Capitulo 3

"Gracias, Estefan", le agradecí mientras él abandonaba mi oficina. Espero sinceramente que él encuentre la manera de distraer y mantener alejada a Isabela. A menudo resulta insoportable y parece no comprender que no necesito su compañía. No respeta los límites, y en ocasiones, me dan ganas de gritarle o, en mis pensamientos más oscuros, arrancarle la cabeza, la mataría y después la metería a un refrigerador gigante. No puedo permitirme pensar en esas cosas, “debo recordar que no debo causarle daño” me repito a mí misma, aunque Isabela es una excepción a todo razonamiento. Pero tengo muy claro que, si le hiciera daño a Isabela, nunca me lo perdonaría. Además, ella es extremadamente útil, y más que eso, no puedo dañarla porque es la hija de los que fueron los mejores amigos de mis padres. En teoría, deberíamos haber sido las mejores amigas, pero Isabela siempre parece tener intenciones que van más allá de la amistad, lo cual me resulta incómodo.

Mientras tanto, el misterio de los niños desaparecidos me preocupaba. ¿Por qué alguien querría llevarse a esos mocosos llorones y malolientes? “¿Tal vez querían una guardería o un equipo de fútbol?” La idea me hizo soltar una risa amarga. Lamentaba la angustia de sus familiares, pero la verdad es que yo no tengo mucha simpatía por los niños, ni por los adultos, ni por nadie en general. Soy como un tipo peculiar de ogro, uno fuerte y rápido. Y sobre todo que le encantan los negocios, y no por el dinero, no de eso tengo de sobra, es por los retos de la bolsa, por apuestas en nuevas inversiones, por saber que le gane una partida a alguna otra familia de elite.  

Aproveché el tiempo antes de mi próxima reunión para entrenar un poco, concentrándome en mantener mi frialdad y distanciamiento emocional, como siempre hacía, porque es la mejor forma de hacer negocios, con sangre fría y mente fría, más si es con los chinos.

Lamentablemente con el paso de los días, no pudimos dar con el paradero de los niños ni identificar a los culpables de su desaparición.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años, y a pesar de todos nuestros esfuerzos, no obtuvimos respuestas. Siete años después, algunos de los padres de los niños desaparecidos decidieron dejar la ciudad, incapaces de soportar el dolor y la incertidumbre que los consumía. Otros padres, en cambio, continuaron inquebrantables en su búsqueda, aferrándose a la esperanza de volver a abrazar a sus hijos perdidos.

En medio de este oscuro panorama, se fundó una organización sin fines de lucro dedicada a brindar apoyo y ayuda a las familias afectadas. A pesar de todos los recursos y el amor incondicional de los voluntarios de la fundación, el dolor seguía siendo abrumador y parecía insuperable para aquellos que habían perdido a sus seres queridos.

A pesar de que a menudo me describo como una persona fría, en otro tiempo no fui así y sé que mis padres me buscaron intensamente cuando sufrí mi transformación. Quizás ese sea el motivo por el que siento la necesidad de ayudar y gastar recursos en la búsqueda de sus hijos.

Con el paso de los años, los recuerdos de mi infancia se vuelven cada vez más difusos, y eso me preocupa, esos recuerdos son los que mantienen mi lado humano, el poco lado humano que aún me queda... Recuerdo que éramos una familia pequeña y humilde. Mi padre trabajaba largas horas para llevar alimento a casa, a veces pasaban días enteros en los que no podía verlo, por causas del trabajo, eran otros tiempos. Sin embargo, cuando regresaba a casa, dedicaba tiempo a jugar conmigo y crear preciosos recuerdos juntos. En ocasiones, nos reuníamos con la familia de Isabela y celebrábamos festividades como una sola familia. A medida que crecíamos, la amistad de nuestras familias se fortaleció, y el amor y el sentido de familia seguían siendo una parte fundamental de nuestras vidas, hasta que crecimos… crecimos y todo cambio…

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