La voz de Santiago se podía escuchar desde la cocina hasta el jardín de la casa, pero ella no las escuchaba a pesar de encontrarse en la sala de estar, a unos cuantos pasos de la cocina. Estaba tratando a toda costa de ignorar los comentarios que estaba recibiendo por parte de su “Prometido”. Para todos seguía siendo su prometido, porque no había tenido el valor de contarles a todos que había decidido casarse con otra.
—¿Te puedes callar? —preguntó en un pequeño susurro lleno de odio—. Estoy tratando de pensar.
—¿Qué es lo que quieres pensar? —preguntó él. llevándose ambas manos hacia la cabeza, asustado por el resultado que había lanzado aquella prueba de embarazo barata que había estado en el baño por unos cuantos meses sin usar—. ¡Probablemente esta descompuesta! —soltó con emoción, creyendo que finalmente había encontrado la respuesta y la solución para su pequeño problema explosivo.
Camila suspiró con frustración. Sabía que era imposible que la prueba estuviera descompuesta, puesto que, si lo estuviera, no diera ningún resultado positivo o simplemente no arrojaría ningún resultado.
—¡Porque tienes que estar tan tranquila! — gritó él de repente, lanzando un vaso de cristal hacia el suelo.
Camila se tensó de susto al escuchar el sonido del cristal explotar por completo en el suelo de madera. Nerviosamente se llevó ambas manos al rostro y movió sus piernas en una señal de clara ansiedad.
—Limpia este desastre, no quiero que la casa sea un desastre para la noche. Tu familia vendrá, deberías de recordarlo.
—¿Es lo único que te interesa?
—¡¿Qué es lo que quieres?!— preguntó ella, en un fuerte grito.
Santiago lo único que había conseguido con su actitud había sido estresarla a tal nivel de querer ponerse a romper todo lo que se encontraba a su alrededor. Si, estaba esperando un hijo, posiblemente de un hombre que ni siquiera era él, pero no podía decírselo. Incluso cuando lo único que a él le preocupaba era que realmente ese bebé fuera suyo.
Ella sabía que lo que Santiago menos quería en ese momento era convertirse padre gracias a ella, lo que menos quería era tener la responsabilidad de un hijo que ni siquiera sería fruto de su matrimonio.
—Sabes... todo esto es tu culpa— soltó él, caminando repentinamente hacia ella con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Lo has hecho a propósito para que no pueda casarme con Cristina! —acusó nuevamente. Apuntándola con el dedo.
Ella lo observó con los labios ligeramente abiertos. Escuchar aquel nombre le dolió por completo, como si le hubieran apuñalado el pecho. El corazón.
—¿Cristina? —preguntó con la voz quebrada antes que un interminable silencio invadiera la casa. Ella lo miró a los ojos y se limpió rápidamente una lagrima que comenzaba a deslizarse por su mejilla.
Santiago desvió la mirada y se cubrió por un momento el rostro antes de suspirar con fuerza y asentir.
—No quería que te enteraras de esta manera, en realidad quería decírtelo en tu cumpleaños...
—¿En mi cumpleaños? —preguntó ella antes de reír—. Claramente puedo ver cómo te hace falta una parte del cerebro.
—¿A dónde vas? —preguntó al verla guardar la prueba de embarazo dentro del bolso para después levantarse del sofá con el rostro totalmente serio—. ¿No piensas ir con ella? — preguntó sin obtener ni una sola respuesta por parte de ella— ¿Verdad?
—Me estás diciendo que te vas a casar con mi mejor amiga y quieres que actúe de la mejor manera posible... dime—susurró, volteando a verlo—. ¿Desde cuándo me han estado viendo la cara, desde cuando han estado burlándose de mí?
—Camila...—susurró él con una voz suave. Ella conocía ese tono de voz, esa actitud acaramelada que siempre solía utilizar cuando las cosas comenzaban a salirse de su control
—¿Desde cuándo? — volvió a preguntarle. Alejándose de él en cuanto se percató que él trataba de tocarla.
—¿Hace tres años?
—¿Hace tres años? —preguntó ella. Sintiéndose mucho más herida de lo que podría haber creído estar—. Llevábamos cuatro años... estas diciendo que durante toda nuestra relación ustedes estuvieron juntos... olvídalo, ya no quiero saber nada.
—¿Vendrás a la cena? — preguntó él, al verla caminar hacia la puerta de la casa que por muchos años habían compartido.
Ella ni siquiera se tomó un minuto para responder la pregunta que acababa de recibir, únicamente se mordió el labio con fuerza y salió de aquella casa.
Estaba tan lastimada que le dolía muchísimo más de lo que le había dolido hace unas semanas en su cumpleaños. Y sabía que el verdadero motivo de aquel dolor era Cristina.
Su mejor amiga de toda la vida la había traicionado por un hombre, y es que para ella le parecía mucho más dolorosa la traición de una persona que miraba como una hermana que la traición de su simple prometido.
Y claro que estaría ahí para la cena, estaría ahí para sonreírle a toda la familia y decirle a su querida suegra que había dado a luz a un despreciable hombre.
Si ellos se habían tomado el tiempo de destruir su relación, su cumpleaños y su felicidad... entonces ella destruiría la perfecta cena que tenía planeada Santiago. Eso era tan solo un poco de lo que podía hacer, un poco de lo que ellos se merecían.
Su embarazo lo mantendría en secreto porque sabía que ella perfectamente podría descubrir la verdad por su propia cuenta, incluso si él resultaba ser el verdadero padre, no permitiría que estuviera cerca de su hijo porque si ya la había traicionado a ella, traicionaría un millón de veces el corazón de su hijo.
Aunque dentro de ella continuaba la pequeña duda respecto al resultado de la prueba, necesitaba comprobar que realmente se encontraba embarazada antes de planear su siguiente movimiento.
Así que por ello se limpió las lágrimas y caminó directamente hacia una de las pocas clínicas medicas que conocía en la ciudad.
Sabía que una prueba de sangre sería mucho más confiable que una prueba casera.
Necesitaba quitarse esa duda de una vez por todas.
***
Harry se pasó una mano por la frente al escuchar a su secretaria leerle toda la agenda de aquella tarde. Por lo general no solía recibir tantas citas en el mismo día, pero las citas se le habían acumulado durante las últimas semanas. Todo por estarla buscando, por estar visitando el bar casi a diario por la ridícula idea de que podría encontrar a esa mujer que había conocido en el bar en aquella noche que se suponía que debía de viajar a Rusia. Sabía que era completamente absurdo hablar respecto a lo que había sucedido aquella noche, pero simplemente sentía que lo que había sucedido en aquella noche había sido mágico. Por primera vez en muchísimo tiempo había conocido a una persona que le había atraído por completo. Que le había caído bien.
Incluso había entendido que la manera en la que ella le había hecho enfurecer rápidamente había sido una manera de comprobar lo mucho que ella había cavar en él con tanta facilidad. Enojarse por cosas tan comunes no era para nada su manera de ser, pero ella lo había conseguido tan rápido, lo había desestabilizado por completo y eso extrañamente le había encantado.
—¿Me está escuchando? —preguntó de repente su secretaria al verlo totalmente perdido.
—¿Qué? —le respondió él.
—Le acabo de mencionar qué hay una paciente sin cita previa, se quiere hacer una prueba de embarazo, pero usted tiene una cita dentro de treinta minutos. ¿Quiere recibirla o desea que le diga que vuelva mañana?
—Pídele a la señorita que pase—soltó Harry sin pensar, levantándose del asiento de su escritorio para caminar hacia su caja de guantes de látex.
—Entonces le pediré que pase—anunció su secretaria. Saliendo del consultorio.
La mirada de Harry se dirigió hacia la puerta de su consultorio cuando escuchó una reconocida voz que le aceleró por completo el corazón. Al verla parada en l puerta sintió que el corazón se le detuvo por un momento antes de correr con muchísima fuerza. Ahí estaba, era ella, mirándolo con esos hermosos ojos.
La chica por la cual no había dormido bien durante días estaba ahí, con un hermoso vestido suelto de color rosa que hacía resaltar su tono de piel.
Por un momento se preguntó si ella podía recordar aquella noche, si ella podía recordarle, pero al ver la indiferencia en su mirada se percató que ella no lo hacía.
—Pase…pase—soltó, tratando de sonar lo más indiferente posible—. Me ha comentado mi asistente que viene por una prueba de embarazo…una prueba—susurró para sí mismo. Esta vez no fue su corazón el que se detuvo, sino que su cabeza dejó de pensar por un momento antes de percatarse que, si ella realmente estaba embarazada, podría significar que él podría ser el padre.
—Lamento haber venido sin una cita, hoy me hice una prueba de embarazo casera y salió positiva. —comentó, acercándose a él con ambas manos sobre su vientre—. Solo quiero confirmar que la prueba sea verdadera— añadió. Sentándose en la camilla. Harry al verla frente a él desvió la mirada de manera nerviosa.
“La prueba dio positivo, ¿Estoy arruinado?” Pensó al mismo tiempo que el consultorio se quedaba en silencio.
—Entonces le haré el ultrasonido—susurró. Ella asintió y se paralizó por un momento al darse cuenta de que tendría que levantarse el vestido por completo para que él pudiera acceder a su vientre. Por un momento se miraron fijamente ambos y él sonrió suavemente antes de hacer girar su silla hacia l pared. Encontrándose con el gran espejo de su oficina—. Ahh…—soltó. Cerrando los ojos al mismo tiempo que bajaba por completo su rostro. Tratando de darle un poco de privacidad a pesar de que ya había visto todo de ella en aquella noche—. ¿Dónde quedó mi profesionalismo? —susurró para sí mismo. — debajo de la camilla hay una manta. Puedes cubrirte con ella si lo deseas.
“Gracias” susurró ella. Harry asintió y permaneció con los ojos cerrados y la cabeza baja hasta que ella le dijo que pudiera voltearse. Cuando lo hizo, la encontró con el vientre destapado. Por un momento recordó la sensación de besar su piel, pero trató de fingir que nada estaba pasando por su mente. Únicamente se concentró en explicarle a su “Desconocida” paciente lo que estaba a punto de hacer.
En silencio aplicó gel sobre su vientre y lo esparció antes de iniciar el ultrasonido. Inmediatamente la imagen del ultrasonido se vio presentado en una de las grandes pantallas del consultorio.
—Con solo verlo, puedo decirle que tiene unas tres o cuatro semanas de embarazo— informó Harry. Alejando la máquina de ella—. Y al ver que tienes pocas semanas… tenemos que hablar.
—¿Hablar sobre qué? — preguntó ella—. ¿Sobre los cuidados?
No, él no quería hablar sobre los cuidados. Él quería hablar sobre esa noche, sobre las posibilidades de ser el padre. Sobre lo que había sentido esa noche y como esperaba que ella también hubiera sentido lo mismo.
El problema era que no quería asustarla, no quería que la conversación se dirigiera a un punto donde pareciera haberse aprovechado de ella aquella noche. No tenía el valor para confesarle sus sospechas respecto a la paternidad, pero tampoco deseaba que ella le respondiera que estaba a punto de casarse. No quería escucharla decir que tenía a un hombre que amaba. Por ello simplemente asintió y caminó hacia su botiquín para tomar unas botellas de vitaminas.
—¿Tu apellido es Otero? —preguntó ella con sorpresa—. ¿Eres Harry Otero
—Lo soy, ¿Por qué? — respondió él, dejando los medicamentos sobre su escritorio.
—Porque así se llama el hermano de mi prometido… ex prometido…
—¿Santiago? —preguntó él, con la voz ligeramente temblorosa.
—¿Lo conoces? —soltó ella, viéndolo levantarse rápidamente se su asiento—. ¿Qué sucede? —preguntó rápidamente al verlo llevarse ambas manos al rostro y caminar en círculos por todo el lugar.
—Bien, Camila... tenemos que hablar—anunció, regresando hacia su asiento. Encontrándose con el rostro de ella totalmente pálido.
—¿Cómo es que conoces mi nombre?...
Había un gran silencio incomodo en aquel consultorio médico, especialmente porque ambos se miraban fijamente en espera de que el otro soltara al menos una palabra que pudiera iniciar aquella conversación incomoda. Camila mientras lo observaba se percataba que cada vez se sentía mucho más nerviosa y es que el hecho de que una persona que literalmente era una completa desconocida le acabara de hablar con preocupación, le terminaba por preocupar. Quería saber que era lo que le preocupaba y por qué la veía de esa forma. —¿No piensas hablar?—¿No me recuerdas? — preguntó de repente él, con un extraño nudo en el estomago que lo hacia sentir incapaz de hablar.—¿De dónde debería de recordarte? — susurró ella, tratando de buscar aquel apuesto hombre entre sus recuerdos.—Del bar— soltó él.Ella se paralizó por completo, recordaba perfectamente lo que había hecho aquella noche en que había celebrado su cumpleaños sola, con el corazón roto. Lo que no podía recordar lo absoluto era con quien h
La puerta de habitación se cerró de golpe cuando Harry se sentó en la cama de Santiago. Por un momento se acomodó el saco del traje negro y entonces suspiró con demasiada fuerza. Esperando pacientemente a que ella dijera lo que tuviera que decir en aquellos momentos. Camila al verlo cómodamente sentado se sintió terriblemente frustrada y es que no podía creer que él hubiera soltado aquellas palabras con tanta facilidad.Estaba agradecida que los padres de Santiago no hubieran escuchado nada de lo que habían discutido en aquel pasillo, porque si no todo se hubiera complicado de una peor manera.—Eso no estaba en el plan que habíamos establecido en el hospital—susurró ella—. Eso para nada estaba en el plan, ¿Por qué lo has hecho?—No lo sé—respondió él, con una gran expresión de seriedad en el rostro—. Supongo que solo quería meterle un poco más de diversión a todo esto.—¿Un poco de diversión?—Creí que habías aceptado que yo fuera el padre.—¡Si, pero nunca dije que dijeras que nos ca
Harry se observó los nudillos llenos de sangre cuando su padre finalmente los separó de aquella pelea que había iniciado Santiago. En realidad, Harry solo había esperado que Camila saliera de la habitación para defenderse de una vez por todas de su hermano. Aunque por lo general él solía ser bastante tranquilo, cuando se trataba de Santiago siempre perdía el control. Incluso en esos momentos donde tenía los nudillos lastimados por los golpes, se sentía orgulloso de haberse defendido. De haberle partido la cara a su hermano.La cena familiar se había ido al carajo, pero no le importaba.Lo único que realmente le importaba en esos momentos era la manera en la que Camila se encontraba llorando, con las manos temblorosas sobre aquel sofá. Podía ver la manera en la que ella trataba de esconder sus manos de cualquiera que pudiera verlas. Su mirada viajando de un lado a otro por aquella sala. Ni siquiera tenía que preguntarle como se sentía para saber que ella estaba pidiendo a gritos que la
Eran las once de la noche cuando el abogado de la familia llegó con una expresión de cansancio en el rostro que era imposible de ocultar. Ya habían pasado unas cuantas horas desde que una pequeña parte de la realidad había sido expuesta y el abogado acababa de llegar. Excusándose de haberse puesto a redactar el contrato que necesitarían firmar aquella noche. Durante las horas que habían transcurrido, esperando que el abogado llegara a la casa, Camila y Harry se habían mantenido en silencio, jugando un extraño juego móvil que había logrado que ella se relajara por completo. Él lo había notado, se había percatado de la manera en la que ella había estado temblando al recibir los gritos de su padre y no le había gustado en lo absoluto aceptar que no había podido hacer nada para defenderla en esos momentos. Al menos le agradaba saber que había logrado hacer algo que a ella le relajara en lo absoluto. Desconocía por completo muchísimas cosas de ella y aunque tenía todo el dinero necesario p
Cristina cerró la puerta con fuerza antes de ponerse a gritar como loca por todo su departamento. Estaba furiosa. No podía creer que su plan había salido de la peor manera posible. Estaba consiente que una única cosa tenía que hacer bien y lo había arruinado por completo. Todo su plan se había ido al carajo por culpa de Harry. Todo porque al parecer había comenzado a salir con Camila y es que simplemente no podía entender cómo era posible que ella hubiera podido engatusar a Harry en tan poco tiempo. No podía entenderlo por más que lo pensara. Durante años había hecho de todo para que su plan funcionara, para que esa noche fuera perfecta y no había salido ni siquiera bien. Camila no se había sentido triste en lo absoluto por perder a Santiago y eso le había enfurecido porque todo el plan había sido para hacerla enfurecer, para hacerla sentir menos y entristecerla por completo. Todo había salido como se supone que no debía de salir y nada había salido como lo planeado. Estaba furiosa
Harry suspiró por un momento antes de depositar sobre la mesa aquella copa de vino tinto que había estado sosteniendo por un momento. Tenía miles de pensamientos en la cabeza, todos que terminaban con el mismo resultado.Camila invadiendo cada uno de sus pensamientos, se sentía totalmente abrumado por lo que estaba sucediendo. No iba a decir que se sentía culpable por lo que estaba sucediendo porque realmente no era así. Simplemente le molestaba que su hermano realmente fuera a terminar casándose con la mujer que quería para él. Porque ya lo había decidido. Quería a Camila para él, y solo para él. Quería hacerse cargo del bebé que sabía que le pertenecía. Porque estaba totalmente seguro de lo que había sucedido aquella noche, sabía que ella únicamente le había pertenecido aquella noche en que las cosas se habían salido de control. Incluso si las cosas habían resultado de esa manera en una forma totalmente inesperada, no quería que las cosas cambiaran. Quería mantener su plan hasta el
Harry suspiró por un momento antes de depositar sobre la mesa aquella copa de vino tinto que había estado sosteniendo por un momento. Tenía miles de pensamientos en la cabeza, todos que terminaban con el mismo resultado. Camila invadiendo cada uno de sus pensamientos, se sentía totalmente abrumado por lo que estaba sucediendo. No iba a decir que se sentía culpable por lo que estaba sucediendo porque realmente no era así. Simplemente le molestaba que su hermano realmente fuera a terminar casándose con la mujer que quería para él. Porque ya lo había decidido. Quería a Camila para él, y solo para él. Quería hacerse cargo del bebé que sabía que le pertenecía. Porque estaba totalmente seguro de lo que había sucedido aquella noche, sabía que ella únicamente le había pertenecido aquella noche en que las cosas se habían salido de control. Incluso si las cosas habían resultado de esa manera en una forma totalmente inesperada, no quería que las cosas cambiaran. Quería mantener su plan hasta el
La puerta de habitación se cerró de golpe cuando Harry se sentó en la cama de Santiago. Por un momento se acomodó el saco del traje negro y entonces suspiró con demasiada fuerza. Esperando pacientemente a que ella dijera lo que tuviera que decir en aquellos momentos. Camila al verlo cómodamente sentado se sintió terriblemente frustrada y es que no podía creer que él hubiera soltado aquellas palabras con tanta facilidad.Estaba agradecida que los padres de Santiago no hubieran escuchado nada de lo que habían discutido en aquel pasillo, porque si no todo se hubiera complicado de una peor manera.—Eso no estaba en el plan que habíamos establecido en el hospital—susurró ella—. Eso para nada estaba en el plan, ¿Por qué lo has hecho?—No lo sé—respondió él, con una gran expresión de seriedad en el rostro—. Supongo que solo quería meterle un poco más de diversión a todo esto.—¿Un poco de diversión?—Creí que habías aceptado que yo fuera el padre.—¡Si, pero nunca dije que dijeras que nos ca