CAPÍTULO 32

Por un segundo, mientras caminaba hacia el hombre inerte en una cama de hospital, pensó que tal vez había exagerado al tomar la decisión de dejarlo, y, justo en ese momento, todos sus miedos se volvieron realidad.

María lo había pensado, antes, cuando aún no se decidía a volver a esa ciudad, ella temió regresar a aceptar una culpa que no era de ella, aunque lo pareciera, y ahora que se arrepentía de no haberle dado otra oportunidad se arrepentía también de haber vuelto a ese lugar.

La joven escritora lloró de pie, al lado de un cuerpo tan golpeado que le dolía cada moretón visible, y tomó la mano de ese hombre que no se movía para asegurarse de que era él y no una pesadilla. María clamó el nombre del hombre que no le respondió y el frío de su cuerpo la envolvió por completo.

Las rodillas le fallaron a la escritora, y un llanto ahogado arañaba su garganta suplicando por dejar su interior y poder así desahogar ese dolor que le oprimía el pecho, pero de ella nada salía, nada excepto lágr
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