Había pasado un mes exacto de que iniciara todo y María Aragall debía dejar atrás la comodidad de una vida que no era suya y comenzar con sus propios recursos. Marcos había dicho que estaba bien que ella ocupara por un tiempo más el lugar, pero ella no podía seguir abusando de los sentimientos de ese hombre al que no se decidía a corresponder; así que María necesitaba sacudirse el confort y poner los pies en la tierra, por eso volvió a un sitio que poco a poco desocupaba, mientras mudaba todo lo que había llevado con ella a su nuevo departamento, uno tan diferente al de Marcos que le sabía un tanto mal. De nuevo la llamada de Marcos le sacó de sus pensamientos, y ella respondió tan emocionada como siempre que el nombre de ese hombre aparecía en la pantalla de su teléfono. Eso era algo que le encantaba: que él llamara, a pesar de que ella hubiera confesado haberse acostumbrado a alimentar a sus peces. —¿Qué tal fue todo? —hizo el hombre la pregunta que siempre iniciaba charlas demasi
Con el tiempo, junto a que la joven se rindió a los encantos del hombre que la cortejaba, la relación entre Marcos y María ganó intimidad. Sus pasados un poco conocidos vieron la luz del otro y sus sueños difusos se combinaron una que otra vez. Marcos estaba feliz, y Mari se sentía cada vez menos ansiosa de confiar en el hombre que juraba amarla desde la primera vez que la vio. Sin embargo, nada era oficial aún; quizá era porque ella no había dicho nada al respecto, pero Marcos seguía sin sacar el tema a relucir, tampoco, así que seguían siendo un par de amigos intentando ser novios. María conocía a la familia de él, no eran muchos los miembros, y a dos de tres ya los había tratado, pero su relación con el padre de Marcos no iba más allá de los saludos. El hombre era tan imponente que era difícil acercarse, así que la joven no tenía idea de lo que el otro pensaba de ella, aunque supuso que ese sería un tema para después, y que más tarde habría tiempo de tratarse. Por su parte, Marco
Un taxi se detuvo frente a la plaza que era el destino de María Aragall, justo frente a una cafetería que seguía oliendo tan delicioso como la joven escritora recordaba, entonces ella bajó del auto, miró al lugar que se dirigía y sonrió emocionada tras morderse el labio inferior.La plaza parecía un sueño, estaba llena de flores haciendo una valla al camino de pétalos que conducían hasta la fuente donde el hombre que la esperaba yacía sentado, haciendo sonar una guitarra.María se mordió los labios de nuevo, y se avergonzó de no poder dejar de sonreír, así que agachó la cabeza para ocultarlo un poco y respiró demasiado profundo para ganar un poco de fuerza y hacer que sus pies se movieran al lugar de su destino.La joven lo había presentido, así que no era del todo sorpresa, pero la emoción que tenía no la pudo contener y por eso terminó en comenzar a cantar el primer verso de la canción que el joven tocaba.Marcos la miró, caminando por un tapete de pétalos entre dos líneas de arregl
Los meses pasados se sentían como nada, el tiempo trascurrido parecía desvanecerse, y todo el progreso que había hecho para lograr superar su ruptura amorosa parecía no existir, pues ni siquiera había pruebas ahora de que un nuevo hombre había llegado a su vida.María estaba intranquila, los mensajes de su ex cuñada seguían llegando, solicitando algo que se veía muy tentada a hacer, pero, siendo completamente sincera, ella no quería regresar al dolor, mucho menos cuando el dolor que la esperaba era demasiado grande para querer soportar.Por momentos, María deseaba no tener corazón, deseaba que Javier no hubiera sido tan importante para ella, porque, de esa manera, no tendría la necesidad de correr hasta donde el otro yacía.Pero él había sido el amor de su vida por muchos años, tantos años que le había dolido demasiado desprenderse de él; sin embargo, lo había estado logrando, y tontamente había pensado que con él había sido más fácil, pues Javier ya tenía otra mujer en su vida.“Él t
Por un segundo, mientras caminaba hacia el hombre inerte en una cama de hospital, pensó que tal vez había exagerado al tomar la decisión de dejarlo, y, justo en ese momento, todos sus miedos se volvieron realidad.María lo había pensado, antes, cuando aún no se decidía a volver a esa ciudad, ella temió regresar a aceptar una culpa que no era de ella, aunque lo pareciera, y ahora que se arrepentía de no haberle dado otra oportunidad se arrepentía también de haber vuelto a ese lugar.La joven escritora lloró de pie, al lado de un cuerpo tan golpeado que le dolía cada moretón visible, y tomó la mano de ese hombre que no se movía para asegurarse de que era él y no una pesadilla. María clamó el nombre del hombre que no le respondió y el frío de su cuerpo la envolvió por completo.Las rodillas le fallaron a la escritora, y un llanto ahogado arañaba su garganta suplicando por dejar su interior y poder así desahogar ese dolor que le oprimía el pecho, pero de ella nada salía, nada excepto lágr
Lo primero que supo María, al regresar a Monterrey, fue que el libro que había escrito para Sofía al fin estaba listo. Eliseo, su editor, le sugirió enviárselo a su casa, pero María necesitaba saber de Marcos, y que Marcos supiera de ella y todo el dolor que cargaba.Aunque sonara un poco tonto, María Aragall tenía la sensación de que solo los brazos de Marcos Duran, el hombre que amaba con toda su alma ahora, lograría lo que ni los brazos de su madre habían logrado: que ese dolor profundo en su corazón se disipara.Pero en la editorial no encontró lo que necesitaba, solo vio de lejos al radiante hombre que acompañaba a una desconocida mujer que caminaba de la mano de Teo y del brazo del que casi fue su novio y que había jurado amarla desde que la conoció.—Parece que enamorarse a primera vista es lo suyo —murmuró María, aferrando a su pecho el precioso libro en que se había convertido su novela y la historia de Sofía.—¿Quieres que hablemos de un nuevo proyecto? —cuestionó Eliseo, a
—No digo que vayas a pasar el rato conmigo —aclaró Danilo, imaginando que la confusión en el rostro de la joven era por lo inusual de recibir una invitación a salir del país de un apenas conocido—, yo solo iré a alcanzar a mi abuela a su casa en la playa, así que puedes ir a acompañarla y a sanar lo que sea que te esté matando. Es más, espera, no me digas nada a mí, estoy segura de que la abuela Sofía estará encantada de recibirte, dame medio minuto y lo verás.Acto seguido, Danilo tomó su teléfono y comenzó a marcar un número, luego habló con su abuela y le dijo que Mari estaba ahí y que ella quería salir corriendo de Monterrey, así que le había parecido buena idea invitarla a ir con ella.Sofía no entendió del todo, que Mari quisiera salir corriendo de Monterrey luego de haber vuelto a ese lugar le parecía raro, porque sabía que no había estado en el estado cuando la buscó para celebrar, así que quiso hablar con una joven que, al escuchar el sonido de una cálida voz familiar, solo p
María despertó confundida. Ni siquiera tenía claro el momento en que se había quedado dormida, pero estaba segura de que no había sido en el lugar en que despertaba esa nueva mañana que, tal vez por haber llorado demasiado, no se sentía tan dolorosamente sofocante.—Es mi habitación —anunció Danilo, que entraba a la habitación en que Mari había despertado y en donde, confundida, miraba a todos lados desde la cama—, te quedaste dormida sin previo aviso, así que no me dio tiempo de alistar otra habitación, y pensé que era mejor vigilarte, por cualquier cosa.Mari no dijo nada, solo intentó recordar lo último que había pasado y, en cuando lo supo, decidió dejarlo por la paz. No quería volver a llorar, ya no tenía fuerzas para soportar más.» Volamos a medio día —informó el joven cuando continuó hablando—, y no puedes negarte ahora porque ya está tu boleto comprado; además, mi abuela te está esperando.—Necesito ir por mi equipaje —dijo la chica, intentando dejar la cama luego de respirar