KATIA VEGA
—Kat, es muy serio lo que te tenemos que decir… —dijo mi padre del otro lado de la mesa. Me sentía en esas salas de interrogatorio, con una única luz en el centro de la cocina mientras el resto de la casa permanecía en penumbras—. Estamos pasando por problemas económicos muy graves. El banco está a punto de quitarnos todos. No podemos seguir pagando la hipoteca y…
—¿Y…? —Todo lo que me había dicho, ya lo sabía.
—Y es necesario que te cases con el señor Marcos Saavedra —intervino mi madre. Siempre ha sido más desesperada que mi padre.
—¿Marcos Saavedra? —pregunté desconcertada. Había escuchado sobre él, era el director ejecutivo del banco nacional. Todos lo conocían por su audacia en la bolsa de valores y sabían que él era la clase de persona que podía resolverte la vida o arruinarla por completo—. ¿Creen que es una buena idea?
—Su familia está buscando una esposa para él y… ¿adivina, qué? Te les hiciste muy bonita. Si te casas con él, nos perdonarán la deuda y tú tendrás una vida llena de lujos y comodidades.
—¿Dónde está el truco? —pregunté llena de desconfianza y mis padres se vieron entre ellos—. Hay mujeres más hermosas a las cuales podrían recurrir. ¿Por qué yo?
—Cariño… —dijo mi mamá con una dulzura ajena a ella—. Los padres de Marcos Saavedra no solo buscan una cara bonita. También buscan una buena mujer. Una chica… «conservadora».
—¿Conservadora? —pregunté confundida.
—Sí, una mujer que no se revuelque con cuanto hombre se atraviesa en su camino —refunfuñó mi padre—. Tú… aún no… Ya sabes…
—¡No! —exclamé con las mejillas sonrojadas. Aunque había tenido un par de novios, jamás había estado con ningún hombre.
—Bien, porque ten por seguro que los señores Saavedra te llevarán con un doctor para corroborarlo —contestó mi madre con orgullo—. Si pasas el examen, nuestras vidas serán solucionadas. ¿Quién diría que tu… «castidad» nos traería beneficios?
•••
Mis padres tenían razón, el proceso para ser la mujer del señor Saavedra fue tedioso, agobiante y vergonzoso. Me revisaron doctores, no solo para asegurarse de que mi «pureza» seguía intacta, sino que se cercioraron de que estuviera sana para procrear. Me sentía como una res siendo vendida en una feria. Durante todo ese proceso, nunca vi a Marcos, pero sabía que era un hombre más grande que yo y que era el terror de medio país.
Cuando el día de la boda llegó, mis padres no fueron invitados. Estaba sola en ese mundo de gente adinerada y soberbia. Aparecí lista para caminar hacia el altar y todas las miradas se posaron en mí, poniéndome nerviosa y haciendo que mi piel se erizara.
A cada paso que di, el estómago se me revolvió. Controlé mis respiraciones y levanté mi mirada hacia el novio que me esperaba en el altar. Pensé que me encontraría a un hombre muy viejo y gruñón, incluso desagradable y pervertido, pero… no fue así. Tenía una belleza que jamás había encontrado en otro hombre y su actitud imponente y arrogante lo hacían más atractivo, como si le diera más fuerza a sus gestos.
En cuanto sus ojos se posaron en mí, pensé que habría amor a primera vista, chispas saltarían de nuestros corazones y compartiríamos una sonrisa, pero… nada de eso pasó, por el contrario, parecía fastidiado y asqueado. ¿No habían mencionado mis padres que me consideraban bonita? Pues él parecía sufrir con mi presencia, como si tuviera a una mujer deforme y sucia a su lado.
Durante la ceremonia no pude evitar mantener mi rostro lleno de confusión e indignación. ¿Qué le había hecho para que se pusiera así? Cuando todo terminó, tomó mis manos y apretó las mandíbulas cuando el padre había indicado que era el momento de besarnos.
Se inclinó lentamente y cuando sus labios se iban a posar sobre los míos, desvió su rostro, dejando que solo nuestras comisuras se tocaran. Solo yo supe que ese beso fue una farsa.
En ese momento una llamada entró a su teléfono. En completo silencio respondió y sin decirme nada, se fue. Avanzó entre las bancas, con la frente en alto y la actitud de un hombre exitoso que acaba de terminar su trabajo.
Me sentí estúpida frente a todos, observándome con curiosidad, riendo entre ellos, ocultando sus bocas detrás de sus manos mientras susurraban entre sí.
—Pobre mujer… lo que le espera.
—¿De dónde la habrán sacado?
—Por lo menos es bonita…
—¿Bonita? Tal vez… pero no como la exnovia de Marcos, ella era sumamente hermosa y refinada.
—Sí, esta chica no le llega ni a los talones. La anterior mujer de Marcos si que era una criatura preciosa. Una lástima que ahora se tenga que conformar con ella.
—Ya déjenla, suficiente con el infierno que vivirá al lado de un hombre como él.
No sabía hacia donde ir, donde esconderme de sus risitas incisivas y sus comentarios lastimosos. Me sentía como un animal de zoológico, recibiendo todas las miradas. Cuando estaba dispuesta a salir corriendo de ahí y suplicar por mi libertad, admitiendo que me había arrepentido, una suave manita se agarró de mi meñique, provocando que bajara la mirada.
Una pequeña niña con una mirada cargada de ilusión y una sonrisa gentil se aferró a mi mano. El veneno de todos cambió de objetivo, criticando ahora a la pequeña niña sin madre, pero esta no parecía escucharlos o tal vez no le importaba. Me hinqué ante ella y acaricié sus mejillas regordetas, haciéndola reír.
—Hola, pequeña… ¿Cómo te llamas? —pregunté llena de ternura mientras estiraba sus bracitos hacia mí.
—Dile, tu nombre a tu nueva mamita —dijo la madre de Marcos, viéndome con menos asco que su hijo.
—¡Emila! —exclamó la niña con emoción y se abrazó a mi cuello.
—¿Emilia? Qué bonito nombre —dije con una sonrisa, estrechándola con cariño.
—Emilia Saavedra —contestó mi ahora suegra, con orgullo.
KATIA VEGAHabía contraído nupcias con un hombre cruel y malvado, un hombre que era tan atractivo como soberbio, un hombre que estaba perdidamente enamorado de una mujer y no cualquier mujer, una hermosa actriz, reconocida por su belleza y, por supuesto, yo no tenía manera de competir con eso. Los padres de Marcos estaban en contra de ella, por creerla vulgar y con un trabajo que podría dejar en mal a la familia y que hacía dudar de su decencia. Ellos no querían escándalos, pero a Marcos no le importaba y la mujer había resultado embarazada, así es, la pequeña Emilia era el producto de ese amor imposible. La niña se quedó con la familia Saavedra, pero la actriz jamás fue aceptada. Eso no hizo que Marcos dejara de buscarla.Aun así, fingí que no me importaba y fui una esposa comprometida. La pequeña Emilia no tenía la culpa de lo que pasaba, así que todo el amor que su padre rechazaba, lo deposité en ella. Ella era un ángel y en poco tiempo comenzó a llamarme mamá, llenándome de una s
MARCOS SAAVEDRACuando regresé dispuesto a dedicar el resto de mi día a esperar a que mi pequeña fuera dada de alta, vi a la directora presurosa corriendo hacia mí. Torcí los ojos y apreté los dientes, no necesitaba hablar con esa incompetente. —Señor Saavedra, me alegra que la niña esté mejor. En verdad lamento mucho lo ocurrido, tuve que preguntarle si era alérgica a algo. Fue una falta que no volverá a pasar y… Levanté mi mano enguantada en piel negra, silenciándola, mientras me percataba de la maestra a su lado, temblorosa y nerviosa, con la mirada clavada en el piso. —Despídela… —dije tajante, logrando que por fin esa mujer levantara su mirada hacia mí.—¿Despedirla? —preguntó la directora sorprendida y volteó hacia la maestra.—Por favor, yo… no… es que… tengo muchos gastos y… ¡Por favor! ¡Yo amo mi trabajo! ¡No fue mi culpa! ¡Si hubiera sabido…!—No me agrada repetir una orden —agregué con tono suave, peligroso y demandante.—Lo siento… —dijo la directora apenada, pero consc
KATIA VEGAEl resto de la boda yo fui un cero a la izquierda, vestida y maquillada como una hermosa muñeca, pero ignorada en un rincón. Cuando por fin pude refugiarme en la habitación que compartiría con mi esposo, noté que estaba sola, Marcos aún no había llegado y dudaba que lo hiciera. Tomé la ropa sobre el colchón, un conjunto de encaje rojo atrevido para la noche. Era obvio que parte del acuerdo no solo era la boda, sino tener un hijo. Vi el reloj y dudé mucho que él estuviera interesado en comenzar a procrear hoy, así que deseché la idea, me di un buen baño y me puse un camisón de seda bastante lindo y cómodo. En cuanto me recosté, la puerta se abrió, tomándome por sorpresa. Se trataba de él. Marcos, con la corbata desanudada y la camisa desfajada entornó los ojos y se me acercó lentamente. Olía a alcohol y desconfianza, sus movimientos no eran tan firmes y decididos, su equilibrio se veía tenuemente afectado.Me levanté de la cama y me acerqué a él. —¿Estás bien? —pregunté n
KATIA VEGANo tuve que decidir si quedarme o no en la casa de mis padres, ellos decidieron por mí, echando mi maleta a la calle. Quise maldecirlos, ellos me condenaron a tres años de dolor y sufrimiento y ahora ¿yo era la culpable?, pero estaba demasiado cansada para hacerme de palabras con ellos, así que tomé mi maleta y comencé a caminar en busca de un lugar donde poder pasar la noche. No tenía mucho dinero en mis bolsillos, solo el suficiente para una habitación de un hotel de dudosa calidad. Cuando creí que las cosas no se podrían poner peor, el cielo se oscureció y los relámpagos comenzaron a sonar con fuerza. —No puede ser cierto… —Levanté mi mirada hacia el cielo en cuanto la primera gota cayó sobre mí, y muchas más la siguieron. No era una llovizna sutil, una brizna tolerable, más bien parecía que cada gota era un hielo que chocaba con mi cuerpo. Seguí caminando mientras en mi cabeza me imaginaba que de pronto Marcos aparecería, me vería en desgracia y me pediría perdón, me
KATIA VEGANo recordaba cuándo había sido la última vez que dormí así de cómoda y feliz. En cuanto desperté, me estiré con un gran bostezo, rasqué mi cabeza con el cabello enmarañado y vi mi celular en la mesita de al lado. Mi teléfono tenía muchas notificaciones, mensajes de mi amiga, que parecía aún más intensa que el día anterior. «¡Katia! ¡¿Qué carajos está pasando?!» exigía en su primer mensaje mientras revisaba los diferentes enlaces que me había enviado, pertenecientes a diferentes noticieros.Al entrar a la primera página me quedé sin aliento. Era una foto de mí entrando al auto de mi salvador. El paraguas escondía el rostro de él, pero no el mío. Sentí como si una mano invisible quisiera agarrar mi corazón y arrancármelo del pecho. La angustia me estaba mortificando. Conforme entraba a más páginas, más fotografías y más videos encontraba, pero desde un mismo ángulo y con una misma calidad, parecía que todo había sido tomado desde un mismo teléfono celular. Entonces, como un
KATIA VEGA—Regresé hace una semana… —contestó sonriéndome, pero algo parecía ensombrecer su mirada. —¡¿Y por qué no venias a verme?! —Le arrojé una almohada con todas mis fuerzas. Indignada, pero satisfecha, pues él había fingido que, en vez de una almohada, le había arrojado una bola de plomo, haciéndolo chocar con la puerta antes de exhalar con dificultad. —Tenía miedo de que nuestros padres se enteraran y te lo reprocharan, hermanita —contestó antes de lanzarme la almohada de regreso, golpeándome con fuerza y haciéndome caer en la cama, entre risas. —¿Por qué regresaste? —pregunté abrazando la almohada y viendo el techo, mientras las risas comenzaban a desvanecerse. Mi hermano se recostó a mi lado, como cuando éramos niños, y nos quedamos viendo fijamente la lámpara sobre nosotros.—Si te digo, ¿no te enojas? —¿Por qué debería? Por un momento guardó silencio, dudando, resopló y se resignó. —Estoy aquí para encontrar a mi hija.—¡¿Cómo?! ¡¿Hija?! ¡¿Tú hija?! —exclamé sorprendi
KATIA VEGA—Así es… No es tan conocida como el guapo de tu hermano, pero… —agregó Arturo con una gran sonrisa, hasta que lo interrumpí.—Pero es… —No pude terminar mi frase y un escalofrío sacudió mi cuerpo.—La madre de mi hija —contestó con tristeza mientras yo sentía que algo se retorcía dentro de mí. ¡Esa maldita perra del infierno era el primer amor de Marcos Saavedra! ¡La mujer por la que jamás me pudo amar, mucho menos respetar!Las palabras de mi hermano me dieron vueltas en la cabeza. No me fue difícil deducir que muy posiblemente mi pequeña Emilia fuera hija de Arturo. Eso explicaría la conexión tan dulce que desarrollamos. Desde que su manita tomó la mía hubo un clic en mi corazón.Al parecerse tanto a su madre fue comprensible que ni siquiera Marcos sospechara que no era suya. ¿Por qué no habían hecho una prueba de ADN antes? Porque Marcos amaba y confiaba en esa mujer, lo que ella decía se volvía la verdad absoluta para él. Marcos no era un hombre muy creyente, pero cuand
MARCOS SAAVEDRALas súplicas y reclamos de mis padres no pararon hasta que acepté casarme con la mujer que ellos escogieran. Sabía que no les sería tan fácil, pues querían a una mujer perfecta: hermosa, humilde, pero, sobre todo, virgen. Odiaban a las mujeres que no llegaban puras y castas hasta el matrimonio, y creían que Stella era indigna, pensando que yo no había sido, ni sería, el único hombre en su vida, argumentando que una actriz solía ser una mujer de «moral distraída». Mis esperanzas de ver regresar a Stella después del desprecio y el rechazo que sufrió por parte de mi familia, se vieron opacadas por mi futura esposa. La boda se planeó en muy poco tiempo y ante el altar me sentí acorralado.Cuando la marcha nupcial comenzó, por fin conocí a Katia, una niña demasiado joven para mi gusto, de apariencia inmadura, nerviosa. Era una criatura sin ningún regalo de la naturaleza, aún así sus ojos azules y cabello castaño llamaron mi atención. Entre más la veía, más curiosidad me da