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3: La prueba de embarazo

La voz de Santiago se podía escuchar desde la cocina hasta el jardín de la casa, pero ella no las escuchaba a pesar de encontrarse en la sala de estar, a unos cuantos pasos de la cocina. Estaba tratando a toda costa de ignorar los comentarios que estaba recibiendo por parte de su “Prometido”. Para todos seguía siendo su prometido, porque no había tenido el valor de contarles a todos que había decidido casarse con otra.

—¿Te puedes callar? —preguntó en un pequeño susurro lleno de odio—. Estoy tratando de pensar.

—¿Qué es lo que quieres pensar? —preguntó él. llevándose ambas manos hacia la cabeza, asustado por el resultado que había lanzado aquella prueba de embarazo barata que había estado en el baño por unos cuantos meses sin usar—. ¡Probablemente esta descompuesta! —soltó con emoción, creyendo que finalmente había encontrado la respuesta y la solución para su pequeño problema explosivo.

Camila suspiró con frustración. Sabía que era imposible que la prueba estuviera descompuesta, puesto que, si lo estuviera, no diera ningún resultado positivo o simplemente no arrojaría ningún resultado.

—¡Porque tienes que estar tan tranquila! — gritó él de repente, lanzando un vaso de cristal hacia el suelo.

Camila se tensó de susto al escuchar el sonido del cristal explotar por completo en el suelo de madera. Nerviosamente se llevó ambas manos al rostro y movió sus piernas en una señal de clara ansiedad.

—Limpia este desastre, no quiero que la casa sea un desastre para la noche. Tu familia vendrá, deberías de recordarlo.

—¿Es lo único que te interesa?

—¡¿Qué es lo que quieres?!— preguntó ella, en un fuerte grito.

Santiago lo único que había conseguido con su actitud había sido estresarla a tal nivel de querer ponerse a romper todo lo que se encontraba a su alrededor. Si, estaba esperando un hijo, posiblemente de un hombre que ni siquiera era él, pero no podía decírselo. Incluso cuando lo único que a él le preocupaba era que realmente ese bebé fuera suyo.

Ella sabía que lo que Santiago menos quería en ese momento era convertirse padre gracias a ella, lo que menos quería era tener la responsabilidad de un hijo que ni siquiera sería fruto de su matrimonio.

—Sabes... todo esto es tu culpa— soltó él, caminando repentinamente hacia ella con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Lo has hecho a propósito para que no pueda casarme con Cristina! —acusó nuevamente. Apuntándola con el dedo.

Ella lo observó con los labios ligeramente abiertos. Escuchar aquel nombre le dolió por completo, como si le hubieran apuñalado el pecho. El corazón.

—¿Cristina? —preguntó con la voz quebrada antes que un interminable silencio invadiera la casa. Ella lo miró a los ojos y se limpió rápidamente una lagrima que comenzaba a deslizarse por su mejilla.

Santiago desvió la mirada y se cubrió por un momento el rostro antes de suspirar con fuerza y asentir.

—No quería que te enteraras de esta manera, en realidad quería decírtelo en tu cumpleaños...

—¿En mi cumpleaños? —preguntó ella antes de reír—. Claramente puedo ver cómo te hace falta una parte del cerebro.

—¿A dónde vas? —preguntó al verla guardar la prueba de embarazo dentro del bolso para después levantarse del sofá con el rostro totalmente serio—. ¿No piensas ir con ella? — preguntó sin obtener ni una sola respuesta por parte de ella— ¿Verdad?

—Me estás diciendo que te vas a casar con mi mejor amiga y quieres que actúe de la mejor manera posible... dime—susurró, volteando a verlo—. ¿Desde cuándo me han estado viendo la cara, desde cuando han estado burlándose de mí?

—Camila...—susurró él con una voz suave. Ella conocía ese tono de voz, esa actitud acaramelada que siempre solía utilizar cuando las cosas comenzaban a salirse de su control

—¿Desde cuándo? — volvió a preguntarle. Alejándose de él en cuanto se percató que él trataba de tocarla.

—¿Hace tres años?

—¿Hace tres años? —preguntó ella. Sintiéndose mucho más herida de lo que podría haber creído estar—. Llevábamos cuatro años... estas diciendo que durante toda nuestra relación ustedes estuvieron juntos... olvídalo, ya no quiero saber nada.

—¿Vendrás a la cena? — preguntó él, al verla caminar hacia la puerta de la casa que por muchos años habían compartido.

Ella ni siquiera se tomó un minuto para responder la pregunta que acababa de recibir, únicamente se mordió el labio con fuerza y salió de aquella casa.

Estaba tan lastimada que le dolía muchísimo más de lo que le había dolido hace unas semanas en su cumpleaños. Y sabía que el verdadero motivo de aquel dolor era Cristina.

Su mejor amiga de toda la vida la había traicionado por un hombre, y es que para ella le parecía mucho más dolorosa la traición de una persona que miraba como una hermana que la traición de su simple prometido.

Y claro que estaría ahí para la cena, estaría ahí para sonreírle a toda la familia y decirle a su querida suegra que había dado a luz a un despreciable hombre.

Si ellos se habían tomado el tiempo de destruir su relación, su cumpleaños y su felicidad... entonces ella destruiría la perfecta cena que tenía planeada Santiago. Eso era tan solo un poco de lo que podía hacer, un poco de lo que ellos se merecían.

Su embarazo lo mantendría en secreto porque sabía que ella perfectamente podría descubrir la verdad por su propia cuenta, incluso si él resultaba ser el verdadero padre, no permitiría que estuviera cerca de su hijo porque si ya la había traicionado a ella, traicionaría un millón de veces el corazón de su hijo.

Aunque dentro de ella continuaba la pequeña duda respecto al resultado de la prueba, necesitaba comprobar que realmente se encontraba embarazada antes de planear su siguiente movimiento. 

Así que por ello se limpió las lágrimas y caminó directamente hacia una de las pocas clínicas medicas que conocía en la ciudad.

Sabía que una prueba de sangre sería mucho más confiable que una prueba casera.

Necesitaba quitarse esa duda de una vez por todas.

***

Harry se pasó una mano por la frente al escuchar a su secretaria leerle toda la agenda de aquella tarde. Por lo general no solía recibir tantas citas en el mismo día, pero las citas se le habían acumulado durante las últimas semanas. Todo por estarla buscando, por estar visitando el bar casi a diario por la ridícula idea de que podría encontrar a esa mujer que había conocido en el bar en aquella noche que se suponía que debía de viajar a Rusia. Sabía que era completamente absurdo hablar respecto a lo que había sucedido aquella noche, pero simplemente sentía que lo que había sucedido en aquella noche había sido mágico. Por primera vez en muchísimo tiempo había conocido a una persona que le había atraído por completo. Que le había caído bien.

Incluso había entendido que la manera en la que ella le había hecho enfurecer rápidamente había sido una manera de comprobar lo mucho que ella había cavar en él con tanta facilidad. Enojarse por cosas tan comunes no era para nada su manera de ser, pero ella lo había conseguido tan rápido, lo había desestabilizado por completo y eso extrañamente le había encantado.

—¿Me está escuchando? —preguntó de repente su secretaria al verlo totalmente perdido. 

—¿Qué? —le respondió él.

—Le acabo de mencionar qué hay una paciente sin cita previa, se quiere hacer una prueba de embarazo, pero usted tiene una cita dentro de treinta minutos. ¿Quiere recibirla o desea que le diga que vuelva mañana?

—Pídele a la señorita que pase—soltó Harry sin pensar, levantándose del asiento de su escritorio para caminar hacia su caja de guantes de látex.

—Entonces le pediré que pase—anunció su secretaria. Saliendo del consultorio.

La mirada de Harry se dirigió hacia la puerta de su consultorio cuando escuchó una reconocida voz que le aceleró por completo el corazón. Al verla parada en l puerta sintió que el corazón se le detuvo por un momento antes de correr con muchísima fuerza. Ahí estaba, era ella, mirándolo con esos hermosos ojos.

La chica por la cual no había dormido bien durante días estaba ahí, con un hermoso vestido suelto de color rosa que hacía resaltar su tono de piel.

Por un momento se preguntó si ella podía recordar aquella noche, si ella podía recordarle, pero al ver la indiferencia en su mirada se percató que ella no lo hacía.

—Pase…pase—soltó, tratando de sonar lo más indiferente posible—. Me ha comentado mi asistente que viene por una prueba de embarazo…una prueba—susurró para sí mismo. Esta vez no fue su corazón el que se detuvo, sino que su cabeza dejó de pensar por un momento antes de percatarse que, si ella realmente estaba embarazada, podría significar que él podría ser el padre.

—Lamento haber venido sin una cita, hoy me hice una prueba de embarazo casera y salió positiva. —comentó, acercándose a él con ambas manos sobre su vientre—. Solo quiero confirmar que la prueba sea verdadera— añadió. Sentándose en la camilla. Harry al verla frente a él desvió la mirada de manera nerviosa.

“La prueba dio positivo, ¿Estoy arruinado?” Pensó al mismo tiempo que el consultorio se quedaba en silencio.

—Entonces le haré el ultrasonido—susurró. Ella asintió y se paralizó por un momento al darse cuenta de que tendría que levantarse el vestido por completo para que él pudiera acceder a su vientre. Por un momento se miraron fijamente ambos y él sonrió suavemente antes de hacer girar su silla hacia l pared. Encontrándose con el gran espejo de su oficina—. Ahh…—soltó. Cerrando los ojos al mismo tiempo que bajaba por completo su rostro. Tratando de darle un poco de privacidad a pesar de que ya había visto todo de ella en aquella noche—. ¿Dónde quedó mi profesionalismo? —susurró para sí mismo. — debajo de la camilla hay una manta. Puedes cubrirte con ella si lo deseas.

“Gracias” susurró ella. Harry asintió y permaneció con los ojos cerrados y la cabeza baja hasta que ella le dijo que pudiera voltearse. Cuando lo hizo, la encontró con el vientre destapado. Por un momento recordó la sensación de besar su piel, pero trató de fingir que nada estaba pasando por su mente. Únicamente se concentró en explicarle a su “Desconocida” paciente lo que estaba a punto de hacer.

En silencio aplicó gel sobre su vientre y lo esparció antes de iniciar el ultrasonido. Inmediatamente la imagen del ultrasonido se vio presentado en una de las grandes pantallas del consultorio.

—Con solo verlo, puedo decirle que tiene unas tres o cuatro semanas de embarazo— informó Harry. Alejando la máquina de ella—. Y al ver que tienes pocas semanas… tenemos que hablar.

—¿Hablar sobre qué? — preguntó ella—. ¿Sobre los cuidados?

No, él no quería hablar sobre los cuidados. Él quería hablar sobre esa noche, sobre las posibilidades de ser el padre. Sobre lo que había sentido esa noche y como esperaba que ella también hubiera sentido lo mismo.

El problema era que no quería asustarla, no quería que la conversación se dirigiera a un punto donde pareciera haberse aprovechado de ella aquella noche. No tenía el valor para confesarle sus sospechas respecto a la paternidad, pero tampoco deseaba que ella le respondiera que estaba a punto de casarse. No quería escucharla decir que tenía a un hombre que amaba. Por ello simplemente asintió y caminó hacia su botiquín para tomar unas botellas de vitaminas.

—¿Tu apellido es Otero? —preguntó ella con sorpresa—. ¿Eres Harry Otero

—Lo soy, ¿Por qué? — respondió él, dejando los medicamentos sobre su escritorio.

—Porque así se llama el hermano de mi prometido… ex prometido…

—¿Santiago? —preguntó él, con la voz ligeramente temblorosa.

—¿Lo conoces? —soltó ella, viéndolo levantarse rápidamente se su asiento—. ¿Qué sucede? —preguntó rápidamente al verlo llevarse ambas manos al rostro y caminar en círculos por todo el lugar.

—Bien, Camila... tenemos que hablar—anunció, regresando hacia su asiento. Encontrándose con el rostro de ella totalmente pálido.

—¿Cómo es que conoces mi nombre?...

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