UGPEM. CAPITULO 61. Me imagino que no esperabas verme...Max no supo cuánto tiempo más pasó así. Horas, días... no había un reloj ni un rayo de sol en aquel cuartucho y llegó a pensar incluso que estaba bajo tierra. Los disparos que habían pegado en su espalda le dolían horriblemente, pero no eran peores que un disparo que le hubiera atravesado la carne y aun así se sentía muy débil.Pero en cierto punto aquella puerta se abrió. La mujer tiró de ella para hacer que se levantara y a tropezones la sacó del apestoso cuarto hacia otro... menos apestoso pero igual de oscuro. La sentaron en una mesa y pusieron un pequeño sándwich de queso frente a ella. Max tenía hambre, así que intentó con todas sus fuerzas pasar algunos bocados, porque sin eso sabría que no podría defenderse llegado el momento.La única lámpara de la habitación se enfocaba en la mesa, pero Max podía ver las sombras moverse cerca de las paredes de la enorme habitación.Finalmente sintió pasos acercándose a su espalda y cru
UGPEM. CAPÍTULO 62. ¡Se llevaron a mi mujer...!Tenía que encontrarla. Liam sentía que apenas podía respirar de la rabia que llevaba, de la impotencia y la desesperación porque no podía evitar pensar que si hubiera actuado con la cabeza más fría solo por un instante ella estaría allí.—¡Tenemos que encontrarla! —exclamó.Marquet y Saínz se miraron con preocupación.—Podemos... podemos intentar contactar con unos amigos de la policía militar —murmuró Saínz.—Yo veré con otro de nuestros compañeros si podemos rastrear su teléfono, aunque lo más probables es que esté derretido entre los escombros.—¡Hagan lo que tengan que hacer, pero debemos encontrarla lo más pronto posible! —murmuró Liam mientras sentía que el pecho empezaba a dolerle.Los dos guardaespaldas hicieron todo lo posible, decenas de llamadas, movieron hilos y cobraron favores pero nadie tenía ni una sola pista de dónde podía estar Max.—La policía militar venía a buscarla pero...—¿Crees que podría haber sido detenida? —pr
UGPEM. CAPÍTULO 63. "No cierres los ojos"Liam gruñó con desesperación, si los militares no estaban metidos en la desaparición de Max, entonces tenía que ser obra de quien lo estaba persiguiendo y no le quedaba más remedio que seguir acosando a su padre para que le diera un nombre.Ni siquiera imaginaba que mientras él descartaba la participación de Alcott, en todo aquello, el Coronel sonreía satisfecho porque ya sabía que sus órdenes se habían cumplido.Abrió una de las gavetas de su escritorio y sacó un celular desechable, con el que hizo una llamada. A más de cien kilómetros de allí, otro celular sonó sobre una mesa y la mujer lo levantó. Vio el número en la pantalla y de inmediato caminó apresurada buscando a Travis.—El general está llamando —murmuró mostrándole el teléfono y el exsoldado lo miró pon un largo segundo antes de tomarlo de su mano.—Ordene —saludó.—Me enteré de que ya tienes a Jhonson —sentenció el Coronel esperando la confirmación.Travis apretó los labios pero re
UGPEM. CAPÍTULO 64. Sabes que voy a volverLe dolía todo, como si cada célula de su cuerpo estuviera rebelándose contra ella. Más allá había una luz, lejana y fría, demasiado fría, Max no quería ir hacia ella, pero su conciencia se sacudió a medida que aquellas manos sacudían su cuerpo."Max... Max... tienes que despertar... ¡Max...!"Abrió los ojos sobresaltada y la luz ya no estaba lejana sino sobre ella. Tembló al darse cuenta de dónde estaba, sobre una camilla fría de metal, desnuda, con una sábana por encima. Tenía el cabello húmedo y olía a limpieza y desinfectante por todo el lugar, pero no podía ver el lugar porque las luces eran demasiado fuertes. Luces quirúrgicas, blancas... su respiración se hizo superficial y apretó los dientes con un gruñido de dolor.—Despacio, tienes que respirar despacio —escuchó a su lado una voz que la hizo tensarse, hasta que se dio cuenta de que no tenía las manos atadas.Quería levantarse y reaccionar pero estaba demasiado adolorida.—Mi pecho...
UGPEM. CAPÍTULO 65. SobreviviendoMax salió al frío de la madrugada, se abrazó el cuerpo y se dio fuerzas a pesar de todo para caminar. Llegó al final de la calle y se dio cuenta de dónde estaba: a quince calles de los muelles. No era demasiado para caminarlo en la madrugada, y aquella zona de la ciudad era relativamente segura.Apresuró el paso tanto como el dolor se lo permitió, y solo se detuvo cuando tuvo cerca el letrero luminoso de una farmacia.Lo pensó dos veces antes de entrar, pero necesitaba muchas cosas sin las que no podía irse. Su maleta de emergencia más cercana estaba demasiado lejos como para ir por ella. Se echó sobre la cabeza la capucha de la sudadera, entró en la farmacia y llenó una canasta de compra de todo lo que podía necesitar, y sobre todo eso puso tres pruebas de embarazo.Por suerte a esa hora no había nadie y la chica que estaba atendiendo miró varias de las cosas que llevaba con expresión preocupada.—Este... disculpe, pero si está embarazada no debería
CAPÍTULO 1. El dolor de la traición.Alejandra sonrió mientras saludaba amablemente a todos los invitados de su boda. Había más de quinientas personas, casi todas celebridades o gente importante de la industria chocolatera del mundo. Y era que a su modo, Alejandra Sanromán era también una celebridad.Era una rica heredera de California, y a pesar de haberse quedado huérfana a los catorce años, había crecido para ser una mujer fuerte y trabajadora. A sus veintidós años dirigía con éxito la empresa de sus padres, y acababa de casarse con el hombre que amaba.Lo tenía todo, su vida era perfecta, pero en cuanto se puso a buscar a su marido, Alberto, ni siquiera imaginaba lo pronto que aquella sensación de felicidad desaparecería.Alejandra lo buscó por toda la mansión, sin embargo se quedó petrificada al pasar frente a la habitación de su prima Claudette. Adentro se escuchaban los gemidos y jadeos característicos de dos personas teniendo sexo, y de repente su prima mencionó un nombre que
CAPÍTULO 2. Una mujer que quiere venganza.Un año después.Alexa Carusso era una mujer hermosa y lo sabía, pero más que eso, era una mujer determinada, fuerte y con una voluntad de arrasar con todo a su paso, por un simple motivo: había perdido todo, y venía dispuesta a recuperarlo.Precisamente por eso había pasado un año preparándose, un año tejiendo sus hilos para ganarse aquel puesto como analista en el departamento económico de Hamilton Holding Enterprise, más conocido como el grupo HHE. Era la empresa más poderosa en el área de la tecnología, y su dueño era el único hombre que a Alexa le interesaba en el mundo: Scott Hamilton.El señor Hamilton era un hombre escurridizo, al punto de ocultarle exitosamente su rostro a los medios, y eliminar cualquier noticia privada o foto suya de internet. Sin embargo todos los que lo conocían estaban de acuerdo en algo: Era un hombre despiadado, feroz, horrible... ¡y Alexa estaba allí para conquistarlo!Manejó su discreta camioneta Honda hasta
CAPÍTULO 3. ¡Tú!Y como no existe nada más fuerte que la voluntad de una mujer que quiere venganza, Alexa se llevó el trabajo a casa, apenas durmió, pero cuando estaba amaneciendo por fin aquel error se reveló ante ella.—Alguien lo está robando —sonrió Alexa y corrió a preparar café mientras Howard salía de su habitación medio dormido.—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas como gata en celo? —protestó.—¡Alguien está robándole a Scott Hamilton! —exclamó Alexa emocionada—. ¡Nadie es invulnerable en la vida, y alguien le está robando al ogro, así que ya tengo mi camino abierto hacia él!Sin embargo muy pronto Alexa se daría cuenta de que aquella alegría era demasiado prematura. En cuanto le dijo al señor Malcovich que había encontrado problemas en los números, el supervisor le quitó los documentos sin siquiera preguntarle dónde estaba el problema.—¡Oiga, yo debería hablar con el señor Hamilton de esto! —sentenció ella sin saber las intenciones de Malcovich.—Esto está muy por encima de su nivel