Savannah Brown, tan soñadora, como inteligente. Tan noble, como suspicaz, tan bondadosa, como autoritaria, tan amable, como mordaz... todo dependía de qué sentimiento lograrás despertar en ella ...
Savannah Brown, observó como su capataz y dos ayudantes más, arreaban las cabezas de ganado para que abrevaran en la laguna, desde su montura supervisaba personalmente que todos los animales bebieran, acostumbrada desde muy temprano a las tareas del rancho, no era nada nuevo para ella estar presente en la faena diaria. Allí, apreciando la inmensidad verde de su propiedad frente a ella, no pudo evitar que la nostalgia la invadiera... En ocasiones estaba tan cansada de luchar, quisiera solo rendirse, pero si le daba oportunidad al dolor, terminaría apoderándose de ella. El rancho Brown, era la herencia que recibió cuando su padre murió. Albert Brown, había tenido una vida de lucha constante, batalló y reunió cada centavo libre para comprar aquellas tierras, quería darle a su adorada esposa un hermoso lugar para vivir, su madre amaba el aire del campo, y por ello su padre había decidido en vez de una linda y acogedora casa en la ciudad, un rancho campestre... Siempre lamentaba que su hijo Mike, hubiese muerto tan joven, era poco más que un niño, cuando el creador reclamó su alma, dejando a la familia sumidos en un dolor inimaginable, por eso y por más, Savannah se había esforzado a diario por demostrar sus capacidades y que su padre la respetara y la creyera capaz de dirigir el rancho, tan capaz como hubiese sido un hijo varón. Su madre, se lamentaba que la hermosa joven perdiera sus días en actividades de hombres, era muy linda, y con un brillante futuro como esposa y madre, pero Savannah, a pesar de haber tenido un par de aventuras, no había conocido al que pudiera considerar, un hombre para casarse. Si, era alabada y elogiada por su belleza, pero ella quería que los hombres vieran mucho más que eso... ella ya sabía, modestia aparte, que sus ojos eran de un color fuera de lo común, que su cuerpo era bonito y lleno de curvas en los lugares indicados, sabía lo mucho que brillaba su larga y oscura cabellera negra, lo elegante de su nariz o lo carnoso de sus labios... solo vanidades, superficialidad, no, ella quería un hombre que la viera más allá de su apariencia, que apreciará sus capacidades, sus virtudes, un hombre que lograra enamorarla como nunca antes se había sentido, un hombre que la ayudara a ser una mejor mujer... Suspiró ante la nostalgia. —¿Está bien, señora?— la voz de su ayudante reclamó su atención. —Estoy bien, asegúrate de que todas beban, hay mucho trabajo por hacer. —Si, señora, como usted ordene. — y tras un asentimiento con su cabeza, animó el caballo instándolo a cabalgar de regreso... Ella era una excelente amazona, buena con las cuentas, amante de las letras y con una puntería muy certera, cualidades que la convertían en muy capaz de dirigir su negocio familiar... Cabalgó a buen ritmo, con su larga cabellera sujeta en un moño en su nuca, un sombrero sobre su cabeza para evitar el sol directo sobre ella, los pantalones jeans acentuando sus largas y atléticas piernas, su blusa blanca un poco ancha, y sus botas de cuero favoritas, con el fuete en una mano y su revolver en la cintura, se veía imponente y poderosa, a pesar de su natural apariencia frágil y femenina... En cuanto estuvo bastante cerca del rancho, pudo divizar la camioneta de Tom, y eso la puso de mal humor, en cuanto se acercó aún más, lo vio en la entrada, en compañía de su tía Ann. Sin bajar del caballo, se acercó, hasta quedar muy cerca, y mirarlo seriamente. —Buenos días, belleza encantadora.— Tom la saludó con un tono meloso. —Buenos días, Tom. ¿En qué puedo ayudarte?— contestó en tono cortante. —De ti, quiero dos cosas...—una pícara sonrisa iluminó su rostro— tu mano en matrimonio, y la venta de tu rancho. —Ambas te las he negado ya— elevó el mentón con orgullo— así que sube a tu camioneta y sal de mis tierras. —Amanecimos de mal humor—sonrió con simpatía— tu tía acaba de invitarme una taza de café.— la mujer la miró como disculpándose por la imprudencia. —Mera cortesía de la tía Ann, es demasiado amable— con agilidad descendió del caballo y caminando hasta una valla que estaba cerca, lo ató permitiéndole beber del cuenco en el piso, palmeó el lomo del animal y luego volvió para enfrentar a su no invitado—¿Y bien?—elevó una ceja—es la cuarta vez que vienes esta semana Tomás, y confieso que comienzas a acabar con mi paciencia. —Mi abuelo solía decir, que la recompensa está guardada solo para los que perseveran. —Supongo que se refería a las cosas posibles. — miró a su tía con cariño— ve dentro tía, yo me encargo— la mujer asintió y desapareció— Tomás, asúmelo de una vez, no voy a casarme contigo y no voy a venderte mi propiedad, puede que esté teniendo dificultades pero soy perfectamente capaz de mantener el legado de mi padre, así que comprende de una vez que el rancho Brown no está a la venta, ahora sí me disculpas, sal de mis tierras que tengo trabajo que hacer... —Solías tener mejor carácter cuando estábamos juntos—sonrió, y Savannah dió un largo suspiro.— la pasábamos bien. —Si, pero ya es cosa del pasado. Recoge tu dignidad y sal de mis tierras— dijo en forma amenazante, el hombre frunció el ceño evidentemente indignado por sus duras palabras que pisoteaban su masculino orgullo. **************************************************** Maximiliano, estaba concentrado en la carretera, siguiendo las indicaciones obtenidas del GPS del auto de Dylan, así como las indicaciones de los lugareños, estaba por llegar al rancho Brown, no pudo evitar preguntarse, ¿Cómo rayos había terminado Dylan en aquel pueblo tan remoto? Había tomado la decisión de viajar en moto, una bastante normal, nada muy lujosa o llamativa, una mochila viajera con algunas prendas sencillas que había adquirido, sus trajes hecho a medida que usaba en las salas de reuniones no servirían en un ambiente como aquel, así que dos pares de jeans, algunas camisas y un par de zapatos extras, además de algo de dinero, sus tarjetas y su celular personal en el fondo de la mochila, y uno nuevo y más sencillo en su bolsillo de pantalón. A lo lejos divisó el rancho, era grande, con enormes áreas verdes al rededor, en lo que seguramente sería la puerta principal, estaba estacionado justo en frente una camioneta, y muy cerca de ellos una pareja que parecían discutir. —Bien, Max, has llegado a tu destino...— se dijo antes de girar el volante de su moto e ingresar por el camino de gravilla que lo llevaría justo hasta quedar junto a la pareja. En cuánto se estacionó y apagó la motocicleta, ambas personas se giraron hacia él. Descendió y se quitó el casco, agitando su cabello marrón, color chocolate, largo y desordenado... —¿Y tú quién eres, foráneo?— preguntó el hombre de mala gana, mirándolo con el ceño fruncido. —Es mi invitado— intervino la mujer de pronto, con voz firme, el hombre se giró hacia ella con sorpresa. —Al rancho Brown, llegan muchos foráneos últimamente— respondió con ironía. Maximiliano, frunció el ceño. ¿Se refería a su primo? —Los extranjeros son bien recibidos.—respondió en tono tranquilo. —Si, recuerdo lo bien recibido que era Dylan Becker— dijo con sarcasmo. Los ojos de la mujer brillaron de ira. —¡NO VUELVAS A NOMBRAR A DYLAN EN MI PRESENCIA!—gritó furiosa, y Maximiliano tuvo el deseo de estallar ante el enojo de la mujer, estuvo a nada de salir en defensa de su primo. ¿Con qué derecho se enojaba al escuchar el nombre de su primo? —Márchate, Tomás— le dijo en tono más calmado intentando contener su enojo— tengo asuntos que atender con el caballero. —Caballero...— susurró mirándolo con desprecio, al tiempo que escupía en el suelo y se encaminaba a la camioneta, le dió vida al motor y se alejó rápidamente levantando pequeñas piedras cuando rechinaron las llantas... Savannah, se quedó observando como Tomás se alejaba hasta desaparecer, para luego girarse hacia su otro NO invitado. —Ahora dime, ¿Quién eres y que buscas en mis tierras?— preguntó directamente.Savannah se percató de lo sensual que era aquel hombre... espalda ancha y brazos definidos que se dibujaban bajo su chaqueta, piernas aparentemente fuertes, pero si, su cuerpo era sexy, su rostro era impresionante... Tenía unos bellísimos ojos verdes, que brillaban como esmeraldas, pestañas oscuras y muy tupidas, cejas abundantes y del mismo color chocolate que su cabellera un poco larga y desordenada, con mechones cayendo rebeldemente sobre su frente acariciando suavemente las pestañas masculinas, aquella barba corta y marrón, no hacía más que acentuar su aspecto varonil e impresionante. —¿Y bien?— volvió a preguntar.***************************************************************"Tiene los ojos más bellos del mundo"Aquellas habían sido las palabras de Dylan y ahora entendía por qué... Aquella mujer tenía unos muy pocos comunes ojos color violeta, si, eran violetas, resultaban impresionantes de ver, nunca antes conoció a nadie con aquel color de ojos, por su mirada, parecía estarl
Savannah lo llevó a la parte lateral del rancho, dónde había una hilera de muchas puertas iguales, por lo que pudo apreciar aquellas eran las habitaciones del personal del rancho. —Como ya le he dicho, no es nada lujoso o muy cómodo, solo lo necesario para descansar. —No se preocupe, estaré bien de cualquier modo— le aseguró— Así que... todo el personal duerme fuera. —No todos, dentro solo las mujeres del servicio, la cocinera, mi madre, mi tía y yo.—explicó en tono neutro. —¿Es hija única?— preguntó buscando indagar, quizás hubiese otra señorita Brown, lo cual complicaría todo, y que de ser así tendría que investigar cuál de ellas había sido la mujer que Dylan había amado.—Lo soy—respondió sin atreverse a decir nada más.— llegaron frente a una de las habitaciones, era de las primeras— no todas están ocupadas, así que podrá usar esta— abrió la segunda puerta... Era un lugar muy, muy pequeño, una pequeña cama individual, una mesa de noche y un ropero, nada más... no había exagerad
Salieron de la casa grande encaminados directamente a los establos, cada uno sumergido en sus pensamientos. Savannah pensando en el misterioso hombre que caminaba junto a ella, había una pequeña parte de ella que la invitaba a mantenerse en alerta, como si tuviese que cuidarse de él, en ocasiones su mirada cambiaba mientras la observaba y aquello la hacia sentir incomoda. Por su parte, Maximiliano pensaba en lo engañosa que podía ser la belleza... aquella mujer tan hermosa por fuera, asi como tan mala por dentro, ella le había roto el corazón a su primo, ella había arrojado a Dylan a la muerte, ella había causado sufrimiento y tragedia en su familia, ella debía pagar por lo que había hecho.Llegaron a las caballerizas, donde se encontraron con un joven que tendría quizás poco más de unos veonte años, de mirada serena y rostro tranquilo, elevo su rostro hacia ellos y asintio.—Señora... ¿Ensillo a tormenta?, buenas tardes caballero. — le saludó.—Ángel, éste es el señor Neumann, se que
Aquella noche completamente agotado Maximiliano se dejó caer en el no muy cómodo colchón de su cama, después de tomar una rápida ducha decidió que era hora de descansar. Observando el techo, no podía dejar de pensar en aquella mujer... Savannah Brown, parecía tan enigmatica, como hermosa... Sin duda alguna era una mujer por la que cualquier hombre perdería la razón, así como había sucedido con su primo... Su belleza y carácter resaltaba en todo, pero qué impresionante resultaban esos singulares ojos, violetas... es que mientras más los veía, más hipnotizantes les resultban. —Por muy hermosa que sea, no puedes perder la cabeza, Maximiliano— se reprendió así mismo— debes mantener los pensamientos y el cuerpo frío, para poder efectuar tu plan de forma magistral... Savannah Brown debe pagar por lo que ha hecho. Tan bella como desgraciada, debía ser igual de infeliz que los había hecho a ellos.Matrimonio por amor... resultaba que la mujer quería matrimonio por amor. ¿Sería posible que se
Entraron a la casa, bajo los chillidos la su madre y tía que mostraban su terror y preocupación, Savannah se guardó el arma en la funda y respiró hiperventilando, buscando tranquilizarse, sentía lava hirviendo correr por sus venas... nunca, nunca nadie la había golpeado jamás.¡¿Cómo se atrevía Tomás, como?!—¡INFELIZ DESGRACIADO!—rugió furiosa y sus ojos se llenaron de lágrimas ante la impotencia. —Ven aquí, tesoro— una de las empleadas llegó corriendo con lo que parecía ser un botiquín de primeros auxilios. —Venga, señor Neumann— la tía Ann, lo ayudó amablemente a sentarse, él no sentía mayor dolor, pero si miraba la profunda cortada en el labio de ella, y se sentía enojado, ninguna mujer merecía ser tratada así, por muy enojado que estuviese ese tal Tomás... ¡Ni siquiera Savannah Bronw, se merecía ser golpeada de aquella manera por un hombre!, Luego, alejó sus pensamientos sintiéndose avergonzado, ¿No planeaba él mismo hacerle daño?, ¡Era un hipócrita!—Señorita Brown...— ella lo
Después de correr un poco, llegaron a la cueva que Savannah había dicho, Maximiliano observó preocupado que parecía ser una abertura en una enorme piedra, de apariencia profunda y muy oscura. —Espero que no sugieras entrar alli— dijo observando la entrada de la cueva y sintiendo cierto temor, nunca, ni en sus peores pesadillas entraría a un lugar como ese. —No, algún animal peligroso podría estar dentro resguardandose de la lluvia, tal y como hacemos nosotros ahora mismo, nos quedaremos aquí hasta que pase, nos ofrece un refugio sin ponernos en peligro, justo en la entrada. —Bien... no pudimos salvarnos— la observó con una sonrisa— estamos empapados — Savannah lo observó atentamente, le parecía uno de los hombres más guapos, atractivos y misterioso que hubiese conocido, quizás se debía a su enorme estatura y ese porte tan varonil... el hecho que él hubiese salido en su defensa de manera inmediata lanzandose contra Tomás para defenderla de aquel golpe, en aquellas semanas no había p
Tras otra rápida semana, la construcción de la cabaña había iniciado, otro ayudante y Max se encargaban de ella, eran jornadas largas y extenuantes, pero Maximiliano sonreía satisfecho al ver como avanzaban, sin duda el resultado le estaba encantando... había hablado una par de veces con su mejor amigo, una vez con su prima y otra con su tía, con su madre se comunicaba más seguido, llamadas rápidas, cortas y sin muchas explicaciones solo para asegurarle de que estaba bien. Aquella mañana, Savannah estaba reunida con algunos trabajadores, dentro de ellos Max, conversaba de actividades a realizar, y de como el nuevo ganado debía ser marcado con el sello del rancho Brown. La reunión con los trabajadores se llevaba a cabo eficazmente, mientras le asignaba a cada uno sus tareas. —Ya viene este chiquillo de nuevo— escucho Max, que uno de los trabajadores se quejaba, desviaron la vista para encontrarse con un niño de unos once o doce años que entraba al rancho por el camino de gravilla, es
—¿Lo llevamos a la habitación?— preguntó Ángel después de que el capataz se marchara en la camioneta en dirección al pueblo. —No— negó Savannah rápidamente— no podemos moverle, no sabemos su condición o que tan fuerte fue el golpe, necesitamos esperar al menos hasta que recobre la conciencia— ¡¿Por qué le dejaron montar a Diablo?!— preguntó enojada. —Intentamos impedirselo, es más, le advertimos de cuánto se enojaría usted señora, pero el hombre estaba decidido. —Estoy harta de estos accidentes— sus ojos violetas parecieron centellar— ¡nadie más que yo monta a Diablo!— presionó los dientes con fuerza— ¿Es que acaso obedeceran solo cuando alguien muera?— los hombres bajaron la mirada avergonzados, Savannah Brown estaba furiosa y lo mejor era no provocarla más. Pasaron mucho rato en silencio, con Savannah extremadamente preocupada porque él no reaccionaba, hasta que Maximiliano intentó abrir los ojos pero el sol le daba de frente, elevó un mano para cubrirlos. —No se mueva,