CAPÍTULO 59
Solo cuando la presencia de aquel lobo a sus espaldas se desvanece, es que Anne tiene la confianza de detener sus pasos. Apoyándose en el tallo de un roble de albar deja salir sus bajos jadeos, “esencia sin alma” esas palabras resuenan dentro de ella, y aunque no sabe de donde salieron, la fuerza con la cual se repiten dentro de ella, le hacen sentir un fuerte y profundo vacío.

¡Ya ríndete! — dice una vez la voz del lobo. — Tu destino nunca fue existir.

Al escuchar estas palabras, su dolor y perturbación aumenta. Bajando la mirada a sus manos, Anne nota como estas se vuelven de cierto modo borrosas, casi como si estuviese comenzando a desaparecer, y aunque una parte de su interior le dice que aquello es lo correcto, que es así como deben ser las cosas, otra le dice que no se rinda, que debe salir de allí y volver con Lían.

El susurro del viento a través de las hojas de los árboles y el crujido de las ramas bajo sus pies son los únicos sonidos que llenan el tormentoso silencio de la
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