66. Colapsando de decepción

—Eso es mentira —escupe Juan Miguel—. Luis Ángel nunca amó a Angélica. Es mentira lo qué dices.

—Bueno, pregúntele a él. Es lo que vi y lo que escuché —Amanta le deja las flores a una enfermera. Se encoge de hombros—. Deben felicitarlos, ya pronto se marchan de la ciudad.

—Mierda, Amanta, te has vuelto insoportable —reprocha Juan Miguel—. ¿Por qué dices esto?

—¿Crees que miento? —Amanta le pregunta—. Ve a la casa grande, ahí están todos.

María Teresa ya ni siquiera la ve, sólo se ha quedado paralizado en ese lugar.

—Estaré atenta a lo que le pase a Abigail —y se acerca para besar la mejilla de Juan Miguel—, no olvides decirme.

Después de gira para ver a María Teresa.

—Te lo advertí, y no me escuchaste. Y no era por rabia, tómalo como un consejo.

Se marcha.

Juan Miguel es quien se gira para observar el rostro de María Teresa y se apresura en toma su hombro.

—Oye…

—No, Juan Miguel, estoy bien. Sólo…sólo no menciones nada, por favor.

Y se sienta. Se pone las manos en la frente.

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