Tras otra rápida semana, la construcción de la cabaña había iniciado, otro ayudante y Max se encargaban de ella, eran jornadas largas y extenuantes, pero Maximiliano sonreía satisfecho al ver como avanzaban, sin duda el resultado le estaba encantando... había hablado una par de veces con su mejor amigo, una vez con su prima y otra con su tía, con su madre se comunicaba más seguido, llamadas rápidas, cortas y sin muchas explicaciones solo para asegurarle de que estaba bien. Aquella mañana, Savannah estaba reunida con algunos trabajadores, dentro de ellos Max, conversaba de actividades a realizar, y de como el nuevo ganado debía ser marcado con el sello del rancho Brown. La reunión con los trabajadores se llevaba a cabo eficazmente, mientras le asignaba a cada uno sus tareas. —Ya viene este chiquillo de nuevo— escucho Max, que uno de los trabajadores se quejaba, desviaron la vista para encontrarse con un niño de unos once o doce años que entraba al rancho por el camino de gravilla, es
—¿Lo llevamos a la habitación?— preguntó Ángel después de que el capataz se marchara en la camioneta en dirección al pueblo. —No— negó Savannah rápidamente— no podemos moverle, no sabemos su condición o que tan fuerte fue el golpe, necesitamos esperar al menos hasta que recobre la conciencia— ¡¿Por qué le dejaron montar a Diablo?!— preguntó enojada. —Intentamos impedirselo, es más, le advertimos de cuánto se enojaría usted señora, pero el hombre estaba decidido. —Estoy harta de estos accidentes— sus ojos violetas parecieron centellar— ¡nadie más que yo monta a Diablo!— presionó los dientes con fuerza— ¿Es que acaso obedeceran solo cuando alguien muera?— los hombres bajaron la mirada avergonzados, Savannah Brown estaba furiosa y lo mejor era no provocarla más. Pasaron mucho rato en silencio, con Savannah extremadamente preocupada porque él no reaccionaba, hasta que Maximiliano intentó abrir los ojos pero el sol le daba de frente, elevó un mano para cubrirlos. —No se mueva,
Max, observó aquellos ojos violetas y aquel rostro serio, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y enojo... —Lamento haber interrumpido su conversación — le dijo pero el se encogió de hombros. —Solo hablaba con Jael, le pedía que tranquilizara a mi madre — bloqueó el celular y lo dejó a un lado, sentándose mejor en la cama. Savannah lo observó, estaba sin camisa, con el amplio pecho desnudo, se veía increíblemente sexy, y Savannah tuvo que recordarse que estaba enfadada, muy enfadada con él. Se cruzó de brazos y se recargó en el umbral de la puerta, mirándolo fijamente. —Está realmente enojada, ¿no es cierto? —Lo estoy—admitió— fue una imprudencia de su parte Neumann, pudo haber muerto. —Pude, pero no pasó nada— ella resopló enojada. —¿Que no pasó nada?, ¿A eso llama nada, Neumann?— preguntó enarcando una ceja— eso sin contar que me ha desobedecido. —¿En realidad piensas echarme de tus tierras?— preguntó sabiendo que de su respuesta dependía el futuro de sus planes.
—¿Está todo bien?— preguntó él frunciendo el ceño, un poco confundido por encontrar a Savannah frente a su habitaciòn en aquel momento de la noche. —Si... bueno no— le dijo y suspiró sintiédose como una tonta— lo siento es que... no podía dormir y me preocupé, quería saber si te sentías bien...—Gracias— Max le regaló una sonrisa— hace un par de horas me tomé el analgesico que me indicó el doctor Carson. Pero igual no podía dormir... ¿Quieres pasar?— le preguntó con una sonrisa— hace frío aquí afuera, asì que si quieres hablar creo que es prudente hacerlo dentro. —Savannah quedó en silencio por algunos segundos, estaba aturdida, quería pensar pero no podía hacerlo con Neumann semi desnudo ante ella. Él se alejó de la puerta dándole acceso, ella asintió pasando junto a él, Neumann cerró la puerta y ella de pronto se sintió asfixiada en aquel pequeño espacio. — ¿Sigues enojada conmigo?— le preguntó y ella suspiró.— realmente lo siento Savannah, no quería enojarte... fallé en mi misión d
—¡Oh, hijo, al fin respondes el teléfono!— Maximiliano se detuvo, su cuerpo entero entró en rigor cuándo escuchó el desesperado llanto de su madre. Frunció el ceño, sin procesar qué podría llevarla a llorar de aquella manera. —Estaba en un reunión importante...¿Qué sucede, madre?— preguntó siguiendo su camino, entró a su oficina y cerró la puerta tras él. —¿Por qué lloras? —Hay noticias horribles, Max— gimoteó la mujer— ¡Tu primo... Dylan está muerto!— gimoteó la mujer echándose a llorar aún peor, Maximiliano Neumann, sintió que dejó de respirar, la noticia lo cubrió como un balde de agua extremadamente fría, el dolor presionó su pecho con fuerza, y no supo en qué momento dejó de respirar... —¿De qué diablos hablas, madre?— su voz fue temblorosa— ¡Eso no... no puede, no puede ser cierto! —¡Tu tía está destrozada!— gimoteó—¡Han llamado para informar de que Dylan tuvo un accidente mientras regresaba de ese maldit* pueblo!, ¡ESTÁ MUERTO, MAX!—sollozó. —¡Voy a la casa ahora mismo!— e
No más entrar a la enorme mansión de los Neumann, los escalofriantes gritos desconsolados llegaron hasta él, no pudo evitar sentir como el peso de la pena crecía, haciendo mella en su corazón...Sus ojos se llenaron le lágrimas... No era un hombre de llantos, la última vez que lo había hecho, había sido en la muerte del tío Edmud, y anterior a eso, en el funeral de Engel, su padre, de eso ya hacía más de diez años...—Estoy aquí — fue lo único que dijo, cuándo la pequeña Ivy corrió a sus brazos, la abrazó brindándole refugio, mientras que su madre y su tía, permanecían abrazadas brindándose consuelo... —¿Qué le han dicho?—Tuvo un accidente cuando volvía — dijo su madre, Violett, al parecer manejaba con exceso de velocidad y... estaba ebrio — aquello solo era la confirmación de lo que ya sabían — han dicho que... murió de inmediato, no hubo tiempo de hacer nada por él — su tía gritó de dolor, aferrándose a los brazos de su hermana. —¿Dónde lo tienen?—Nos han dado la dirección de un
Savannah Brown, tan soñadora, como inteligente. Tan noble, como suspicaz, tan bondadosa, como autoritaria, tan amable, como mordaz... todo dependía de qué sentimiento lograrás despertar en ella ...Savannah Brown, observó como su capataz y dos ayudantes más, arreaban las cabezas de ganado para que abrevaran en la laguna, desde su montura supervisaba personalmente que todos los animales bebieran, acostumbrada desde muy temprano a las tareas del rancho, no era nada nuevo para ella estar presente en la faena diaria. Allí, apreciando la inmensidad verde de su propiedad frente a ella, no pudo evitar que la nostalgia la invadiera... En ocasiones estaba tan cansada de luchar, quisiera solo rendirse, pero si le daba oportunidad al dolor, terminaría apoderándose de ella. El rancho Brown, era la herencia que recibió cuando su padre murió. Albert Brown, había tenido una vida de lucha constante, batalló y reunió cada centavo libre para comprar aquellas tierras, quería darle a su adorada esposa
Savannah se percató de lo sensual que era aquel hombre... espalda ancha y brazos definidos que se dibujaban bajo su chaqueta, piernas aparentemente fuertes, pero si, su cuerpo era sexy, su rostro era impresionante... Tenía unos bellísimos ojos verdes, que brillaban como esmeraldas, pestañas oscuras y muy tupidas, cejas abundantes y del mismo color chocolate que su cabellera un poco larga y desordenada, con mechones cayendo rebeldemente sobre su frente acariciando suavemente las pestañas masculinas, aquella barba corta y marrón, no hacía más que acentuar su aspecto varonil e impresionante. —¿Y bien?— volvió a preguntar.***************************************************************"Tiene los ojos más bellos del mundo"Aquellas habían sido las palabras de Dylan y ahora entendía por qué... Aquella mujer tenía unos muy pocos comunes ojos color violeta, si, eran violetas, resultaban impresionantes de ver, nunca antes conoció a nadie con aquel color de ojos, por su mirada, parecía estarl