Aquella noche el bar del centro de la ciudad se encontraba totalmente repleto por turistas que probablemente acababan de llegar a la ciudad hace unas cuantas horas, en cada esquina del bar se podía escuchar el sonido de los diferentes idiomas, el sonido de los diferentes tonos de voz y sobre todo las claras diferencias en las actitudes de los clientes.
Harry que se encontraba en el segundo piso, sentado en uno de los asientos de cuero que había en la sala privada del bar, no podía alejar la mirada de una de las mesas que se encontraban en el primer piso del bar. Estaba aburrido de esperar por sus socios, llevaba más de una hora esperando y lo único que había conseguido había sido una botella de vino que detestaba. Beber costosas bebidas no le apetecía cuando se encontraba en un bar donde podía conseguir bebidas mucho más fuertes como un buen tequila que le hiciera olvidar todo el estrés de la semana.
—¿No han llegado? —preguntó al ver a uno de los meseros, trayéndole una bandeja de lujosos postres que ni siquiera se le antojaban en lo más mínimo.
El mesero negó tras dejar la bandeja de postres sobre la mesa de cristal.
—No, lamento decirle que los socios accionistas no han respondido nuestras llamadas y es probable que no se presenten esta noche.
—¿Entonces solo me han hecho venir para que perdiera mi tiempo y tuviera que perder mi vuelo a Rusia? —susurró para sí mismo antes de levantarse de su asiento y caminar hacia la puerta de la sala privada.
—Señor, ¿No va a comer?
—No—respondió con una pequeña sonrisa en el rostro—. Puedes comerlo si así lo deseas—soltó antes de simplemente dirigirse hacia la planta baja del bar.
La música alta inmediatamente llegó a sus oídos, por las escaleras, se pudo percatar que el bar se encontraba mucho más repleto de lo que parecía estar desde el segundo piso. No iba a negar que por un momento pensó en regresarse hacia la comodidad del segundo piso, la comodidad que únicamente le podía entregar el área privada. Pero ya estaba ahí, ya estaba harto de tener que estar esperando por sus socios que claramente no iban a llegar y ya no había nada más que hacer. No había oportunidad de qué él pudiera irse rápidamente hacia el aeropuerto y alcanzar el vuelo que se supone que debía de tomar. Ya no había nada más que hacer y por ello mientras bajaba las escaleras se prometió asimismo que iba a disfrutar esa noche como nunca. La mayoría del tiempo se la pasaba trabajando, estudiando y encontrando las mejores maneras para salir adelante. Porque lo que únicamente quería era avanzar, crecer su empresa y su nombre hasta que un día finalmente fuera el mejor médico del lugar.
Había crecido en una de las mejores familias del país, tenido dinero, tenido reconocimiento por parte de su familia, pero no quería que únicamente fuera reconocido por el apellido que acompañaba su nombre. Desde que había sido niño, desde que había sido separado de su hermano y lo habían obligado a vivir una vida diferente, había jurado que crearía un imperio a su nombre. Por ello se encontraba ahí, únicamente porque había querido ver a sus socios, pero ahora que se encontraba sin hacer absolutamente nada, sabía que al menos tenía que disfrutar una noche.
Su sorpresa fue cuando al final del bar, en una pequeña mesa de la esquina, la encontró. Llorando.
En aquella esquina, en aquella pequeña mesa que parecía no encajar en el bar, estaba ella con una gran botella de tequila mientras lloraba y se limpiaba cada una de las lágrimas caían por las mejillas. En realidad, ella se veía totalmente indefensa, ya no parecía la mujer que se había encontrado en la calle, aquella que a pesar de estar llorando le había contestado con fuerza. Mientras más la veía, más se percataba de lo mucho que estaba sufriendo y aunque sabía que posiblemente ella lo que menos quería era estar acompañada por un hombre como él, sentía que necesitaba acercarse. Y realmente estaba decidido a hacerlo.
Harry no necesitaba de mucho tiempo para percatarse que había unos cuantos hombres mirándola fijamente, como si estuvieran esperando que ella cayera por culpa de la bebida y aunque sabía que ella no era para nada su problema. Sentía la necesidad de protegerla.
Camila abrió los ojos con fuerza, con sorpresa al verlo sentarse en el asiento de enfrente. Por un momento pensó que estaba imaginando cosas, que el hombre acababa de sentarse frente a ella no era la misma persona que había conocido repentinamente bajo la lluvia, pero no era así, realmente lo estaba viendo. Aquel hombre de traje negro, con rostro serio y un aspecto de ángel… la estaba viendo fijamente.
—¿Me invitas un trago? —le pregunto con su gruesa voz—. Digamos que es mi favorito— añadió antes de regalarle una pequeña sonrisa.
—¿Acaso me seguiste? — le pregunto.
—Es mi bar—dijo él, mirándola limpiarse las lágrimas con la mano. Inmediata e inconscientemente metió la mano a su saco y tomó su elegante pañuelo de seda para ofrecérselo—. No sé qué te haya sucedido, no estás obligada a contarme que te haya sucedido, pero si necesitas ayuda o si necesitas llegar a casa a salvo… cuenta conmigo.
Camila suavemente aceptó aquel pañuelo de seda que le estaban ofreciendo, tímidamente le regaló una pequeña sonrisa aquel hombre que parecía un ángel caído. En realidad, estaba totalmente agradecida de qué él no le estuviera exigiendo lo que había sucedido, estaba segura de que, aunque quisiera contarle que era lo que había sucedido, no iba a poder hacerlo sin ponerse a llorar como una niña de corta edad. Lo único que pudo hacer fue agradecerle y limpiarse las lágrimas antes de tomar un caballito de vidrio y servirle un poco de su tequila.
Harry sonrió al verla ofrecerle el pequeño vaso de tequila, que con mucho cuidado le acababa de servir Camila. Incluso bajo aquella poca iluminación podía verle las manos temblar.
—¿Es tu primera ronda? — le preguntó con una diminuta sonrisa en el rostro. llevándose aquel pequeño vaso de cristal hacia a los labios para poder disfrutar del pequeño trago.
—Lo es— respondió ella.
—Entonces, déjame invitarte tu segunda ronda— planteó antes de morder un limón—. Por cierto, me llamó Harry, pero tú puedes decirme como quieras esta noche...
La voz de Santiago se podía escuchar desde la cocina hasta el jardín de la casa, pero ella no las escuchaba a pesar de encontrarse en la sala de estar, a unos cuantos pasos de la cocina. Estaba tratando a toda costa de ignorar los comentarios que estaba recibiendo por parte de su “Prometido”. Para todos seguía siendo su prometido, porque no había tenido el valor de contarles a todos que había decidido casarse con otra.—¿Te puedes callar? —preguntó en un pequeño susurro lleno de odio—. Estoy tratando de pensar.—¿Qué es lo que quieres pensar? —preguntó él. llevándose ambas manos hacia la cabeza, asustado por el resultado que había lanzado aquella prueba de embarazo barata que había estado en el baño por unos cuantos meses sin usar—. ¡Probablemente esta descompuesta! —soltó con emoción, creyendo que finalmente había encontrado la respuesta y la solución para su pequeño problema explosivo.Camila suspiró con frustración. Sabía que era imposible que la prueba estuviera descompuesta, pues
Había un gran silencio incomodo en aquel consultorio médico, especialmente porque ambos se miraban fijamente en espera de que el otro soltara al menos una palabra que pudiera iniciar aquella conversación incomoda. Camila mientras lo observaba se percataba que cada vez se sentía mucho más nerviosa y es que el hecho de que una persona que literalmente era una completa desconocida le acabara de hablar con preocupación, le terminaba por preocupar. Quería saber que era lo que le preocupaba y por qué la veía de esa forma. —¿No piensas hablar?—¿No me recuerdas? — preguntó de repente él, con un extraño nudo en el estomago que lo hacia sentir incapaz de hablar.—¿De dónde debería de recordarte? — susurró ella, tratando de buscar aquel apuesto hombre entre sus recuerdos.—Del bar— soltó él.Ella se paralizó por completo, recordaba perfectamente lo que había hecho aquella noche en que había celebrado su cumpleaños sola, con el corazón roto. Lo que no podía recordar lo absoluto era con quien h
La puerta de habitación se cerró de golpe cuando Harry se sentó en la cama de Santiago. Por un momento se acomodó el saco del traje negro y entonces suspiró con demasiada fuerza. Esperando pacientemente a que ella dijera lo que tuviera que decir en aquellos momentos. Camila al verlo cómodamente sentado se sintió terriblemente frustrada y es que no podía creer que él hubiera soltado aquellas palabras con tanta facilidad.Estaba agradecida que los padres de Santiago no hubieran escuchado nada de lo que habían discutido en aquel pasillo, porque si no todo se hubiera complicado de una peor manera.—Eso no estaba en el plan que habíamos establecido en el hospital—susurró ella—. Eso para nada estaba en el plan, ¿Por qué lo has hecho?—No lo sé—respondió él, con una gran expresión de seriedad en el rostro—. Supongo que solo quería meterle un poco más de diversión a todo esto.—¿Un poco de diversión?—Creí que habías aceptado que yo fuera el padre.—¡Si, pero nunca dije que dijeras que nos ca
Harry se observó los nudillos llenos de sangre cuando su padre finalmente los separó de aquella pelea que había iniciado Santiago. En realidad, Harry solo había esperado que Camila saliera de la habitación para defenderse de una vez por todas de su hermano. Aunque por lo general él solía ser bastante tranquilo, cuando se trataba de Santiago siempre perdía el control. Incluso en esos momentos donde tenía los nudillos lastimados por los golpes, se sentía orgulloso de haberse defendido. De haberle partido la cara a su hermano.La cena familiar se había ido al carajo, pero no le importaba.Lo único que realmente le importaba en esos momentos era la manera en la que Camila se encontraba llorando, con las manos temblorosas sobre aquel sofá. Podía ver la manera en la que ella trataba de esconder sus manos de cualquiera que pudiera verlas. Su mirada viajando de un lado a otro por aquella sala. Ni siquiera tenía que preguntarle como se sentía para saber que ella estaba pidiendo a gritos que la
Eran las once de la noche cuando el abogado de la familia llegó con una expresión de cansancio en el rostro que era imposible de ocultar. Ya habían pasado unas cuantas horas desde que una pequeña parte de la realidad había sido expuesta y el abogado acababa de llegar. Excusándose de haberse puesto a redactar el contrato que necesitarían firmar aquella noche. Durante las horas que habían transcurrido, esperando que el abogado llegara a la casa, Camila y Harry se habían mantenido en silencio, jugando un extraño juego móvil que había logrado que ella se relajara por completo. Él lo había notado, se había percatado de la manera en la que ella había estado temblando al recibir los gritos de su padre y no le había gustado en lo absoluto aceptar que no había podido hacer nada para defenderla en esos momentos. Al menos le agradaba saber que había logrado hacer algo que a ella le relajara en lo absoluto. Desconocía por completo muchísimas cosas de ella y aunque tenía todo el dinero necesario p
Cristina cerró la puerta con fuerza antes de ponerse a gritar como loca por todo su departamento. Estaba furiosa. No podía creer que su plan había salido de la peor manera posible. Estaba consiente que una única cosa tenía que hacer bien y lo había arruinado por completo. Todo su plan se había ido al carajo por culpa de Harry. Todo porque al parecer había comenzado a salir con Camila y es que simplemente no podía entender cómo era posible que ella hubiera podido engatusar a Harry en tan poco tiempo. No podía entenderlo por más que lo pensara. Durante años había hecho de todo para que su plan funcionara, para que esa noche fuera perfecta y no había salido ni siquiera bien. Camila no se había sentido triste en lo absoluto por perder a Santiago y eso le había enfurecido porque todo el plan había sido para hacerla enfurecer, para hacerla sentir menos y entristecerla por completo. Todo había salido como se supone que no debía de salir y nada había salido como lo planeado. Estaba furiosa
Harry suspiró por un momento antes de depositar sobre la mesa aquella copa de vino tinto que había estado sosteniendo por un momento. Tenía miles de pensamientos en la cabeza, todos que terminaban con el mismo resultado.Camila invadiendo cada uno de sus pensamientos, se sentía totalmente abrumado por lo que estaba sucediendo. No iba a decir que se sentía culpable por lo que estaba sucediendo porque realmente no era así. Simplemente le molestaba que su hermano realmente fuera a terminar casándose con la mujer que quería para él. Porque ya lo había decidido. Quería a Camila para él, y solo para él. Quería hacerse cargo del bebé que sabía que le pertenecía. Porque estaba totalmente seguro de lo que había sucedido aquella noche, sabía que ella únicamente le había pertenecido aquella noche en que las cosas se habían salido de control. Incluso si las cosas habían resultado de esa manera en una forma totalmente inesperada, no quería que las cosas cambiaran. Quería mantener su plan hasta el
Harry suspiró por un momento antes de depositar sobre la mesa aquella copa de vino tinto que había estado sosteniendo por un momento. Tenía miles de pensamientos en la cabeza, todos que terminaban con el mismo resultado. Camila invadiendo cada uno de sus pensamientos, se sentía totalmente abrumado por lo que estaba sucediendo. No iba a decir que se sentía culpable por lo que estaba sucediendo porque realmente no era así. Simplemente le molestaba que su hermano realmente fuera a terminar casándose con la mujer que quería para él. Porque ya lo había decidido. Quería a Camila para él, y solo para él. Quería hacerse cargo del bebé que sabía que le pertenecía. Porque estaba totalmente seguro de lo que había sucedido aquella noche, sabía que ella únicamente le había pertenecido aquella noche en que las cosas se habían salido de control. Incluso si las cosas habían resultado de esa manera en una forma totalmente inesperada, no quería que las cosas cambiaran. Quería mantener su plan hasta el