Por un segundo, mientras caminaba hacia el hombre inerte en una cama de hospital, pensó que tal vez había exagerado al tomar la decisión de dejarlo, y, justo en ese momento, todos sus miedos se volvieron realidad.María lo había pensado, antes, cuando aún no se decidía a volver a esa ciudad, ella temió regresar a aceptar una culpa que no era de ella, aunque lo pareciera, y ahora que se arrepentía de no haberle dado otra oportunidad se arrepentía también de haber vuelto a ese lugar.La joven escritora lloró de pie, al lado de un cuerpo tan golpeado que le dolía cada moretón visible, y tomó la mano de ese hombre que no se movía para asegurarse de que era él y no una pesadilla. María clamó el nombre del hombre que no le respondió y el frío de su cuerpo la envolvió por completo.Las rodillas le fallaron a la escritora, y un llanto ahogado arañaba su garganta suplicando por dejar su interior y poder así desahogar ese dolor que le oprimía el pecho, pero de ella nada salía, nada excepto lágr
Lo primero que supo María, al regresar a Monterrey, fue que el libro que había escrito para Sofía al fin estaba listo. Eliseo, su editor, le sugirió enviárselo a su casa, pero María necesitaba saber de Marcos, y que Marcos supiera de ella y todo el dolor que cargaba.Aunque sonara un poco tonto, María Aragall tenía la sensación de que solo los brazos de Marcos Duran, el hombre que amaba con toda su alma ahora, lograría lo que ni los brazos de su madre habían logrado: que ese dolor profundo en su corazón se disipara.Pero en la editorial no encontró lo que necesitaba, solo vio de lejos al radiante hombre que acompañaba a una desconocida mujer que caminaba de la mano de Teo y del brazo del que casi fue su novio y que había jurado amarla desde que la conoció.—Parece que enamorarse a primera vista es lo suyo —murmuró María, aferrando a su pecho el precioso libro en que se había convertido su novela y la historia de Sofía.—¿Quieres que hablemos de un nuevo proyecto? —cuestionó Eliseo, a
—No digo que vayas a pasar el rato conmigo —aclaró Danilo, imaginando que la confusión en el rostro de la joven era por lo inusual de recibir una invitación a salir del país de un apenas conocido—, yo solo iré a alcanzar a mi abuela a su casa en la playa, así que puedes ir a acompañarla y a sanar lo que sea que te esté matando. Es más, espera, no me digas nada a mí, estoy segura de que la abuela Sofía estará encantada de recibirte, dame medio minuto y lo verás.Acto seguido, Danilo tomó su teléfono y comenzó a marcar un número, luego habló con su abuela y le dijo que Mari estaba ahí y que ella quería salir corriendo de Monterrey, así que le había parecido buena idea invitarla a ir con ella.Sofía no entendió del todo, que Mari quisiera salir corriendo de Monterrey luego de haber vuelto a ese lugar le parecía raro, porque sabía que no había estado en el estado cuando la buscó para celebrar, así que quiso hablar con una joven que, al escuchar el sonido de una cálida voz familiar, solo p
María despertó confundida. Ni siquiera tenía claro el momento en que se había quedado dormida, pero estaba segura de que no había sido en el lugar en que despertaba esa nueva mañana que, tal vez por haber llorado demasiado, no se sentía tan dolorosamente sofocante.—Es mi habitación —anunció Danilo, que entraba a la habitación en que Mari había despertado y en donde, confundida, miraba a todos lados desde la cama—, te quedaste dormida sin previo aviso, así que no me dio tiempo de alistar otra habitación, y pensé que era mejor vigilarte, por cualquier cosa.Mari no dijo nada, solo intentó recordar lo último que había pasado y, en cuando lo supo, decidió dejarlo por la paz. No quería volver a llorar, ya no tenía fuerzas para soportar más.» Volamos a medio día —informó el joven cuando continuó hablando—, y no puedes negarte ahora porque ya está tu boleto comprado; además, mi abuela te está esperando.—Necesito ir por mi equipaje —dijo la chica, intentando dejar la cama luego de respirar
—Eso fue espantoso —renegó María tras bajar del avión—. No entiendo cuál es el afán de sufrir tanto por unas vacaciones.Casi el total de horas que había pasado montada en ese armatroste de metal, María había sufrido de constantes mini crisis de ansiedad, y fue mientras sentía que se moría, pues no podía respirar y su cabeza se sentía como si fuera a explotar en cualquier momento, que la chica comprendió que si límite a soportar eran las dos horas y pico que hacía de Guadalajara a Monterrey.—Algunos creemos que vale la pena —respondió Danilo, andando tras la chica que caminaba libremente, como si de verdad hubiera respirado de nuevo—. Dime, querida Mari, ¿cuáles serían tus vacaciones perfectas?—Pues, para empezar, no me digas querida, que me pone los pelos de punta —pidió la joven escritora y Danilo sonrió, negando con la cabeza—. Y, mis vacaciones perfectas son en una cabaña en medio de casi nada, pero no tan lejos de todo, mucho menos de mi casa, con la computadora encendida, con
Marcos estaba desesperado, la joven seguía sin aparecer y, aunque no paraba de intentarlo, el teléfono de María seguía marcando como apagado.Le envió un correo y decidió que, si no recibía respuesta, también enviaría mensajes a todas las cuentas en que la había seguido, pues él estaba preocupado por lo que Eliseo había mencionado y, además, se sentía culpable por lo que le había hecho sin darse cuenta.Él se había emocionado demasiado con Arcelia, porque su parte más soñadora sentía haber recuperado un poco de la Marcela que había perdido. Arcelia era muy parecida a su hermana mayor en todos los aspectos, así que había disfrutado sin culpas aprovechando que María estaba ocupada con cosas que aún desconocía.Y que, probablemente, no conocería, pues, justo en ese momento, la chica que podía darle las respuestas que buscaba no estaba ni daba señales de vida.Al no saber qué hacer, y tras pensarlo bastante, Marcos supuso que solo debía esperar a que María volviera, si es que lo hacía, po
Marcos regresó a su casa tras haber discutido un rato en el jardín y, cuando miró las angustiadas caras de su abuelo y sobrino, maldijo por lo bajo, obligándose a respirar profundo para poder tranquilizarse.—Tío Marcos —habló Teo, acercándose al joven hombre que se aferraba con fuerza al respaldo de un sillón—. Arce dice que es mi tía y que me llevará a vivir con unos abuelos que no conozco... ¿Eso es cierto?Marcos negó con la cabeza mientras se mordía los labios, pero no respondió nada hasta volver a obligarse a respirar profundo.El joven empresario estaba demasiado alterado, eran demasiadas las emociones que se revolvían en su estómago, así que estaba seguro de que lo primero que saldría al abrir su boca era vómito, por eso precisaba tranquilizarse mucho más.—Teo —habló al fin el joven—. ¿Tú quieres conocer a esos abuelos? Las personas de las que habla Arcelia son los papás de tu mami.—Yo no me quiero ir de esta casa —respondió el niño en medio de hipidos, terminando por llorar
“Un escritor en todos lados escribe, pero no en todos lados lo leen.” Esa frase se le había ocurrido de repente, y entonces se dio cuenta de que reiniciar sería mucho más que complicado esta vez. Es decir, ya le había costado trabajo destacar en su propia tierra, no sabía qué esperar en un lugar donde en serio nadie la conocía.María había vuelto a las andadas, a sus historias en esas páginas que vieron sus desastrosos orígenes, y sonrió un tanto lacónica al recordarse publicando emocionada, escribiendo incluso a media madrugada porque la musa había llegado, y era así como había llenado de historias esa cuenta en una desconocida aplicación.Ahí había dado todo de sí, incluso se dedicó a buscar concursos para participar, porque sus lectores no paraban de decir lo buena que era, pero nunca consideró que sus lectores no eran expertos en las letras, así que debió toparse con la realidad infinidad de veces y, cuando menos acordó, decepcionada de los mismos dolorosos resultados, dejó de in