Capítulo 7: Mujer infiel

KATIA VEGA

No recordaba cuándo había sido la última vez que dormí así de cómoda y feliz. En cuanto desperté, me estiré con un gran bostezo, rasqué mi cabeza con el cabello enmarañado y vi mi celular en la mesita de al lado. Mi teléfono tenía muchas notificaciones, mensajes de mi amiga, que parecía aún más intensa que el día anterior. «¡Katia! ¡¿Qué carajos está pasando?!» exigía en su primer mensaje mientras revisaba los diferentes enlaces que me había enviado, pertenecientes a diferentes noticieros.

Al entrar a la primera página me quedé sin aliento. Era una foto de mí entrando al auto de mi salvador. El paraguas escondía el rostro de él, pero no el mío. Sentí como si una mano invisible quisiera agarrar mi corazón y arrancármelo del pecho. La angustia me estaba mortificando. Conforme entraba a más páginas, más fotografías y más videos encontraba, pero desde un mismo ángulo y con una misma calidad, parecía que todo había sido tomado desde un mismo teléfono celular. 

Entonces, como un «flash» dentro de mi cabeza, recordé a la maestra de Emilia, con esa mirada inquisitiva, juzgándome. ¿Había sido ella? ¿Por qué haría algo así para perjudicarme de esa manera tan cruel? Todos los reportajes me juzgaban de infiel. «La nuera de la familia Saavedra engaña al señor Marcos Saavedra», «Infidelidad descubierta, la mujer del CEO del banco nacional, el señor Marcos Saavedra, lo engaña con desconocido». 

No sabía que decirle a mi amiga, estaba aterrada. Gateé sobre la cama hasta alcanzar el control de la pantalla frente a mí y la encendí mientras mi estómago se retorcía dolorosamente. La angustia se sentía como clavos al rojo vivo encajándose en mi piel, mientras que la misma mano que había atenazado mi corazón, ahora intentaba asfixiarme, apretando mi tráquea. 

Cambié el canal hasta que por fin llegué a un noticiero. No había escuchado aún la voz del presentador cuando pude ver las mismas fotos de las páginas amarillistas en internet. A su lado se encontraba el portavoz de la familia, el feroz abogado que los defendía de lo que fuera. 

—No es el caso, la señorita Katia y el señor Marcos se han divorciado, así que cada uno puede hacer lo que desee —contestó el abogado con arrogancia—. Solo que, mientras el señor Saavedra ha mantenido un bajo perfil para no afectar a su hija Emilia, la cual se encariñó mucho con esta mujer, bueno… la señorita Katia parece no tener respeto ni luto por la relación que sostuvo con él. 

»Supongo que no todos responden de la misma manera a una separación. A unos les afecta, como a mi cliente, en cambio para otros parece ser algo liberador, como es el caso de la señorita Katia que no tardó en disfrutar su nueva soltería con un hombre nuevo. 

Apagué la televisión, furiosa, llena de rencor, con lágrimas nuevas en los ojos. ¡¿Cómo podía decir algo así?! ¿Ahora resultaba que yo era la mala en esto? ¡Yo no le pedí el divorcio! ¡Es más, ni siquiera he firmado nada! ¿Qué necesidad de describirme de esa manera en cadena nacional? No cabía duda de que mi peor error había sido confiar en mis padres y casarme con ese maldito hombre. 

Apreté los puños y contuve mis ganas de gritar. Inspiré profundamente y traté de ver el lado positivo de la vida. Pronto sería libre y no estaba sola, lo cual era un gran consuelo. Me dejé caer en la cama y me quedé así, con la mirada perdida en el techo. 

En ese momento la puerta se abrió y no pude evitar esconder una gran sonrisa en cuanto ese par de ojos castaños se asomaron. —Buenos días, ¿cómo te encuentras? —dijo con ese tono divertido que me era tan contagioso.

—Mejor… —contesté más tranquila.

—No parece. —Se acercó y se sentó en el borde de la cama—. ¿Estuviste llorando?

—No… No es nada. —Me senté en el colchón y le dediqué una gran sonrisa antes de que su enorme mano se posara en mi cabeza y sacudiera mis cabellos como si fuera un cachorro—. ¿Cuándo volviste?

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