Bastián—Papá—Liam se acerco y empujo una lata de jugo en su pierna—vamos…—comenzó el niño miro al suelo un segundo antes de levantar su cabeza hacía Bastián y decir con un tono débil que se iba tornando cada vez más fuerte—a ver a Lirios.Estaban en la hora de almuerzo. Bastián había llegado a la guardería para comer con Liam unos 15 minutos antes. Así que habían estado en silenció. Bastián estaba tan concentrado en otra cosa que no se dio cuenta cuando Liam se bajo de su asiento y se acerco a el con el jugo en sus manos.—Es bueno que me preguntes antes de ir por tu cuenta—contesto tomando el jugo y colocándolo en la mesa. —Ella…—Bastián recordó la última vez que la vio, diciendo que regresaría después de tres días no le dio mayor explicación y él no se atrevió a preguntar.Se limito a verla marchar. Incluso dejando su saco con ella, esperando que de alguna forma le diera un poco de calor.—No esta en el hospital en este momento—explico Bastián. Liam se encogió mirando el jugo que
BastiánMüller entro a la sala dando zancadas con todo el semblante visiblemente tenso. Detrás de el iba Bauer con el rostro tan lleno de oscuridad murmurando algo que Bastián no lograba entender, pero seguramente no era nada bueno.Ambos tomaron asientos en la esquina de la sala de reuniones que constaba solo de una mesa ovalada y seis sillas además de una pantalla del lado de Bastián.Solo poco después entro la última integrante del departamento de radiología. Las otras personas en la esquina estaban visiblemente irritadas a diferencia de la mujer de cabello rizado y mirada angelical. Ella se sentó algo o lo bastante lejos de los dos primeros.Supuso que había sucedido algo antes de la reunión, pero no podía preguntar, así como así. Intento armonizar el ambiente aclarándose la garganta.Él se acercó a la mesa deslizando un folder con todos los datos desglosados de su plan para recaudar los fondos.—Esto es una de las propuestas que les tengo para conseguir los seiscientos mil dólare
HansEscucharla decir aquello hizo que la poca paciente de Hans llegara a su límite. Arrecostado sobre el asiento se enderezo como un resorte y se aferro con fuerza a los apoyadores del asiento dispuesta a levantarse. Pero una mano lo detuvo. Greta no lo miraba porque estaba concentrada en la mujer del otro lado de la mesa. Solamente levanto su palma sin aflojar su postura.Hans respiro profundo y comenzó a contar. Lo que sea que Greta planeara tenía que confiar en ella. Además, alterarse en ese momento solo podría terminar beneficiando a esa mujer.Como si ignorara por completo la tensión que había en la sala siguió hablando sin mirarlos. Sus ojos estaban puestos en el señor rígido.—Creo que será un trabajo difícil por una semana, pero los resultados valdrán el tiempo invertido.Cecilia hablo con soltura, tranquila y sin perder la sonrisa.Así como no le importaba ser amedrentada por las palabras duras de Greta cuando salieron de la cirugía por haber comenzado sin su autorización, t
BárbaraLas risas explotaron en el lugar. La cocinera ya había tomado más de tres latas de cerveza y comenzaba a arrastrar las palabras mientras otras pacientes se congregaban en un grupo de más de diez personas, escuchando su anécdota. Hablaban sobre su infancia, experiencias compartidas, anécdotas graciosas.La competencia había terminado hace unas horas, el público se dispersó y los que querían continuar la fiesta se dirigieron a un almacén cerca de la clínica. Era clandestino definitivamente, pero Barbara sospechaba que las autoridades ya conocían a los pacientes que se escapaban para reunirse así. No conocía al alma benevolente que le permitió a un puñado de pacientes oncológicos hacer esa clase de cosas, pero tampoco podía juzgarlo por impedirlo.Las terapias de grupo no podían compararse con eso. De alguna forma aquella interacción se sentía mucho más íntima, más real. Barbara barrió el lugar con la mirada. El más joven parecía tener dieciocho, el mayor quizás cincuenta. Las se
Las voces de la televisión rompían el silencio de la sala.Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.Liam tomó la servilleta que su padre había colocado j
Balancear su vida privada y su trabajo era algo que Bastián hacía mejor que nadie.Una vez que dejaba a Liam en la guardería, podía ponerse manos a la obra hasta que regresaba a casa y entendía la cantidad de problemas que verdaderamente tenía.Y para empeorar las cosas, tratar con personas problemáticas como lo era la “Reina del trombo” volvía la única parte de su vida que de verdad creía que tenía controlada en un desastre.Cuando empezó a trabajar en el hospital, le pidió un protocolo de compra explicando detalladamente la razón y el uso del equipo. Lo único que recibió fue una hoja diciendo que lo quería.Eso era todo, sin explicaciones ni formato formal. En ese momento debió haber sabido que su relación no iría bien.Después de eso, intentó reunirse con ella, enviándole correos, pero nunca respondió.Fue a buscarla directamente a su oficina varias veces, y encontró letreros en la puerta con mensajes como: "Di la contraseña," "Estoy escondiéndome," "Sí estoy, pero no abriré", "Dame
Los monitores cardíacos pitaban sin cesar, mientras Barbara Montenegro se movía entre los pacientes en la sala de emergencias del Hospital General de Sierra Verde.Con precisión calculada, pero con una chispa de adrenalina en cada paso.Cada pitido, cada rostro pálido, era un recordatorio de que el tiempo era oro.—Necesito más heparina, ¡ahora! —ordenó con voz firme a una enfermera cercana, mientras sus ojos seguían concentrados en la pantalla que mostraba los signos vitales de su paciente más reciente.—Dra. Montenegro, ya hemos superado las dosis indicadas. Si seguimos así, puede que haya una hemorragia —manifestó la enfermera con voz temblorosa.A pesar de la tensión y el caos, Barbara mantenía una calma exterior que enmascaraba el torbellino de emociones dentro de ella.—Si no la aplicamos ahora, igual morirá de un infarto —contestó de inmediato, aunque la enfermera dudó en aplicar la otra ampolla.Barbará tomó la jeringa preparada de las manos de la enfermera y se acercó a la cam
El primer año fue el más difícil de los dos.Bárbara tuvo que aprender a lidiar con el hecho de que ahora no solo era la “loca asesina” en una tierra lejana, sin pasado ni padres, sino también la “paria” del hospital en un pueblo tan pequeño como Sierra Verde, donde las costumbres eran tan antiguas que ni siquiera le dieron la bienvenida.Sus métodos poco convencionales para tratar a los pacientes no le ganaron popularidad, y más de una vez pensó que la echarían antes de siquiera poder comenzar. Pero entonces, resolvió uno de los casos más complejos que habían llegado al hospital, y el desprecio que le tenían se transformó en un respeto-odio.Ahora, por lo menos, casi nadie se atrevía a meterse con ella, salvo por uno que otro comentario amargo.Bárbara se había acostumbrado a esos comentarios.Dos años después, casi se había hecho inmune a escucharlos. Aun así, mentiría si dijera que era algo con lo que le gustaba vivir. Quizás solo necesitaba salir.Escapar por un rato, tomarse un tr