Alessandra Cavani
Me miro en el espejo y dudo si estaré haciendo lo correcto. El vestido de cóctel me sienta bien, pero no creo que a donde voy, todos piensen lo mismo.Han pasado tres días desde que Dylan se marchó con su ultimátum, pero en realidad, yo no he dejado de pensar en lo que me dijo su hermano, Ryan. Le doy vueltas al asunto y por más que trato, no logro recordar si mientras bebía con él, me fui de lengua. Aunque lo dudo mucho, mis secretos están bien guardados y hasta dormida, podría negar todo lo relacionado con ellos.Y precisamente por eso es que acepté la invitación de Ryan de asistir a la fiesta organizada por sus padres. Sé que no soy bienvenida, sobre todo porque Dylan no me invitó, pero lo que necesito saber es más importante.El trayecto hasta la casa familiar, esta vez, lo hago en mi propio auto, para evitar problemas futuros, si se presentan. En cuanto llego, me escabullo entre los pocos invitados, buscando a Ryan antes de que alguien note mi presencia y se extrañe. Aunque pensándolo bien, supuestamente, soy la señora O' Conell, así que debería estar aquí.Pero la suerte pocas veces está de mi lado, en parte eso es lo que siempre me mete en líos y termino envuelta en escándalos. No he entrado del todo a la casa y a donde se desarrolla la fiesta, cuando me encuentro de frente con la persona que menos quería ver, mi querido esposo, Dylan.—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta, tomándome del brazo y alejándome de todos.Con solo escuchar el tono molesto, me confirma lo que ya creía, que no soy bienvenida.—Yo no te llamé, ni siquiera estás invitada, ¿quién te crees que eres para venir a la casa de mi familia? —continúa refunfuñando, hasta que nos lleva a una zona alejada de todos los oídos curiosos—. ¿Estás buscando armar otro de tus escándalos? No sé qué buscas viniendo aquí, pero no estás a la altura.No puedo negarlo, me duele. Años y años de perfeccionar mis muros protectores y Dylan, con solo dos palabras, es capaz de destruirlo.—Yo fui quien la llamó. —Escucho la voz de Ryan detrás de mí, cuando estoy a punto de romperme, de explotar—. Alessandra es mi invitada.Me giro a tiempo para ver su expresión molesta. Sus ojos son dos pozos claros encendidos de rabia.—Ella está en el lugar que debe.—¿La vas a defender? —pregunta Dylan, indignado.—La voy a respetar, que es lo que tú no estás haciendo —replica, con tono de reclamo, colérico.Dylan suelta una carcajada seca, nada divertida. Más bien, suena a burla.—Ya te dejaste atrapar por sus…encantos, ¿no? —Me da un vistazo rápido, cargado de odio. Yo muerdo el interior de mi mejilla para evitar responderle—. Puedes divertirte, pero ten cuidado, lo pu…—¡Mejor cállate! —ordena Ryan, antes de tomar a su hermano por las solapas de su chaqueta—. No sabes lo que estás diciendo.El corazón lo tengo en la boca y trato de intervenir, para evitar que esto pase a mayores por mi culpa, no es mi intención que ambos hermanos terminen peleando. Dylan intenta soltarse, pero Ryan lo tiene fuertemente agarrado, sus rostros están muy cerca, ambos rojos y con expresiones furiosas.—Ponerte de su lado no te conviene —insiste Dylan.Ryan no le responde, se limita a mirarlo por unos segundos, hasta que decide soltarlo. Dylan acomoda su chaqueta mientras Ryan da un paso atrás, se pone a mi lado y coloca su mano en mi espalda baja. El gesto no pasa desapercibido para su hermano, que frunce el ceño en nuestra dirección y luego se va, con paso rápido.Cierro los ojos y suspiro en cuanto se aleja. Esta situación me afecta más de lo que me gustaría aceptar. Hay tantas cosas que no logro dejar pasar y me temo que cada encuentro con Dylan me daña demasiado.—Por favor, no hagas caso de lo que dice mi hermano, es un resentido…«No lo sabré yo», pienso, pero no lo exteriorizo. Prefiero no empezar debate sobre Dylan y enfocarme en la verdadera razón por la que vine aquí, pero cuando pretendo decir algo, iniciar el tema que me apura, Ryan me empuja hacia la casa.—Vamos, disfrutemos de la fiesta.No sé por qué lo hago, pero la realidad es que no debí aceptar su ofrecimiento. En cuanto atravesamos las puertas del salón principal, lo primero que veo es el cabello rubio oxigenado de Annabelle Simpson, charlando animadamente en compañía de la señora O' Conell. Se nota a kilómetros que ella es la mujer que todos querían para que Dylan sentara cabeza, no una actriz como yo, sin reconocimiento alguno más que las polémicas en las que siempre termino perdida.Desde mi posición puedo ver como Dylan se acerca a ellas y al parecer, les informa sobre mi presencia, porque ambas buscan con la mirada hasta que dan conmigo. Annabelle finge una expresión inocente, tímida incluso, que me queda claro es falsa; pero mi “adorada suegra” no se corta para demostrar su aversión hacia mí. Recuerdo las palabras que escuché en el baño el día de nuestra boda y ahora entiendo mucho mejor lo que significaban. Meredith O' Conell me odia y esta es su forma de confirmar que no me respeta.El agarre de Ryan se acentúa en mi espalda baja y la acción llama la atención de su madre. No necesito escuchar lo que dice para saber que habla de mí, mucho menos cuando Dylan se gira para mirarme directamente con un odio profundo dibujado en su rostro.Indignado, camina hacia nosotros y al llegar, no me mira a mí. Si no supiera que sí es consciente de mi presencia, pensaría que soy un fantasma.—Sácala de aquí, antes de que abuelo Fran llegue —exige, entre dientes—. Ella no tiene que estar aquí.—Es muy tarde para eso —murmura Ryan, con tono jocoso y señala con su cabeza a un anciano que hace acto de presencia.Dylan suelta un gruñido irritado, da media vuelta y se va; no sin antes fulminarme con la mirada. Se dirige hacia donde su amante lo espera y yo no pretendo verlo, así que le doy la espalda y busco a Ryan con la mirada.Sus ojos azules ya me esperan.—¿Quieres tomar algo? —pregunta y yo lo miro extrañada. No creo que me esté invitando a un trago después del mal rato de la última vez—. Ligero, por favor. Este es de mis trajes favoritos.Me saca una sonrisa, no puedo ocultarla. Y creo que es la primera que dejo salir después de varios días. Asiento, porque necesito relajarme un poco para atreverme a preguntarle sobre lo que quiero saber.—Ahora regreso, espera aquí —pide y se aleja, rumbo a una barra improvisada que hay unos metros más allá.Me vuelvo hacia el salón y me topo con una imagen que me daña más de lo que él mismo merece. No solo por la forma en que deja por el piso mi reputación y mi dignidad. Dylan va de la mano con Annabelle hasta donde su abuelo está sentado. Y pretendo salir huyendo del lugar antes de que se ponga más incómodo, cuando escucho una voz potente y molesta.—Esta no es tu esposa. —Observa a Annabelle con el ceño fruncido. Dylan no sabe dónde meterse—. ¿Dónde está Alessandra?No logro escuchar la respuesta de Dylan, a pesar de que el silencio se hizo en todo el salón. Sin embargo, puedo adivinarlo, por la reacción del anciano.—¡Tu esposa es Alessandra, muchacho! —declara, con firmeza—. Solo ella tiene mi bendición para entrar a esta familia.Su declaración provoca cuchicheos en los invitados y los sollozos de Annabelle no demoran en escucharse. Y antes de que Dylan la tome conmigo, decido alejarme del lugar. Su perfecta novia acaba de ser humillada delante de todos y como cada vez, de seguro me echará la culpa.Sin embargo, no logro alejarme mucho del salón, cuando Dylan me alcanza. Me toma del brazo con fuerza y me gira, para enfrentarme.—¿¡Qué es lo que estás buscando, Alessandra!? ¿No te basta con haberme jodido la vida, que quieres seguir insistiendo?Me sacudo para liberarme, porque me está apretando un poco. Por los pelos logro zafarme.—Yo no estoy buscando nada, Dylan, te dejé claro que fuiste tú el que me buscó para empezar esta farsa —lo enfrento, porque no puedo quedarme callada esta vez—. Fuiste tú el que rompió el juramento, me prometiste que seguiríamos este juego durante un mes y no soportaste ni un día.—Tú no tienes derecho a cuestionarme, Alessandra. No eres nadie para reclamarme —replica, señalándome con un dedo y cuestionando mis palabras.«No, tal vez no, pero me diste tu palabra», pienso, pero callo.—Por tu culpa todo se va a la m****a otra vez —murmura, con fastidio evidente. Habla bajo, amenazante—. Lárgate de aquí y no molestes más.Conforme dice la última palabra, da dos pasos hacia atrás y se voltea. Sale corriendo hacia la entrada de la casa donde se puede ver a Annabelle con las manos tapando su rostro, llorando.Y mientras se va detrás de ella, yo solo pienso en lo injusta que es la vida. Mi vida.Alessandra CavaniMe doy la vuelta y me encuentro con Ryan, que parece haber escuchado toda la conversación. Junto mis manos y retuerzo mis dedos, con nerviosismo, no sé qué hacer o qué decirle para saber cuánto escuchó en realidad. Sin embargo, voy directo al grano, debe ser evidente lo del divorcio si Dylan ni siquiera me trata con una pizca de respeto.—Escuchaste todo, ¿verdad?Ryan frunce el ceño y pellizca sus labios con sus dedos, tal vez pensando qué decirme para no hacerme sentir tan miserable. Asiente, luego de unos segundos extraños en los que no deja de mirarme ni un instante.Cierro los ojos y respiro profundo, intento alejarme para evitar mayor humillación. No quiero tener que dar explicaciones por las decisiones tomadas, no quiero quedar como la actriz de cuarta que termina en medio de otra polémica porque no sabe qué más hacer con su vida.Pero Ryan no me deja alejarme, me toma del brazo con suavidad y el gesto dista tanto del que hizo antes su hermano, que me quedo mi
Dylan O¢ ConellMi agarre se hace más fuerte en su brazo cuando Alessandra intenta zafarse, porque no puedo dejarla ir. Ella no tiene que estar aquí y debe comprenderlo cuanto antes, este no es su lugar. No entiendo con qué intención mi hermano la llamó y además, la defiende, pero no dudo que ya se haya dejado influenciar por ella y su arte seductor. Su fama no es precisamente por su profesión, más bien por los problemas que siempre tiene alrededor y que, casi siempre, tienen que ver con hombres.Me alejo de la casa, rumbo a donde dejé a Anyelina esperándome. Fue una suerte que ella estuviera de acuerdo y no me dejara una vez más por culpa de las acciones de Alessandra Cavani, la maldición de mi vida. Doblamos la esquina y suelto el agarre, para evitar dramas innecesarios, ya basta con los que tenemos. Anyelina, al verme, se me acerca con una sonrisa radiante en sus labios, pero la pierde por completo cuando se cruza con Alessandra.—¿Qué hace ella aquí? —pregunta, con sus dientes apr
Dylan O’ ConellLo que pretendíamos hacer queda interrumpido cuando mi hermano entra a nuestro apartamento. Anyelina se baja de mi regazo con un rápido movimiento, luego de soltar un chillido que me deja medio sordo. Me queda claro que es por la presencia de Ryan y le agradezco que no quiera exponerse delante de él.Sin embargo…—¿Por qué tu hermano está aquí? ¿Por qué tiene acceso a tu apartamento y además, entra sin permiso? —pregunta, con indignación.Es lógico que ella no sepa que vivimos juntos, ya que estuvo lejos todo un año y en ese tiempo, muchas cosas cambiaron.Pretendo responderle, pero Ryan escuchó perfectamente sus preguntas y no demora en ponerla al tanto. No me da tiempo evitarlo.—Lamento decirte que la única que no tiene que estar aquí…eres tú, sobre todo porque no eres la esposa de mi hermano —informa con arrogancia, mientras se quita la chaqueta de su traje y mira a Anyelina con una expresión que no me gusta—. Esta también es mi casa. No necesito pedir permiso.—Ry
Dylan O’ ConellMe despierto por puro instinto, aunque después de la noche que pasé, es un milagro. Por suerte, no tengo que ir a trabajar a la empresa familiar, ya que se supone que estoy de luna de miel y me puedo tomar unas vacaciones. Sin embargo, mis responsabilidades son demasiado importantes para mí y no puedo obviarlas. Mucho menos, si tienen que ver con mi patrimonio personal.Desde hace tres años dirijo mi propia empresa y desde entonces, mi vida gira en torno a ella. Nadie de mi familia está al tanto, porque todo lo llevo en secreto y no he usado ni un centavo de ellos. Es mi mayor proyecto de vida.Salgo de mi apartamento sin ver a mi hermano, lo que me parece bien. No quiero amargarme tan temprano en la mañana. Voy directo a mi empresa y como siempre, doy tres o cuatro vueltas, antes de ir hasta el edificio donde queda la oficina principal. Atravieso el amplio salón a paso rápido y me integro con los demás empresarios que continúan sus labores, como yo.Al llegar a la ofi
Dylan O' ConellAlessandra se queda atónita y su expresión fingida en su papel de víctima, me hace enojar.—¿Por qué siempre insinúas que yo busco el dinero de tu familia? ¿Por qué crees eso de mí, si en realidad no me conoces de nada? —Su voz suena dolida, pero no le creo nada.Ella es actriz y a pesar de su carrera poco conocida por su profesión como tal, debo decir que le sale bien actuar en situaciones como esta. Me río en su cara y la obligo a retroceder, hago que se siente otra vez en la silla que antes estaba ocupando.—Me parece divertido que finjas demencia, la verdad. Pero dice mucho de ti, y no precisamente a favor, que siempre trates de hacerme pasar por imbécil —exclamo, sintiendo que es ahora el momento para decirle más verdades como las que merece—. Supongo que no recuerdas todo lo que pasó hace un año, ¿no? Todo lo que hiciste, que me jodió la vida y lo sigue haciendo hasta hoy.Alessandra abre mucho los ojos y niega con la cabeza, frenéticamente. Coloca sus manos sobr
Alessandra Cavani.Dylan se va y yo me quedo pensando en las razones de haberle pedido una selfie. Sonrío sin poder evitarlo y continúo mirando por el ventanal. Me quieren molestar, ya me quedó claro, aunque tampoco tenía dudas de que eso sería algo que sucedería. Anoche me dieron un aviso de alguien queriendo desprestigiarme con una foto un tanto extraña y que daría paso a malentendidos.Ya he pasado por demasiados escándalos en mi vida para saber cómo funciona y cómo debo gestionarlos. Y algo me dice que ahora necesito pruebas de todos los movimientos que hagamos Dylan y yo juntos, porque no dudo ni por un segundo de que esto recién está empezando.Busco en mi teléfono mi cuenta de Facebook y sin pensarlo dos veces, publico la foto que acabo de tomarme con mi “amado esposo”.Salgo del Club y voy directo a donde cuidan de mi nono. Desde el día anterior a la boda no lo veo y aunque él me dijo que no lo visitara para cuidar su identidad, no puedo abandonarlo ahora que está en tan mal e
Dylan O’ ConellEl bombardeo de mensajes y llamadas, de todos mis familiares, me hace enojar. Además de Annabelle, que no deja de insistir, intentando que le explique lo que sucede y también, recordándome todo el daño que puede hacer Alessandra a mi imagen.Llega un momento en el que no sé si siento odio, irritación o me divierte todo esto. Ni siquiera conozco el motivo por el que todos andan locos, pero no me quedan dudas de que mi piedra en el zapato, mi ex esposa Alessandra Cavani, tiene algo que ver.Cuando la llamo para pedir una explicación, me quedo en shock al saber que está en la casa de mi familia y que debo presentarme cuanto antes. No me queda claro cómo me siento al respecto, si tengo que estar dando explicaciones de mi vida privada y sumado, seguir fingiendo delante de todos que mi matrimonio sigue en pie.La parsimonia con la que ella trata todo este asunto me provoca repelús. Y me hace pensar que de verdad, está acostumbrada a todo el drama que siempre tiene a su alred
Alessandra Cavani.No suelo ser una perra engreída, ni altanera, pero estoy disfrutando demasiado las expresiones petrificadas de las arpías de esta familia. No se aguantan un pelo para soltar su veneno ni dejar sus insidiosos comentarios, así que verlas con la boca abierta y boqueando como peces fuera del agua, me provoca cierta satisfacción.Siento la mirada de todos sobre mí, porque cada uno a su forma se quedó sorprendido. Sin embargo, es la de él la que eriza los cabellos de mi nuca. No sé por qué me mira con tanta intensidad, ni si es molestia u orgullo por mi forma de gestionar este problema. Lo único que sé es que sus ojos no se despegan de mi cara y yo comienzo a sonrojarme por eso.No le devuelvo la mirada, me enfoco en cualquier cosa, menos en él. Pero sigue siendo igual de, ¿incómodo?, ¿extraño?Entre Dylan y yo no ha existido nada, jamás. Solo un odio desmedido de su parte y algunas horas de paz, cuando necesitamos el uno del otro para cumplir con lo que queremos aparenta