Capítulo 115: Enamorado de un petirrojo

ARTURO VEGA

—¿Está todo bien? —preguntó Stella al notar que no tenía intenciones de follar esa mañana. Después de leer los papeles que me había entregado Héctor y saber que Lisa estaba encerrada, me sentía extraño y el peso en mi pecho era cada vez más grande, al punto de asfixiarme. 

—Sí, solo… saldré al viñedo a dar una vuelta, nos vemos en el desayuno. —Necesitaba aire y tiempo para pensar, así que sin esperar su respuesta abandoné la habitación mientras me cerraba la camisa. 

Cuando bajaba las escaleras encontré a Emilia, ayudando a Rosa a llevar el pan recién horneado hacia la mesa. En cuanto me vio, su alegría se disparó, pero cuando avanzó hacia mí su rostro se fue endureciendo hasta volverse una mueca de incertidumbre y tristeza. Así había estado desde el accidente de Samuel. 

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