JEREMY
En un tiempo atrás ella era todo para mí, pero yo había arruinado todo. Así que solo le di la espalda al pasado. Pero ahora, ella estaba aquí, en mi territorio, no lo podía creer, camine por el extenso césped del castillo de mi mama, ahora es mía, y me dirigí a la casa que había a la izquierda, era la casa de la enfermera y ama de llaves de mi mama, era la madre de Celeste. — ¡Pero porque sigo pensando en eso! Celeste estaba ahí, en mi propiedad. Finalmente me acerque a la puerta. Celeste estaba en el patio, llevaba un par de guantes y se estaba inclinando, para apodar las isoras que estaban en patio de su casa. —Vamos — Hoy te pondré muy hermosas. Me sonreí un poco. Las curvas de su cuerpo se marcaban, la ropa que tenía puesta abrazaban su silueta, distrajo mi atención. Anoche me la imagine dándole mi amor unas mil veces por minuto. El tono que coloreaba su piel, me había hecho retroceder en el tiempo. Celeste dio un último movimiento con la tijera y anivelo las Isoras. Se limpió la frente con su guante sucio rayado, empujando hacia atrás algunos mechones rojizos que cubrían la frente de su rostro. —Aquí estas. —dije. Celeste grito, pues la había sorprendido. —Oye oye —dije. — ¿Qué haces aquí Jeremy? —Celeste se puso de pie y cruzó los brazos. — ¿Qué haces? —me estas vigilando. —Si te estoy vigilando —respondí —Desde hace una hora estoy observando tus movimientos. Sus labios temblaron queriendo sonreír. Era una señal. Recuerda, no tienes que gustarle. Mantente siempre al margen Jeremy. No podía evitarlo la echaba mucho de menos, echaba de menos hablar con ella, sentir su olor, salir con ella, reírme con ella. —No esperaba verte anoche —dije. —Estoy muy seguro de que tú tampoco esperabas verme. —Dime Jeremy ¿Que es lo que quieres? —Vine para hablar contigo. — ¿Qué podemos hablar nosotros? No tenemos nada de qué hablar Jeremy. —Pues sí, quiero hablar de todo —le dije. — ¿Acaso no recuerdas que éramos amigos? —Éramos —dijo, encogiéndose de hombros mirando hacia las isoras que había apodado. —Estoy ocupada en este momento. Ya sabes, la jardinería. — ¿Y que es de tu vida? —le pregunté. — ¿Estas emocionada por la reunión? —Sí, estoy emocionada. ¿Por qué me preguntas sobre mi vida? —porqué estoy interesando en ti Celeste, ¿Te parece si vamos a cenar juntos al restaurante que tanto te gusta, esta noche? — ¡No! —además tu sabes lo que paso en ese lugar hace 20 años. —Entonces, es hora de que hablemos de lo que paso en ese lugar, cara a cara. —no, no quiero hablar de eso, no tenemos que hacerlo. —no estaré en este pueblo por tanto tiempo. — ¿Quieres escuchar una mayor razón para que no salgamos? —pregunto Celeste. Ruth lo odiaría, y aunque no tengamos comunicación, ella sigue siendo mi amiga. — ¡Esta bien! —En otro momento quizás. —Nos vemos, celeste. No podía volver a enamorarme de Celeste. Mi celular sonó. —Habla Parston —respondí. —Ya está en la ciudad. —Era Deivis mi personal de seguridad de confianza. — ¿Estás seguro? —Si jefe. —Se registro en el hotel Venus hace unos minutos. —dijo Deivis. —Está bien quiero que no lo pierdas de vista. Toma fotos si lo ves reunirse con otra persona y me lo envías, pero tienes que ser muy discreto. —okey jefe, te mantendré al tanto de todo lo que pase. —Gracias Deivis. Buen trabajo. —Está bien jefe. —luego colgó. Volví a colocar el teléfono en mi bolsillo. Miré hacia la casa de la madre de Celeste. —por ti. Hare todo lo que esté en mis manos para mantenerte segura, protegida como aun lo has estado. Abrí el seguro del auto, lo encendí y salí de la entrada.CELESTE La cocina era acogedora, y el aroma de la torta quesillo impregnaba la habitación. Ella había horneado torta con chispas de chocolate, mientras yo estaba en el jardín luchando con el pequeño árbol. — ¡Oh oh! —Mi madre dejo caer los pañuelos otra vez. — ¿Qué pasa? —le pregunte. Tome el guante de la cocina y abrí el horno, inhalando el aroma de esas deliciosas torta que mi madre solo hacía. —Jeremy pasó por ahí. ¿ o simplemente alucine?—Hija, ¿Prestaste atención a lo que te pregunte?—Esa torta tiene un olor Ummm… Ya provoca comérselas —dije. Cerré el horno y me gire hacia ella. —Eres la mejor pastelera del mundo.—Gracias mi princesa hermosa. —Pero aun no me respondes la pregunta querida.— ¿Qué hace Jeremy en las palmeras?— ¿Madre no tenias que arreglar los floreros de nuestra casa? —le pregunte.—Buen intento, tienes rato evadiéndome el tema. Mi mama me saco del camino, me retiro los guantes, se los coloco y se dirigió al horno y saco la torta. —Quise tomar un trozo pe
JEREMY —El precio de los embutidos había subido, eso está por las nubes. Es ridículo, recuerdo que en aquellos tiempos, la salchicha costaba la mitad de lo que cuesta ahora por una docena. —Dijo Franco, el dueño de la tienda. —sabes que una docena son doce salchichas.—Sí —dije y puse una docena en el mostrador.—Un grito resonó desde el final de la calle.La frente de Franco se arrugo —Oh, ¿qué? —camino hacia la ventana del frente y miró por la calle. —Oh no. — ¿Qué pasa?—Hay una pareja discutiendo ahí, se parece a Celeste, Dios mío. ¿Qué hace ella aquí?Salí de la tienda en un abrir y cerrar de ojos. Estaba en la calle, en la acera, con el brazo atrapado en el puño de un tipo, lo suficiente fuerte para dominarla a ella, tal vez pero yo le rompería el cráneo. Lo reconocí. Apreté los dientes. —Suéltame, Carlos. Suéltame.—Celeste solo quiero hablar. Tenemos que solucionar esto.— ¡Oye!Dejaron de pelear y miraron hacia arriba. La cara de Celeste se transformo a alivio. Se arrancó
CELESTE Entré en Rey Café quince minutos pasadas las nueve de la mañana, con el hambre pellizcándome en el centro del abdomen. Mis ojos ardían de cansancio, aunque era temprano, y había dormido lo suficiente anoche.Fue por lo de Carlos. Y lo de Jeremy. Y lo de —no tengo nada.Me uní a la larga fila para tomar un café, sofocando un bostezo con mi puño, escaneando los especiales en la pizarra detrás del mostrador. ¿Qué es un Capuchino de avellana?— ¿Celeste? —Una voz de mujer. Uno que reconocí de los viejos tiempos.—Celeste, ¿eres tú?Me di la vuelta y vi a Ruth sentada. Su larga cabellera oscura caía más allá de sus hombros, brillante como siempre, pero su cara era más madura, sus ojos color café lucían apagados en comparación con lo que habían sido antes. — ¿Ha pasado tanto tiempo?—Vaya —dije y me salí de la fila. Caminé hacia ella, sonriendo. —Han pasado años. He querido llamarte, pero acabo de volver a la ciudad.—Totalmente —Ruth se levantó de un salto y me abrazó. — ¡Oh, Dios
CELESTE Las arepas rellenas de carne llegaron y me salvaron de mencionar alguna otra cosa. Comimos, y Ruth sonrió, incluso hizo una broma y habló de otra cosa que no fuera Jeremy. Después, me despedí, anoté su nuevo número y le prometí llamar pronto.Quince minutos después, estaba de vuelta en la casa. La puerta principal estaba cerrada con llave, y una nota estaba pegada al frente. “Me fui a pescar”. La llave está debajo de la puerta. “Sólo bromeaba, me estoy arreglando el pelo. Con amor, mami’. —Mami —dije y sonreí. Arranqué la nota de la puerta, la doblé y la metí en mi bolsillo para siempre. Me encantaban estas cosas. Cosas sentimentales por las que podía recordar a la gente. Saqué la llave, entré a la casa y llevé todas las cosas a la cocina.Desempaqué apresuradamente, aunque no había razón para ello, luego me dirigí a la puerta principal y la sostuve abierta, mirando al castillo de la mama de Jeremy. No, su castillo. Era su castillo, ahora.Su auto no estaba aparcado en la en
JEREMYEran cinco minutos después de la hora que había acordado para la cena. la pizza estaba aún en el horno. Tomé una copa de vino para servirle a ella, una cerveza para mí y mi irritado estómago lleno de amargura.El timbre sonó y mis músculos se tensaron de inmediato. Ella estaba aquí. Mierda, ella sí vino. Cualquier esperanza de que me retirara ya había desaparecido. Dios, estaba tan emocionado. Era como ver a otro imbécil manejando mi cuerpo. Caminé hacia la pesada puerta principal de roble y la abrí.Celeste estaba de pie en la alfombra de bienvenida, con el pelo suelto alrededor de los hombros, peinado en rizos. Llevaba un vestido veraniego, apretado contra su preciosa piel pálida. Mínimo maquillaje, sus labios brillantes y húmedos.—Hola —dijo ella. —No debí haber venido.—Por supuesto que debías —mentí.—Adelante, entra. Cuéntame qué se siente ser invitado en vez de entrar a hurtadillas en la oscuridad de la noche.Celeste entró dando pasos cortos y se detuvo, se lamió un de
JEREMY POVConfié en Carlos, y me hecho vainas de muchas maneras. Financieramente, emocionalmente, mentalmente. Se metió con otras mujeres, jugó con mi mente y me hizo creer que era alguien que no era. Así que, sí —Parpadeó. —Lo siento. —No, eso es bueno —dije. —Habla todo lo que quieras.—Sí, que se joda. Recuperaré mi empresa. Lo compraré de nuevo, si es necesario. Encontraré.... una manera —Se mojó los labios.La cafetera había dejado de gotear, así que me di la vuelta y la agarré para verter el contenido en las tazas. Las acerqué a la mesa. — ¿Lo quieres con azúcar?—Negro está bien —dijo y aceptó la taza. Una vez más, nuestros dedos se rozaron. —Bebimos de nuestras tazas.— ¿Y? ¿Qué hay de ti? —preguntó. —¿Cuál es tu historia?— ¿Con respecto a qué?—Ruth —dijo ella. — ¿Qué pasó allí?— ¿De eso es de lo que quieres hablar? ¿Ruth? —Oh, vamos, Jeremy. Te hablé
CELESTE —SÍ, bésame.Los dedos de Jeremy se engancharon en mi pelo, y me llevó a su pecho. Sus labios presionaron los míos. Me reclamó como si fuera suya. Apenas podía pensar, funcionar. Era él. Su lengua se apretó contra la mía, y yo respondí, gimiendo suavemente.Sus manos viajaron sobre mi piel, por mi espalda. Se colocaron en mi cintura y la apretaron. Empujó su peso contra mí, y el deseo se extendió, rápido y caliente. Estaba duro y mis párpados revoloteaban.Lo besé más rápido, y él respondió apretando su agarre, bajando la mano y poniéndola sobre mi trasero. —Oh, Dios —no me pude contener. —Oh Dios, Jeremy. Es bueno. Es bueno. Es demasiado bueno.—Ven aquí —El beso se intensificó.No quería que se detuviera. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, presioné mis senos contra su pecho y mis ojos se volvieron a poner en blanco.Los mareos se apoderaron de mí, mis piernas temblaban. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué demoni
JEREMY — ¿Estás bien? —pregunté. —Estoy bien. No hacía falta que vinieras hasta acá.—Estás bromeando, ¿verdad? —En cuanto oí a Celeste gritar desde el costado de la casa, volví corriendo hacia ella.La policía había venido. Estaban en el dormitorio ahora, revisando los daños, la nota, el ladrillo, y hacían todo bajo la supervisión de la madre de Celeste. La noticia se había difundido previsiblemente rápido. La gente había empezado a aparecer, hablando unos con otros.Si no hubiera dejado entrar a la policía por la puerta, entonces ninguno de los otros habría entrado tampoco, pero éramos víctimas de vivir en un pequeño pueblo entrometido.—Celeste, cariño, ¿estás bien? —Luna agarró los codos de Celeste.—Me enteré de las noticias. Estaba tan preocupada por ti.—Estoy bien, Luna. No te preocupes —Celeste también le sonrió. —Sólo es una ventana rota y un ladrillo.—Sí, pero esa horrible nota también.