Cuando la voz de Anthony Davis retumbó en el opulento salón, declarando la unión de dos corazones sin haberle consultado a los interesados, la zancada de Angus no vaciló. Se acercó, una tormenta vestida de esmoquin, con la mandíbula de piedra, los ojos llameantes con un desafío silencioso. Anthony no se avergonzó de su pulido comportamiento; al contrario, se deleitaba con el revuelo que había creado, disfrutando de los murmullos de la alta sociedad que se arremolinaban a su alrededor.Estaba convencido de que Leonor era la responsable de lo que estaba sucediendo, pensaba que había sido ella quien había convencido a su padre para que anunciara ese compromiso, por eso estaba dispuesto a hacerla pagar las consecuencias. Vio a Leonor que estaba de pie, como una muñeca de porcelana en medio de un mar de felicitaciones, con el rostro sin color y los ojos desorbitados por el terror. Angus la vio temblar y sintió que algo primitivo se agitaba en su interior. Una sonrisa malvada curvó sus la
El corazón de Laudina palpitó como un tambor y sus manos se humedecieron al enfrentarse a Leonor. Las paredes de la habitación parecían cerrarse con el peso de la confrontación. Había temido este momento, desde que escuchó el anuncio, sabía quera era inevitable enfrentamiento por el afecto de Angus.—Leonor, te juro que no lo sabía —soltó Laudina, con voz temblorosa. —De haber sabido que tenías una relación con Angus, nunca habría... tenido… —pero antes de que pudiera terminar sus palabras, Leonor la interrumpió.—¡Detente! —ordenó Leonor, con la mano levantada y la palma hacia Laudina. Sus ojos no eran ardientes, como era de esperar, sino tranquilos, casi tristes. —No estoy aquí para acusarte ni señalarte de nada.Laudina se quedó callada, con la confusión dibujándole líneas en la frente.—Angus y yo —continuó Leonor, con voz firme, —no tenemos ningún vínculo romántico. Mis sentimientos por él son sólo míos, no correspondidos. Una pausa permitió que las palabras se asentaran entre e
Dos semanas después.Las luces del amanecer parpadearon cuando Leonor bajó del elegante sedán plateado frente al imponente edificio donde estaba la empresa en la que trabajaba y su mirada siguió el imponente horizonte que ahora enmarcaba su vida. Por fin, luego de aquella conversación, pudo convencer a su padre de dejarla marchar, y ahora estaba en este nuevo camino. Se arrebujó en su abrigo para protegerse del frío matutino, una armadura simbólica contra las incógnitas de esta jungla de cemento.Donova Villasmil estaba a su lado, nunca se alejaba de ella, era como una sombra, era su mejor amigo, su presencia era un consuelo familiar en medio del torbellino de cambios. Su lealtad a sus familias entrelazadas le había traído aquí, a esta bulliciosa metrópolis donde la oportunidad y el anonimato bailaban un delicado tango.—Parece que hoy te espera una gran aventura —, dijo, con voz firme, al ver la cantidad de periodistas que aguardaban en la puerta de la empresa, mientras la llevaba,
El corazón de Laudina martilló con fiereza en su pecho cuando miró fijamente al padre de Angus. Sus palabras flotaron en el aire, como un insulto a su propio ser. Sacudió la cabeza, con la incredulidad grabada en el rostro. ¿Cómo podía equiparar la valía de su hijo por dinero? Con una inclinación desafiante de la barbilla, Laudina se puso la mano en la cadera y dio un paso al frente. Su voz era acero envuelto en terciopelo. —Se está equivocando conmigo, señor. No estoy en venta. Y aunque lo estuviera, usted no podría pagarme porque ni todo el dinero llegaría a mi valor —, espetó, con desprecio en cada palabra. Los ojos del anciano se entrecerraron en rendijas. —Rechaza mi oferta y juro que te quedarás sin trabajo antes del atardecer — amenazó, con voz grave y severa. Pero Laudina permaneció impávida. —Haga lo que le plazca, no me dejaré de intimidar con usted, mi dignidad no se negocia. —Ya veremos si no terminas arrepentida y rogando —siseó Anthony con una expresión de odio.
Angus entró en la sede, del imponente edificio de cristal que parecía perforar el horizonte de Los Ángeles. Al entrar, las cabezas se giraron y el aire se cargó de reconocimiento. La recepcionista, intuyendo su propósito, se levantó de su mesa con elegancia.—Señor, en estos momentos se encuentra en una reunión en la sala, pero si me permite mostrarle... —comenzó.Él levantó una mano para interrumpirla. —No es necesario que me acompañe, yo conozco perfectamente el camino.Su voz transmitía la autoridad que siempre le acompañaba como una sombra. La mujer asintió con la cabeza, un poco intimidada, mientras él avanzaba hacia el elevador. Al llegar al último piso, salió del ascensor y recorrió los pasillos pulidos, el ruido sordo de sus zapatos sobre el mármol apenas audible por encima del zumbido de productividad que envolvía el espacio. Cuando se acercó a la sala de conferencias, una voz femenina, clara y segura, se filtró por la puerta. “Como todos sabemos, el marketing web es un
Por un momento, ambos percibieron la tensión sexual entre ellos. Parecía que un cable de alta tensión estaba a punto de estallar entre ellos. Eso hizo que Angus la bajara al suelo, con los brazos firmes, mientras ella se apoyaba en el suelo. —Gracias —murmuró ella, acomodándose la falda del vestido.El día transcurrió entre reuniones y puesta a punto de proyectos. La noche siguiente tenían la fiesta de bienvenida para Angus, pero hoy se trataba de trabajar, de encontrar un ritmo juntos. Y lo encontraron. Las ideas de Leonor brillaban por su innovación, y su perspicacia atravesaba los problemas como la luz del sol a través de un cristal.Cuando el crepúsculo tiñó el despacho de tonos anaranjados y morados, Leonor se reclinó en la silla y él se encaró con ella. —Creía que eras solo una niña mimada y caprichosa —, confesó, con las palabras suspendidas entre ellos, como una disculpa inconclusa. —Pero aunque sigo pensando que eres mimada y caprichosa, también eres trabajadora, con una m
Leonor estaba sentada en el borde de su lujoso sillón de terciopelo, con la mirada fija en la puerta, todavía con el teléfono en la mano. El suave chasquido de sus uñas golpeando en el auricular. Su corazón aleteando como un pájaro enjaulado a cada segundo que pasaba mientras escuchaba el desahogo de su mejor amigo.La penumbra de la mañana seguía apoderándose de ella, una espesa niebla de consternación provocada por su discusión con Donova. “¿Es en serio? ¿Por qué no quieres que te busque?”, expresó con preocupación al otro lado del teléfono.—Ya te dije, me iré más temprano y… —sus palabras fueron interrumpidas por su insistente amigo.“Si necesitas irte más temprano a la oficina, yo voy por ti, a menos que me estés ocultando algo que sepas que me va a molestar a mí ¿Es así?”, preguntó y ella respiró con resignación.—Bueno… la verdad es que Angus me trajo anoche, y me dijo que me venía a buscar temprano —respondió Leonor, y enseguida el tono de enojo de Donova no se hizo esperar.
Los ojos de Laudina se abrieron a la luz del amanecer, con el corazón encogido por la expectación. El teléfono de la mesilla permanecía en silencio, con la pantalla oscura e inflexible. Había esperado despierta la llamada de Angus, con la esperanza diluyéndose hasta altas horas de la madrugada, y justo cuando se quedó dormida, la llamó.Lamentablemente no pudo conversar bien con él, porque con lo somnolienta que estaba solo le había entendido el 20% de lo que le dijo.Y ahora estaba impaciente por escucharlo, pero la bendita llamada no se materializaba, dejándola con una sensación de abandono. En el aire fresco de la mañana, se movió robóticamente, mientras quitaba las hojas de la superficie de la piscina, el agua como un espejo del cielo despejado. Sus movimientos eran precisos, automáticos, sin revelar nada de la agitación que se removía en su interior.Sin previo aviso, la sombra de Anthony, el padre de Angus, se cernió sobre ella. Su voz rasgó la quietud, sus palabras mezcladas c