Alessandra Cavani
Me doy la vuelta y me encuentro con Ryan, que parece haber escuchado toda la conversación. Junto mis manos y retuerzo mis dedos, con nerviosismo, no sé qué hacer o qué decirle para saber cuánto escuchó en realidad. Sin embargo, voy directo al grano, debe ser evidente lo del divorcio si Dylan ni siquiera me trata con una pizca de respeto.
—Escuchaste todo, ¿verdad?
Ryan frunce el ceño y pellizca sus labios con sus dedos, tal vez pensando qué decirme para no hacerme sentir tan miserable. Asiente, luego de unos segundos extraños en los que no deja de mirarme ni un instante.
Cierro los ojos y respiro profundo, intento alejarme para evitar mayor humillación. No quiero tener que dar explicaciones por las decisiones tomadas, no quiero quedar como la actriz de cuarta que termina en medio de otra polémica porque no sabe qué más hacer con su vida.
Pero Ryan no me deja alejarme, me toma del brazo con suavidad y el gesto dista tanto del que hizo antes su hermano, que me quedo mirándolo como si fuera un bicho extraño.
—No tienes que irte, delante de mí no tienes que actuar —asegura, con tono suave.
Su forma de mirarme y sus palabras me hacen temblar. Pero, sobre todo, porque me recuerda la razón de que esté aquí hoy, su declaración de hace tres días, donde aseguraba que conocía mis secretos. Lo que no me ha dejado dormir bien desde entonces, preguntándome de qué forma pudieron llegar a él, si es verdad que los conoce.
—Porque sabes todos mis secretos, ¿no? —pregunto, con ironía. No puedo evitar el retintín que me sale al hablar.
Ryan sonríe solo un poco, divertido, supongo, teniéndome al borde de una crisis de ansiedad. Por más que intente fingir tranquilidad, mis secretos me quitan la calma.
—Por supuesto —confirma y me guiña un ojo.
Entrecierro los ojos en su dirección, porque de verdad creo que me está tomando el pelo y no tengo idea con qué fin. No obstante, necesito aclarar esto de una vez, aunque suene desesperada, tengo que saber a qué se refiere con que conoce todos mis secretos. Tengo muchos, algunos más importantes que otros; solo necesito saber específicamente cuál de todos es.
—¿Todos? —Enarco una ceja, probándolo.
—¿Son muchos? —devuelve, astuto.
—Si me dijeras cuál es el que sabes, tal vez te mencione uno de los otros.
Ryan me mira divertido e interesado en mi propuesta. No tengo intenciones de decirle nada, pero eso él debería saberlo. Finge que se lo piensa y cuando lo considera pertinente, se acerca un poco más a mí y rebusca algo dentro de su chaqueta. Me mantengo tranquila, a la espera, pero cuando saca lo que parece un recorte de periódico, mi corazón se detiene.
No necesito mirar de cerca para saber lo que es, tengo memorizados cada centímetro de esa foto.
Intento hablar, pero no me salen las palabras. El nudo en mi garganta se agranda y casi que no respiro ante lo que esto puede significar. Miro a los ojos a Ryan y es evidente que está analizándome, mis reacciones, mis gestos. Y tampoco necesito conocerlo tanto para saber que tiene mucho que decir al respecto.
Muerdo mi labio inferior, más nerviosa de lo que quisiera estar.
—¿Por qué tienes una foto mía? —pregunta, cuando extiende su mano y me muestra el contenido del recorte, que ya yo esperaba. Sin embargo, sus palabras sí que me sorprenden.
Levanto la mirada y la fijo en la suya. Su ceño fruncido con confusión y en su boca una mueca extraña que no alcanzo a determinar qué significa. Pero tampoco le presto mucha atención, porque estoy tratando de asimilar lo que acabo de escuchar.
«¿Es él?».
Miro de él a la foto y aunque ya sé lo que encontraré, sigo insistiendo. La imagen del lugar donde fue el rescate sigue tan nítida en mi cabeza, como el mismo primer día; una espalda un poco descubierta y un rostro de perfil. Comparo uno con otro y a pesar de que no tengo certezas de nada, porque la imagen no se ve con claridad, la emoción que llena de repente mi pecho es abrumadora.
Años guardando esto como mi mayor secreto y al parecer, todo el tiempo estuve confundida. No obstantem es algo que ahora mismo me interese pensar, lo importante es que encontré al hombre que me quitó el sueño todo este tiempo.
—¿Tú…tú eres el de la foto? —insisto, solo para confirmar. No me lo creo aún.
Una lenta sonrisa se va formando en mis labios a medida que asimilo esta información. El miedo de que un aparente desconocido estuviera al tanto de algo que debería ser privado, pasa a segundo plano, ya no existe.
Ryan asiente con un gesto de su cabeza y yo quiero dar volteretas en el lugar. Mil preguntas me acechan, pero la más importante se impone.
—¿No me recuerdas? —interrogo, con las emociones a mil y el corazón latiendo frenético. Siento que la sonrisa en mi rostro en cualquier momento me hará colapsar, de tan intensa que es. Me duelen las mejillas y ahora no es por fingir actitudes acordes a la sociedad, es por este impresionante descubrimiento.
Los segundos, o las fracciones de segundos que en realidad pasan, me parecen eternos en lo que él demora en responder. Pero algo en su expresión insegura no me deja permanecer tranquila, mantener la emoción. Frunce los labios y con los ojos entrecerrados, no duda en hacerme la pregunta que responde la mía.
—¿Debería hacerlo? —Y las esperanzas caen al suelo una vez más. Incluso siento como si algo se quebrara dentro de mí.
La decepción nubla cada milímetro de mi cuerpo, pero de igual forma, asiento. Tal vez haya alguna explicación lógica para su negación.
—¿Por qué? —insiste, con su expresión confusa aún más marcada en su rostro.
Y, definitivamente, puedo decir que unas sencillas e insignificantes palabras, me rompen en mil pedazos. No puede ser cierto que ese hombre sea él, Ryan O¢ Conell, mi actual cuñado y la persona que ahora mismo pide explicaciones porque, al parecer, no recuerda nada.
—Por nada…solo…solo olvídalo —pido, cabizbaja. Intento sonreír, pero no logro convencerlo—. Por favor, devuélveme la foto, necesito salir de aquí.
—¡No! —exclama, con seriedad. Aleja la foto de mi alcance—. Dime por qué la guardas y la razón de que me preguntaras si te recuerdo.
Las lágrimas pican en mis ojos y trato de aguantarlas. Intento tomar la foto, pero Ryan es más alto que yo y no logro mucho.
—Por favor, Ryan, esa foto es mía, dámela —pido, con dificultad.
Él niega varias veces, se rehúsa a darme lo que con tanto celo guardé todos estos años.
—El de la foto soy yo —repite, acercando el recorte a mi cara—. ¿No te parece injusto que yo no sepa la razón por la que la guardas?
Extiendo la mano y logro alcanzar el recorte, pero Ryan lo aparta con rapidez. Forcejeo con él, intento quitarle el papel de una vez por todas y salir de aquí, pero es una batalla perdida, si jalo más fuerte puede romperse.
—¿Qué crees que estás haciendo? —brama Dylan, que llega de repente. Volteo a verlo y su rostro está rojo de indignación y rabia—. No le pongas las manos encima a mi hermano.
Me toma del brazo y con brusquedad, me aparta. Tengo que soltar la foto y veo con claridad como Ryan aprovecha para guardarla dentro de su chaqueta. No dice nada, deja que su hermano crea que todo es mi culpa.
—¿No te basta con arruinar mi vida que ahora quieres enredar a Ryan con tus escándalos también? —pregunta, con un odio marcado en su tono.
Me aleja de su hermano y yo me sacudo, para soltarme, pero su agarre se hace más fuerte.
—¡Suéltame! Esto no tiene nada que ver contigo —exijo, negada a que continúe alejándome de Ryan.
«Necesito recuperar esa foto».
—No te voy a dejar que actúes a tus anchas. Ahora mismo voy a sacarte de aquí, ya que solo sabes armar problemas.
—Tú eres el que está armando el show, déjame en paz —gruño, pero no puedo soltarme.
Me lleva lejos de su hermano y no puedo hacer nada. Si continúo resistiéndome voy a terminar revolcada en el piso, porque sospecho que ni siquiera tendrá la decencia de detenerse hasta alejarme de todo lo que su vida es.
—¿A dónde me llevas? —pregunto, miro a mi alrededor y no tengo idea hacia dónde vamos.
Dylan no me responde, se limita a ignorarme. Y esa frialdad que siempre carga a mi alrededor, esa desconfianza que yo le doy, me afecta. Puede que haya descubierto algo extraño hoy, con esa afirmación de Ryan con respecto a la foto, pero no alcanzo a olvidar todo lo que he estado creyendo por tanto tiempo.
La decepción regresa al recordar que Ryan no tiene idea de nada de lo sucedido. Mis ojos se empañan y pestañeo varias veces para evitar romperme delante de Dylan, no quiero darle más motivos para que me ataque. Para él, mis lágrimas serán aún más falsas de lo que cree que soy. Y esta concentración que llevo, para evitar derramarlas, me hace ignorar lo que en verdad sucede. No tengo idea qué está haciendo Dylan y por qué me arrastra con él, pero sé que si pregunto, volverá a ignorarme, así que no lo hago más.
Dylan O¢ ConellMi agarre se hace más fuerte en su brazo cuando Alessandra intenta zafarse, porque no puedo dejarla ir. Ella no tiene que estar aquí y debe comprenderlo cuanto antes, este no es su lugar. No entiendo con qué intención mi hermano la llamó y además, la defiende, pero no dudo que ya se haya dejado influenciar por ella y su arte seductor. Su fama no es precisamente por su profesión, más bien por los problemas que siempre tiene alrededor y que, casi siempre, tienen que ver con hombres.Me alejo de la casa, rumbo a donde dejé a Anyelina esperándome. Fue una suerte que ella estuviera de acuerdo y no me dejara una vez más por culpa de las acciones de Alessandra Cavani, la maldición de mi vida. Doblamos la esquina y suelto el agarre, para evitar dramas innecesarios, ya basta con los que tenemos. Anyelina, al verme, se me acerca con una sonrisa radiante en sus labios, pero la pierde por completo cuando se cruza con Alessandra.—¿Qué hace ella aquí? —pregunta, con sus dientes apr
Dylan O’ ConellLo que pretendíamos hacer queda interrumpido cuando mi hermano entra a nuestro apartamento. Anyelina se baja de mi regazo con un rápido movimiento, luego de soltar un chillido que me deja medio sordo. Me queda claro que es por la presencia de Ryan y le agradezco que no quiera exponerse delante de él.Sin embargo…—¿Por qué tu hermano está aquí? ¿Por qué tiene acceso a tu apartamento y además, entra sin permiso? —pregunta, con indignación.Es lógico que ella no sepa que vivimos juntos, ya que estuvo lejos todo un año y en ese tiempo, muchas cosas cambiaron.Pretendo responderle, pero Ryan escuchó perfectamente sus preguntas y no demora en ponerla al tanto. No me da tiempo evitarlo.—Lamento decirte que la única que no tiene que estar aquí…eres tú, sobre todo porque no eres la esposa de mi hermano —informa con arrogancia, mientras se quita la chaqueta de su traje y mira a Anyelina con una expresión que no me gusta—. Esta también es mi casa. No necesito pedir permiso.—Ry
Dylan O’ ConellMe despierto por puro instinto, aunque después de la noche que pasé, es un milagro. Por suerte, no tengo que ir a trabajar a la empresa familiar, ya que se supone que estoy de luna de miel y me puedo tomar unas vacaciones. Sin embargo, mis responsabilidades son demasiado importantes para mí y no puedo obviarlas. Mucho menos, si tienen que ver con mi patrimonio personal.Desde hace tres años dirijo mi propia empresa y desde entonces, mi vida gira en torno a ella. Nadie de mi familia está al tanto, porque todo lo llevo en secreto y no he usado ni un centavo de ellos. Es mi mayor proyecto de vida.Salgo de mi apartamento sin ver a mi hermano, lo que me parece bien. No quiero amargarme tan temprano en la mañana. Voy directo a mi empresa y como siempre, doy tres o cuatro vueltas, antes de ir hasta el edificio donde queda la oficina principal. Atravieso el amplio salón a paso rápido y me integro con los demás empresarios que continúan sus labores, como yo.Al llegar a la ofi
Dylan O' ConellAlessandra se queda atónita y su expresión fingida en su papel de víctima, me hace enojar.—¿Por qué siempre insinúas que yo busco el dinero de tu familia? ¿Por qué crees eso de mí, si en realidad no me conoces de nada? —Su voz suena dolida, pero no le creo nada.Ella es actriz y a pesar de su carrera poco conocida por su profesión como tal, debo decir que le sale bien actuar en situaciones como esta. Me río en su cara y la obligo a retroceder, hago que se siente otra vez en la silla que antes estaba ocupando.—Me parece divertido que finjas demencia, la verdad. Pero dice mucho de ti, y no precisamente a favor, que siempre trates de hacerme pasar por imbécil —exclamo, sintiendo que es ahora el momento para decirle más verdades como las que merece—. Supongo que no recuerdas todo lo que pasó hace un año, ¿no? Todo lo que hiciste, que me jodió la vida y lo sigue haciendo hasta hoy.Alessandra abre mucho los ojos y niega con la cabeza, frenéticamente. Coloca sus manos sobr
Alessandra Cavani.Dylan se va y yo me quedo pensando en las razones de haberle pedido una selfie. Sonrío sin poder evitarlo y continúo mirando por el ventanal. Me quieren molestar, ya me quedó claro, aunque tampoco tenía dudas de que eso sería algo que sucedería. Anoche me dieron un aviso de alguien queriendo desprestigiarme con una foto un tanto extraña y que daría paso a malentendidos.Ya he pasado por demasiados escándalos en mi vida para saber cómo funciona y cómo debo gestionarlos. Y algo me dice que ahora necesito pruebas de todos los movimientos que hagamos Dylan y yo juntos, porque no dudo ni por un segundo de que esto recién está empezando.Busco en mi teléfono mi cuenta de Facebook y sin pensarlo dos veces, publico la foto que acabo de tomarme con mi “amado esposo”.Salgo del Club y voy directo a donde cuidan de mi nono. Desde el día anterior a la boda no lo veo y aunque él me dijo que no lo visitara para cuidar su identidad, no puedo abandonarlo ahora que está en tan mal e
Dylan O’ ConellEl bombardeo de mensajes y llamadas, de todos mis familiares, me hace enojar. Además de Annabelle, que no deja de insistir, intentando que le explique lo que sucede y también, recordándome todo el daño que puede hacer Alessandra a mi imagen.Llega un momento en el que no sé si siento odio, irritación o me divierte todo esto. Ni siquiera conozco el motivo por el que todos andan locos, pero no me quedan dudas de que mi piedra en el zapato, mi ex esposa Alessandra Cavani, tiene algo que ver.Cuando la llamo para pedir una explicación, me quedo en shock al saber que está en la casa de mi familia y que debo presentarme cuanto antes. No me queda claro cómo me siento al respecto, si tengo que estar dando explicaciones de mi vida privada y sumado, seguir fingiendo delante de todos que mi matrimonio sigue en pie.La parsimonia con la que ella trata todo este asunto me provoca repelús. Y me hace pensar que de verdad, está acostumbrada a todo el drama que siempre tiene a su alred
Alessandra Cavani.No suelo ser una perra engreída, ni altanera, pero estoy disfrutando demasiado las expresiones petrificadas de las arpías de esta familia. No se aguantan un pelo para soltar su veneno ni dejar sus insidiosos comentarios, así que verlas con la boca abierta y boqueando como peces fuera del agua, me provoca cierta satisfacción.Siento la mirada de todos sobre mí, porque cada uno a su forma se quedó sorprendido. Sin embargo, es la de él la que eriza los cabellos de mi nuca. No sé por qué me mira con tanta intensidad, ni si es molestia u orgullo por mi forma de gestionar este problema. Lo único que sé es que sus ojos no se despegan de mi cara y yo comienzo a sonrojarme por eso.No le devuelvo la mirada, me enfoco en cualquier cosa, menos en él. Pero sigue siendo igual de, ¿incómodo?, ¿extraño?Entre Dylan y yo no ha existido nada, jamás. Solo un odio desmedido de su parte y algunas horas de paz, cuando necesitamos el uno del otro para cumplir con lo que queremos aparenta
Dylan O’ Conell.Aprieto mi mandíbula en cuanto abuelo Fran me ordena que salga del comedor. Quiero replicar, pero sé que no puedo hacerlo, tengo que respetar su autoridad a pesar de todo.Me pregunto qué querrá hablar con Alessandra, si ni siquiera se conocen. No realmente. Lejos de una presentación formal y la última visita el día de la fiesta, no creo que hayan coincidido. Mi abuelo es un hombre de principios, que no tolera la irresponsabilidad ni la ineptitud. No dudo que haya buscado información sobre ella, cuando supo que sería mi esposa, así que no alcanzo a entender del todo cómo es que se posiciona a su favor cuando la atacan. Tampoco comprendo qué tienen ellos que hablar y por un momento, me quedo pensando en lo que Alessandra podría decirle.No tengo ni posibilidad de decirle que no mencione nada del divorcio antes de salir y dejarlos solos. Atravieso el marco una vez más y a pocos metros, escucho las quejas de mi madre y mis tías, que tampoco entienden la postura de mi abu