CAPÍTULO 110. Me gusta cuando te vuelves salvajeAlejandra no supo por qué, pero de repente las manos le temblaron y soltó a Scott con un movimiento que lo hizo sonreír. Sin embargo en el fondo, en lo más hondo de sus ojos, podía ver el deseo y la determinación de aquel hombre.—Scott... no... —Pero por muy indignada que quisiera parecer, a él no le habían pasado desapercibidas sus pupilas dilatadas y la respiración irregular a la que se movían sus pechos—. Espera...Pero ya era demasiado tarde, porque si había algo que no estaba intentando negar Scott Hamilton, era que se moría por ella.Asaltó sus labios con un beso lleno de añoranza, uno que no daba lugar ni espacio para peleas ni juegos de palabras y un segundo después la levantaba en brazos y se la llevaba a la cama a la luz tenue de la chimenea.—Scott, espera, no podemos... —susurró ella contra sus labios cuando él la sentó al borde de la cama.—Ábrela —gruñó demandante—. Abre la boca, Ale, ábrela.Y ella no tuvo más remedio qu
CAPÍTULO 111. Daría mi vida entera por ti—Bueno... bestialízate solo en un cincuenta por ciento. Recuerda que quiero volver a caminar algún día —lo provocó ella y él cerró los ojos y sonrió de la emoción.—¡Dios, te amo! ¡No sabes cuánto te amo, mujer! —exclamó adueñándose nuevamente de su boca.—Y yo te amo a ti —dijo Ale sin titubear.Scott respondió a aquellas palabras con un fuerte gemido, enterrando su miembro en lo más profundo de ella y comenzando a estremecerse en su interior.Alejandra gritó de placer, ardiendo bajo el cuerpo de Scott mientras él la embestía una y otra vez, sumergiéndola totalmente en la intensidad del momento. Los dos se dejaron llevar por el ardor de la pasión, perdiéndose en la ola de placer que los inundaba.El sudor corría por la espalda de Scott mientras se movía con un ritmo frenético, pero era incapaz de disminuirlo. La necesidad de Alejandra lo estaba consumiendo por completo y no podía pensar en nada más que en hacerla suya. Sus cuerpos se movían c
CAPÍTULO 112. ¿Ligera, moderada o severa?—¿¡Y tú qué carajo haces aquí!?Muchas cosas podían provocar la ira de Alejandra Sanromán, pero de todas ellas no había ninguna mayor que tener delante a Alberto Mejía. Sus manos se cerraron como garras sobre los brazos de su silla de ruedas y lo miró con odio concentrado.—Es difícil tener acceso a ti cuando estás rodeada de tu... familia —murmuró él pensativo.—Es que para empezar tú no tienes que tener acceso a mí de ninguna manera. ¿Qué diablos haces aquí? ¿A qué viniste? —gruñó furiosa.Alberto suspiró y miró a Alejandra con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que ella se iba a enfadar cuando lo viera allí, pero tenía la absurda idea de que iba a escuchar lo que tenía que decir.—Vine a disculparme, créeme —sus ojos se encontraron con los de la muchacha y un escalofrío recorrió la espalda de Alejandra al sentir el asco más grande del mundo.—¿Es una jodida broma? —siseó.—No, claro que no. Lo siento mucho —dijo él en voz baja,
CAPITULO 113. ...Porque somos ecologistas—¡Esto no se va a queda así, Alejandra! ¡Te juro que vas a acordarte para siempre de este día! —le gritó Alberto desesperado mientras otro lo golpeaba.Alejandra se acomodó en su silla y miró pacientemente cómo aquellos cinco titanes se turnaban para literalmente romperle la cara a su ex marido, hasta que uno de ellos puso en sus manos los cuatro dientes superiores del hombre.—¿Quiere los de abajo también, señora? —preguntó el guardaespaldas con tanta amabilidad que casi era tierno.Alejandra miró a Alberto, tenía la nariz deformada y sangrante y la boca hinchada y rota por todos lados. Su cara estaba irreconocible, porque no siempre le atinaban a los dientes y Ale juraba que había escuchado cómo el hueso de su pómulo se rompía, pero el resto de su asqueroso cuerpo estaba intacto, así que no iba a morir, solo sería feo de ahí en adelante.—No, así está bien. Ahora muchachos, la basura al contenedor porque somos ecologistas, y luego nos vamos.
CAPÍTULO 114. Ayuda"Crema de afeitar". Fue lo primero que le llegó a Scott a la cabeza.—Crema de afeitar —dijo señalando la puerta de su baño—. Vine a ver si tenías. La mía se acabó y no ando de ánimo para salir de la casa.Daniel arrugó el ceño.—¿Te vas a quitar la barba? —lo increpó.—Sí, ya me pica. Mejor me la quito y dejo que crezca desde cero —respondió Scott. "Eso, y parecer cerdito lampiño, en fin...", pensó mientras se encogía de hombros—. ¿Me prestas la tuya?Daniel hizo un gesto de resignación.—Espera, tengo de reserva... Y para que conste, no te ves bien sin barba.Scott le agradeció, tomó el bote de crema de afeitar y salió de allí como si el diablo le pisara los talones.Apenas estuvo en la privacidad de su habitación sacó su celular y le pasó aquel mensaje a Alejandra:"140692. Prueba con este".Alejandra recibió aquel mensaje y se apresuró a abrir la computadora. El hacker que había contratado Sebastián lo había dejado todo listo, incluso una cuenta fantasma de des
CAPITULO 115. No te preocupes por lo que te hice...Veinte minutos después Alejandra respiraba con más calma sabiendo que había conseguido una buena protección para Scott... sin embargo estaba lejos de imaginar lo pronto que la necesitaría, tal como estaba lejos de imaginar que algunas horas más tarde, varios días después de la soberana paliza que Alejandra había ordenado para él, Alberto Mejía por fin conseguía despegar las mandíbulas lo suficiente como para empezar a hablar, y su primera llamada fue para el único aliado que creía tener.—Hace dos años me ayudaste a librarme de ella... ¡esta vez tiene que ser definitivo! —exclamó Alberto con el odio vibrando en su lengua enredada—. ¡No puede ser tan difícil!—Tienes razón, no lo es —siseó una voz al otro lado de la línea telefónica—, pero ya es hora de que resuelvas tus propios problemas, Alberto. Encárgate tú de ella.—¡Ya traté y no funcionó! ¡La seguí hasta Suiza, pensé que estaba sola! Pero en lugar de eso sus guardaespaldas me d
CAPÍTULO 116. Como un hombreScott trató de abrir los ojos, pero era como si alguien se los cerrara a la fuerza. Tenía algo en la boca, algo que no lo dejaba hablar, pero incluso aunque no lo hubiera tenido, sentía que no podía hilvanar una idea con otra.La cabeza le daba vueltas y no entendía nada de lo que estaba pasando. Recordaba vagamente haber bebido algo, pero después de eso todo se volvió borroso.De repente su mente comenzó a aclararse. En la última imagen que recordaba, Daniel estaba acusándolo de haberlo traicionado, recordó una copa de champaña, una jeringa... y ahora estaba en un sótano oscuro, colgando del techo de las muñecas, con los pies atados a dos clavijas separadas en el suelo.La sensación era como si hubiera estado allí durante horas, luchando contra sus ataduras. Tenía la garganta seca y ardiente, y sus extremidades estaban entumecidas.Oyó un ruido a su espalda y trató de girar la cabeza para ver qué era, pero no podía moverse. El ruido se acercaba lentamente
CAPÍTULO 117. ¡Te voy a matar!—¿Y qué más te iba a decir, si yo hacía todo por ti y tú nunca me veías...? Hasta que me di cuenta de que nunca sería más que un amigo para ti. Un amigo al que no querías, solo me necesitabas por el trabajo... así que decidí tomar las riendas de mi propio destino. Y ahora, finalmente, después de todo este tiempo, yo soy...—¡Tú eres un maldito enfermo! —lo interrumpió Scott—. ¡Y encima eres un asesino! ¡Mataste a un hombre cuando la camioneta de Alejandra explotó!—¡No, no, no, no! ¡Eso lo hizo Malcovich!—¡Pero tú lo ordenaste! ¡Posiblemente como ordenaste el accidente de Alejandra! ¿No es así?—¿Y qué? —gritó Daniel, ya sin control—. ¡Ella estaba en el camino, Scott! Siempre en el camino. ¡Tú la querías, pero ella nunca te amó de verdad, solo estaba impidiendo que tú me quisieras!—¡Te equivocas! —le espetó Scott—. ¡Nunca te he querido de esa forma y Alejandra no tiene nada que ver con eso!—¡Pues esa zorra nunca más se va a levantar de una silla de ru