Capítulo 118: ¿Quiere alguien pensar en los niños?

ARTURO VEGA

Ver a mi hija llorando me partió el alma, me acerqué a ella y su mirada traspasó mi corazón. —Por favor, papito, no te enojes conmigo —pidió entre los brazos de su abuela.

—¿Cómo podría enojarme contigo, mi princesita linda? —dije limpiando las lágrimas de sus mejillas—. ¿Sabes lo hermoso que fue saber que existías? ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? No me importó hacer lo que fuera necesario para encontrarte. Cuando vi tus ojos supe que eras mi niña, mi hija, con la que soñaba intentando imaginar cómo te verías, cómo sonaría tu voz.

—¿Y cómo suena su «voz» diciendo tantas mentiras? —preguntó Stella detrás de mí—. ¡Por ti esa niña está consentida! ¡Ahora me quiere echar la culpa del accidente! ¿Cómo puedes creer en lo que dice? ¡Los niños son mentirosos por naturaleza!

—¡Cállate! —grité furioso, girando hacia ella—. Emilia no es una mentirosa…

—Emilia está en mi contra, igual que todos… Me duele que te pongas de su lado cuando yo solo soy una víctima en todo esto —d
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