Por un momento todo lo que estaba a su alrededor se detuvo y lo único en lo que pudo pensar fue en los golpes que Santiago le acababa de dar a la mesa. Habían sido dos fuertes golpes que habían sonado por todo el lugar. Las miradas que había a su alrededor la incomodaban mientras ella solo trataba de mantener la calma. Lo que estaba sucediendo, no debería de haberle estado sucediendo, no en ese día, no cuando se supone que debía de ser una noche perfecta.—Siéntate—fue lo único que pudo susurrar al ver que todas las personas presentes en el restaurante los veían con sorpresa. Permitir que las personas se dieran cuenta de sus problemas era lo que ella más podía odiar en el mundo. Específicamente cuando eso tenía que ver con personas desconocidas.—No pienso sentarme hasta que me des una respuesta— dijo él con un tono lleno de molestia en la voz.—¿Qué clase de respuesta quieres que te dé? —le preguntó antes de simplemente levantarse del asiento en el cual se había encontrado sentada p
Aquella noche el bar del centro de la ciudad se encontraba totalmente repleto por turistas que probablemente acababan de llegar a la ciudad hace unas cuantas horas, en cada esquina del bar se podía escuchar el sonido de los diferentes idiomas, el sonido de los diferentes tonos de voz y sobre todo las claras diferencias en las actitudes de los clientes. Harry que se encontraba en el segundo piso, sentado en uno de los asientos de cuero que había en la sala privada del bar, no podía alejar la mirada de una de las mesas que se encontraban en el primer piso del bar. Estaba aburrido de esperar por sus socios, llevaba más de una hora esperando y lo único que había conseguido había sido una botella de vino que detestaba. Beber costosas bebidas no le apetecía cuando se encontraba en un bar donde podía conseguir bebidas mucho más fuertes como un buen tequila que le hiciera olvidar todo el estrés de la semana.—¿No han llegado? —preguntó al ver a uno de los meseros, trayéndole una bandeja de
La voz de Santiago se podía escuchar desde la cocina hasta el jardín de la casa, pero ella no las escuchaba a pesar de encontrarse en la sala de estar, a unos cuantos pasos de la cocina. Estaba tratando a toda costa de ignorar los comentarios que estaba recibiendo por parte de su “Prometido”. Para todos seguía siendo su prometido, porque no había tenido el valor de contarles a todos que había decidido casarse con otra.—¿Te puedes callar? —preguntó en un pequeño susurro lleno de odio—. Estoy tratando de pensar.—¿Qué es lo que quieres pensar? —preguntó él. llevándose ambas manos hacia la cabeza, asustado por el resultado que había lanzado aquella prueba de embarazo barata que había estado en el baño por unos cuantos meses sin usar—. ¡Probablemente esta descompuesta! —soltó con emoción, creyendo que finalmente había encontrado la respuesta y la solución para su pequeño problema explosivo.Camila suspiró con frustración. Sabía que era imposible que la prueba estuviera descompuesta, pues
Había un gran silencio incomodo en aquel consultorio médico, especialmente porque ambos se miraban fijamente en espera de que el otro soltara al menos una palabra que pudiera iniciar aquella conversación incomoda. Camila mientras lo observaba se percataba que cada vez se sentía mucho más nerviosa y es que el hecho de que una persona que literalmente era una completa desconocida le acabara de hablar con preocupación, le terminaba por preocupar. Quería saber que era lo que le preocupaba y por qué la veía de esa forma. —¿No piensas hablar?—¿No me recuerdas? — preguntó de repente él, con un extraño nudo en el estomago que lo hacia sentir incapaz de hablar.—¿De dónde debería de recordarte? — susurró ella, tratando de buscar aquel apuesto hombre entre sus recuerdos.—Del bar— soltó él.Ella se paralizó por completo, recordaba perfectamente lo que había hecho aquella noche en que había celebrado su cumpleaños sola, con el corazón roto. Lo que no podía recordar lo absoluto era con quien h
La puerta de habitación se cerró de golpe cuando Harry se sentó en la cama de Santiago. Por un momento se acomodó el saco del traje negro y entonces suspiró con demasiada fuerza. Esperando pacientemente a que ella dijera lo que tuviera que decir en aquellos momentos. Camila al verlo cómodamente sentado se sintió terriblemente frustrada y es que no podía creer que él hubiera soltado aquellas palabras con tanta facilidad.Estaba agradecida que los padres de Santiago no hubieran escuchado nada de lo que habían discutido en aquel pasillo, porque si no todo se hubiera complicado de una peor manera.—Eso no estaba en el plan que habíamos establecido en el hospital—susurró ella—. Eso para nada estaba en el plan, ¿Por qué lo has hecho?—No lo sé—respondió él, con una gran expresión de seriedad en el rostro—. Supongo que solo quería meterle un poco más de diversión a todo esto.—¿Un poco de diversión?—Creí que habías aceptado que yo fuera el padre.—¡Si, pero nunca dije que dijeras que nos ca
Harry se observó los nudillos llenos de sangre cuando su padre finalmente los separó de aquella pelea que había iniciado Santiago. En realidad, Harry solo había esperado que Camila saliera de la habitación para defenderse de una vez por todas de su hermano. Aunque por lo general él solía ser bastante tranquilo, cuando se trataba de Santiago siempre perdía el control. Incluso en esos momentos donde tenía los nudillos lastimados por los golpes, se sentía orgulloso de haberse defendido. De haberle partido la cara a su hermano.La cena familiar se había ido al carajo, pero no le importaba.Lo único que realmente le importaba en esos momentos era la manera en la que Camila se encontraba llorando, con las manos temblorosas sobre aquel sofá. Podía ver la manera en la que ella trataba de esconder sus manos de cualquiera que pudiera verlas. Su mirada viajando de un lado a otro por aquella sala. Ni siquiera tenía que preguntarle como se sentía para saber que ella estaba pidiendo a gritos que la
Eran las once de la noche cuando el abogado de la familia llegó con una expresión de cansancio en el rostro que era imposible de ocultar. Ya habían pasado unas cuantas horas desde que una pequeña parte de la realidad había sido expuesta y el abogado acababa de llegar. Excusándose de haberse puesto a redactar el contrato que necesitarían firmar aquella noche. Durante las horas que habían transcurrido, esperando que el abogado llegara a la casa, Camila y Harry se habían mantenido en silencio, jugando un extraño juego móvil que había logrado que ella se relajara por completo. Él lo había notado, se había percatado de la manera en la que ella había estado temblando al recibir los gritos de su padre y no le había gustado en lo absoluto aceptar que no había podido hacer nada para defenderla en esos momentos. Al menos le agradaba saber que había logrado hacer algo que a ella le relajara en lo absoluto. Desconocía por completo muchísimas cosas de ella y aunque tenía todo el dinero necesario p
Cristina cerró la puerta con fuerza antes de ponerse a gritar como loca por todo su departamento. Estaba furiosa. No podía creer que su plan había salido de la peor manera posible. Estaba consiente que una única cosa tenía que hacer bien y lo había arruinado por completo. Todo su plan se había ido al carajo por culpa de Harry. Todo porque al parecer había comenzado a salir con Camila y es que simplemente no podía entender cómo era posible que ella hubiera podido engatusar a Harry en tan poco tiempo. No podía entenderlo por más que lo pensara. Durante años había hecho de todo para que su plan funcionara, para que esa noche fuera perfecta y no había salido ni siquiera bien. Camila no se había sentido triste en lo absoluto por perder a Santiago y eso le había enfurecido porque todo el plan había sido para hacerla enfurecer, para hacerla sentir menos y entristecerla por completo. Todo había salido como se supone que no debía de salir y nada había salido como lo planeado. Estaba furiosa