CAPÍTULO 5. Un juego demasiado peligroso
Scott achicó los ojos. Quería asfixiar a aquella mujer con sus propias manos, pero no era un hombre estúpido.
—Pon los documentos sobre mi escritorio. Dile a Malcovich que espere —ordenó y un instante después se quedaba solo.
Scott respiró intentando calmarse y luego se sentó. Tomó su pluma favorita y abrió aquella carpeta. Ya había visto aquel contrato, había revisado los números de forma superficial y no había encontrado problemas, sin embargo las notas al margen de aquellas hojas, en pulcra caligrafía femenina, le contaban una historia muy diferente.
Se echó adelante en el asiento, y lo repasó una y otra vez, pero los números no mentían. Ella se había dado cuenta de un mínimo error que podía costarle millones en los siguientes tres años.
—¡Mierda, tenía razón la bruja! —siseó. Y eso también significaba otra cosa: Que Malcovich había tratado de engañarlo. Lo hizo pasar y apenas atravesó la puerta lo increpó—. ¡¿Por qué querías ocultarme esto!?
El hombre se puso blanco como un papel.
—No... yo no quería... ¡Es que ella hizo un informe deficiente y yo no quería entregarle esa basura, señor Hamilton! —se defendió el supervisor.
—¡No trates de engañarme, que no soy estúpido! ¡El informe está perfecto! ¡Acabo de revisarlo y efectivamente es un fraude! —rugió Scott—. Así que explícame esto: ¿No te diste cuenta del fraude? ¿O trataste de ocultármelo cuando ella te lo señaló?
Malcovich parecía al borde de un colapso.
—¡Solo es una igualada! ¡Una maleducada...! —gritó con impotencia.
—¡Me da igual lo que sea! ¡No cambia el hecho de que estaba tratando de salvarme de un fraude mientras tú me dejabas caer en él! —replicó Scott lleno de rabia—. Lo único menos grave sería que hayas tratado de sacarla de en medio para quedarte con el crédito, e incluso eso es despreciable. Así que dime: ¿Cómo te salvo?
El cuerpo de Scott Hamilton vibraba de rabia y el del hombre frente a él temblaba de miedo.
—Yo he trabajado en esta empresa muchos años... siempre le he sido fiel... pero a veces uno se deja influenciar... se equivoca...
—Estás despedido —lo interrumpió Scott con voz gélida mientras Malcovich se llevaba una mano al pecho y hacía una mueca de dolor. El CEO de HHE se abotonó el saco y tomó la carpeta antes de pasar junto a él—. Recoge tus cosas y vete, y si te vas a morir, muérete fuera de mi edificio, que no quiero policías aquí.
Salió de la oficina y se detuvo por un instante frente al escritorio de su asistente.
—Necesito todos los datos de la bruja que me trajo los documentos, tienes diez minutos.
Y en efecto, diez minutos después, Scott Hamilton tenía en sus manos la hoja de vida de Alexa Carusso. No era muy extensa, pero ciertamente era muy interesante.
—Veintitrés años. Soltera. Alérgica a las nueces. Sin antecedentes penales… “todavía” —pensó con sarcasmo—. Graduada de Economía, con un Master en Análisis de Riesgo en... Harvard. ¡Con razón es inteligente la condenada! ¡Hay que ver de dónde sacó lo bocona, pero inteligente sí es! —murmuró pensativo.
Sin embargo que aquella mujer fuera una genio de los números, eso no eliminaba el problema principal: a la mujer le gustaba desafiarlo, ¡lo había hecho ya dos veces! y él era un hombre que no toleraba desafíos.
Scott Hamilton era muy consciente de su carácter, era impaciente y temperamental; pero si él era una bomba, ¡ella tenía una habilidad especial para hacerlo explotar cada vez que lo veía!
Tomó el ascensor, se dirigió a la que le dijeron que era su oficina y abrió la puerta sin siquiera tocar.
—¡Maldición! —gritó Alexa y Scott pasó saliva cuando la vio medio desnuda frente a él. ¡Estaba como para arrastrarse a sus pies! Sintió el latigazo doloroso contra sus pantalones y sonrió internamente. ¡¿Cómo podía querer matarla y follársela, todo a la misma vez?! Sin embargo en un segundo la voz demandante de la mujer lo devolvió a la realidad—. ¿Nadie le enseñó a tocar a la puerta de sus empleados?
—Solo te devuelvo la cortesía de hace un rato —replicó Scott mirándola de arriba abajo sin ninguna vergüenza—. ¿Nadie te dijo que la oficina no es para hacer striptease?
Alexa le dirigió una mirada sardónica.
—Me estoy cambiando porque mi jefe me dijo que huelo a ordeñadora de vacas —siseó ella con una risa desafiante—. ¿Pero striptease? ¡Ya quisieras, niño bonito!
En dos zancadas Scott Hamilton cruzó la distancia entre ellos y su mano derecha se cerró con fiereza sobre las mejillas de Alexa, dejándola muda y dilatando sus pupilas mientras él se acercaba peligrosamente a su boca. ¡Aquí estaba otra vez, esa lengua que lo sacaba de quicio en un segundo! Y Scott se regodeó sobre ella con un pequeño gruñido de satisfacción.
—Esto es acoso... —murmuró Alexa.
—Tu informe es correcto —siseó Scott sintiendo cómo la mujer se estremecía contra él—. Y tú todavía no sabes lo que es acoso. Malcovich está despedido, mañana a primera hora preséntate en mi oficina... ¡que yo te voy a enseñar cómo se juega con este niño bonito, señorita Carusso!
CAPÍTULO 6. Desafiando al “Señor Hamilton”Scott Hamilton era un hombre de treinta y cuatro años, medía uno ochenta y ocho y pesaba ciento doce kilos. Tenía tatuada gran parte de la mitad derecha de su cuerpo y sus ojos eran de un azul aguamarina clarísimo.Le gustaba el kick-boxing y los autos rápidos, con una predilección especial por los Ferraris; y lo no-humano que más amaba en el mundo era a Beast, su mastín italiano.Había heredado una pequeña fortuna en la industria de calzado gracias a su padre, pero en el momento en que habían puesto aquella empresa en sus manos la había vendido y había usado el dinero para levantar un imperio en el sector de la tecnología. Creaban los mejores videojuegos y las mejores consolas. Tenía miles de profesionales trabajando para él y su solo nombre se había convertido en una marca.Las revistas lo catalogaban como uno de los diez solteros más codiciados del planeta, así que si Scott Hamilton tenía algo de sobra, era mucha seguridad en sí mismo... ¡
CAPÍTULO 7. Una bomba a punto de explotarScott Hamilton se apoyó en el escritorio y soltó todo el aire que había contenido, dándose cuenta de que tenía el corazón desbocado como un caballo de carreras.—¡La odio! —gruñó con rabia, pero un instante después sonrió al darse cuenta de que su venganza ya estaba en marcha.A partir de ese día el ascenso de Alexa Carusso sería su condena. Los ejecutivos la odiaban y sus propios subordinados, el resto de los analistas, la detestaban por haberle quitado el trabajo a su antiguo supervisor.A medida que pasaban los días, Alexa se encontraba hundiéndose más y más en un pozo de desesperación. Su trabajo en la empresa tenía un claro objetivo, pero rápidamente se convirtió en una pesadilla al ser constantemente menospreciada y acosada por el resto de sus compañeros.Presentar quejas en Recursos Humanos era inútil, porque parecía que el mismo jefe lo permitía. La trataban con desprecio y falta de respeto, y todos intentaban mangonearla.Pero a pesar
CAPÍTULO 8. Todo sobre ellaLa sonrisa de Scott Hamilton se convirtió en una expresión de espanto en un segundo mientras corría hacia el saloncito de descanso. La cafetera industrial había estallado de una forma extraña y la mitad de las paredes estaban llenas de café.—¡Maldición! ¡Maldición! —exclamó Scott derrapando junto al cuerpo inconsciente de Alexa y golpeándole la cara con gesto desesperado—. ¿Alexa...? ¡Alexa!Pero ella no reaccionó. Su cuerpo temblaba y estaba muy caliente, como si estuviera sufriendo un terrible shock.—¡Llamen a una ambulancia! —gritó y se giró hacia el ejecutivo que le había hablado antes—. ¡Tú, Milton, llama a una ambulancia y no salgas de mi vista! —ordenó.Aterrorizado, Scott intentó desesperadamente despertar a Alexa de su estado de inconsciencia. Pero cuando la tocó se dio cuenta de que su pecho estaba hirviendo. La explosión de la máquina de café industrial había lanzado chorros de líquido caliente por toda la habitación, empapando a Alexa en café
CAPÍTULO 9. La mitad de un hombre arrepentidoNo pasó mucho tiempo hasta que se regreso contestó otro mensaje."Considéralo hecho"Y durante las siguientes cuatro horas Scott esperó impaciente a que Alexa despertara y cuando por fin lo hizo, la primera mirada que le dirigió fue de acusación.—Lamento mucho lo que pasó —dijo Scott y a Alexa se le cristalizaron los ojos por el esfuerzo mientras se sentaba.—¿Por qué el CEO Hamilton tendría que lamentar el accidente de su empleada más odiada...?—¡Alexa...!—...A menos que no fuera un accidente —terminó ella y por la mirada de Scott supo que había dado en el clavo. Por algo todos habían salido huyendo cuando ella se había acercado a aquella cafetera—. ¿Tú hiciste esto? —lo increpó.—¡Claro que no! —gruñó Scott entre dientes—. ¡Soy un hijo de puta, pero tengo formas más efectivas de doblegarte que haciendo explotar una cafetera en tu cara!—¿¡Ah sí!? ¿Como cuáles?—Como despedirte —replicó él tajante—. Me gusta jugar contigo, muñeca, pero
CAPÍTULO 10. El drama de las ochoUna semana. Había pasado una semana desde que aquella cafetera había explotado en el saloncito de descanso. Alexa estaba mejor, había regresado a trabajar a los dos días contra todas las indicaciones del médico, y sus compañeros no habían vuelto a cruzarse en su camino ni siquiera para dar los buenos días.Para nadie era un secreto que el CEO Hamilton había mandado a investigar el supuesto accidente y Daniel Craig, el abogado de la compañía, había incomodado a todos con su presencia lo suficiente como para que nadie se atreviera a volver a hacerle otra broma a Alexa.Scott, por su parte, había contratado a un equipo de consultores externos y los había instalado en una de las salas de juntas. Cinco expertos que mantenían aquella habitación inmaculada y todos los documentos en perfecto orden, sin embargo...—¡¿Cómo que no han encontrado nada?! —Scott no podía creer lo que le estaba diciendo aquel hombre—. Dígamelo de nuevo, porque debo estar sordo.—Cál
CAPÍTULO 11. Sometiendo a una chica malaEl rostro de Scott Hamilton se ensombreció en un segundo.—¿De qué estás hablando?—Ven, mira aquí —Alexa sacó tres expedientes y el CEO se puso a revisarlos de inmediato.Cinco minutos después echaba atrás la silla del escritorio de Alexa y se sentaba, revisando cada una de las inversiones que Alexa le señalaba. Tres casos más, tres problemas... ¡y él no había notado ninguno!—¡Maldición! —gritó lanzando la pluma contra una de las pizarras—. ¿Cómo no vi nada de esto? ¡Tres fraudes más!—Lo bueno es que dos de esos contratos todavía están en periodo de rescisión, puedes cancelarlos, pero el tercero... —murmuró Alexa y Scott golpeó la mesa.—¿De cuánto van a ser las pérdidas? —preguntó.—Si lo cancelas hoy mismo, poco más de cinco millones —respondió ella.—No es mucho... —suspiró Scott con alivio mientras se levantaba.—No, pero si alguien se embolsó cinco millones sin que lo notaras, quizás esta no sea la primera vez que lo haga —replicó la mu
CAPÍTULO 12. Una descarga… especialAlexa respiró pesadamente mientras sus senos subían y bajaban contra el pecho cincelado de Scott Hamilton. Podía sentir el calor de su cuerpo presionando contra el suyo, y podía saborear su aliento mientras la besaba apasionadamente.No pudo evitar gemir de deseo, sintiendo que una oleada de placer recorría su cuerpo. Estaba completamente perdida en el momento, invadida por intensas emociones que no quería tener. Ya no.Él empuñó el cabello de su nuca mientras profundizaba y dominaba aquel beso, explorando su boca con la lengua. No podía apartar las manos de su cuerpo y trazó un camino de dulces y abrasadores mordiscos por su cuello y por su clavícula. Aquella mujer lo volvía loco y no podía negarlo. No podía controlar sus pensamientos, no podía controlar sus reacciones, no podería controlar aquella lengua que lo retaba a cada instante, y el hecho de que fuera una mujer tan inteligente y encima lo supiera, solo lo hacía peor.El deseo de Scott por A
CAPÍTULO 13. Todo el trabajo de toda una vidaEmbargado por la frustración, Scott agachó la cabeza y respiró hondo mientras intentaba defenderse. Era verdad que había perdido esas citas, pero era porque le habían surgido emergencias en la compañía o porque se le había presentado alguna reunión más importante.—¡Soy uno de los mayores inversionistas tecnológicos de este país, no van a echarme solo por unas citas vencidas y unos papeles atrasados! —aseguró con calma.—Pues te equivocas, porque ya nos dieron el aviso de sesenta días —dijo el abogado mostrándole el documento fechado y firmado por todas las instituciones migratorias. Scott tomó el papel y lo leyó como si fuera algo irreal—. Aquí lo dejaron bien claro: tienes sesenta días para poner tus negocios en orden, cuando ese plazo se cumpla, te deportarán a Inglaterra.Scott se puso lívido, en aquel justo momento era una locura abandonar su vida en Estados Unidos para regresar a Inglaterra. Estaba en medio de varios contratos import