BastiánEl aroma picante fue lo primero que percibió.El cabello castaño fue lo segundo que vio.Y luego, la espalda de alguien que reconoció de inmediato.Su figura se movió entre la gente hasta llegar al centro junto a su hijo. Ella se agacho hasta la altura de Liam manteniendo una distancia segura. No supo que susurro, pero lo que sea que haya dicho hizo que el cuerpo de Liam reaccionara, sin levantar su rostro. Ella toco el pasto entre ellos y suavemente toco una de sus pequeñas manitas hecha puño sobre su cabeza, hasta que la coloco sobre la tierra, Liam cerro los dedos sobre la grama tan fuerte que Bastián sintió que estaba hiriéndose así mismo, pero la mano de ella lo sostenía. Levanto la mirada hacía los presentes haciendo ademán de que se alejaran. Algunos entendieron y comenzaron a alejarse. Otros no se movieron. Fue entonces que Bastián reacciono, miro hacía Camille.—Diles que se vayan de aquí por favor—rogo antes de comenzar a acercarse a ellos.Bastián dio un paso a la v
BárbaraAún podía sentir la calidez de aquel agarre.Bárbara apoyó la barbilla en su muñeca mientras mantenía la vista fija en su otra mano. La observó con detenimiento, buscando algún cambio: un ligero temblor, una nueva coloración, un cambio en la temperatura. Sin embargo, no había nada fuera de lo normal. Su mano lucía exactamente igual, y aun así, la sensación persistía, como si el calor de la mano de Bastián hubiese dejado una huella en su piel."¿Por qué sigo sintiendo esto?"Con un movimiento brusco, Bárbara sacudió la mano, intentando desprenderse de aquella sensación que parecía aferrarse a ella. Al final, la dejó descansar sobre sus muslos, todavía percibiendo un calor que no le pertenecía.Es realmente rígido...Se reprochó, tratando de ignorar la forma en que su corazón había reaccionado al toque de BastiánEstaba segura que no la tomaría. Que el simplemente se dirigiria a Liam y ella solo se apartaria, estaba lista para que es
Bárbara—Betsy vamos, dijiste que irías si venia por ti, ahora estoy aquí así que baja.La voz de Jean resonó más alto en medio del silencio de la noche. Su corazón dio un vuelco haciendo que se aferrara a las bisagras tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos. Se giro hacía la puerta detrás de ella atenta a cualquier moviendo o ruido que proviniera de afuera espero unos segundos antes que sus pulmones ardieran y tuviera que soltar el aire.Cuando nada paso regreso su vista a Jean.Jean, parada justo en el patio de aquella casa vieja. Una de las más antiguas del vecindario. Rodeada de arboles sin podar y un jardín sin cuidar. Había juguetes de niños y triciclos tirados, llenos de moho y oxidados. Aun así, nadie se preocupaba por ellos. Y Jean no era la excepción. Se había escapado como varias otras noches hasta su casa para verla.Bárbara respiro con dificultad con el pasar de los minutos. Con el peso de la realidad cerniéndose sobre ella. Le adv
BastiánVer a Liam profundamente dormido fue como recibir una suave brisa. Bastián quería hacer un escudo protector donde nada tocara a su hijo, donde nada lo lastimara, quería protegerlo incluso de el mismo. Pero también estaba esa punzada de querer llevarlo a casa, quería dejar la habitación de hospital porque constantemente le recordaba lo amargo de la realidad. Las cosas no estaban bien. Y era momento de aceptarlo. Por más aterrorizado que estuviera, ese hecho tenía que aceptarlo. Porque lo rompió más ver a su hijo agazapado y temblando, sabiendo que se paralizada ante su dolor que su propio miedo a sus propias emociones.No quería volver a verlo de esa forma. Se negó a que sucediera, sabía que la pediatra de Liam había usado una cascada de tecnicismo para explicar a Bastián porque las pruebas estaban bien y a pesar de eso Liam había sufrido el ataque. La forma en que se rebuscaba para darle explicaciones era obvia que no quería decirle directame
Las voces de la televisión rompían el silencio de la sala.Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.Liam tomó la servilleta que su padre había colocado j
Balancear su vida privada y su trabajo era algo que Bastián hacía mejor que nadie.Una vez que dejaba a Liam en la guardería, podía ponerse manos a la obra hasta que regresaba a casa y entendía la cantidad de problemas que verdaderamente tenía.Y para empeorar las cosas, tratar con personas problemáticas como lo era la “Reina del trombo” volvía la única parte de su vida que de verdad creía que tenía controlada en un desastre.Cuando empezó a trabajar en el hospital, le pidió un protocolo de compra explicando detalladamente la razón y el uso del equipo. Lo único que recibió fue una hoja diciendo que lo quería.Eso era todo, sin explicaciones ni formato formal. En ese momento debió haber sabido que su relación no iría bien.Después de eso, intentó reunirse con ella, enviándole correos, pero nunca respondió.Fue a buscarla directamente a su oficina varias veces, y encontró letreros en la puerta con mensajes como: "Di la contraseña," "Estoy escondiéndome," "Sí estoy, pero no abriré", "Dame
Los monitores cardíacos pitaban sin cesar, mientras Barbara Montenegro se movía entre los pacientes en la sala de emergencias del Hospital General de Sierra Verde.Con precisión calculada, pero con una chispa de adrenalina en cada paso.Cada pitido, cada rostro pálido, era un recordatorio de que el tiempo era oro.—Necesito más heparina, ¡ahora! —ordenó con voz firme a una enfermera cercana, mientras sus ojos seguían concentrados en la pantalla que mostraba los signos vitales de su paciente más reciente.—Dra. Montenegro, ya hemos superado las dosis indicadas. Si seguimos así, puede que haya una hemorragia —manifestó la enfermera con voz temblorosa.A pesar de la tensión y el caos, Barbara mantenía una calma exterior que enmascaraba el torbellino de emociones dentro de ella.—Si no la aplicamos ahora, igual morirá de un infarto —contestó de inmediato, aunque la enfermera dudó en aplicar la otra ampolla.Barbará tomó la jeringa preparada de las manos de la enfermera y se acercó a la cam
El primer año fue el más difícil de los dos.Bárbara tuvo que aprender a lidiar con el hecho de que ahora no solo era la “loca asesina” en una tierra lejana, sin pasado ni padres, sino también la “paria” del hospital en un pueblo tan pequeño como Sierra Verde, donde las costumbres eran tan antiguas que ni siquiera le dieron la bienvenida.Sus métodos poco convencionales para tratar a los pacientes no le ganaron popularidad, y más de una vez pensó que la echarían antes de siquiera poder comenzar. Pero entonces, resolvió uno de los casos más complejos que habían llegado al hospital, y el desprecio que le tenían se transformó en un respeto-odio.Ahora, por lo menos, casi nadie se atrevía a meterse con ella, salvo por uno que otro comentario amargo.Bárbara se había acostumbrado a esos comentarios.Dos años después, casi se había hecho inmune a escucharlos. Aun así, mentiría si dijera que era algo con lo que le gustaba vivir. Quizás solo necesitaba salir.Escapar por un rato, tomarse un tr