Allan buscaba desesperadamente a su hermana. No podía aceptar la idea de que Alice estuviera muerta. Cada rincón del refugio fue explorado meticulosamente, pero no encontró rastro alguno de su hermana, o su cuñado y muchos menos de la pequeña Ellen. En su afán por encontrarla, Allan ignoró el llamado de todos los que encontró a su paso, y solo se detuvo cuando se encontró con Zven. Para el lobo no fue difícil entender lo que pasa, por lo que Zven se acercó a Allan con cautela, sabiendo que estaba lidiando con un dolor abrumador. — Allan, — dice en tono bajo y compasivo. — ¿Dónde está Alice? — pregunta ignorando el tono con el que es llamado y sin dejar que su amigo diga nada más. Por un momento el centinela guarda silencio, al igual que los lobos cercanos que logran escuchar su pregunta. Allan paseó la mirada por el entorno una vez más, y fue allí donde Zven lo notó, aquellos ojos llenos de dolor y una chispa de esperanza. — ¿Zven? ¿Sabes dónde está Aidan? Zven asintió, conscient
Al escuchar aquella pregunta, Lían no puede evitar que una marcada duda cruce su rostro, duda que sorprende a los dos lobos junto a él, es como si el lobo no entendiera o supiera de que le están hablando. — Becka … — las palabras de Josh mueren en el momento que fija su mirada en la loba y nota como los violáceos ojos de esta se muestran con un marcado brillo Acercándose un poco más a Lían, Becka conjura la magia necesaria para romper el conjuro de aquella runa, pero la sacerdotisa no esperó que, al acercar su mano a esta, la misma se defiende de ella emitiendo una onda que impulsa a la chica lejos, un pulso que sale con la fuerza suficiente como para dejarla inconsciente a causa del impacto. . . . Eli tuvo que detenerse y apoyarse a la mitad del pasillo, su cabeza llenándose rápidamente de un punzante dolor a causa del fuerte pitido que se instala en su cien. — Mi señora, ¿está bien? — uno de los centinelas de la abadía se acerca a ella con paso presuroso al notar como el r
Sigue sin saber en qué lugar se encuentra, para ella, aquel es solo un rincón oscuro y apartado del bosque. Anne se encuentra de pie en medio de la vegetación espesa. Respira agitadamente por la carrera que la llevó hasta allí, pero no se atreve a bajar la guardia. Aunque la figura del lobo que la persigue desde la oscuridad no es visible, su presencia sigue sintiéndose cercana, acechando su mente y su corazón. El aire está cargado con la sensación de una revelación inminente. Anne siente una mezcla de ansiedad y determinación mientras espera entender lo que la voz misteriosa susurra en su cabeza, grande es la puntada de dolor que recorre todo su cuerpo cuando las palabras se tornan claras y frías: ella y Lían no están destinados a estar juntos en esta vida. Se necesita unicamente de un instante para que una imagen comienze a formarse en su mente. Ve a Lían en una posición de liderazgo, rodeado de lobos y de decisiones difíciles. Puede ver a Selene usando su cuerpo, luchando en el ca
El círculo de la manada se encuentra reunido en el centro de control de los centinelas. La determinación presente en los ojos de cada uno de aquellos lobos es palpable mientras buscan el plan perfecto para enfrentar la creciente amenaza que representa Hansen y su grupo de malditos. — Bien ¿qué proponen? — pregunta Zven, su mirada fija en Lían mientras todos toman asiento en la mesa del círculo. Allan toma la palabra, su voz firme y decidida. — Recuperar a Anne, matar a Hansen, extinguir a los malditos e intentar volver con vida. La declaración es recibida con un silencio tenso, pero no hay dudas en los ojos de los lobos reunidos. Saben que el peligro que enfrentan es real y que el tiempo para la indecisión es un lujo del que no gozan. Al escuchar a su hermano dar como primer punto el recuperar a aquella que todos dicen es su Luna, Lían siente un fuerte nudo en el interior de su pecho. Desde que leyó la profecía y le dijeron que tiene una Luna a la que olvidó por culpa de un sello,
Lían sintió como la sangre comenzó a congelarse en sus venas ante la aparición de aquellos inmensos lobos. La única luz provenía de la luna llena, que se filtraba a través de las hojas de los árboles. Cuando niño había oído rumores sobre la existencia de aquellas criaturas, para muchos son monstruos, incluso por sobre los mismos malditos, para otros, son los guardianes supremos del bosque. Pero sea cual sea el título que le dieran, todos coincidían en una cosa, no son más que un mito para contarles a los cachorros durante las noches de preparación. Los lobos eran enormes, mucho más grandes que cualquier otro que hubiera visto antes. Sus ojos brillaban en la oscuridad, y sus pelajes eran de un blanco deslumbrante, casi plateado. Lían sabe que debe mantener la calma, aunque su corazón lata con fuerza y el por primera vez en un largo tiempo el miedo lo invade. Retrocedió lentamente, sin apartar la mirada de los lobos, recordando las historias que había oído sobre la ferocidad de aquellos
— Asegúrense de que nadie se quede atrás. — Son las palabras de Allan mientras ayuda a cargar comida en la carreta destinada para su traslado. Lían dio las últimas indicaciones mientras observa como todos los miembros de la manada que no pudieran lidiar con un ataque o enfrentarse en pelea comienzan a ser evacuados. — Deben cubrir su rastro, no pueden dejar nada al azar. — Dice mientras le entrega a Aidan un sello de mando temporal. — Estarán seguros, te lo juro. — Son las palabras del centinela tras tomar el sello. — Lo estaremos esperando, Alfa. La respuesta que obtuvieron aquellas palabras fue una leve sonrisa por parte del Lían, sabe que Aidan hará lo necesario para mantener esa promesa. — Está todo listo. Ambos lobos se giran al escuchar las palabras de Allan, quedándose un momento en silencio, los tres se observan fijamente. Desde que eran niños y junto a Alice, todos habían sido muy cercanos, y cuando Aidan y Alice se presentaron como soulmates, su unidad creció, tal vez po
Solo cuando la presencia de aquel lobo a sus espaldas se desvanece, es que Anne tiene la confianza de detener sus pasos. Apoyándose en el tallo de un roble de albar deja salir sus bajos jadeos, “esencia sin alma” esas palabras resuenan dentro de ella, y aunque no sabe de donde salieron, la fuerza con la cual se repiten dentro de ella, le hacen sentir un fuerte y profundo vacío. ¡Ya ríndete! — dice una vez la voz del lobo. — Tu destino nunca fue existir. Al escuchar estas palabras, su dolor y perturbación aumenta. Bajando la mirada a sus manos, Anne nota como estas se vuelven de cierto modo borrosas, casi como si estuviese comenzando a desaparecer, y aunque una parte de su interior le dice que aquello es lo correcto, que es así como deben ser las cosas, otra le dice que no se rinda, que debe salir de allí y volver con Lían. El susurro del viento a través de las hojas de los árboles y el crujido de las ramas bajo sus pies son los únicos sonidos que llenan el tormentoso silencio de la
**** — Anne, ¿quieres escuchar una historia? Cuando el mundo era joven y las manadas estaban aún en su estado más primitivo, un lobo solitario se dedicaba a cantar a la Diosa Luna de forma apasionada. El lobo, cuyo pelaje resplandecía bajo la luz plateada de la luna, cantaba con pasión y devoción que resonaban en los rincones más profundos de la noche. Sus aullidos eran una oda a la belleza y el misterio de la noche, una expresión de amor y admiración por la Diosa que iluminaba el firmamento nocturno. Noche tras noche, el solitario lobo alzaba su voz hacia el cielo estrellado, y su canto se volvía más conmovedor con cada luna llena que pasaba. La Diosa Luna, que observaba el mundo desde lo alto del firmamento, se sintió profundamente conmovida por la devoción de este lobo. Se preguntaba por qué aquel lobo, una solitaria criatura de la noche, le dedicaba tales elogios y admiración. Un día, la Diosa Luna decidió descender a la tierra para encontrarse con el lobo solitario. Descendió