MARCOS SAAVEDRA
Katia era adictiva, su olor, su sabor, el calor de su piel y sus gemidos y ronroneos. Fue una experiencia embriagante, una droga potente, un ángel que escondía pecado y placer entre sus piernas. Inocencia mezclada con deseo.
Las horas pasaron, la noche nos encontró, pero el ardor de mi piel no cedió. No paré en toda la noche hasta que pude notar su agotamiento. Sus brazos y piernas parecían de trapo, tal vez me había excedido en su primera vez, porque sí, efectivamente era su primera vez, me lo confirmó esa mancha carmín sobre las sábanas.
Me dejé caer a su lado, aun con energía suficiente para continuar, pero intentando ser benevolente por primera vez en el año. Giré mi cabeza sobre la almohada, encontr&aa
MARCOS SAAVEDRADespués de mostrarse adolorida y arrastrar su alma por el suelo de la habitación, la presencia de Emilia y su demanda de desayuno pareció revitalizar a Katia, que de inmediato se levantó, se vistió y salió corriendo con una gran sonrisa. Me temía que, después de mi desempeño, su alegría no era por mí, sino por Emilia.Cuando bajé hacia el comedor, acompañado de mi pequeña princesa, me quedé sorprendido. Había un enorme plato con pan francés, fruta picada y una jarra grande de jugo de naranja. Fue curioso darme cuenta de la habilidad de Kat para cocinar, después de que desapareciera ese par de días dejándome con la mesa vacía.Emilia de inmediato se trepó a su
KATIA VEGAEra la primera vez que iba con Marcos a una reunión. Por lo general él daba la cara solo, pavoneándose y atrayendo la atención de las féminas. Era un hombre endemoniadamente atractivo, imposible que las mujeres que lo rodeaban no lo notaran, lo que no sabían era de su horrible carácter de mierda hasta que intentaban seducirlo.Me vi una vez más en el espejo y se me erizó la piel. Acomodé esa abertura en la falda para que no mostrara tanto mi muslo, no me gustaba mucho revelar tanta piel. ¡Por Dios, tenía toda la espalda descubierta!—¿Señora Saavedra?Comencé a girar, como perro persiguiéndose la cola, intentando ver en el espejo si se me veía el t
MARCOS SAAVEDRA—¡¿Cómo pudiste traerla?! —exclamó mi madre indignada—. Después de lo ocurrido en las noticias, esperaba que te divorciaras cuanto antes. Nuestro abogado ya había comenzado con el proceso…—El hombre de ese hotel era su hermano —contesté en voz baja y calmada.—Hermano o no, ya se hizo de mala fama y eso te afectará a ti y a la familia.—¿No se supone que hicieron una búsqueda exhaustiva para conseguirme a la mejor mujer para mí? ¿Ahora te arrepientes de tu elección? Porque te recuerdo que yo no decidí casarme con ella —agregué divertido.—Claro, si fuera por ti te hubi
KATIA VEGAMi corazón dejó de latir y mi alma se escondió en el fondo de mi pecho. Esperaba lo peor. Marcos se plantó delante de nosotros, luciendo esa mirada gélida y asesina. Vio al de seguridad con las mandíbulas apretadas y esa actitud altanera. Sin decir ni una sola palabra logró que el hombre relajara su agarre y retrocediera.—Señor Saavedra… —dijo tragando saliva, pero Marcos no contestó, provocando que el hombre terminara de soltarme.Con una calma casi mortal, Marcos tomó mi brazo e inspeccionó mi piel, acariciando esas marcas rojas donde el guardia presionó sus dedos. —Estás despedido… —dijo con voz firme y profunda, tan grave que parecía de ultratumba y tan rasposa que erizó
KATIA VEGA—Hace años, cuando era una niña, le pregunté a mi abuela: ¿por qué somos pobres?, pensando que la verdadera felicidad la tenían personas como tú. Entonces me dijo algo que jamás olvidaré: ¿No tienes un techo y una cama? ¿No tienes comida caliente en el plato? ¿No tienes salud? ¿No tienes amor?»Entonces lo comprendí. Tener todo lo que necesitas y un poco más, es suficiente y puedes considerarte afortunado.Mi anécdota solo lo hizo sonreír y negar con la cabeza, tal vez considerándola como la clase de cosas que diría alguien pobre para justificar su mediocridad. No sabía si eso era cierto, pero lo que sí sabía era que las palabras de mi abuelita eran ve
KATIA VEGALlegué a la habitación arrastrando los pies y con los tacones en la mano. Por un momento me había olvidado de que ya no era completamente mía. Marcos estaba desabotonándose los puños de la camisa en completo silencio. ¿Aún podía regresar a la habitación de Emilia y dormir con ella?Cuando estaba a punto de retroceder, él me vio por el rabillo del ojo. —¿Esperarás en la puerta hasta que te dé permiso de pasar? —preguntó divertido.Suspiré apesadumbrada y entré en completo silencio. Dejé los zapatos al pie de la cama y comencé a tomar cosas del clóset. Estaba dispuesta a cambiarme en el baño, cuando me quitó la pijama de las manos.
MARCOS SAAVEDRADesperté más tarde que de costumbre y me lamenté, pues había tenido el sueño más dulce. Si cerraba los ojos aún podía ver el hermoso rostro de Stella. Sus palabras vibraban en mis oídos, así como la promesa que jamás me pudo hacer en la realidad. Esa era la manera en la que me imaginé una vida, luchando con ella, criando juntos a Emilia.Ahora, con el corazón destrozado, tuve que arrastrar mi alma fuera de la cama y volverme a convencer de que ella decidió irse, se cansó de tomarme de la mano o tal vez fui yo quien no tuvo el valor de retenerla a mi lado.•••Al llegar al comedor vi a Katia vigilando que Emilia comiera todo lo de su plato. No pod&
KATIA VEGAMi madre parecía esmerarse por hacer cambiar de parecer a mi suegra. No estaba dispuesta a perder la oportunidad de sostener un lazo con la familia Saavedra, tal vez sentía esa falsa seguridad de que la familia más poderosa del país no le haría nada por haber entregado como sacrificio a su hija.—Dime que estás embarazada… —susurró a mi lado, dedicándome una mirada cargada de molestia y con la boca fruncida.—¿Qué?—Bien dicen que después de una pelea fuerte, bueno, la reconciliación siempre trae hijos —contestó mi madre con una risita insoportable.—No, mamá… —respon