Camila Me quedé absorta con su cercanía, sus palabras no hicieron más que acelerar mi estúpido corazón. Tratando de recuperar un poco de mi cordura quise alejarlo pero en su lugar con sus fuertes y gruesas manos me tomó de la cintura pegándome a él. —¿Qué pasa? —inquirió —¿Ya no disfrutas mi cercanía? Porque déjame recordarte que antes gozabas de ella, disfrutabas de mi calor y siempre parecías ansiosa de mi. Mi respiración se volvió acelera recordando los momentos apasionados que viví con él, la manera en que con tan sólo unas palabras habían vibrar mi cuerpo. Pasó sus manos por mi espalda baja haciéndome tensar ante su tacto, se detuvo hasta posarla sobre mi trasero y apretarlo suavemente. —Tu cuerpo responde ante su dueño. —Tú no eres mi dueño —traté de alejarlo una vez más pero fue inútil, era tan fuerte que ni siquiera se movió ante el empujón que lancé. —Oh, si que lo soy —se alejó de mi oído y se acercó peligrosamente a mis labios —aún me deseas, sé que tu cuerpo y tu me
Camila —¿Solo eso? —pregunté con la esperanza de que desistiera en convertirme en una de ellos.Sin esperarlo, sus labios tomaron los míos en un acto brusco, chupando mi labio inferior con ferocidad, con sus manos fuertes tomando mi cintura pegándome a su musculoso cuerpo. Me sentí en la gloria sentirlo, su calor, su olor, su cercanía. Mi corazón palpitaba sin control, mi cuerpo completamente erizado y sin poder contenerme un gemido salió de mi garganta, mis manos se elevaron hasta su cuello y fueron ascendiendo hasta su cabello. Correspondí su beso con la misma ferocidad, éramos como dos personas hambrientas probando su postre favorito. Sus manos se fueron deslizándose hasta mi trasero, apretándolo con fuerza sacándome otro gemido que fue ahogado en su boca, que ahora mismo era explorada por mi lengua. Era exquisito, aquel hombre era como probar la gloria. Peligrosamente rico. De un momento me alzó haciéndome enrollar sus piernas en su cadera, me moví sintiendo su dureza «rico», q
El olor nauseabundo de las cárceles subterráneas invadían sus fosas nasales, orín y excremento humano invadía cada celda atestada de gente ya deformadas debido a las condiciones en las que se encontraban. Los lamentos y las maldiciones era lo único que se oía, aparte de los latigazos que les daban a todos los prisioneros que denominaban suki «perras» —¿Donde está? —preguntó imponiendo respeto con su llegada. Dmitry Ivankov, un criminal hecho en las calles, un bastardo el cual fue adoptado por la mafia y amoldado para convertirse en el cabecilla de la Bratva. Su aura era pesada, un hombre peligroso y desalmado, con su alma consumida por la maldad. Desde pequeño era un ladrón, asesino y traficante de drogas, fue recogido por su antecesor y adiestrado a su semejanza. Se decían muchas cosas de él, como cuando cayó rendido a los pies de una cría que domó a la bestia, que lo hizo romper muchas reglas de la mafia para después traicionarlo. Durante muchos años se mantuvo en las sombras, ob
La Bratva no sólo tenía de aliados a otras organizaciones criminales, sino también a altos mandatarios de diferentes partes del mundo, funcionarios públicos y gente con cargos altos en las autoridades como el FBI y la DEA, incluida también la INTERPOL. Todas estas influencias le permitían tener acceso libre para comercializar droga, traficar armas y personas a otros países. —Señor —llamaron desde el otro lado de la puerta —los Vors ya están en la torre central esperándolo. Apagó el tabaco en el cenicero y se puso en pie, arreglándose el saco mientras caminaba. Debía discutir y planear el próximo ataque a unos carteles rebeldes que se negaban a aceptar sus estipulaciones. Volvió a tomar un helicóptero que lo dejó en el techo del edificio que se encontraba a unos kilómetros de la mansión, al entrar a la estancia privada que contaba con una larga mesa y sillas colocadas una frente a la otra con una en la cabecera, la cual era exclusiva para el Jefe. —Señor —lo saludaron con el debido
CamilaMe removí entre las sábanas despertando ante el ruido de la incesante alarma, abrí mis ojos con la habitación aún en oscuras. No amanecía todavía. El ruido del agua caer en la ducha me hizo levantarme y caminar desnuda al baño, sabiendo quien se encontraba ahí. Lave mi boca antes de correr el cristal que dividía la ducha, encontrando a aquel hombre desnudo completamente mojado y mirándome como un león a su presa. En silencio me pegué a él inclinándome y colgándome de cuello para besar sus labios. Este hombre era tan adictivo, como una droga letal imposible de abandonar tu cuerpo. Se dejó besar, respondiéndome y tocando mi cuerpo, conociendo cada parte y ahondando en mis puntos más sensibles.—¿Qué deseas, Camila? —susurró contra mis labios con su arrebatadora mirada sobre mi. —Deseo a mi hombre penetrándome duro en esta minúscula ducha —sus ojos se encendieron y sus manos me alzaron hasta su cadera, lo rodeé con mis piernas sonriendo traviesa con ganas de disfrutar del place
Camila Sus embates eran violentos, estaba fuera de si, pero lejos de asustarme, me gustaba y me excitaba como una maldita enferma. —No lo amas, tú no amas a nadie. —Si amo a alguien, un hombre de verdad, con una verga que me hace alucinar y ver estrellas —respondí mirándolo como se salía de mi y subía hasta posicionarme su miembro en la boca obligándome a tragarla toda. —¿Así cómo está? —la tomé saboreándola, sintiendo su sabor mezclarse con mi saliva —mira como la devoras, con los mismos labios que le profesabas amor. Me penetró la boca violento, provocando arcadas que resistí y me concentré en solo darle placer. —Te haré olvidarte de él, te abriré de todas formas y alimentaré esa hombre de sexo que tienes, porque cuando fui por ti no encontré una cara de novia enamorada, sólo de una mustia mal follada. No dije nada, no tenía nada que debatir cuando tenía toda la absoluta razón. Lo dejé follarme las veces que quiso, me ardía todo el cuerpo por su bestialidad, pero mentiría si
Camila Abordamos el helicóptero junto a dos escoltas, sobrevolamos toda la zona boscosa, asombrándome ante la vista desde las alturas. La mansión se pierde de vista y duramos al menos veinte minutos en las alturas, hasta que aterriza en un helipuerto ubicado aún en la espesura del bosque. Bajamos, en la zona hay más hombres custodiando el área, hay tres camionetas y uno de ellos abren las puertas de una. Subo, seguida de él, sin dejar de ver asombrada todo e imaginando lo hermoso que se ha de ver cuando caiga la nieve. Durante el camino Dmitry se pone al teléfono hablando en su idioma natal, no entendía mucho lo que decía sólo logré a traducir un "Custodien toda la zona, no quiero errores" , no le presté atención sólo me dediqué a ver los árboles pasar. —Sobre lo de mi familia... —comencé a hablar cuando colgó la llamada, levantó su vista del aparato para ponerla sobre mi —necesito verla o hacerles saber cómo estoy. —¿Y cómo estás, Camila? —inquirió sarcástico Removí mis manos si
Camila El auto se detuvo y no molesté en mirar hacia la ventana, sólo me quedé aferrada a él, sujetando con fuerza su camisa con miedo a que me apartara, no quería soltar, nunca más. Él era mi lugar seguro, donde me sentía yo misma. No me soltó, salió del auto conmigo rodeando su cintura con mis piernas y sus manos sujetándome para que no me cayera, no sabía a dónde íbamos y no quería saberlo. Trataba de calmar mi llanto pero no podía. Cada recuerdo de mi yo llorando desconsolada en mi antigua habitación, visitando los lugares a los que había ido con él, mirando las fotos que teníamos juntos, las promesas, los planes que teníamos a futuro. Lloraba por lo mucho que sufrí en ese entonces, por cómo me dejé manipular por quien se suponía era el hombre que más anhelaba mi felicidad. Pero no, el solo me veía como uno más de sus negocios, algo que intercambiar a cambio de hacer crecer más su imperio. Sentí como me acostaba en un mullido colchón, sin soltarme, se colocó a mi lado abrazándo