Los camiones que transportaban los hombres de la Yakuza se detuvieron en una pequeña cabaña, de uno de los vehículos bajó el líder siendo escoltado por al menos diez hombres. El frío caló sus huesos, se esforzó por no temblar y mantener la compostura, su cuerpo era débil ante el frío lo que era desventajoso para la estadía en ese lugar. —Señor —el hombre que abrió hizo una reverencia, lo ignoró pasando de paso hacia el interior. —La cabaña ha sido habilitada para usted, lo consideramos teniendo en cuenta su deseo para que su presencia pase desapercibida. Miró a su alrededor con descontento, no era un lugar adecuado para él que estaba acostumbrado a las comodidades y lujos, pero no le quedaba de otra. No quería arriesgarse a hospedarse en hotel de lujo, Dmitry Ivankov no podía enterarse de su ubicación, de lo contrario estaba seguro que iría por él, después de todo estaban en su territorio el cual conocía como la palma de su mano. No podía subestimar a su enemigo en territorio incie
Mientras tanto Dmitry se divertía en observado como sus hombres se divertían torturando al traidor, había tomado tiempo dar con él, supo esconderse al no revelar su verdadero nombre. Se acercó a él sintiendo la satisfacción de ver el dolor reflejado en sus ojos, el miedo lo corroía y era incapaz de ocultarlo. —Admiren al cuarto Vor de la mafia rusa —sus hombre rieron mofándose de Ostión —el que tendrá a las Suki como ejército. Las burlas continuaron así como las torturas no pararon hasta que el hombre dio su último suspiro antes de morir, arrepintiéndose de haber nacido y maldiciendo el día en que decidió traicionar a la hermandad. El precio a pagar fue muy elevado, inhumano como lo era todo en la mafia roja.—Así mueren los traidores —murmuraban algunos mientras veían cómo despedazaban el cadáver y alimentaban a las perras, como eran llamados los traidores independientemente del género, obligándolos a comerse la carne cruda, incluida sus órganos. —Guardamos la parte especial para
Los valores que nos rigen la mayor parte de nuestra vida a veces son los detonantes para sacar todo lo que nos obligaron a guardar, a no sacar a flote nuestra maldad, esa que se oculta hasta en lugar más recóndito de cualquier ser humano.Camila se aferraba al arma de alto calibre que sostenía en la mano, estaban siendo transportados al bosque donde interceptarían a los japoneses, sabían que se estaban moviendo por esos lares para pasar desapercibidos, olvidando que era el territorio del demonio que respiraba pesadamente con las ansias de exterminarlos, que nada en ese lugar se movía sin que él no lo supiera. Bajo un radar estaban al pendiente de los movimientos de camionetas, los drones estaban en el aire vigilando a la espera de ellos. —Son muchos —comentó uno a su lado. —Pero no más que nosotros —le respondió otroLos susurros entre ellos no paraban, en su mayoría siendo pretenciosos. Él caminó hasta donde había dejado a su mujer, Grigori parecía indicarle algunas cosas y ella s
Llegaron a la torre yendo directamente al piso donde tenían a Hana Takahashi atada de manos y pies sobre una silla, se removía desesperada tratando de soltarse. Movimientos que sólo la hacía desgastarse porque no había salida de ese lugar.—Hana —saludó parándose frente a ella recibiendo una mirada de odio —Hijo de perra —siseó —Oh, sí que lo era, por eso la maté así como lo haré contigo y tu asqueroso hermano —hizo un gesto con la cabeza hacia el hombre que custodiaba la puerta. —No podrás tan fácilmente con mi hermano, recuerda quien es él —¿Ah, si? —los hombres entraron con Haruki siendo arrastrado, su rostro estaba lleno de golpes, al ver a su hermana atada se agitó tratando de soltarse —Entonces, ¿por qué está aquí? —¡Maldito hijo de puta! —chilló dándole vuelta a la silla cayendo al suelo, su desesperación acrecentó al verlo en esas condiciones y saber que no tendrían escapatoria. —¡Suéltala! Ella no tiene nada que ver en esto. —No lo creo, es conocimiento de todos que er
Camila Me veía frente al espejo no creyendo en mi reflejo, ¿en qué me había convertido? Bastaron unos meses para que cambiara por completo, delante de mi yacía una asesina que no sentía ni un solo remordimiento por lo que había hecho hace unas horas, mató a todo el que se le señaló como enemigo. «¿Qué diría papá?» sabía la respuesta, me repudiaría y me tendría miedo, me había convertido en una bestia como ellos, ya no era diferente y no era más la luz en la oscuridad de Dmitry. Él se había encargado de apagarla y envolverme en su mundo cargado de maldad y de demonios. Lo peor de todo es que me gustaba el poder de decidir con la vida de otros, me gustaba la vida que él tenía para mi. Encontré mi gusto por el poder que aún no me daba y una vez que lo tuviera jamás lo soltaría. Me aparté del espejo sonriendo orgullosa, no elegí esto, me obligaron a serlo. El mundo era cruel y yo no iba a seguir siendo una víctima. Sería la victimaria que destrozaría a todo aquel que interfiriera en mi
Camila La puerta de madera doble se abre dándonos paso a una sala llena de hombres de la mafia, quienes voltean a vernos con sus miradas feroces, camino disimulando mis nervios hasta quedar frente a ellos junto a mi marido, Kai y los dos de los Vors, entre ellos Nicolay. Dos de los hombres de Dmitry entran con una caja abriéndola frente a todos y sacando las cabezas de los antiguos líderes de la Yakuza. —Los hermanos Takahashi han muerto sin dejar sucesores, se atrevieron a desafiarme y he aquí a su nuevo líder —señaló a Kai y el murmullo de indignaciones se hizo escuchar entre los hombres. —¿Y por qué lo eliges tú? Es nuestra organización por lo tanto somos quien decidimos. —Porque ahora Japón es mi territorio, maté a sus líderes y por derecho me corresponde tomar su lugar. Si se oponen a mis decisiones mis hombres están preparados para destruir cada bodega, prostíbulo y propiedades que les pertenecen —gran parte de los soldados de la Bratva comenzó a entrar con las armas alzad
CamilaEran en una hora y ya me habían llamado para que confirmara, Dmitry hizo lo mismo cambiándose con un traje a la medida en color acero, resaltando su atractivo. Eran muchas las mujeres que volteaban a verlo, aún cuando iba colgada de su brazo no disimulaban. —Señorita Ferretti, que gusto verla de nuevo por aquí —nos saludó la recepcionista cuando entramos a la empresa. —Hola Fabiola, ¿cómo estás? —le contesté con la misma amabilidad que lo hizo ella—No mejor que usted —sonrió mirando al hombre que me acompañaba. —Vengo a ver a mi padre. —Oh, si, no le quito más su tiempo. Que tenga un buen día. —Igual tú, linda. Seguimos nuestro camino al ascensor notando la incomodidad de mi marido cuando más personas fueron entrando, él era de las personas que les gustaba que todo fuera exclusivo para ellos. —¿Quieres que entré contigo? —preguntó estando a unos pasos del escritorio de la secretaria —Será mejor que esperes, si las cosas salen mal no entrarás. Huiremos y jamás volveremo
Sus manos sudaban un poco a causa del nerviosismo, faltaban unos minutos para bajar al salón donde se llevaría a cabo la ceremonia de matrimonio y ritual de iniciación. Los invitados eran gente poderosa, entre ellos los jefes de las Tríadas Chinas, la Cosa Nostra, la Camorra, la N'drangheta, la Sacra Corona Unita, la Yakuza y la mafia americana. Los grandes líderes de la Bratva eran los anfitriones, aprovechaban esos eventos para reforzar alianzas o limar asperezas entre algunos de ellos. Todos comentaban acerca de cómo era la mujer del Jefe, en lo imponente que debía ser para ganarse el respeto de los miembros de la mafia más sádica del mundo. Las puertas se abrieron dándole paso a Dmitry seguido de Grigori y Nicolay, su porte como siempre era majestuoso, su rostro serio y su mirada indescifrable. Esa noche vestía un elegante traje de color negro, fumaba un cigarrillo mientras escuchaba a su hombre de confianza que le daba reportes de las personas que estaban llegando. Todos quería