Capítulo 3

Camila

Al día siguiente Ángel me llevó a casa, mi padre lo invitó para que nos acompañara a desayunar.

Subí a mi habitación para darme una ducha y cambiarme, ese día tendría que acompañar a mi padre a la empresa, al final me estaba convirtiendo en todo lo que él deseó para mi, estaba tan lejos de todo lo que yo había deseado en mi vida.

Mi padre había apagado mi luz, cuando él se fue, me perdí, perdí mis ilusiones y también las ganas de soñar. Él me hizo sentir viva, con él hice tantas cosas por primera vez que olvidarlo sería imposible.

Me miré al espejo, me veía bien con mis jeans ajustados, una blusa blanca de tirantes y un blazer verde que combinaba con mis zapatillas de tacón.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras, en cuanto me iba acercando al comedor oí la risa alegre de mi padre.

—Me da tanto gusto, muchacho. Tú eres el más indicado para mi hija, lo sé.

Rodé los ojos al escucharlo.

—Quería hacer una fiesta de compromiso pero Camila no la quiere —dijo él mirándome entrar a la estancia.

—Tú no le hagas caso, mi única hija se casa y no es posible que no lo celebremos a lo grande.

—No es necesario, no veo por qué tanto alboroto. La gente se casa todos los días —contesté encogiéndome de hombros y sentándome en mi lugar de la mesa.

—Le diré a mi secretaria que se encargue de todo, esta misma noche la celebraremos con los más cercanos para que mi princesa se sienta a gusto —dijo mi padre ignorando mis deseos. No me sorprendía que siempre impusiera los suyos ante los míos, él solía ser bastante egoísta.

No miré a Ángel en todo el desayuno, estaba enojada con él, porque si hubiera querido se habría negado y no lo hizo, en cambio estuvo muy de acuerdo con mi padre.

—Camila —me llamó

—Dime, padre

—Hoy no vayas a la empresa, encárgate de la fiesta.

—Tú dijiste que tu secretaria se encargaría y fuiste quien decidió hacer la fiesta, no me involucraré porque yo no la deseo, además tengo mucho trabajo en la oficina —contesté levantándome de la silla y pidiendo permiso para retirarme.

—Ella ya no es la misma —alcancé a escuchar las palabras de Ángel.

Odiaba escuchar aquel tipo de comentarios, porque la gente esperaba siempre que a pesar del tiempo una siga siendo la misma, eso no era posible, la vida era dura y cada día te enseñaba algo nuevo.

Habían cosas que marcaban y que después de lo acontecido no volvemos a ser la misma persona. Mi corazón se había endurecido, luchaba cada día para que nadie volviera a interferir en mi vida.

Salí de casa y conduje hasta la empresa, al llegar saludé a las personas que me encontraba por los pasillos, entré a mi oficina y encendí mi computador.

Revisé el correo y contesté algunos, uno de ellos me llamó la atención, era uno de Adele, mi mejor amiga.

>Cami tienes que ver esto

Junto a ese mensaje adjuntaba una noticia que hizo mi corazón dar un vuelco, mis ojos se aguaron sin poder creer lo que veía.

"La DEA ofrece recompensa por brindar información sobre el temido mafioso que se hace llamar "El jefe de jefes" "

Temí por él, su camino era errado pero no deseaba que nada malo le pasara, deseaba con todas mis fuerzas que la policía no diera con  él.

Cerré la laptop de golpe cuando vi a mi padre entrar a la oficina, su rostro era serio, seguramente estaba enojado por lo sucedido en el desayuno.

—¿Qué sucede contigo? No reconozco a mi hija, la dulce Camila.

—Ella ya no existe —respondí entre dientes

—Te comportaste muy grosera con Ángel y esto no debe continuar así, él es tu mejor opción y no voy a permitir que lo dejes ir.

—Ya basta, ¿quieres? Estoy cansada que me estés imponiendo tanto, deberías estar feliz porque me voy a casar con él. Pero no te atrevas a querer decirme cómo hacer las cosas.

—Escúchame bien, Camila. Ahora mismo te irás, te encargarás de la fiesta de esta noche, buscarás un lindo vestido y recibirás a tus invitados con una sonrisa al lado de tu prometido —dijo señalándome con su dedo y sin cambiar su actitud intimidante.

—¿Siempre será así? Imponiendo tus deseos antes que los míos, tú no amas a nadie y cada vez entiendo el motivo por el que mamá se suicidó.

Vi el dolor atravesar su mirada por un breve segundo, el tema de mamá era algo muy delicado para él y no permitía que hablara de eso.

—Haz lo que te digo —fue lo que dijo antes de marcharse.

No me quedó más que maldecir mi suerte y obedecerle, cada vez que intentaba llevarle la contraria y hacer lo que yo deseaba aparecía él a dejarme en claro que siempre se haría como él deseaba, odiaba esta parte de mi vida.

¿Podría algún día dejar de ser tan cobarde? Esperaba que si, porque no quería dejar de ser la sumisa de mi padre para ser la de mi esposo, eso jamás.

Salí de la empresa para ir a las mejores tiendas de la ciudad para buscar un vestido bonito que quedara  acorde con el evento, mientras buscaba la madre de Ángel me llamó contenta por nuestro compromiso, diciendo que esta semana comenzaríamos con todos los preparativos para la boda.

Esta parte era tan tediosa para mi, me estresaba bastante esta señora por sus gustos tan extravagantes y su encanto por destacar en la alta sociedad. Pero para no hacerle el desplante y tener también que ocuparme de todo este ajetreo de la boda accedí para que me ayudara.

—Ese vestido te queda espectacular —me dijo Adele, a quien había llamado para que fuera a mi rescate.

—¿Tú crees? —pregunté mirándome en el espejo.

—Si, es muy tú.

Sonreí triste y negué.

—Entonces este no es.

—No te entiendo Camila, dices que ya no quieres estar bajo las órdenes de tu padre pero siempre haces y buscas su aprobación. Si de verdad quieres que él te tome enserio empieza a hacer lo que tú quieras, por ejemplo, eligiendo el vestido que a ti te guste.

—Tienes razón —dije luego de un momento de silencio.

Pagué por el vestido y luego regresé a casa para empezar a arreglarme, no me involucré en nada que tuviera que ver con la fiesta, al fin de cuentas yo no la quería.

...

Al caer la noche empecé a oír el murmullo de la gente que empezaba a llegar a la fiesta, mi padre me había venido a buscar varias veces para que le acompañara a recibir los invitados, me negué con la excusa de que aún no terminaba de vestirme.

No sentía que esta fiesta fuera para mi, era más suya al celebrar que una vez más se hacía lo que él quería.

Llevaba puesto un vestido negro brillante, de corte sirena, este se adhería perfecto a la forma de mi cuerpo, era de tirantes y de escote un poco pronunciado, amaba los escotes pero mi padre odiaba que vistiera así, por lo tanto evitaba hacerlo enojar y siempre usaba ropa más recatada.

Tocaron la puerta de mi habitación para segundos más tardes ser abierta, miré de reojo a Ángel entrar y observarme a detalle.

—Te vez hermosa —dijo llegando a mi y dejándome un beso en la frente

—¿Es así? —pregunté mirándole

—Si... —hizo una pausa observando mis senos —pero si cubriéramos más aquí, estaría mejor

Me alejé de él disimuladamente, aquel comentario me causó incomodidad y también un poco de decepción.

—No creo que eso sea posible, no me cambiaré de vestido.

—Camila tienes vestidos más bellos que este, estoy seguro que encontraremos uno más adecuado en tu armario —dijo caminando hacia mi guardarropa

Quise gritarle que se largara y tirarle el anillo, no quería a alguien más que controlara mi vida, bastaba y sobraba con mi padre.

—Detente, Ángel, llevaré este vestido así te guste o no.

Lo vi detenerse y soltar un bufido, se volteó e hizo un gesto de desaprobación.

—Como quieras, ¿bajamos ya? O ¿te seguirás escondiendo aquí?

Sus preguntas me enojaron, le dediqué una mirada atroz y con gesto de desagrado señalé la puerta.

—Vayamos a tu tan deseada fiesta, que cabe decir yo no la quería, pero claro tenías que correr hacia mi padre para que este me impusiera esto.

Ángel se detuvo y me miró con malestar, chasqueó la lengua y me señaló con su dedo índice.

—¿Quieres parar con esto? Trato de ser paciente contigo, pero se me está haciendo imposible porque a cada momento tratas de acusarme de algo, tú más que nadie sabes lo difícil que es llevarle la contraria a tu padre.

—Tú pudiste aférrarte a un no, pero no quisiste

—Y ¿tú no pudiste hacer lo mismo? Digo, ya que eras la más interesada en que no se llevara a cabo —dijo mirándome con absoluta seriedad

—Vete al diablo, Ángel —respondí antes de empezar a caminar a la puerta y salir de ahí dejándolo con la palabra en la boca.

¡Malditos hombres y su manía de querer controlar todo lo que hago!

Bajé las escaleras sintiendo sus pasos tras de mi, caminé lo más rápido que mis tacones me los permitieron, quería estar lejos de él y de mi padre.

—Camila, espera

—Déjame sola, Ángel

Mi amiga Adele apareció en mi campo de visión, me sentí aliviada era mi oportunidad para estar lejos de ellos.

—Cami, estás preciosa —me dijo ella llegando a mi y dándome un fuerte abrazo.

—Gracias, tu también estás divina.

Voltee a ver a Ángel y este se había quedado a poca distancia, asintió en mi dirección y saludó educadamente a mi amiga para luego retirarse.

Suspiré aliviada y junto a mi amiga caminamos hasta el jardín.

—Creo que aparecí en un buen momento.

—Si —reí

—¿Qué sucede? No te noto muy feliz

Solté un suspiro y miré a un punto fijo

—¿Podré ser feliz alguna vez? Luego de haber pisoteado los sentimientos de un hombre que daba todo por mi —dije sintiendo un nudo en mi garganta.

—Porque te obligaron, tú también lo amabas y dabas todo por él, incluso lo diste, sacrificaste tu felicidad por su bienestar.

—Pero él no lo supo y tal vez soy la peor persona que conoció en su vida, me odia lo sé y eso me duele porque yo lo sigo amando incluso más que antes.

Ella se quedó en silencio observándome con tristeza.

Era difícil afrontar la realidad, seguía tan sumergida en mi pasado y queriendo vivir en él, trataba de aceptar todo y olvidar pero mi corazón se negaba, en él aún había esperanza de que algún día volvería a verlo y decirle lo que sucedió.

Necesitaba oír su perdón para poder sanar y rehacer mi vida.

—Tú padre viene hacia acá —me susurró Adele

Me limpié las lágrimas que se empezaban a asomar por mis ojos y me recompuse, si él me veía en ese estado se enfadaría y terminaría diciéndome cosas hirientes.

—¿Por qué no estás con Ángel? —preguntó al estar cerca de mi

—Estaba conversando con Adele, no pretendas que todo el tiempo estaré con él. Necesito mi espacio —respondí de mala gana.

—Deja tus berrinches y ve al lado de tu prometido, los invitados ya llegaron y es momento de dar la noticia.

—Deberías darla tú qué es el emocionado con todo esto —le dije con cierta ironía en mi voz

—Cállate y haz lo que te dije.

—¿No te cansas de dominar mi vida? —mi voz estaba cargada de rencor al igual que mi mirada —No te bastó separarme del hombre que amo...

—¡Camila! —siseó —No menciones a ese hijo de puta, ademas a quien tú amas es a Ángel, métetelo en la cabeza.

Reí irónica al escucharlo.

—¿Sabes papá? Puedes controlar mi vida a tu antojo pero mi corazón —negué con la cabeza —jamás podrás controlarlo y decidir a quien debo amar, amo a Dmitry más que a mi vida y eso ni tú ni nadie me lo va a impedir.

Su mirada destilaba ira, pude ver cómo tensaba su mandíbula y apretaba con fuerza sus puños.

—Ángel da todo por ti y tú hablando de otro hombre, eres muy cínica

—Esto no estaría ocurriendo sino fuera por ti, si el destino de Ángel es como el tuyo, desdichado y amando a una mujer enamorada de otro hombre, es solo tu culpa , porque si hay algo que el dinero no puede comprar es el amor y la felicidad.

Después de decir aquello me alejé de él y fui en busca de Ángel, rodé los ojos al verlo hablar con los fotógrafos de la revista más popular de la ciudad. Era claro que nuestro compromiso saldría en la portada, dos de las familias más acaudaladas de la ciudad se unirían.

—Cariño, ven —me llamó

Fui hasta él y me tomó de la mano para que camináramos hasta nuestra mesa, al estar ahí cogió dos copas y me dio una, con la otra la hizo sonar para llamar la atención de los invitados y que la música se detuviera.

—Querida familia, amigos y demás que nos acompañan esta noche, es un honor para mí comunicarles que mi novia y yo —me dedicó una mirada y una sonrisa —nos hemos comprometidos.

Los aplausos llegaron de inmediato y la gente se comenzó a acercarse con sus falsas sonrisas para felicitarnos, era el motivo por el que odiaba las fiestas por la falsedad e hipocresía que rebosaba en ellas.

Luego de recibir innumerables felicitaciones nos apartamos para que nos hicieran la sesión fotográfica y que se publicaran al día siguiente. Traté de alegrar mi gesto y aparentar lo feliz que había aquello.

Debía acostumbrarme a esto, a fingir amor cuando no lo sentía.

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