MARCOS SAAVEDRA
Desde que Katia estaba delicada, ella dormía sola en la cama, pues no quería que por un descuido la lastimara. Le prometí que dormiría en la habitación contigua, pero no podía conciliar el sueño sin ella, así que cuando caía rendida, me dormía en el sillón al lado de su cama, viéndola dormir hasta que el sueño también llegaba a mí.
Ese día, mientras esperaba a que ella despertara, turnaba mi atención entre su hermoso rostro y el contrato prenupcial. El que había conseguido Stella era el original y eso había metido en problemas a Lisa, esa reportera insolente.
En cuanto escuché esos suaves ronquidos saliendo de los labios de Katia, me incliné hacia ella y acarici&eac
ARTURO VEGA—¿Está todo bien? —preguntó Stella al notar que no tenía intenciones de follar esa mañana. Después de leer los papeles que me había entregado Héctor y saber que Lisa estaba encerrada, me sentía extraño y el peso en mi pecho era cada vez más grande, al punto de asfixiarme.—Sí, solo… saldré al viñedo a dar una vuelta, nos vemos en el desayuno. —Necesitaba aire y tiempo para pensar, así que sin esperar su respuesta abandoné la habitación mientras me cerraba la camisa.Cuando bajaba las escaleras encontré a Emilia, ayudando a Rosa a llevar el pan recién horneado hacia la mesa. En cuanto me vio, su alegría se disparó, pero cuando avanzó hacia mí su rostro se fue endureciendo hasta volverse una mueca de incertidumbre y tristeza. Así había estado desde el accidente de Samuel. MARCOS SAAVEDRAEsperé pacientemente fuera de la prisión, perdiendo el tiempo con Héctor, fingiendo que hablábamos de algún asunto importante. —¿Cuánto tiempo más seguiremos esperando? —preguntó mi abogado viendo su reloj de pulso. —¿Ansioso por regresar a la finca? No te apures, Rosa no irá a ningún lado. No encontró las palabras para responderme, pero fue notorio su buen humor al pensar en ella. Bien decían que a todos nos llegaba la hora, incluso en el amor, por muy bueno o malo que fueras, y a Héctor le había llegado. —¡Saavedra! —Arturo avanzaba hacia mí con determinación y el ceño fruncido. Nunca lo había visto tan rabioso—. Tenemos que hablar. —¿Arturo? —Fingí no esperar verlo aquí. Era obvio que yo mismo lo había traído, o esa era mi intención—. ¿De dónde demonios saliste? Héctor frunció el ceño y me vio con desconcierto por un momento, sabiendo que todo el camino cuidamos de que Arturo nos siguiera como para ahora negarlo. Parecía estar resolviendo una ecuación muy complCapítulo 116: Un corazón partido por la mitad
KATIA VEGA—¡Ya estoy cansada! —exclamó Lisa y alzó sus manos hacia nosotros—. Tengo cada dedo lleno de ampollas. Yo saco fotos, escribo artículos, no soy granjera. Marcos y yo llegamos a la conclusión de que a veces un clavo si puede sacar otro clavo. Por mucho que Arturo estuviera obsesionado con Stella, Lisa era su amiga, habían compartido momentos agradables y por cómo reaccionó cuando ella estaba encerrada, era seguro que no la dejaría morir sola. —¿Qué hay de Arturo? ¿No te ha ayudado? —pregunté preocupada. —Todos los días… —admitió Lisa sentándose en el borde de la cama—, pero en cuanto Stella se asoma, él finge que no estaba conmigo. Lo tiene dominado. —Está encaprichado… —contesté tallándome la cara, desesperada. —Es cuestión de tiempo —agregó Marcos sentado a mi lado, besando el dorso de mi mano como si eso le ayudara a pensar. —Todos creen y aceptan que Stella es una floja e insoportable, me he esforzado en demostrar que soy mejor… pero Arturo no lo ve y nunca lo verá…
ARTURO VEGAVer a mi hija llorando me partió el alma, me acerqué a ella y su mirada traspasó mi corazón. —Por favor, papito, no te enojes conmigo —pidió entre los brazos de su abuela. —¿Cómo podría enojarme contigo, mi princesita linda? —dije limpiando las lágrimas de sus mejillas—. ¿Sabes lo hermoso que fue saber que existías? ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? No me importó hacer lo que fuera necesario para encontrarte. Cuando vi tus ojos supe que eras mi niña, mi hija, con la que soñaba intentando imaginar cómo te verías, cómo sonaría tu voz.—¿Y cómo suena su «voz» diciendo tantas mentiras? —preguntó Stella detrás de mí—. ¡Por ti esa niña está consentida! ¡Ahora me quiere echar la culpa del accidente! ¿Cómo puedes creer en lo que dice? ¡Los niños son mentirosos por naturaleza!—¡Cállate! —grité furioso, girando hacia ella—. Emilia no es una mentirosa…—Emilia está en mi contra, igual que todos… Me duele que te pongas de su lado cuando yo solo soy una víctima en todo esto —d
KATIA VEGA—Aprecio que alguien tuviera la consideración de avisarme… —refunfuñe viendo a Rosa y Lisa al pie de la cama, con sus caras llenas de lástima y preocupación.Marcos había salido junto con Arturo y Héctor, acompañado de un grupo considerable de trabajadores, dejando la finca prácticamente vacía. Mi pequeño Samuel se había perdido junto a Emilia. Supe de inmediato que Emilia quería huir antes de terminar viviendo con Stella lejos de nosotros, y Samuel, como su buen amigo, la siguió.—Marcos no quería mencionarlo porque tenía miedo de que tú… ya sabes —dijo Rosa viendo mi abdomen abultado.—¿Qué hay
MARCOS SAAVEDRALlegamos corriendo hasta orillas de la finca, todos los trabajadores veían como su hogar se convertía en cenizas. Las más cercanas a las llamas eran Rosa y la abuela, quien lloraba desconsolada. Héctor corrió hacia ellas, angustiado principalmente por Rosa, a quien limpió el hollín de las mejillas. —¿Estás bien? —preguntó en un susurró y ella asintió, pero su semblante aún demostraba angustia.—Katia y Lisa siguen adentro… —Rosa buscó mi mirada, suplicando en silencio que entrara, cuando volteó hacia Arturo su lástima cambió por reproche—. Fue Stella. —Héctor, quédate aquí con los niños y el resto, apresura a los bomberos antes de que se pierda todo —dije entregándole a Samuel en sus brazos.—¡No! ¡Papito! ¡No me dejes! ¡No! ¡Es muy peligroso! —exclamó mi pequeño aterrado en cuanto me acerqué a las llamas, estirando sus bracitos hacia mí para que regresara. —Tengo que ir por mamá y por tus hermanitos… —contesté con media sonrisa y acaricié su mejilla—. Todo estará b
ARTURO VEGALa madera golpeó mi cuerpo, aplastándolo contra el suelo. Mi mirada se nubló y el humo me estaba complicando el respirar. Cuando levanté la mirada, supliqué por haber hecho las cosas bien y tomar la mejor elección. A un metro de mí, la mujer que había decidido salvar comenzaba a recobrar la razón mientras tosía, en cuanto se levantó supe que mis esfuerzos no habían sido en vano y pese al dolor, me sentí más tranquilo. —¡Arturo! —exclamó esa hermosa pelirroja corriendo hacia mí, hincándose a mi lado, intentando desesperadamente levantar la viga—. ¡Aguanta!—Solo vete… —dije posando mi única mano libre sobre su espalda—. Sal de aquí. Sus ojos se llenaron de lágrimas y pude notar la desesperación en su semblante. —No te dejaré… —contestó con voz rota.—¿En verdad estás llorando por mí? —pregunté fingiendo estar divertido y estiré mi mano hasta que recogí una de sus lágrimas—. Vete, Lisa… Antes de que todo caiga. —Iré por ayuda… No pienso abandonarte —agregó acariciando mi
KATIA VEGAEl terror había pasado, mis pequeñas estaban sanas y salvas, después de discutirlo mucho, Marcos y yo acordamos que se llamarían Paula y Daniela, siendo Paula mi niña más tranquila, la que casi no lloraba y cuando lo hacía, rápido encontraba consuelo en los brazos de Marcos, ese era su sitio favorito, en cambio Daniela odiaba que la envolviéramos en sus cobijas, tenía aptitudes de escapista, y era la menos paciente a la hora de comer, pero cuando la arrullaba y le cantaba era la primera en caer dormida. Al parecer cada una había escogido a su papá favorito, aunque para nosotros no había una favorita. Cuando por fin las niñas estaban fuera de peligro y me dieron de alta, la mitad de mi corazón se quedó adentro del hospital, con mi hermano, el cual no quiso dejarme verlo, argumentando que mi prioridad eran mis hijas, pero… ¿no podía darle, aunque fueran cinco minutos de mi día al hombre que tanto quería y con el que crecí? Pues para él no era una opción y mi consuelo era que