Alessandra Ferrara.Siento sus manos en mi cuerpo, un agarre a la vista normal, rodeando mi cintura, pero con mi cabeza hace de todo.Dylan para mí ahora es como una droga que necesito y que a conciencia quiero evitar. No porque piense que me hará daño, sino porque necesito mantenerme enfocada en todo lo que sucede a mi alrededor. No puedo perder mis pensamientos entre las flores y los corazones, le prometí a mi hermano que hoy sería una noche tranquila y que actuaríamos como el matrimonio que somos. O todos piensan que somos.Avanzamos hacia el hotel, con un ruido excesivo a nuestra espalda. Los reporteros, con su intensivo trabajo, no dejan de fotografiar y hacer preguntas que no vamos a detenernos a responder ahora. Y en cuanto atravesamos la puerta de oro y cristal, que la recepción se abre ante nosotros con su maravillosa decoración, suelto el aliento que no sabía que estaba conteniendo.El agarre de Dylan se hace más fuerte en mis caderas y yo busco sus ojos. El gris azulado me
Alessandra Ferrara.Escapamos del hotel en un auto negro que Daniel había dejado preparado para nosotros. No entiendo bien el motivo por el que lo hacemos, pero escuchar a Dylan decirme que iba a secuestrarme me provocó demasiadas cosas. Una de ellas, y puede que la más importante, el hecho de que yo no me opongo a ser secuestrada por él.No quiero profundizar en las emociones encontradas, no quiero pensar en los malos presentimientos que antes tuve. Quiero fingir que por una vez en la vida soy dueña de mis decisiones, porque claro está que no he tenido mucho libre albedrío, por más que me gustaría pensar lo contrario. No voy a concentrarme en el motivo y sí en lo que va a resultar de esto.Porque mi verdad es que quiero su compañía. Su amor. Todo lo que él tenga para ofrecerme.Desde que subimos del auto, hemos estado en silencio. No un silencio incómodo, más bien, agradable. Salimos de la ciudad hace ya un buen rato y todavía seguimos avanzando por la autopista oscura, sin saber si
Dylan O’ Conell.La verja que rodea la villa se abre en cuanto presiono el botón del mando a distancia. La oscuridad nos rodea, solo las luces del auto alumbran el frente y hacia la casa que se esconde detrás de la alta puerta.—¿Dónde estamos? —pregunta Alessandra, con voz ronca.Una sonrisa se forma en mi boca al pensar en este lugar, porque está muy cerca de aquella playa en la que nos conocimos hace años.—Ya verás —mumuro, con el entusiasmo calmado, mientras avanzo al fin por la entrada de la propiedad.No hay mucha distancia desde la verja hasta la entrada principal de la casa. Una pequeña villa que heredé cuando mi abuela murió; yo solo tenía dieciséis años. En aquel entonces fue mi abuelo el que se ocupaba de mantenerla habitable, pero en cuanto pude asumir los gastos, comencé a ocuparme yo mismo.No es una propiedad muy grande, es cómoda, tiene lo indispensable y lo mejor de todo, en mi opinión, es la playa privada a sus espaldas.Bajamos del auto luego de dejarlo aparcado en
Alessandra Ferrara.El hombre frente a nosotros nos mira sonriente. Señala un libro grande y elegante y nos extiende una pluma con la que debemos firmar.Miro a Dylan una vez más. Sus ojos brillan con emoción contenida, me sonríe tímido y podría decir, que también temeroso. Le guiño un ojo con diversión y tomo la pluma para firmar en el espacio donde mi nombre es visible.La tinta negra contrasta con el blanco impoluto del papel. Y al verla, antes de pasarle el libro a Dylan, siento que mi pecho se llena de mariposas que necesitan alzar el vuelo. Porque hoy, otra vez, tomé una decisión, solo que ahora todo es diferente.Lo amo. Él me ama. Y todo tiene sentido, al fin.Dylan repite mi accionar y también, cuando estampa su firma en el gran libro de registro, se queda viéndola como si no lo creyera posible. Busca mis ojos y sonríe.—Yo los declaro, marido y mujer —exclama el hombre del otro lado de la mesa y al escucharlo, no puedo evitar sentir que floto de la felicidad—. Puede besar a
Alessandra O’ Conell.El regreso es una verdadera locura. No hemos puesto prácticamente un pie en la ciudad y la prensa se lanza sobre nosotros como aves de carroña.En todo el viaje ni Daniel ni Dylan comentan sobre la amenaza que consideran viene de parte de Annabelle, pero como yo escuché la conversación entre ellos dos, puedo entender el nivel de seguridad que nos rodea desde entonces. Sin embargo, no hago preguntas, porque no pretendo aumentar el estrés de mi hermano, ya de por sí bastante evidente.Nos alojamos en la casa familiar esta vez, “sugerencia” de Daniel, por temas de seguridad. Yo no me opongo y Dylan acepta sin problemas. Y lo primero que hago al llegar, por supuesto, es visitar a mi abuelo en su recámara.De solo verlo la tristeza se apodera de mí, porque si sigue con vida es gracias a un respirador artificial. En cualquier momento lo voy a perder y contrario a lo que llevo meses diciéndome, no estoy lista para ello.Cuando la nueva realidad llega, las responsabilida
Dylan O’ Conell.Ryan me comenta entusiasmado sobre los nuevos proyectos del consorcio. Después de todas nuestras diferencias de los últimos tiempos, por fin llegamos a un punto en el que superamos esas discrepancias.Él es el encargado de las empresas familiares, siempre lo ha sido y la verdad que se lo merece. Yo, desde que tuve uso de razón, fui consciente de que mi futuro estaba haciendo lo que me gusta y con un negocio propio.—Con la caída de las acciones de los Smith, el mercado es completamente nuestro. Y hoy Enzo Smith se encontrará con Ferrara para sellar el trato de la compra-venta.—¿Cómo? —pregunto, sorprendido. Levanto mi mirada de los papeles que estoy revisando y observo la forma en que Ryan sonríe complacido.—Lo que escuchas. Tenemos a ese cabrón comiendo de nuestra mano.Frunzo el ceño, un poco confundido con eso. Un encuentro entre Daniel y Enzo no puede significar buenas noticias. Pero imagino que hayan organizado todo como se debe. Si algo tiene Daniel, es una ex
Alessandra O’ Conell.Con un rápido movimiento, Annabelle se agacha para ponerse a mi altura y pega su pistola a mi cabeza. Me quedo sin respiración cuando el miedo atraviesa cada centímetro de mi cuerpo. En este punto me gustaría perder la conciencia para no darle el gusto de ver el terror en mi mirada, pero debo aguantar, debo soportar hasta que Dylan venga a por mí. Sé que lo hará.Su aliento agitado está muy cerca de mi rostro cuando comienza a despotricar sobre todo lo que pasó hace un año atrás.—Yo lo iba a tener todo —manifiesta, con un tono aparentemente tranquilo, pero un resquicio de diversión se asoma y me demuestra que está cerca de un ataque psicótico. Su realidad se está difuminando con cada segundo—. Pero todo salió mal. ¡Mal!Su grito me estremece, cierro los ojos y me encojo, cuando el cañón de su arma golpea tenuemente mi cabeza. El dolor que me provocó el golpe recibido cuando me bajaron del taxi, sigue latente y más intenso con cada minuto.—Ese cabrón me obligó a
Dylan O’ Conell. Cuatro meses después… La celebración está en su apogeo, pero yo me mantengo al margen. Desde mi posición veo a Alessandra y es evidente que ella quisiera hacerlo también, pero no debe. Su lugar es al lado de su hermano y su nueva cuñada, mostrando todo su apoyo. Su barriga ya es visible y más, con ese vestido que lleva que la hace lucir más hermosa de lo que de por sí, es. Su cabello en tonos rubios y castaños, cae como cascada por su espalda, solo sujeto con una cinta que combina con su vestido floreado. En su mano, lleva un platillo que no puede dejar vaciarse del todo o entra en crisis. Porque sí, nuestra hija es una bestia hambrienta y todo el tiempo la hace comer. O eso dice Alessandra cuando la ginecóloga le dice que la bebé va un poco pasada en el peso. La veo reír a la distancia cuando Isabella Smith se le acerca y le dice algo. Pero yo conozco a mi esposa y ella no está cómoda, ni con la presencia de ella ni con todo este teatro. Resoplo y le doy la espa