UGPEM. CAPÍTULO 63. "No cierres los ojos"Liam gruñó con desesperación, si los militares no estaban metidos en la desaparición de Max, entonces tenía que ser obra de quien lo estaba persiguiendo y no le quedaba más remedio que seguir acosando a su padre para que le diera un nombre.Ni siquiera imaginaba que mientras él descartaba la participación de Alcott, en todo aquello, el Coronel sonreía satisfecho porque ya sabía que sus órdenes se habían cumplido.Abrió una de las gavetas de su escritorio y sacó un celular desechable, con el que hizo una llamada. A más de cien kilómetros de allí, otro celular sonó sobre una mesa y la mujer lo levantó. Vio el número en la pantalla y de inmediato caminó apresurada buscando a Travis.—El general está llamando —murmuró mostrándole el teléfono y el exsoldado lo miró pon un largo segundo antes de tomarlo de su mano.—Ordene —saludó.—Me enteré de que ya tienes a Jhonson —sentenció el Coronel esperando la confirmación.Travis apretó los labios pero re
UGPEM. CAPÍTULO 64. Sabes que voy a volverLe dolía todo, como si cada célula de su cuerpo estuviera rebelándose contra ella. Más allá había una luz, lejana y fría, demasiado fría, Max no quería ir hacia ella, pero su conciencia se sacudió a medida que aquellas manos sacudían su cuerpo."Max... Max... tienes que despertar... ¡Max...!"Abrió los ojos sobresaltada y la luz ya no estaba lejana sino sobre ella. Tembló al darse cuenta de dónde estaba, sobre una camilla fría de metal, desnuda, con una sábana por encima. Tenía el cabello húmedo y olía a limpieza y desinfectante por todo el lugar, pero no podía ver el lugar porque las luces eran demasiado fuertes. Luces quirúrgicas, blancas... su respiración se hizo superficial y apretó los dientes con un gruñido de dolor.—Despacio, tienes que respirar despacio —escuchó a su lado una voz que la hizo tensarse, hasta que se dio cuenta de que no tenía las manos atadas.Quería levantarse y reaccionar pero estaba demasiado adolorida.—Mi pecho...
UGPEM. CAPÍTULO 65. SobreviviendoMax salió al frío de la madrugada, se abrazó el cuerpo y se dio fuerzas a pesar de todo para caminar. Llegó al final de la calle y se dio cuenta de dónde estaba: a quince calles de los muelles. No era demasiado para caminarlo en la madrugada, y aquella zona de la ciudad era relativamente segura.Apresuró el paso tanto como el dolor se lo permitió, y solo se detuvo cuando tuvo cerca el letrero luminoso de una farmacia.Lo pensó dos veces antes de entrar, pero necesitaba muchas cosas sin las que no podía irse. Su maleta de emergencia más cercana estaba demasiado lejos como para ir por ella. Se echó sobre la cabeza la capucha de la sudadera, entró en la farmacia y llenó una canasta de compra de todo lo que podía necesitar, y sobre todo eso puso tres pruebas de embarazo.Por suerte a esa hora no había nadie y la chica que estaba atendiendo miró varias de las cosas que llevaba con expresión preocupada.—Este... disculpe, pero si está embarazada no debería
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que
CAPÍTULO 2. Una mujer que quiere venganza.Un año después.Alexa Carusso era una mujer hermosa y lo sabía, pero más que eso, era una mujer determinada, fuerte y con una voluntad de arrasar con todo a su paso, por un simple motivo: había perdido todo, y venía dispuesta a recuperarlo.Precisamente por eso había pasado un año preparándose, un año tejiendo sus hilos para ganarse aquel puesto como analista en el departamento económico de Hamilton Holding Enterprise, más conocido como el grupo HHE. Era la empresa más poderosa en el área de la tecnología, y su dueño era el único hombre que a Alexa le interesaba en el mundo: Scott Hamilton.El señor Hamilton era un hombre escurridizo, al punto de ocultarle exitosamente su rostro a los medios, y eliminar cualquier noticia privada o foto suya de internet. Sin embargo todos los que lo conocían estaban de acuerdo en algo: Era un hombre despiadado, feroz, horrible... ¡y Alexa estaba allí para conquistarlo!Manejó su discreta camioneta Honda hasta
CAPÍTULO 3. ¡Tú!Y como no existe nada más fuerte que la voluntad de una mujer que quiere venganza, Alexa se llevó el trabajo a casa, apenas durmió, pero cuando estaba amaneciendo por fin aquel error se reveló ante ella.—Alguien lo está robando —sonrió Alexa y corrió a preparar café mientras Howard salía de su habitación medio dormido.—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas como gata en celo? —protestó.—¡Alguien está robándole a Scott Hamilton! —exclamó Alexa emocionada—. ¡Nadie es invulnerable en la vida, y alguien le está robando al ogro, así que ya tengo mi camino abierto hacia él!Sin embargo muy pronto Alexa se daría cuenta de que aquella alegría era demasiado prematura. En cuanto le dijo al señor Malcovich que había encontrado problemas en los números, el supervisor le quitó los documentos sin siquiera preguntarle dónde estaba el problema.—¡Oiga, yo debería hablar con el señor Hamilton de esto! —sentenció ella sin saber las intenciones de Malcovich.—Esto está muy por encima de su nivel
CAPÍTULO 4. Un hombre que no tolera desafíosAlexa quería que la tierra se la tragara. Había ido a aquella empresa a conquistar al CEO y había acabado ofendiéndolo de la peor forma posible. Sabía que tendría suerte si no la ponía de patitas en la calle antes de dejarla hablar ¡y encima llegaba peleándose con su supervisor!"¡Mierda!" pensó mientras Malcovich entraba corriendo tras ella, con cara de espanto.Sin embargo las emociones de Scott Hamilton parecían tan controladas como una bomba a punto de explotar. Se levantó despacio y miró a Alexa de arriba abajo. Estaba despeinada, descalza, desarreglada, el sudor le corría desde la frente y caía en pequeñas gotas entre sus pechos, mientras jadeaba por el esfuerzo de subir las escaleras... Parecía exactamente la bruja que era y lo peor de todo era que Scott Hamilton solo quería quitarle aquel sudor entre los pechos con la lengua. ¡¿Pero a él qué diablos le pasaba con aquella mujer?!—¿Qué demonios es esto? —gruñó cuando la vio detenerse
CAPÍTULO 5. Un juego demasiado peligrosoScott achicó los ojos. Quería asfixiar a aquella mujer con sus propias manos, pero no era un hombre estúpido.—Pon los documentos sobre mi escritorio. Dile a Malcovich que espere —ordenó y un instante después se quedaba solo.Scott respiró intentando calmarse y luego se sentó. Tomó su pluma favorita y abrió aquella carpeta. Ya había visto aquel contrato, había revisado los números de forma superficial y no había encontrado problemas, sin embargo las notas al margen de aquellas hojas, en pulcra caligrafía femenina, le contaban una historia muy diferente.Se echó adelante en el asiento, y lo repasó una y otra vez, pero los números no mentían. Ella se había dado cuenta de un mínimo error que podía costarle millones en los siguientes tres años.—¡Mierda, tenía razón la bruja! —siseó. Y eso también significaba otra cosa: Que Malcovich había tratado de engañarlo. Lo hizo pasar y apenas atravesó la puerta lo increpó—. ¡¿Por qué querías ocultarme esto!