MARCOS SAAVEDRAJamás entendí cómo es que, si Stella era el amor de mi vida y la primera que hizo latir mi corazón, ¿por qué no fui capaz decirle lo que sentía? ¿Por qué no pude gritarle en la cara que la amaba y que la extrañaba, que no podía criar a Emilia sin ella, que no podía ser feliz lidiando con su ausencia? La necesitaba a mi lado, pero mi cuerpo y mi alma parecieron estancarse. De esa manera decidí alejarme de ese maldito puente, pero no para regresar a una boda que yo no quería y de la cual dependía la sana convivencia con mis padres. Mis pasos me llevaron hacia un bar que ya me era conocido. Fui directo hacia la barra donde pedí trago tras trago hasta que perdí la cuenta. Solo y ebrio, esa fue la mejor manera de festejar mi boda. Sacudí la cabeza, espantando esos malditos recuerdos que tanto me dolían. Mi teléfono volvió a vibrar y entonces noté que me había llegado un mensaje más de mi abogado. «Está aquí, ¿quieres que mandemos el acta de divorcio a su habitación?», leí
KATIA VEGA Mi cabeza terminó contra el mueble detrás de mí, mientras que la boca de Marcos insistía, sus labios jugaban con los míos y su lengua ávida buscaba invadir mi boca. Sus manos se posaron a cada lado de mi cabeza, apresándome, escondiéndome con su cuerpo mientras yo luchaba por no desmayarme. Era la primera vez que me besaba con plena intención. En tres años de matrimonio, ni siquiera ante el altar se había apoderado de mi boca de esa manera y, a diferencia de nuestra noche de bodas, su aliento no olía a alcohol. Presioné mis manos en su pecho, queriéndolo apartar, pero parecía que mi rechazo le resultó ofensivo, pues me tomó por las muñecas y las presionó contra el mueble, a cada lado de mi rostro. —Quieta… —siseó contra mis labios. Su voz se volvió un ronroneo lujurioso que erizó mi piel. Mis mejillas ardían y aunque sus labios se habían separado de los míos, seguía sin poder respirar. Mi corazón latía atormentado y sus ojos me dominaron en cuanto se clavaron en los m
KATIA VEGAEl dinero da poder, el poder corrompe. Era una regla básica, porque con dinero puedes hacer lo que quieras y quien diga lo contrario es porque no tiene el dinero suficiente. En el caso de Marcos, él tenía dinero más que suficiente, y no solo eso, tenía control sobre el dinero de los demás. Si te cruzabas en su camino y lo ofendías, era cuestión de tiempo para que lo perdieras todo.Tu patrimonio, tu salud y tus sueños podían depender de no hacerlo enojar, incluso tu libertad, pues había escuchado de varios que habían terminado detrás de las rejas gracias a que él solicitaba una investigación fiscal contra alguien.No dejé de ser víctima de todos esos pensamientos mientras salíamos del hotel,
MARCOS SAAVEDRA—¿Cuándo firmaremos el divorcio? —preguntó Katia mientras retrocedía hasta pegarse a la cabecera de la cama.—Sabes cuánto odio aclarar algo que considero ya quedó claro —contesté dándole la espalda.—Pues para mí no está claro. —Se apoyó sobre sus rodillas y pude ver a través del espejo del tocador su rostro lleno de furia. Era adorable cuando intentaba hacerse la valiente. Como un gatito queriendo imitar a un león.La sensación que me invadió al verla en ese hotel con ese hombre que dijo ser su hermano me había llenado de ira, decepción, odio y, sobre todo, celos. Imaginármela siendo follada por alguien m&aacu
MARCOS SAAVEDRAAnte su mirada cargada de sorpresa, me quité la camisa y la arrojé al suelo. Desvió el rostro como si quisiera darme privacidad, mientras sus manos se retorcían, ansiosas por liberarse de su atadura, hecho que sería imposible.Paseé mi mirada por su cuerpo, esa maldita pijama de borreguitos cubría demasiada piel. Acerqué mis manos lentamente hacia los botones y comencé a desabrochar su camisa de franela.—¡No! ¡Espera! ¡No lo hagas! —gritó retorciéndose con el rostro completamente enrojecido.—¿Por qué no? Eres mi esposa… —Con un solo movimiento reventé los botones y abrí la camisa, provocando un gritito ahogado en Kati
MARCOS SAAVEDRAKatia era adictiva, su olor, su sabor, el calor de su piel y sus gemidos y ronroneos. Fue una experiencia embriagante, una droga potente, un ángel que escondía pecado y placer entre sus piernas. Inocencia mezclada con deseo.Las horas pasaron, la noche nos encontró, pero el ardor de mi piel no cedió. No paré en toda la noche hasta que pude notar su agotamiento. Sus brazos y piernas parecían de trapo, tal vez me había excedido en su primera vez, porque sí, efectivamente era su primera vez, me lo confirmó esa mancha carmín sobre las sábanas.Me dejé caer a su lado, aun con energía suficiente para continuar, pero intentando ser benevolente por primera vez en el año. Giré mi cabeza sobre la almohada, encontr&aa
MARCOS SAAVEDRADespués de mostrarse adolorida y arrastrar su alma por el suelo de la habitación, la presencia de Emilia y su demanda de desayuno pareció revitalizar a Katia, que de inmediato se levantó, se vistió y salió corriendo con una gran sonrisa. Me temía que, después de mi desempeño, su alegría no era por mí, sino por Emilia.Cuando bajé hacia el comedor, acompañado de mi pequeña princesa, me quedé sorprendido. Había un enorme plato con pan francés, fruta picada y una jarra grande de jugo de naranja. Fue curioso darme cuenta de la habilidad de Kat para cocinar, después de que desapareciera ese par de días dejándome con la mesa vacía.Emilia de inmediato se trepó a su
KATIA VEGAEra la primera vez que iba con Marcos a una reunión. Por lo general él daba la cara solo, pavoneándose y atrayendo la atención de las féminas. Era un hombre endemoniadamente atractivo, imposible que las mujeres que lo rodeaban no lo notaran, lo que no sabían era de su horrible carácter de mierda hasta que intentaban seducirlo.Me vi una vez más en el espejo y se me erizó la piel. Acomodé esa abertura en la falda para que no mostrara tanto mi muslo, no me gustaba mucho revelar tanta piel. ¡Por Dios, tenía toda la espalda descubierta!—¿Señora Saavedra?Comencé a girar, como perro persiguiéndose la cola, intentando ver en el espejo si se me veía el t