo que ha pasado. Dejé a Timmy a cargo de su cuidado, así que no me explico cómo es posible que terminase con el parabrisas hecho trizas.—Lo siento t
LizzieSalgo corriendo de esa oficina antes de seguir pasando más vergüenzas. No puedo creer que le haya dicho que sí a ese sujeto, en realidad me cuesta trabajo comprender todo lo que sucedió en estas últimas horas.Es la primera vez que pierdo un trabajo tan rápido, y al mismo tiempo, también estoy a punto de ganar una gran suma de dinero gracias a mi torpeza. A tientas de que sea un asesino serial, le envío mis datos personales para que haga el fulano contrato.De verdad creí que me estaba ofreciendo algo mucho más indecoroso, y aunque me parece de lo más extraña su propuesta, no pude decirle que no.La llamada que recibí hace unos minutos antes de entrar fue el motivo principal por el cual decidí aceptar su loca propuesta. Y es que me acaban de llamar del hospital, al parecer mi abuela ha tenido un accidente.Me tomo la libertad de pedir un taxi, esta es una situación de urgencia, además, si es verdad que me dará esa cantidad de dinero, bien podría darme ese pequeño lujo; solo po