Por un momento todo lo que estaba a su alrededor se detuvo y lo único en lo que pudo pensar fue en los golpes que Santiago le acababa de dar a la mesa. Habían sido dos fuertes golpes que habían sonado por todo el lugar. Las miradas que había a su alrededor la incomodaban mientras ella solo trataba de mantener la calma.
Lo que estaba sucediendo, no debería de haberle estado sucediendo, no en ese día, no cuando se supone que debía de ser una noche perfecta.
—Siéntate—fue lo único que pudo susurrar al ver que todas las personas presentes en el restaurante los veían con sorpresa. Permitir que las personas se dieran cuenta de sus problemas era lo que ella más podía odiar en el mundo. Específicamente cuando eso tenía que ver con personas desconocidas.
—No pienso sentarme hasta que me des una respuesta— dijo él con un tono lleno de molestia en la voz.
—¿Qué clase de respuesta quieres que te dé? —le preguntó antes de simplemente levantarse del asiento en el cual se había encontrado sentada por más de una hora—. Si lo que quieres es que acepte que te cases con alguien más, entonces hazlo. No puedo prohibirte hacer algo, mucho menos puedo prohibirte casarte con otra mujer. Ya has tomado la decisión, no esperes una respuesta de mi parte cuando ya lo has decidido todo.—
—¿No te interesa saber con qué mujer quiero casarme? — preguntó Santiago, acomodándose los rulos rojizos que le cubrían discretamente los ojos—. ¿No tienes el más mínimo interés? — susurró—. Eso deja bastante en claro que nunca te importé, que nunca me has amado lo suficiente.
Camila sonrió por un momento, conteniendo todas las lágrimas que había en su interior, amenazando con salir de una manera descontrolada.
¿Qué era lo que tramaba Santiago al preguntarle eso que acababa de preguntarle? ¿Acaso quería que ella se pusiera a llorar en aquel restaurante para pedirle que no la dejara? ¿Acaso quería que le dijera que realmente le interesaba con quien se iba a casar?
Ella no deseaba nada de eso, en realidad ella prefería no saber nada de lo que él estuviera a punto de hacer con su vida a partir de esos momentos.
Los momentos que había pasado a su lado habían sido realmente buenos, por ello prefería dejar de pensar en el futuro y únicamente quedarse con lo bueno.
No iba a fingir que no estaba herida, mucho menos que le importaba un poco lo que estaba sucediendo, pero no estaba dispuesta a dejar su dignidad por él. Mucho menos en un lugar público.
Lo que le acababa de decir, lo que acababa de preguntarle no era mas que una manera de demostrar la poca madurez que tenía por la situación. ¿Cómo podía decirle que ella no lo amaba cuando claramente él era el que había decidido terminar con todo?
Él era la parte de la relación que se había quebrado, él era la parte de la relación que había decidido alejarse. Que había decidido irse con otra persona.
¿Cómo podía estar intentado echarle la culpa a ella cuando ella solo le había entregado su corazón?
—No, no estoy interesada.
—¿Por qué?
—¿Qué es lo que estas esperando de mi parte? — susurró ella con rabia, sintiendo que la voz se le quebraba de dolor—. ¿Estás esperando que me ponga de rodillas y me ponga a gritar? ¿Quieres que te suplique para que te quedes conmigo?
—Yo... realmente esperaba que pelearas un poco más por mi—susurró él.
—No, gracias, pero no estoy interesada. —dijo antes de tomar su bolso blanco de diseñador. Un hermoso bolso que había recibido el año pasado por su cumpleaños. Un bolso que prácticamente Santiago le había regalado por obligación.
—Disculpa, pero ahora que no estamos juntos, estaba pensando en si podías regresarme ese bolso que te regalé el año pasado— susurró, soltando una pequeña sonrisa de vergüenza. Por un momento, había pensado que probablemente podría dárselo a la mujer que en esos momentos realmente amaba.
Camila sonrió ampliamente y por un segundo se atrevió a levantarle el dedo medio de la mano.
—Púdrete— fue lo único que le dijo antes de finalmente caminar hacia la salida de aquel restaurante donde únicamente había sido el entretenimiento de los comensales. Pero entonces se detuvo y regresó hacia aquella mesa donde él le veía con los ojos bien abiertos.
Con la cara bien en alto dejó el bolso sobre la mesa y comenzó a sacar las pocas cosas que traía en su bolso. Celular, cartera y un labial fue lo que sacó antes de mirarlo a los ojos y suspirar.
—Quédatelo, que con lo que tú ganas al año... puedo comprarme veinte de estos en un mes. Muerto de hambre—soltó antes de escuchar como los comensales comenzaban a reírse de Santiago.
—Camila—soltó él con sorpresa al verla alejarse.
Ella cerró los ojos por un momento al encontrarse con un rostro conocido en medio de aquel lugar, desesperadamente caminó hacia la salida y salió del lugar para encontrarse con una terrible tormenta que únicamente le hizo sentirse comprendida.
“Que cumpleaños tan perfecto” pensó por un momento antes de atreverse a caminar bajo aquella tormenta. Las gordas gotas de agua golpeando su rostro, su maquillaje, su vestido nuevo que había comprado únicamente para él.
Mientras caminaba se preguntaba que era lo que había salido mal, ¿Qué era lo que le había faltado para que él se quedara a su lado? Pero incluso si se preguntaba esa misma pregunta un millón de veces, nunca tendría lo que él había estado buscando. Lo que la otra mujer le había entregado a su prometido.
—¡Al diablo! —gritó con fuerza. Deteniéndose bajo la lluvia para únicamente quitarse aquel anillo de compromiso que le había entregado—. Ni siquiera me dio un diamante...—susurró con tristeza. Permitiéndose finalmente soltar todos aquellos sentimientos que se había estado tragando.
Al lanzar aquel anillo de compromiso soltó un grito con tanta fuerza que probablemente terminó por lastimarse la garganta.
—¡Espero que nunca seas feliz! —volvió a gritar, esta vez tambaleándose por completo en aquella calle llena de agua.
Al caer en el agua se llevó ambas manos al rostro y simplemente se puso a llorar. Sintiéndose como una pequeña niña de cinco años que acababa de ser abandonada.
El conductor del lujoso auto BMW blanco que se detuvo frente a ella suspiró con fuerza. Observando a la vulnerable mujer que no le permitía conducir.
—¿Qué sucede? —preguntó una gruesa voz masculina desde el asiento trasero—. ¿Por qué te has detenido? — soltó con seriedad. Con el típico tono de voz que solía utilizar siempre.
El conductor que por un momento pensó en bajarse del auto, suspiró y volteo para ver a su jefe que lo veía con el rostro lleno de seriedad.
—Hay una mujer, llorando en medio de la calle... por ello no puedo continuar.
—Haga sonar el claxon— fue lo que respondió aquel hombre serio, manteniendo la mirada en la pantalla de su computadora.
Camila levantó la mirada hacia el sonido del claxon, limpiándose las lagrimas al encontrarse con unas grandes luces que la cegaban casi por completo.
—Señor, la mujer no se mueve del camino, ¿Será que esta herida? —preguntó el conductor antes de mirar a su jefe—. ¿Señor quiere que baje?
—No. Estas lastimado de tu pierna, la lluvia no debe de tocar tu herida. Iré a pedirle que se quité del camino.
—¿Esta seguro? — preguntó el chofer con cierta duda. No era la primera vez que su jefe se ofrecía a hacer las cosas por si solo, solo que en esos momentos la tormenta era tan poderosa que sabia que el traje se le empaparía en cuestión de segundos—. Tiene una reunión bastante importante en el bar, no puede ir con el traje totalmente empapado.
—No tienes de que preocuparte— comentó aquel hombre con el rostro serio. Buscando con la mirada el paraguas que había tomado antes de salir de casa. — no creo que, por unos cuantos segundos, el traje terminé echo un desastre. Solo le pediré que se retire de la calle.
—¿Esta seguro?
—Lo estoy— comentó, lanzando la laptop al asiento de al lado para después tomar el paraguas negro y bajar del auto. El aire frio lo golpeo repentinamente cuando cerró la puerta del auto y caminó hacia el frente del auto.
La poderosa tormenta por un momento provocó que su paraguas negro se tambaleara sobre él. Provocando que unas cuantas gotas cayeran sobre su elegante traje negro.
Una pequeña grosería se escapó de sus labios antes de finalmente poder caminar hacia la mujer. Al verla sintió un extraño remolino en el estomago que le provocó que el aire se le escapara por completo. Aquellos ojos marrones lo habían cautivado de una extraña manera, los gruesos labios y el cabello oscuro le parecían tan atractivos que no podía apartar la mirada.
—Oye— dijo con el ceño ligeramente fruncido. Manteniendo la expresión seria.
Tratando de ocultar el claro interés que acababa de tener por ella.
Camila cerró los ojos antes de intentar verlo. Aquel hombre que se acababa de detener frente al auto parecía un ángel recién caído del cielo, con su cabello oscuro, con su mirada oscura y su rostro serio parecía que finalmente un ángel de la muerte acababa de ir por ella.
—¿Puedes escucharme? —preguntó al ver que ella no parecía estar dispuesta a contestarle—. ¿Acaso hablamos el mismo idioma, no?
—Lo hacemos— respondió ella, con la voz un poco ronca por culpa del grito que acababa de soltar.
—¿Entonces me puedes explicar por qué estás en medio de la calle?
—¿Acaso no puedo hacerlo?
—No, no cuando estoy tratando de pasar— expresó con calma.
—Puedes pasarme por encima, no hay problema— respondió ella con una sonrisa triste.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó él de repente—. Una mujer no debería de estar bajo la lluvia. Mucho menos sola, ¿Dónde está tu novio?
Camila no pudo evitar bajar la mirada por un momento, sintiéndose repentinamente avergonzada por el comentario que acababa de recibir.
Él al ver su reacción se puso de cuclillas y la cubrió con el paraguas negro que mantenía sujetando con fuerza sobre él.
—¿Necesitas ayuda? —volvió a decirle. Esta vez a unos escasos centímetros de su rostro.
Con solo verla sabia que no se encontraba bien, que necesitaba un poco de protección y su frágil corazón no podía negarse a ayudarla cuando la terminaba por encontrar hermosa.
—No— le respondió ella—. Lo que menos necesito es la ayuda de un hombre.
—¿Acaso un hombre te lastimó?
—Estoy bien.— respondió de mala gana.
—¡Lo único que quiero es ayudarte!
—¡Y yo te estoy diciendo que no quiero ayuda! —le gritó en el rostro. Levantándose del suelo con una expresión de molestia en el rostro.
—Bien— fue lo único que dijo él antes de regresar al auto con la misma expresión de molestia que ella le había mostrado.
—Señor, ¿Se encuentra bien? — le preguntó su chofer al verlo con una expresión completamente diferente.
Harry por lo general siempre tenía dos expresiones en su rostro: Seriedad y molestia. Aunque por lo general la expresión de molestia muy raramente se veía en su rostro.
Por ello al verlo con una expresión de molestia en el rostro le pareció extraño.
—¡Esa mujer es una grosera, hermosa, pero grosera! —susurró molesto. Tomando nuevamente su computadora portátil—. Vámonos al bar de una vez por todas.
Camila caminó bajo la lluvia, desviando su mirada hacia aquel auto blanco que se había detenido por ella.
Harry al pasar a su lado, la observó y suspiró molesto. Era la primera vez en su vida que conocía a una mujer tan hermosa que lo hiciera enojar con unas simples palabras. Por lo general mantenía en línea sus sentimientos, pero ella acababa de sacarlo de quicio con tanta facilidad que le intrigaba. Le intrigaba tanto que deseaba poder volver a verla en algún futuro.
Incluso si sabia que eso sería totalmente imposible, quería volver a verla.
Aquella noche el bar del centro de la ciudad se encontraba totalmente repleto por turistas que probablemente acababan de llegar a la ciudad hace unas cuantas horas, en cada esquina del bar se podía escuchar el sonido de los diferentes idiomas, el sonido de los diferentes tonos de voz y sobre todo las claras diferencias en las actitudes de los clientes. Harry que se encontraba en el segundo piso, sentado en uno de los asientos de cuero que había en la sala privada del bar, no podía alejar la mirada de una de las mesas que se encontraban en el primer piso del bar. Estaba aburrido de esperar por sus socios, llevaba más de una hora esperando y lo único que había conseguido había sido una botella de vino que detestaba. Beber costosas bebidas no le apetecía cuando se encontraba en un bar donde podía conseguir bebidas mucho más fuertes como un buen tequila que le hiciera olvidar todo el estrés de la semana.—¿No han llegado? —preguntó al ver a uno de los meseros, trayéndole una bandeja de
La voz de Santiago se podía escuchar desde la cocina hasta el jardín de la casa, pero ella no las escuchaba a pesar de encontrarse en la sala de estar, a unos cuantos pasos de la cocina. Estaba tratando a toda costa de ignorar los comentarios que estaba recibiendo por parte de su “Prometido”. Para todos seguía siendo su prometido, porque no había tenido el valor de contarles a todos que había decidido casarse con otra.—¿Te puedes callar? —preguntó en un pequeño susurro lleno de odio—. Estoy tratando de pensar.—¿Qué es lo que quieres pensar? —preguntó él. llevándose ambas manos hacia la cabeza, asustado por el resultado que había lanzado aquella prueba de embarazo barata que había estado en el baño por unos cuantos meses sin usar—. ¡Probablemente esta descompuesta! —soltó con emoción, creyendo que finalmente había encontrado la respuesta y la solución para su pequeño problema explosivo.Camila suspiró con frustración. Sabía que era imposible que la prueba estuviera descompuesta, pues
Había un gran silencio incomodo en aquel consultorio médico, especialmente porque ambos se miraban fijamente en espera de que el otro soltara al menos una palabra que pudiera iniciar aquella conversación incomoda. Camila mientras lo observaba se percataba que cada vez se sentía mucho más nerviosa y es que el hecho de que una persona que literalmente era una completa desconocida le acabara de hablar con preocupación, le terminaba por preocupar. Quería saber que era lo que le preocupaba y por qué la veía de esa forma. —¿No piensas hablar?—¿No me recuerdas? — preguntó de repente él, con un extraño nudo en el estomago que lo hacia sentir incapaz de hablar.—¿De dónde debería de recordarte? — susurró ella, tratando de buscar aquel apuesto hombre entre sus recuerdos.—Del bar— soltó él.Ella se paralizó por completo, recordaba perfectamente lo que había hecho aquella noche en que había celebrado su cumpleaños sola, con el corazón roto. Lo que no podía recordar lo absoluto era con quien h
La puerta de habitación se cerró de golpe cuando Harry se sentó en la cama de Santiago. Por un momento se acomodó el saco del traje negro y entonces suspiró con demasiada fuerza. Esperando pacientemente a que ella dijera lo que tuviera que decir en aquellos momentos. Camila al verlo cómodamente sentado se sintió terriblemente frustrada y es que no podía creer que él hubiera soltado aquellas palabras con tanta facilidad.Estaba agradecida que los padres de Santiago no hubieran escuchado nada de lo que habían discutido en aquel pasillo, porque si no todo se hubiera complicado de una peor manera.—Eso no estaba en el plan que habíamos establecido en el hospital—susurró ella—. Eso para nada estaba en el plan, ¿Por qué lo has hecho?—No lo sé—respondió él, con una gran expresión de seriedad en el rostro—. Supongo que solo quería meterle un poco más de diversión a todo esto.—¿Un poco de diversión?—Creí que habías aceptado que yo fuera el padre.—¡Si, pero nunca dije que dijeras que nos ca
Harry se observó los nudillos llenos de sangre cuando su padre finalmente los separó de aquella pelea que había iniciado Santiago. En realidad, Harry solo había esperado que Camila saliera de la habitación para defenderse de una vez por todas de su hermano. Aunque por lo general él solía ser bastante tranquilo, cuando se trataba de Santiago siempre perdía el control. Incluso en esos momentos donde tenía los nudillos lastimados por los golpes, se sentía orgulloso de haberse defendido. De haberle partido la cara a su hermano.La cena familiar se había ido al carajo, pero no le importaba.Lo único que realmente le importaba en esos momentos era la manera en la que Camila se encontraba llorando, con las manos temblorosas sobre aquel sofá. Podía ver la manera en la que ella trataba de esconder sus manos de cualquiera que pudiera verlas. Su mirada viajando de un lado a otro por aquella sala. Ni siquiera tenía que preguntarle como se sentía para saber que ella estaba pidiendo a gritos que la
Eran las once de la noche cuando el abogado de la familia llegó con una expresión de cansancio en el rostro que era imposible de ocultar. Ya habían pasado unas cuantas horas desde que una pequeña parte de la realidad había sido expuesta y el abogado acababa de llegar. Excusándose de haberse puesto a redactar el contrato que necesitarían firmar aquella noche. Durante las horas que habían transcurrido, esperando que el abogado llegara a la casa, Camila y Harry se habían mantenido en silencio, jugando un extraño juego móvil que había logrado que ella se relajara por completo. Él lo había notado, se había percatado de la manera en la que ella había estado temblando al recibir los gritos de su padre y no le había gustado en lo absoluto aceptar que no había podido hacer nada para defenderla en esos momentos. Al menos le agradaba saber que había logrado hacer algo que a ella le relajara en lo absoluto. Desconocía por completo muchísimas cosas de ella y aunque tenía todo el dinero necesario p
Cristina cerró la puerta con fuerza antes de ponerse a gritar como loca por todo su departamento. Estaba furiosa. No podía creer que su plan había salido de la peor manera posible. Estaba consiente que una única cosa tenía que hacer bien y lo había arruinado por completo. Todo su plan se había ido al carajo por culpa de Harry. Todo porque al parecer había comenzado a salir con Camila y es que simplemente no podía entender cómo era posible que ella hubiera podido engatusar a Harry en tan poco tiempo. No podía entenderlo por más que lo pensara. Durante años había hecho de todo para que su plan funcionara, para que esa noche fuera perfecta y no había salido ni siquiera bien. Camila no se había sentido triste en lo absoluto por perder a Santiago y eso le había enfurecido porque todo el plan había sido para hacerla enfurecer, para hacerla sentir menos y entristecerla por completo. Todo había salido como se supone que no debía de salir y nada había salido como lo planeado. Estaba furiosa
Harry suspiró por un momento antes de depositar sobre la mesa aquella copa de vino tinto que había estado sosteniendo por un momento. Tenía miles de pensamientos en la cabeza, todos que terminaban con el mismo resultado.Camila invadiendo cada uno de sus pensamientos, se sentía totalmente abrumado por lo que estaba sucediendo. No iba a decir que se sentía culpable por lo que estaba sucediendo porque realmente no era así. Simplemente le molestaba que su hermano realmente fuera a terminar casándose con la mujer que quería para él. Porque ya lo había decidido. Quería a Camila para él, y solo para él. Quería hacerse cargo del bebé que sabía que le pertenecía. Porque estaba totalmente seguro de lo que había sucedido aquella noche, sabía que ella únicamente le había pertenecido aquella noche en que las cosas se habían salido de control. Incluso si las cosas habían resultado de esa manera en una forma totalmente inesperada, no quería que las cosas cambiaran. Quería mantener su plan hasta el