Dylan O¢ Conell
Mi agarre se hace más fuerte en su brazo cuando Alessandra intenta zafarse, porque no puedo dejarla ir. Ella no tiene que estar aquí y debe comprenderlo cuanto antes, este no es su lugar. No entiendo con qué intención mi hermano la llamó y además, la defiende, pero no dudo que ya se haya dejado influenciar por ella y su arte seductor. Su fama no es precisamente por su profesión, más bien por los problemas que siempre tiene alrededor y que, casi siempre, tienen que ver con hombres.
Me alejo de la casa, rumbo a donde dejé a Anyelina esperándome. Fue una suerte que ella estuviera de acuerdo y no me dejara una vez más por culpa de las acciones de Alessandra Cavani, la maldición de mi vida. Doblamos la esquina y suelto el agarre, para evitar dramas innecesarios, ya basta con los que tenemos. Anyelina, al verme, se me acerca con una sonrisa radiante en sus labios, pero la pierde por completo cuando se cruza con Alessandra.
—¿Qué hace ella aquí? —pregunta, con sus dientes apretados y una expresión indignada en el rostro—. ¿No le basta con todo lo que ha molestado ya?
—Anyelina, por favor…
—No, Dylan, no puedo creer que la hayas traído aun cuando sabes todo lo que ella me ha quitado —solloza, sus ojos se cristalizan y yo me siento horrible.
Anyelina Thompson es la mujer de mi vida, pero por motivos que de solo pensarlos me dan rabia, la relación nuestra se volvió tensa. Todo por culpa de Alessandra.
—¡Yo debería ser tu esposa! —exclama, en voz alta. Gesticula mucho con las manos, pese a que sabe que una dama no debe hacerlo—. En cambio…es esta…esta mujer…es tu esposa.
La señala con inquina y aunque creo que Alessandra le dirá algo, se queda callada. Lo que después de todo agradezco, porque me hace las cosas menos difíciles. Aprovecho y me acerco a Anye para tranquilizarla, para comentarle que ya estamos divorciados.
—Mi amor, no, ella y yo ya no estamos casados —aseguro, tomándola de las manos—. Ya firmamos el acuerdo de divorcio.
Anyelina abre mucho la boca, sorprendida con la noticia, supongo. Sus ojos brillan con algo que reconozco como alivio y le sonrío, para que me crea. Ella niega varias veces con la cabeza, todavía no muy convencida.
—¿Solo duraron casados tres días? —pregunta, escéptica.
Tomo su barbilla y la miro fijamente a los ojos, necesito que me crea.
—Todo esto es una farsa, ya te lo dije. Y el matrimonio no duró siquiera un día, la misma noche después de la boda, el divorcio fue firmado —explico, pero no creo que sea suficiente para hacerla entender.
Me giro para ver a Alessandra de frente y pedirle que confirme todo. Sobre todo la parte de la firma, ya que ella no lo hizo delante de mí, pero ese fue el trato al que llegamos.
—Dile la verdad a Anyelina, por favor —pido, sin parecer tosco. Al final de cuentas, necesito que me apoye y si es su intención, ahora mismo puede joderme—. Dile que ya estamos divorciados.
Alessandra enarca una ceja en un primer momento. Me pone nervioso su actitud, porque después de tantos meses alejado de Anyelina, todavía seguimos teniendo problemas para vivir tranquilos por culpa de esta mujer.
Cuando pienso que no hará nada, rueda los ojos y suelta un resoplido.
—Está diciendo la verdad —confirma, con voz monótona—, justo después de la boda me presentó el convenio del divorcio. Yo lo firmé esa misma noche.
Termina y me mira con actitud irritada. No soy tonto y sé que ella solo aceptó obedecer mi petición porque también le conviene, después de todo el trato va de ambos lados y ahora mismo, ella me necesita. Tiene que ceder, si pretende que las cosas sigan su curso.
Anyelina, después de unos segundos de dudas, sonríe radiante y se acerca a mí. Rodea mi cintura con sus brazos y apoya su cabeza en mi pecho, yo correspondo su gesto y dejo salir un suspiro de alivio.
—Te creo —susurra, mientras me aprieta con fuerza—. ¿Podemos irnos ya?
Hago amago de soltarme de su agarre y miro detrás de mí, a Alessandra, para saber si debo llevarla hasta su casa. Después de todo no tengo idea cómo llegó aquí y podría compensar su favor de hace unos segundos dándole un aventón. Ella nos observa con el ceño fruncido y por un momento, me siento incómodo estando abrazado a Anyelina delante de ella. Me digo que es porque si algún invitado de la fiesta nos ve en esta escena más que rara, los comentarios no se harán esperar y esta vez, no solo será culpa de ella el estar metida en un escándalo.
—¿Necesitas que te lleve? —pregunto a Alessandra y ella se sorprende, aunque trata de disimular su reacción.
Niega con la cabeza.
—Gracias, pero no, vine en mi auto —dice y mira alrededor. Muerde su labio y duda qué hacer. Me mira otra vez—. Creo que debo irme.
No me da tiempo a responder algo, porque da media vuelta y se va.
Cuando vuelvo a enfocarme en Anyelina, tiene el ceño fruncido y una mueca indignada en su rostro. Me observa con desconfianza y no dudo que esté analizando mi actitud con Alessandra en ese último momento. Pero finjo que no noto nada y tomo su mano para irnos de una vez.
El trayecto hasta mi apartamento no es muy largo y el viaje lo hacemos en silencio. No me extraña, pero no quiero iniciar un tema que nos ponga mal a nosotros ahora. Ya suficiente tiempo estuvimos separados por culpa de la intromisión de Alessandra como para que ahora vuelva a ser motivo de discusión. Tampoco pretendo justificar mis acciones y aunque siento resentimiento hacia ella, no puedo desentenderme del todo, porque tenemos un trato que debo cumplir. Mi palabra tiene peso y no la doy a la ligera.
Cuando llegamos, estamos solos. Mi hermano se quedó en casa de nuestros padres y dudo mucho que regrese por ahora. En cuanto atravesamos la puerta de entrada, Anye se encamina hacia el salón y se acomoda sobre el sofá de cuero que queda frente a los ventanales. Da unos golpecitos a su lado para que la acompañe. Le hago un gesto para que se espere, en lo que busco una botella de vino y dos copas.
Estando en la cocina pienso en Alessandra y la actitud rara con mi hermano, pero sacudo la cabeza para dejar de pensar en tonterías. No es en ella en la que tengo que enfocarme si quiero recuperar el tiempo perdido con Anyelina.
Regreso al salón y en cuanto le ofrezco la copa de vino a Anye, me siento a su lado.
—¿Tu ex esposa no es la actriz esa de cuarta que sale siempre en las listas de los más polémicos? —pregunta y yo chasqueo la lengua, irritado.
No quiero hablar de Alessandra ahora, pero conociendo a Anyelina, si niego el tema posiblemente lo haga un problema mayor. Suficiente tengo con su desconfianza de hace un rato.
—Sí, es ella misma —respondo, seco.
—Me preocupa, ¿sabes? —confiesa y me mira con los ojos llorosos y a punto de hacer un puchero. Me siento mal por ella y trato de confortarla—. El desenfreno es lo de ella, está obsesionada con armar escándalos y temo que quiera incluirnos a nosotros.
—Ella no hará eso…
—¿Cómo lo sabes? ¿Qué seguridad tienes? No me gustó su actitud de antes y no dudo que esté pensando en qué puede hacer para afectarnos —me interrumpe y me comunica sus mayores miedos. Coloca sus brazos alrededor de mi cuello y acerca su rostro al mío. De cerca puedo ver las marcas en su rostro de la preocupación—. Me aterra que pueda destruir nuestra relación.
Enjugo las lágrimas que caen por sus mejillas cuando me hace su confesión. Un nudo aprieta mi garganta y me siento mal por todo esto que está pasando. Pero algo puedo asegurarle y es que Alessandra Cavani no acabará jamás con nuestro amor.
—Ella jamás te hará daño, eso te lo prometo —declaro, mirándola fijamente a los ojos.
La felicidad brilla en sus ojos al instante y ese miedo injustificado desaparece. La beso con ansias para hacerle entender todo lo que siento por ella y lo que estoy dispuesto a hacer por su bienestar. Anyelina responde a mi beso como siempre lo hace, con docilidad, con amor y con una pasión increíble.
De su boca bajo a su barbilla y sigo hasta su cuello. Anyelina se coloca a horcajadas sobre mí después de dejar la copa sobre la mesilla y no puedo evitar el gemido que se me escapa al saberla otra vez entre mis brazos. A la mujer que he amado por años y que extrañaba demasiado. No me gustaría que nuestro encuentro fuese así, de esta forma y en este lugar, después de todo un año sin hacerla mía, pero la verdad es que la deseo demasiado y al parecer, a ella no es algo que le importe.
—Hazme tuya, Dylan, por favor —muerde mi labio inferior—, aquí mismo.
Pero el rugido que quiere vibrar en mi pecho, se corta en cuanto la puerta de entrada se abre con un suave clic. Y no necesito mirar para saber que tenemos compañía. Mi hermano debe haberse aburrido en la fiesta y decidió regresar a casa.
Dylan O’ ConellLo que pretendíamos hacer queda interrumpido cuando mi hermano entra a nuestro apartamento. Anyelina se baja de mi regazo con un rápido movimiento, luego de soltar un chillido que me deja medio sordo. Me queda claro que es por la presencia de Ryan y le agradezco que no quiera exponerse delante de él.Sin embargo…—¿Por qué tu hermano está aquí? ¿Por qué tiene acceso a tu apartamento y además, entra sin permiso? —pregunta, con indignación.Es lógico que ella no sepa que vivimos juntos, ya que estuvo lejos todo un año y en ese tiempo, muchas cosas cambiaron.Pretendo responderle, pero Ryan escuchó perfectamente sus preguntas y no demora en ponerla al tanto. No me da tiempo evitarlo.—Lamento decirte que la única que no tiene que estar aquí…eres tú, sobre todo porque no eres la esposa de mi hermano —informa con arrogancia, mientras se quita la chaqueta de su traje y mira a Anyelina con una expresión que no me gusta—. Esta también es mi casa. No necesito pedir permiso.—Ry
Dylan O’ ConellMe despierto por puro instinto, aunque después de la noche que pasé, es un milagro. Por suerte, no tengo que ir a trabajar a la empresa familiar, ya que se supone que estoy de luna de miel y me puedo tomar unas vacaciones. Sin embargo, mis responsabilidades son demasiado importantes para mí y no puedo obviarlas. Mucho menos, si tienen que ver con mi patrimonio personal.Desde hace tres años dirijo mi propia empresa y desde entonces, mi vida gira en torno a ella. Nadie de mi familia está al tanto, porque todo lo llevo en secreto y no he usado ni un centavo de ellos. Es mi mayor proyecto de vida.Salgo de mi apartamento sin ver a mi hermano, lo que me parece bien. No quiero amargarme tan temprano en la mañana. Voy directo a mi empresa y como siempre, doy tres o cuatro vueltas, antes de ir hasta el edificio donde queda la oficina principal. Atravieso el amplio salón a paso rápido y me integro con los demás empresarios que continúan sus labores, como yo.Al llegar a la ofi
Dylan O' ConellAlessandra se queda atónita y su expresión fingida en su papel de víctima, me hace enojar.—¿Por qué siempre insinúas que yo busco el dinero de tu familia? ¿Por qué crees eso de mí, si en realidad no me conoces de nada? —Su voz suena dolida, pero no le creo nada.Ella es actriz y a pesar de su carrera poco conocida por su profesión como tal, debo decir que le sale bien actuar en situaciones como esta. Me río en su cara y la obligo a retroceder, hago que se siente otra vez en la silla que antes estaba ocupando.—Me parece divertido que finjas demencia, la verdad. Pero dice mucho de ti, y no precisamente a favor, que siempre trates de hacerme pasar por imbécil —exclamo, sintiendo que es ahora el momento para decirle más verdades como las que merece—. Supongo que no recuerdas todo lo que pasó hace un año, ¿no? Todo lo que hiciste, que me jodió la vida y lo sigue haciendo hasta hoy.Alessandra abre mucho los ojos y niega con la cabeza, frenéticamente. Coloca sus manos sobr
Alessandra Cavani.Dylan se va y yo me quedo pensando en las razones de haberle pedido una selfie. Sonrío sin poder evitarlo y continúo mirando por el ventanal. Me quieren molestar, ya me quedó claro, aunque tampoco tenía dudas de que eso sería algo que sucedería. Anoche me dieron un aviso de alguien queriendo desprestigiarme con una foto un tanto extraña y que daría paso a malentendidos.Ya he pasado por demasiados escándalos en mi vida para saber cómo funciona y cómo debo gestionarlos. Y algo me dice que ahora necesito pruebas de todos los movimientos que hagamos Dylan y yo juntos, porque no dudo ni por un segundo de que esto recién está empezando.Busco en mi teléfono mi cuenta de Facebook y sin pensarlo dos veces, publico la foto que acabo de tomarme con mi “amado esposo”.Salgo del Club y voy directo a donde cuidan de mi nono. Desde el día anterior a la boda no lo veo y aunque él me dijo que no lo visitara para cuidar su identidad, no puedo abandonarlo ahora que está en tan mal e
Dylan O’ ConellEl bombardeo de mensajes y llamadas, de todos mis familiares, me hace enojar. Además de Annabelle, que no deja de insistir, intentando que le explique lo que sucede y también, recordándome todo el daño que puede hacer Alessandra a mi imagen.Llega un momento en el que no sé si siento odio, irritación o me divierte todo esto. Ni siquiera conozco el motivo por el que todos andan locos, pero no me quedan dudas de que mi piedra en el zapato, mi ex esposa Alessandra Cavani, tiene algo que ver.Cuando la llamo para pedir una explicación, me quedo en shock al saber que está en la casa de mi familia y que debo presentarme cuanto antes. No me queda claro cómo me siento al respecto, si tengo que estar dando explicaciones de mi vida privada y sumado, seguir fingiendo delante de todos que mi matrimonio sigue en pie.La parsimonia con la que ella trata todo este asunto me provoca repelús. Y me hace pensar que de verdad, está acostumbrada a todo el drama que siempre tiene a su alred
Alessandra Cavani.No suelo ser una perra engreída, ni altanera, pero estoy disfrutando demasiado las expresiones petrificadas de las arpías de esta familia. No se aguantan un pelo para soltar su veneno ni dejar sus insidiosos comentarios, así que verlas con la boca abierta y boqueando como peces fuera del agua, me provoca cierta satisfacción.Siento la mirada de todos sobre mí, porque cada uno a su forma se quedó sorprendido. Sin embargo, es la de él la que eriza los cabellos de mi nuca. No sé por qué me mira con tanta intensidad, ni si es molestia u orgullo por mi forma de gestionar este problema. Lo único que sé es que sus ojos no se despegan de mi cara y yo comienzo a sonrojarme por eso.No le devuelvo la mirada, me enfoco en cualquier cosa, menos en él. Pero sigue siendo igual de, ¿incómodo?, ¿extraño?Entre Dylan y yo no ha existido nada, jamás. Solo un odio desmedido de su parte y algunas horas de paz, cuando necesitamos el uno del otro para cumplir con lo que queremos aparenta
Dylan O’ Conell.Aprieto mi mandíbula en cuanto abuelo Fran me ordena que salga del comedor. Quiero replicar, pero sé que no puedo hacerlo, tengo que respetar su autoridad a pesar de todo.Me pregunto qué querrá hablar con Alessandra, si ni siquiera se conocen. No realmente. Lejos de una presentación formal y la última visita el día de la fiesta, no creo que hayan coincidido. Mi abuelo es un hombre de principios, que no tolera la irresponsabilidad ni la ineptitud. No dudo que haya buscado información sobre ella, cuando supo que sería mi esposa, así que no alcanzo a entender del todo cómo es que se posiciona a su favor cuando la atacan. Tampoco comprendo qué tienen ellos que hablar y por un momento, me quedo pensando en lo que Alessandra podría decirle.No tengo ni posibilidad de decirle que no mencione nada del divorcio antes de salir y dejarlos solos. Atravieso el marco una vez más y a pocos metros, escucho las quejas de mi madre y mis tías, que tampoco entienden la postura de mi abu
Alessandra Cavani.Me levanto sin importarme que Dylan intente detenerme. No puede pretender que yo acepte con tranquilidad todas las insinuaciones que está haciendo sobre mí.«Insinuaciones, no sería la palabra». Corrijo, porque el muy imbécil no me está dando vueltas, está yendo directo a lo que él cree que está sucediendo. Sin importarle ofenderme en el camino.Y me parece que se dará un tremendo golpe a su ego cuando descubra quién está realmente detrás de todo esto. Porque no me quedan dudas de que es alguien cercano a él.—¿A dónde crees que vas? —demanda, tomándome del brazo por tercera vez en lo que va de encuentro.Pero ya se me acabó la paciencia y me zafo de malas formas.—¡Suéltame! —ordeno, doy un paso atrás y lo fulmino con la mirada. Lo señalo con un dedo—. No te atrevas a tocarme otra vez. O no respondo de mí.Dylan no se esperaba mi reacción, así que se queda momentáneamente congelado en el lugar. Hasta que sus ojos brillan con algo que no alcanzo a reconocer y apriet