Inicio / Romántica / UN AMOR POR CONTRATO / Capítulo 4. ¿No me recuerdas?
Capítulo 4. ¿No me recuerdas?

Alessandra Cavani

Me doy la vuelta y me encuentro con Ryan, que parece haber escuchado toda la conversación. Junto mis manos y retuerzo mis dedos, con nerviosismo, no sé qué hacer o qué decirle para saber cuánto escuchó en realidad. Sin embargo, voy directo al grano, debe ser evidente lo del divorcio si Dylan ni siquiera me trata con una pizca de respeto.

—Escuchaste todo, ¿verdad?

Ryan frunce el ceño y pellizca sus labios con sus dedos, tal vez pensando qué decirme para no hacerme sentir tan miserable. Asiente, luego de unos segundos extraños en los que no deja de mirarme ni un instante.

Cierro los ojos y respiro profundo, intento alejarme para evitar mayor humillación. No quiero tener que dar explicaciones por las decisiones tomadas, no quiero quedar como la actriz de cuarta que termina en medio de otra polémica porque no sabe qué más hacer con su vida.

Pero Ryan no me deja alejarme, me toma del brazo con suavidad y el gesto dista tanto del que hizo antes su hermano, que me quedo mirándolo como si fuera un bicho extraño.

—No tienes que irte, delante de mí no tienes que actuar —asegura, con tono suave.

Su forma de mirarme y sus palabras me hacen temblar. Pero, sobre todo, porque me recuerda la razón de que esté aquí hoy, su declaración de hace tres días, donde aseguraba que conocía mis secretos. Lo que no me ha dejado dormir bien desde entonces, preguntándome de qué forma pudieron llegar a él, si es verdad que los conoce.

—Porque sabes todos mis secretos, ¿no? —pregunto, con ironía. No puedo evitar el retintín que me sale al hablar.

Ryan sonríe solo un poco, divertido, supongo, teniéndome al borde de una crisis de ansiedad. Por más que intente fingir tranquilidad, mis secretos me quitan la calma.

—Por supuesto —confirma y me guiña un ojo.

Entrecierro los ojos en su dirección, porque de verdad creo que me está tomando el pelo y no tengo idea con qué fin. No obstante, necesito aclarar esto de una vez, aunque suene desesperada, tengo que saber a qué se refiere con que conoce todos mis secretos. Tengo muchos, algunos más importantes que otros; solo necesito saber específicamente cuál de todos es.

—¿Todos? —Enarco una ceja, probándolo.

—¿Son muchos? —devuelve, astuto.

—Si me dijeras cuál es el que sabes, tal vez te mencione uno de los otros.

Ryan me mira divertido e interesado en mi propuesta. No tengo intenciones de decirle nada, pero eso él debería saberlo. Finge que se lo piensa y cuando lo considera pertinente, se acerca un poco más a mí y rebusca algo dentro de su chaqueta. Me mantengo tranquila, a la espera, pero cuando saca lo que parece un recorte de periódico, mi corazón se detiene.

No necesito mirar de cerca para saber lo que es, tengo memorizados cada centímetro de esa foto.

Intento hablar, pero no me salen las palabras. El nudo en mi garganta se agranda y casi que no respiro ante lo que esto puede significar. Miro a los ojos a Ryan y es evidente que está analizándome, mis reacciones, mis gestos. Y tampoco necesito conocerlo tanto para saber que tiene mucho que decir al respecto.

Muerdo mi labio inferior, más nerviosa de lo que quisiera estar.

—¿Por qué tienes una foto mía? —pregunta, cuando extiende su mano y me muestra el contenido del recorte, que ya yo esperaba. Sin embargo, sus palabras sí que me sorprenden.

Levanto la mirada y la fijo en la suya. Su ceño fruncido con confusión y en su boca una mueca extraña que no alcanzo a determinar qué significa. Pero tampoco le presto mucha atención, porque estoy tratando de asimilar lo que acabo de escuchar.

«¿Es él?».

Miro de él a la foto y aunque ya sé lo que encontraré, sigo insistiendo. La imagen del lugar donde fue el rescate sigue tan nítida en mi cabeza, como el mismo primer día; una espalda un poco descubierta y un rostro de perfil. Comparo uno con otro y a pesar de que no tengo certezas de nada, porque la imagen no se ve con claridad, la emoción que llena de repente mi pecho es abrumadora.

Años guardando esto como mi mayor secreto y al parecer, todo el tiempo estuve confundida. No obstantem es algo que ahora mismo me interese pensar, lo importante es que encontré al hombre que me quitó el sueño todo este tiempo.

—¿Tú…tú eres el de la foto? —insisto, solo para confirmar. No me lo creo aún.

Una lenta sonrisa se va formando en mis labios a medida que asimilo esta información. El miedo de que un aparente desconocido estuviera al tanto de algo que debería ser privado, pasa a segundo plano, ya no existe.

Ryan asiente con un gesto de su cabeza y yo quiero dar volteretas en el lugar. Mil preguntas me acechan, pero la más importante se impone.

—¿No me recuerdas? —interrogo, con las emociones a mil y el corazón latiendo frenético. Siento que la sonrisa en mi rostro en cualquier momento me hará colapsar, de tan intensa que es. Me duelen las mejillas y ahora no es por fingir actitudes acordes a la sociedad, es por este impresionante descubrimiento.

Los segundos, o las fracciones de segundos que en realidad pasan, me parecen eternos en lo que él demora en responder. Pero algo en su expresión insegura no me deja permanecer tranquila, mantener la emoción. Frunce los labios y con los ojos entrecerrados, no duda en hacerme la pregunta que responde la mía.

—¿Debería hacerlo? —Y las esperanzas caen al suelo una vez más. Incluso siento como si algo se quebrara dentro de mí.

La decepción nubla cada milímetro de mi cuerpo, pero de igual forma, asiento. Tal vez haya alguna explicación lógica para su negación.

—¿Por qué? —insiste, con su expresión confusa aún más marcada en su rostro.

Y, definitivamente, puedo decir que unas sencillas e insignificantes palabras, me rompen en mil pedazos. No puede ser cierto que ese hombre sea él, Ryan O¢ Conell, mi actual cuñado y la persona que ahora mismo pide explicaciones porque, al parecer, no recuerda nada.

—Por nada…solo…solo olvídalo —pido, cabizbaja. Intento sonreír, pero no logro convencerlo—. Por favor, devuélveme la foto, necesito salir de aquí.

—¡No! —exclama, con seriedad. Aleja la foto de mi alcance—. Dime por qué la guardas y la razón de que me preguntaras si te recuerdo.

Las lágrimas pican en mis ojos y trato de aguantarlas. Intento tomar la foto, pero Ryan es más alto que yo y no logro mucho.

—Por favor, Ryan, esa foto es mía, dámela —pido, con dificultad.

Él niega varias veces, se rehúsa a darme lo que con tanto celo guardé todos estos años.

—El de la foto soy yo —repite, acercando el recorte a mi cara—. ¿No te parece injusto que yo no sepa la razón por la que la guardas?

Extiendo la mano y logro alcanzar el recorte, pero Ryan lo aparta con rapidez. Forcejeo con él, intento quitarle el papel de una vez por todas y salir de aquí, pero es una batalla perdida, si jalo más fuerte puede romperse.

—¿Qué crees que estás haciendo? —brama Dylan, que llega de repente. Volteo a verlo y su rostro está rojo de indignación y rabia—. No le pongas las manos encima a mi hermano.

Me toma del brazo y con brusquedad, me aparta. Tengo que soltar la foto y veo con claridad como Ryan aprovecha para guardarla dentro de su chaqueta. No dice nada, deja que su hermano crea que todo es mi culpa.

—¿No te basta con arruinar mi vida que ahora quieres enredar a Ryan con tus escándalos también? —pregunta, con un odio marcado en su tono.

Me aleja de su hermano y yo me sacudo, para soltarme, pero su agarre se hace más fuerte.

—¡Suéltame! Esto no tiene nada que ver contigo —exijo, negada a que continúe alejándome de Ryan.

«Necesito recuperar esa foto».

—No te voy a dejar que actúes a tus anchas. Ahora mismo voy a sacarte de aquí, ya que solo sabes armar problemas.

—Tú eres el que está armando el show, déjame en paz —gruño, pero no puedo soltarme.

Me lleva lejos de su hermano y no puedo hacer nada. Si continúo resistiéndome voy a terminar revolcada en el piso, porque sospecho que ni siquiera tendrá la decencia de detenerse hasta alejarme de todo lo que su vida es.

—¿A dónde me llevas? —pregunto, miro a mi alrededor y no tengo idea hacia dónde vamos.

Dylan no me responde, se limita a ignorarme. Y esa frialdad que siempre carga a mi alrededor, esa desconfianza que yo le doy, me afecta. Puede que haya descubierto algo extraño hoy, con esa afirmación de Ryan con respecto a la foto, pero no alcanzo a olvidar todo lo que he estado creyendo por tanto tiempo.

La decepción regresa al recordar que Ryan no tiene idea de nada de lo sucedido. Mis ojos se empañan y pestañeo varias veces para evitar romperme delante de Dylan, no quiero darle más motivos para que me ataque. Para él, mis lágrimas serán aún más falsas de lo que cree que soy. Y esta concentración que llevo, para evitar derramarlas, me hace ignorar lo que en verdad sucede. No tengo idea qué está haciendo Dylan y por qué me arrastra con él, pero sé que si pregunto, volverá a ignorarme, así que no lo hago más.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo