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Capítulo 3; El rancho Brown.

Savannah Brown, tan soñadora, como inteligente. Tan noble, como suspicaz, tan bondadosa, como autoritaria, tan amable, como mordaz... todo dependía de qué sentimiento lograrás despertar en ella ...

Savannah Brown, observó como su capataz y dos ayudantes más, arreaban las cabezas de ganado para que abrevaran en la laguna, desde su montura supervisaba personalmente que todos los animales bebieran, acostumbrada desde muy temprano a las tareas del rancho, no era nada nuevo para ella estar presente en la faena diaria.

Allí, apreciando la inmensidad verde de su propiedad frente a ella, no pudo evitar que la nostalgia la invadiera... En ocasiones estaba tan cansada de luchar, quisiera solo rendirse, pero si le daba oportunidad al dolor, terminaría apoderándose de ella.

El rancho Brown, era la herencia que recibió cuando su padre murió. Albert Brown, había tenido una vida de lucha constante, batalló y reunió cada centavo libre para comprar aquellas tierras, quería darle a su adorada esposa un hermoso lugar para vivir, su madre amaba el aire del campo, y por ello su padre había decidido en vez de una linda y acogedora casa en la ciudad, un rancho campestre...

Siempre lamentaba que su hijo Mike, hubiese muerto tan joven, era poco más que un niño, cuando el creador reclamó su alma, dejando a la familia sumidos en un dolor inimaginable, por eso y por más, Savannah se había esforzado a diario por demostrar sus capacidades y que su padre la respetara y la creyera capaz de dirigir el rancho, tan capaz como hubiese sido un hijo varón.

Su madre, se lamentaba que la hermosa joven perdiera sus días en actividades de hombres, era muy linda, y con un brillante futuro como esposa y madre, pero Savannah, a pesar de haber tenido un par de aventuras, no había conocido al que pudiera considerar, un hombre para casarse.

Si, era alabada y elogiada por su belleza, pero ella quería que los hombres vieran mucho más que eso... ella ya sabía, modestia aparte, que sus ojos eran de un color fuera de lo común, que su cuerpo era bonito y lleno de curvas en los lugares indicados, sabía lo mucho que brillaba su larga y oscura cabellera negra, lo elegante de su nariz o lo carnoso de sus labios... solo vanidades, superficialidad, no, ella quería un hombre que la viera más allá de su apariencia, que apreciará sus capacidades, sus virtudes, un hombre que lograra enamorarla como nunca antes se había sentido, un hombre que la ayudara a ser una mejor mujer...

Suspiró ante la nostalgia.

—¿Está bien, señora?— la voz de su ayudante reclamó su atención.

—Estoy bien, asegúrate de que todas beban, hay mucho trabajo por hacer.

—Si, señora, como usted ordene. — y tras un asentimiento con su cabeza, animó el caballo instándolo a cabalgar de regreso... Ella era una excelente amazona, buena con las cuentas, amante de las letras y con una puntería muy certera, cualidades que la convertían en muy capaz de dirigir su negocio familiar...

Cabalgó a buen ritmo, con su larga cabellera sujeta en un moño en su nuca, un sombrero sobre su cabeza para evitar el sol directo sobre ella, los pantalones jeans acentuando sus largas y atléticas piernas, su blusa blanca un poco ancha, y sus botas de cuero favoritas, con el fuete en una mano y su revolver en la cintura, se veía imponente y poderosa, a pesar de su natural apariencia frágil y femenina...

En cuanto estuvo bastante cerca del rancho, pudo divizar la camioneta de Tom, y eso la puso de mal humor, en cuanto se acercó aún más, lo vio en la entrada, en compañía de su tía Ann.

Sin bajar del caballo, se acercó, hasta quedar muy cerca, y mirarlo seriamente.

—Buenos días, belleza encantadora.— Tom la saludó con un tono meloso.

—Buenos días, Tom. ¿En qué puedo ayudarte?— contestó en tono cortante.

—De ti, quiero dos cosas...—una pícara sonrisa iluminó su rostro— tu mano en matrimonio, y la venta de tu rancho.

—Ambas te las he negado ya— elevó el mentón con orgullo— así que sube a tu camioneta y sal de mis tierras.

—Amanecimos de mal humor—sonrió con simpatía— tu tía acaba de invitarme una taza de café.— la mujer la miró como disculpándose por la imprudencia.

—Mera cortesía de la tía Ann, es demasiado amable— con agilidad descendió del caballo y caminando hasta una valla que estaba cerca, lo ató permitiéndole beber del cuenco en el piso, palmeó el lomo del animal y luego volvió para enfrentar a su no invitado—¿Y bien?—elevó una ceja—es la cuarta vez que vienes esta semana Tomás, y confieso que comienzas a acabar con mi paciencia.

—Mi abuelo solía decir, que la recompensa está guardada solo para los que perseveran.

—Supongo que se refería a las cosas posibles. — miró a su tía con cariño— ve dentro tía, yo me encargo— la mujer asintió y desapareció— Tomás, asúmelo de una vez, no voy a casarme contigo y no voy a venderte mi propiedad, puede que esté teniendo dificultades pero soy perfectamente capaz de mantener el legado de mi padre, así que comprende de una vez que el rancho Brown no está a la venta, ahora sí me disculpas, sal de mis tierras que tengo trabajo que hacer...

—Solías tener mejor carácter cuando estábamos juntos—sonrió, y Savannah dió un largo suspiro.— la pasábamos bien.

—Si, pero ya es cosa del pasado. Recoge tu dignidad y sal de mis tierras— dijo en forma amenazante, el hombre frunció el ceño evidentemente indignado por sus duras palabras que pisoteaban su masculino orgullo.

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Maximiliano, estaba concentrado en la carretera, siguiendo las indicaciones obtenidas del GPS del auto de Dylan, así como las indicaciones de los lugareños, estaba por llegar al rancho Brown, no pudo evitar preguntarse, ¿Cómo rayos había terminado Dylan en aquel pueblo tan remoto?

Había tomado la decisión de viajar en moto, una bastante normal, nada muy lujosa o llamativa, una mochila viajera con algunas prendas sencillas que había adquirido, sus trajes hecho a medida que usaba en las salas de reuniones no servirían en un ambiente como aquel, así que dos pares de jeans, algunas camisas y un par de zapatos extras, además de algo de dinero, sus tarjetas y su celular personal en el fondo de la mochila, y uno nuevo y más sencillo en su bolsillo de pantalón.

A lo lejos divisó el rancho, era grande, con enormes áreas verdes al rededor, en lo que seguramente sería la puerta principal, estaba estacionado justo en frente una camioneta, y muy cerca de ellos una pareja que parecían discutir.

—Bien, Max, has llegado a tu destino...— se dijo antes de girar el volante de su moto e ingresar por el camino de gravilla que lo llevaría justo hasta quedar junto a la pareja. En cuánto se estacionó y apagó la motocicleta, ambas personas se giraron hacia él.

Descendió y se quitó el casco, agitando su cabello marrón, color chocolate, largo y desordenado...

—¿Y tú quién eres, foráneo?— preguntó el hombre de mala gana, mirándolo con el ceño fruncido.

—Es mi invitado— intervino la mujer de pronto, con voz firme, el hombre se giró hacia ella con sorpresa.

—Al rancho Brown, llegan muchos foráneos últimamente— respondió con ironía. Maximiliano, frunció el ceño. ¿Se refería a su primo?

—Los extranjeros son bien recibidos.—respondió en tono tranquilo.

—Si, recuerdo lo bien recibido que era Dylan Becker— dijo con sarcasmo. Los ojos de la mujer brillaron de ira.

—¡NO VUELVAS A NOMBRAR A DYLAN EN MI PRESENCIA!—gritó furiosa, y Maximiliano tuvo el deseo de estallar ante el enojo de la mujer, estuvo a nada de salir en defensa de su primo. ¿Con qué derecho se enojaba al escuchar el nombre de su primo? —Márchate, Tomás— le dijo en tono más calmado intentando contener su enojo— tengo asuntos que atender con el caballero.

—Caballero...— susurró mirándolo con desprecio, al tiempo que escupía en el suelo y se encaminaba a la camioneta, le dió vida al motor y se alejó rápidamente levantando pequeñas piedras cuando rechinaron las llantas... Savannah, se quedó observando como Tomás se alejaba hasta desaparecer, para luego girarse hacia su otro NO invitado.

—Ahora dime, ¿Quién eres y que buscas en mis tierras?— preguntó directamente.

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