Heridas abiertas

Hellen tragó grueso al escuchar la palabra "divorcio" salir de los labios del señor Lancaster. Le dolió más de lo que imaginó, porque en el fondo, aún quedaba una pequeña parte de ella que deseaba un final diferente.

—No se preocupe en este momento por ese tema —dijo, intentando sonreír—. Su salud es lo principal.

El señor Lancaster asintió con debilidad. Estaba pálido, con la piel algo ceniza y los labios resecos. Las líneas de expresión en su rostro parecían más marcadas que nunca. Aun así, sus ojos mantenían el brillo sereno del hombre sabio que había visto demasiado.

Hellen se sentó a su lado y le tomó la mano con ternura. Se quedaron conversando en voz baja durante un rato, hablando de todo y nada a la vez. La conversación era una tregua en medio del caos.

Mientras tanto, en los pasillos del hospital, Nicolás corría. Su corazón latía con fuerza, acelerado por la culpa, el alcohol aún en su sistema, y el temor de perderlo todo. Vestía de forma desaliñada, sin haberse cambiado desd
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