CAPÍTULO 8. Todo sobre ellaLa sonrisa de Scott Hamilton se convirtió en una expresión de espanto en un segundo mientras corría hacia el saloncito de descanso. La cafetera industrial había estallado de una forma extraña y la mitad de las paredes estaban llenas de café.—¡Maldición! ¡Maldición! —exclamó Scott derrapando junto al cuerpo inconsciente de Alexa y golpeándole la cara con gesto desesperado—. ¿Alexa...? ¡Alexa!Pero ella no reaccionó. Su cuerpo temblaba y estaba muy caliente, como si estuviera sufriendo un terrible shock.—¡Llamen a una ambulancia! —gritó y se giró hacia el ejecutivo que le había hablado antes—. ¡Tú, Milton, llama a una ambulancia y no salgas de mi vista! —ordenó.Aterrorizado, Scott intentó desesperadamente despertar a Alexa de su estado de inconsciencia. Pero cuando la tocó se dio cuenta de que su pecho estaba hirviendo. La explosión de la máquina de café industrial había lanzado chorros de líquido caliente por toda la habitación, empapando a Alexa en café
CAPÍTULO 9. La mitad de un hombre arrepentidoNo pasó mucho tiempo hasta que se regreso contestó otro mensaje."Considéralo hecho"Y durante las siguientes cuatro horas Scott esperó impaciente a que Alexa despertara y cuando por fin lo hizo, la primera mirada que le dirigió fue de acusación.—Lamento mucho lo que pasó —dijo Scott y a Alexa se le cristalizaron los ojos por el esfuerzo mientras se sentaba.—¿Por qué el CEO Hamilton tendría que lamentar el accidente de su empleada más odiada...?—¡Alexa...!—...A menos que no fuera un accidente —terminó ella y por la mirada de Scott supo que había dado en el clavo. Por algo todos habían salido huyendo cuando ella se había acercado a aquella cafetera—. ¿Tú hiciste esto? —lo increpó.—¡Claro que no! —gruñó Scott entre dientes—. ¡Soy un hijo de puta, pero tengo formas más efectivas de doblegarte que haciendo explotar una cafetera en tu cara!—¿¡Ah sí!? ¿Como cuáles?—Como despedirte —replicó él tajante—. Me gusta jugar contigo, muñeca, pero
CAPÍTULO 10. El drama de las ochoUna semana. Había pasado una semana desde que aquella cafetera había explotado en el saloncito de descanso. Alexa estaba mejor, había regresado a trabajar a los dos días contra todas las indicaciones del médico, y sus compañeros no habían vuelto a cruzarse en su camino ni siquiera para dar los buenos días.Para nadie era un secreto que el CEO Hamilton había mandado a investigar el supuesto accidente y Daniel Craig, el abogado de la compañía, había incomodado a todos con su presencia lo suficiente como para que nadie se atreviera a volver a hacerle otra broma a Alexa.Scott, por su parte, había contratado a un equipo de consultores externos y los había instalado en una de las salas de juntas. Cinco expertos que mantenían aquella habitación inmaculada y todos los documentos en perfecto orden, sin embargo...—¡¿Cómo que no han encontrado nada?! —Scott no podía creer lo que le estaba diciendo aquel hombre—. Dígamelo de nuevo, porque debo estar sordo.—Cál
CAPÍTULO 11. Sometiendo a una chica malaEl rostro de Scott Hamilton se ensombreció en un segundo.—¿De qué estás hablando?—Ven, mira aquí —Alexa sacó tres expedientes y el CEO se puso a revisarlos de inmediato.Cinco minutos después echaba atrás la silla del escritorio de Alexa y se sentaba, revisando cada una de las inversiones que Alexa le señalaba. Tres casos más, tres problemas... ¡y él no había notado ninguno!—¡Maldición! —gritó lanzando la pluma contra una de las pizarras—. ¿Cómo no vi nada de esto? ¡Tres fraudes más!—Lo bueno es que dos de esos contratos todavía están en periodo de rescisión, puedes cancelarlos, pero el tercero... —murmuró Alexa y Scott golpeó la mesa.—¿De cuánto van a ser las pérdidas? —preguntó.—Si lo cancelas hoy mismo, poco más de cinco millones —respondió ella.—No es mucho... —suspiró Scott con alivio mientras se levantaba.—No, pero si alguien se embolsó cinco millones sin que lo notaras, quizás esta no sea la primera vez que lo haga —replicó la mu
CAPÍTULO 12. Una descarga… especialAlexa respiró pesadamente mientras sus senos subían y bajaban contra el pecho cincelado de Scott Hamilton. Podía sentir el calor de su cuerpo presionando contra el suyo, y podía saborear su aliento mientras la besaba apasionadamente.No pudo evitar gemir de deseo, sintiendo que una oleada de placer recorría su cuerpo. Estaba completamente perdida en el momento, invadida por intensas emociones que no quería tener. Ya no.Él empuñó el cabello de su nuca mientras profundizaba y dominaba aquel beso, explorando su boca con la lengua. No podía apartar las manos de su cuerpo y trazó un camino de dulces y abrasadores mordiscos por su cuello y por su clavícula. Aquella mujer lo volvía loco y no podía negarlo. No podía controlar sus pensamientos, no podía controlar sus reacciones, no podería controlar aquella lengua que lo retaba a cada instante, y el hecho de que fuera una mujer tan inteligente y encima lo supiera, solo lo hacía peor.El deseo de Scott por A
CAPÍTULO 13. Todo el trabajo de toda una vidaEmbargado por la frustración, Scott agachó la cabeza y respiró hondo mientras intentaba defenderse. Era verdad que había perdido esas citas, pero era porque le habían surgido emergencias en la compañía o porque se le había presentado alguna reunión más importante.—¡Soy uno de los mayores inversionistas tecnológicos de este país, no van a echarme solo por unas citas vencidas y unos papeles atrasados! —aseguró con calma.—Pues te equivocas, porque ya nos dieron el aviso de sesenta días —dijo el abogado mostrándole el documento fechado y firmado por todas las instituciones migratorias. Scott tomó el papel y lo leyó como si fuera algo irreal—. Aquí lo dejaron bien claro: tienes sesenta días para poner tus negocios en orden, cuando ese plazo se cumpla, te deportarán a Inglaterra.Scott se puso lívido, en aquel justo momento era una locura abandonar su vida en Estados Unidos para regresar a Inglaterra. Estaba en medio de varios contratos import
CAPÍTULO 14. Enemigos íntimosScott negó con vehemencia. Jamás había pensado en el matrimonio como un asunto que tuviera ninguna cabida en su vida. Por desgracia sus padres no habían sido personas particularmente amorosas, y Scott había presenciado demasiadas disputas domésticas como para saber que eso no era lo suyo.—¡Ese es un recurso muy desesperado! —siseó mientras se metía las manos en los bolsillos.—Dijiste que quieres salvar tu empresa ¿no? —replicó Daniel—. Pues esta es la forma: Te casas, consigues una visa permanente, te quedas aquí, salvas tu empresa y sigues con tu vida.—La alternativa también es simple —lo apoyó el señor Gerard Hamilton—: No te casas, te deportan, te arruinas, y te matas trabajando los siguientes diez años para no lograr ni un tercio en Inglaterra de lo que has logrado aquí... Como yo lo veo, tienes que ser idiota para no querer dar el "sí".Scott bufó con frustración.—Déjame pensarlo —pidió.—Está bien, pero no lo pienses mucho, porque no nos sobra e
CAPÍTULO 15. Una solución desesperada.Salió de allí apurado para no ver la pequeña sonrisa de triunfo en la diabólica boquita de aquella mujer y sacó el teléfono para llamar a su abuelo.—Está bien. Me caso —escupió como si aquella aceptación le quemara la boca—. No sé qué haya que hacer ahora pero... organízalo.Aquello iba a ser un suplicio, pero a Scott no le quedó más remedio que asumirlo. Esa noche Gerard Hamilton y Daniel Craig se pusieron de acuerdo y para el día siguiente ya le habían organizado más de veinte entrevistas con candidatas elegibles para ser su esposa.Scott se sentía como un condenado a muerte que aguardaba su ejecución. Aquella noche no durmió nada bien y al día siguiente, cuando llegó la hora de empezar las entrevistas, casi le dio un ataque al corazón.La primera candidata fue una joven de veinticinco años llamada Emily Walters. Era alta, delgada y rubia, con unos ojos azules que parecían mirarlo como si él fuera un dios o algo así. Scott supo en el acto que