KATIA VEGA
Mi madre parecía esmerarse por hacer cambiar de parecer a mi suegra. No estaba dispuesta a perder la oportunidad de sostener un lazo con la familia Saavedra, tal vez sentía esa falsa seguridad de que la familia más poderosa del país no le haría nada por haber entregado como sacrificio a su hija.
—Dime que estás embarazada… —susurró a mi lado, dedicándome una mirada cargada de molestia y con la boca fruncida.
—¿Qué?
—Bien dicen que después de una pelea fuerte, bueno, la reconciliación siempre trae hijos —contestó mi madre con una risita insoportable.
—No, mamá… —respon
KATIA VEGA—No pasa nada, mi amor —contesté ofreciéndole una sonrisa dulce—. Vamos a limpiar, ¿está bien?—¡Sí, mami! —exclamó Emilia intentando alcanzar mi mano cuando de pronto mi suegro la tomó por el bracito y la hizo retroceder.—¡¿A dónde crees que vas?! ¡Lo que hiciste estuvo mal!—Perdón… —respondió Emilia con los ojos llenos de lágrimas.—Iremos por algo para limpiar y aquí no pasó nada —agregué intentando alcanzar a la niña. La actitud de ese hombre me ponía los cabellos de punta. MARCOS SAAVEDRA—¡Papi! ¡Mami está mal! —exclamó Emilia alterada, tomándome de la mano y tirando de mí con desesperación.¿Sería otra mentira de Katia?Cuando llegué hasta ella noté que no lo era. Se mantenía de pie con una mano sobre la pared mientras que con la otra se aferraba a la escoba. Respirando apesadumbrada, quiso continuar con la limpieza, mientras Silvia intentaba quitarle la escoba de la mano pidiéndole que mejor se fuera a descansar.Rechiné los dientes y torcí los ojos. En otras circunstancias hubiera ignorado esto, simplemente me hubiera ido a mi despacho a trabajar, pero no podía mover los pies, parecían anclados al piso, mientras Capítulo 26: Las marcas en su piel
MARCOS SAAVEDRA—Señor… la señora Saavedra insiste en ir por la niña. No sabemos cómo contenerla sin que la lastimemos —dijo Lomelí por el teléfono, sonaba molesta.Caminé de un lado a otro mientras recordaba la petición de Katia sobre poder salir a la calle. Sabía los riesgos de dejarle la puerta abierta, también de dejarla completamente encerrada. —Bien, permite que vaya con Silvia por la niña, pero nada de desviaciones, ¿entendido? —Sí, señor —afirmó antes de colgar. Mi madre me había conseguido lo que creía era una mujer dócil y servicial, pero era tan terca como una mula. Más le valía no hacer nada estúpido o que me hiciera enojar. •••KATIA VEGAMe sentí como una niña pequeña, procurando cuidar mis movimientos para no ser regañada. Silvia tenía el volante y la música tenue mientras compartíamos un silencio agradable. —¡Mami! —exclamó Emilia corriendo hacia mí en cuanto llegamos, con la mochila dando tumbos—. ¡Mami! ¡Mami! ¡Viniste por mí! Me inyectó su emoción y quise incli
KATIA VEGA—¿Por qué no decirme su nombre ahora? —preguntó Arturo decepcionado y queriendo mantener una sonrisa.—Porque… si no es tu hija, no quiero que cometas un error o te deprimas… ¿entiendes?—Kat, debes de decirme quien es… Por algo crees que puede ser ella. Por favor, no me dejes así, mujer… dime —insistió con ojos angustiosos, brillando por la desesperación.—No hasta que te hagas la prueba… Esa es mi condición.—¡Kat!—¡Art! ¡Obedece! ¡Soy la mayor! Me tomó por los hombros, ansioso, desesperado, y me presionó contra la pared. No pude esconder el dolor de mi espalda, así que, después de ver mi gesto retorcido, se alejó. —No seas dramática… No te azote tan fuerte como para que… —No fuiste tú —respondí con un suspiro entrecortado y me abracé a mí misma. El dolor aumentaba con cada movimiento y respirar se volvía complicado sin acrecentar mi dolencia. Comencé a sentir lástima por Marcos y su niñez, ya me imaginaba los azotes que recibía siendo tan pequeño. ¿Justificaba el adu
ARTURO VEGAEn el laboratorio me mantuve estático, viendo en el interior del sobre esos cabellos tersos y suaves que no pude tocar para no contaminarlos, pero… aun así empecé a imaginarme la clase de niña que los portaría. Una pequeña de cinco, tal vez seis años, sonrisa radiante, mirada gentil, un ángel encarnado. Cerré el sobre en cuanto la recepcionista me llamó. Llené el formulario y entregué todo: el cabello, mi cabello, el dinero y mi esperanza. Pese a mi gorra y lentes oscuros, así como la capucha de mi sudadera cubriéndome, parecía que la mujer tenía dudas de mi identidad. Nadie me había avisado de lo complejo que sería ser un actor de renombre. Era agotador no poder salir a la calle sin que me detuvieran para una foto o autógrafo, ya no podía disfrutar de las cosas sencillas de la vida como andar en transporte público o disfrutar de un helado sentado en la banca de un parque. Resoplé antes de salir del laboratorio y, con mi excelente disfraz, encontré un lugar tranquilo en
ARTURO VEGA Usando un tinte semipermanente en el cabello y un viejo traje que robé de una de las películas que protagonicé, me decidí a ir a la escuela privada más ostentosa y cara de la zona, ¿dónde más tendría Marcos Saavedra a su hija? Caminé por fuera, intentando agudizar la mirada cada vez que pasaba por el mínimo espacio que me permitiera ver hacia dentro. Katia tenía razón en no darme el nombre de la niña, pues en verdad me sentía obsesionado con conocerla. —¿Disculpe? —Una joven maestra me vio con el ceño fruncido, temerosa, con plena desconfianza. —Hola, muy buenos días —contesté con cordialidad y me acerqué lleno de seguridad. —¿Usted es el maestro sustituto? —preguntó con cautela. KATIA VEGA—¡Mami! ¡Mami! —exclamó Emilia corriendo hacia mí, con emoción—. ¡Hoy hice un nuevo amigo!—¿Ah sí? —Escuchar eso me emocionó. No podía creer que, siendo una niña tan adorable, le resultara tan difícil hacer amigos. Había niños muy crueles en el colegio cuando mi pequeña era tan linda—. ¿De quién se trata? Cuéntame…La llevé de la mano hasta el auto donde nos esperaba Silvia, que no apartaba su mirada de ninguna manera.—Es un secreto… —dijo Emilia divertida y risueña.—Bien, cuando te sientas lista para decírmelo, eCapítulo 31: Híncate y humíllate
KATIA VEGA—¡¿Cómo pudiste?! —exclamó Noelia mientras Yael la ayudaba a salir de la piscina. Por el centelleo de la pantalla de su celular, estaba arruinado, lo cual me daría más tiempo. Me aferré a la orilla previniendo irme a lo más hondo, pero cuando quise salir me encontré con ella y su vestido arruinado. ¿Era un buen momento para decirle que no sabía nadar? —¡No eres nadie, Katia Vega! ¡Solo el juguete de un hombre poderoso que no tardará en desecharte cuando encuentre algo mejor y digno para él! ¡Solo eres una niñera para su hija! ¡De seguro ni siquiera te ve como mujer! —exclamó furiosa, sin intenciones de dejarme salir.—Dime algo que no sepa —susurré escondiendo mi tristeza. Silvia, quien había querido acercarse a ayudarme, era sostenida por las damas de honor. Cuando intenté salir, Noelia casi me pisa los dedos. —¿Qué harás? ¿Dejarme aquí hasta que me muera de hipotermia? —pregunté resintiendo el frío en mis huesos. —No es una mala opción… —contestó Noelia con malicia.