CAPÍTULO 10. El drama de las ochoUna semana. Había pasado una semana desde que aquella cafetera había explotado en el saloncito de descanso. Alexa estaba mejor, había regresado a trabajar a los dos días contra todas las indicaciones del médico, y sus compañeros no habían vuelto a cruzarse en su camino ni siquiera para dar los buenos días.Para nadie era un secreto que el CEO Hamilton había mandado a investigar el supuesto accidente y Daniel Craig, el abogado de la compañía, había incomodado a todos con su presencia lo suficiente como para que nadie se atreviera a volver a hacerle otra broma a Alexa.Scott, por su parte, había contratado a un equipo de consultores externos y los había instalado en una de las salas de juntas. Cinco expertos que mantenían aquella habitación inmaculada y todos los documentos en perfecto orden, sin embargo...—¡¿Cómo que no han encontrado nada?! —Scott no podía creer lo que le estaba diciendo aquel hombre—. Dígamelo de nuevo, porque debo estar sordo.—Cál
CAPÍTULO 11. Sometiendo a una chica malaEl rostro de Scott Hamilton se ensombreció en un segundo.—¿De qué estás hablando?—Ven, mira aquí —Alexa sacó tres expedientes y el CEO se puso a revisarlos de inmediato.Cinco minutos después echaba atrás la silla del escritorio de Alexa y se sentaba, revisando cada una de las inversiones que Alexa le señalaba. Tres casos más, tres problemas... ¡y él no había notado ninguno!—¡Maldición! —gritó lanzando la pluma contra una de las pizarras—. ¿Cómo no vi nada de esto? ¡Tres fraudes más!—Lo bueno es que dos de esos contratos todavía están en periodo de rescisión, puedes cancelarlos, pero el tercero... —murmuró Alexa y Scott golpeó la mesa.—¿De cuánto van a ser las pérdidas? —preguntó.—Si lo cancelas hoy mismo, poco más de cinco millones —respondió ella.—No es mucho... —suspiró Scott con alivio mientras se levantaba.—No, pero si alguien se embolsó cinco millones sin que lo notaras, quizás esta no sea la primera vez que lo haga —replicó la mu
CAPÍTULO 12. Una descarga… especialAlexa respiró pesadamente mientras sus senos subían y bajaban contra el pecho cincelado de Scott Hamilton. Podía sentir el calor de su cuerpo presionando contra el suyo, y podía saborear su aliento mientras la besaba apasionadamente.No pudo evitar gemir de deseo, sintiendo que una oleada de placer recorría su cuerpo. Estaba completamente perdida en el momento, invadida por intensas emociones que no quería tener. Ya no.Él empuñó el cabello de su nuca mientras profundizaba y dominaba aquel beso, explorando su boca con la lengua. No podía apartar las manos de su cuerpo y trazó un camino de dulces y abrasadores mordiscos por su cuello y por su clavícula. Aquella mujer lo volvía loco y no podía negarlo. No podía controlar sus pensamientos, no podía controlar sus reacciones, no podería controlar aquella lengua que lo retaba a cada instante, y el hecho de que fuera una mujer tan inteligente y encima lo supiera, solo lo hacía peor.El deseo de Scott por A
CAPÍTULO 13. Todo el trabajo de toda una vidaEmbargado por la frustración, Scott agachó la cabeza y respiró hondo mientras intentaba defenderse. Era verdad que había perdido esas citas, pero era porque le habían surgido emergencias en la compañía o porque se le había presentado alguna reunión más importante.—¡Soy uno de los mayores inversionistas tecnológicos de este país, no van a echarme solo por unas citas vencidas y unos papeles atrasados! —aseguró con calma.—Pues te equivocas, porque ya nos dieron el aviso de sesenta días —dijo el abogado mostrándole el documento fechado y firmado por todas las instituciones migratorias. Scott tomó el papel y lo leyó como si fuera algo irreal—. Aquí lo dejaron bien claro: tienes sesenta días para poner tus negocios en orden, cuando ese plazo se cumpla, te deportarán a Inglaterra.Scott se puso lívido, en aquel justo momento era una locura abandonar su vida en Estados Unidos para regresar a Inglaterra. Estaba en medio de varios contratos import
CAPÍTULO 14. Enemigos íntimosScott negó con vehemencia. Jamás había pensado en el matrimonio como un asunto que tuviera ninguna cabida en su vida. Por desgracia sus padres no habían sido personas particularmente amorosas, y Scott había presenciado demasiadas disputas domésticas como para saber que eso no era lo suyo.—¡Ese es un recurso muy desesperado! —siseó mientras se metía las manos en los bolsillos.—Dijiste que quieres salvar tu empresa ¿no? —replicó Daniel—. Pues esta es la forma: Te casas, consigues una visa permanente, te quedas aquí, salvas tu empresa y sigues con tu vida.—La alternativa también es simple —lo apoyó el señor Gerard Hamilton—: No te casas, te deportan, te arruinas, y te matas trabajando los siguientes diez años para no lograr ni un tercio en Inglaterra de lo que has logrado aquí... Como yo lo veo, tienes que ser idiota para no querer dar el "sí".Scott bufó con frustración.—Déjame pensarlo —pidió.—Está bien, pero no lo pienses mucho, porque no nos sobra e
CAPÍTULO 15. Una solución desesperada.Salió de allí apurado para no ver la pequeña sonrisa de triunfo en la diabólica boquita de aquella mujer y sacó el teléfono para llamar a su abuelo.—Está bien. Me caso —escupió como si aquella aceptación le quemara la boca—. No sé qué haya que hacer ahora pero... organízalo.Aquello iba a ser un suplicio, pero a Scott no le quedó más remedio que asumirlo. Esa noche Gerard Hamilton y Daniel Craig se pusieron de acuerdo y para el día siguiente ya le habían organizado más de veinte entrevistas con candidatas elegibles para ser su esposa.Scott se sentía como un condenado a muerte que aguardaba su ejecución. Aquella noche no durmió nada bien y al día siguiente, cuando llegó la hora de empezar las entrevistas, casi le dio un ataque al corazón.La primera candidata fue una joven de veinticinco años llamada Emily Walters. Era alta, delgada y rubia, con unos ojos azules que parecían mirarlo como si él fuera un dios o algo así. Scott supo en el acto que
CAPÍTULO 16. NO con N de Nunca Jamás.Scott sentía que se ahogaba solo de imaginar la idea de Daniel y su abuelo.—¿La bruja? ¡Ni loco! —espetó con rabia mientras todavía se doblaba de dolor y Alexa los miraba todos con el ceño fruncido.—¿Y por qué no? —preguntó su abuelo—. Daniel, ven acá, ayúdame por favor —pidió mientras intentaba levantar a su nieto—. Alexa, hija, quédate aquí un momento por favor.Los tres hombres salieron de la oficina y Alexa escudriñó la habitación, sus ojos se toparon con la agenda del abogado y miró alrededor antes de hojearla rápidamenteHabía allí una lista de mujeres, defectos y rechazos. Sobre el escritorio había agrupadas una pila de carpetas con hojas de vida y se dio cuenta de que también había una lista en la pizarra.—"Sin perros ni hijos..." —leyó intrigada—. "Con carácter, que no discuta, que no sea idiota, que lo odie... Una perra sin sentimientos..." ¡Bueno, eso sí lo puedo ser! —declaró con sorna y de repente se dio cuenta de lo que era aquell
CAPÍTULO 17. Sin amor, sin perros, sin hijosUn minuto después se habían quedado solos, y tanto el abuelo como Daniel tenían la decepción retratada en los rostros. Por alguna razón que Scott tampoco podía entender, para él también era un poco decepcionante, la diferencia era que él ya no podía darse el lujo de esperar ni un solo minuto más. Así que cuando ese día terminó, se subió a su Ferrari y se apareció en la puerta de la casa de Alexa.Pasó saliva cuando la muchacha le abrió, enfundada en un vestidito corto y vaporoso de andar por casa.—Ya te dije que no, Hamilton, deja de molestar —fue el recibimiento de Alexa, pero antes de que pudiera cerrarle la puerta en la cara, la mano de Scott Hamilton se cerró sobre su brazo y la detuvo.—¿Puedes dejarme pasar un momento? —pidió mientras la miraba a los ojos—. Esto es importante.Alexa pasó saliva, sabía que todo, absolutamente todo en el resto de su vida dependía de lo que lograra en aquel instante. Debía casarse con Scott Hamilton a c