JEREMY
—El precio de los embutidos había subido, eso está por las nubes. Es ridículo, recuerdo que en aquellos tiempos, la salchicha costaba la mitad de lo que cuesta ahora por una docena. —Dijo Franco, el dueño de la tienda. —sabes que una docena son doce salchichas. —Sí —dije y puse una docena en el mostrador. —Un grito resonó desde el final de la calle. La frente de Franco se arrugo —Oh, ¿qué? —camino hacia la ventana del frente y miró por la calle. —Oh no. — ¿Qué pasa? —Hay una pareja discutiendo ahí, se parece a Celeste, Dios mío. ¿Qué hace ella aquí? Salí de la tienda en un abrir y cerrar de ojos. Estaba en la calle, en la acera, con el brazo atrapado en el puño de un tipo, lo suficiente fuerte para dominarla a ella, tal vez pero yo le rompería el cráneo. Lo reconocí. Apreté los dientes. —Suéltame, Carlos. Suéltame. —Celeste solo quiero hablar. Tenemos que solucionar esto. — ¡Oye! Dejaron de pelear y miraron hacia arriba. La cara de Celeste se transformo a alivio. Se arrancó el brazo de Carlos y se echó para atrás. — ¿Qué crees que haces? —le dije furioso a Carlos. — ¿Y quién te crees que eres? —replico. —Soy el tipo que va a acabar contigo, imbécil. Eso es lo que soy. Lo tome del traje y lo levante. —Suéltame —gruño Carlos. —Basta —dijo Celeste. —Los dos, deténganse. —su mano cayó sobre mi bíceps. —Bájalo Jeremy. — ¿Segura? —Bájalo. —Repitió Celeste. —Lo baje y lo liberé. Carlos se tiro hacia atrás, me miro y luego la miro a ella. —¿ Crees que me vas asustar? —Pregunto. —Crees que… — Lárgate de aquí —Di un paso hacia adelante. Fue todo lo que tuve que hacer para que Carlos se diera vuelta y se fuera. Era satisfactorio verlo marchar y era mi primer punto con Celeste. Por ahora ella estaba a salvo. —Que hiciste, Jeremy — Su dulce voz atravesó mi orgullo. —¿Contéstame qué demonios hiciste? — ¿Cómo así? — ¡Oh, hola! ¿Me recuerdas? — ¿De qué hablas? —Estoy hablando de ti levantando a mi ex novio como un juguete frente a toda la ciudad. — ¿En que estabas pensando? —siseó y me señalo. —Estaba pensando que estabas en peligro, y que ibas a ser raptada, entonces deje de pensar y decidí romperle la cabeza. —No necesitaba que hicieras eso —dijo Celeste. —Estaba bien. —Claramente no estabas bien. —No mientas Celeste. —Había pánico en toda tu cara. — ¡Oh! Olvidé que podías leerme tan fácilmente. Me levantó una ceja. —Intenté ayudarte, Celeste. —Puedo aceptar ayuda —dijo ella, —pero no cuando viene de… — ¿No cuando viene de mi? ¿Eso es todo? —No se porque hiciste eso Jeremy. — ¡Dios mío!, creo que hasta las paredes entienden por qué hice eso, en ese momento eras una mujer indefensa. ¿Qué se supone que debo de hacer mientras miro a un hombre maltratando a una mujer? Ella apretó los labios y cerró los ojos, exhalando. —no necesito un caballero. No necesito que vengas y me salves. Estoy bien por mi cuenta. —Sí, claro eso lo has dejado claro hace un momento. — ¿Qué se supone que significa eso? —Que estás tan ocupada siendo fuerte, que no puedes ver lo que tienes justo delante de ti. — ¿justo enfrente de mí? —Ella exhalo. — ¿Qué significa eso? Es más no quiero saberlo, quiero que me dejes en paz, ¿De acuerdo? Ya no somos amigos. Hace muchos años que ya no lo somos. Tienes que darte cuenta de eso. — ¿Incluso yo? —Hablo en serio —Celeste se mordió el labio inferior. —Supongo que aprecio que estuvieras tratando de ayudar —dijo ella. —Esa es una forma estúpida de decir gracias. —Puedo arreglármelas sola. Así que no te metas y déjame hacer lo que tengo que hacer. No necesito que me cuides. —Celeste. —Mira, tengo que irme. —Y luego se fue, de vuelta a la calle. Desapareció dentro de la charcutería, y la puerta se cerró de golpe. Me di la vuelta y volví a la Tienda General, agitando la cabeza. Franco esperó detrás del mostrador en la Tienda General. Había empaquetado mis comestibles mientras yo estaba ahí fuera. — ¿Estás bien, hijo? —preguntó. —Estoy bien —le dije y le sonreí. —Bueno, escogiste los mejores granos que esta tienda tiene para ofrecer —Franco sonrió. Pagué por los comestibles, devolviendo la sonrisa pero sin sentirla realmente. —Escucha, hijo —dijo Franco, mientras me entregaba el cambio, — hiciste algo bueno allá afuera. No sé quién era ese extraño, pero Celeste necesita toda la ayuda posible. He oído por ahí que ahora está sin trabajo. Me alegro de que la hayas ayudado. —Que tengas un buen día, Franco. —Tú también, hijo. Salí de la tienda y volví al auto, mis pensamientos se centraron en Celeste, en mantenerla a salvo, en cumplir mi promesa. Por última vez.CELESTE Entré en Rey Café quince minutos pasadas las nueve de la mañana, con el hambre pellizcándome en el centro del abdomen. Mis ojos ardían de cansancio, aunque era temprano, y había dormido lo suficiente anoche.Fue por lo de Carlos. Y lo de Jeremy. Y lo de —no tengo nada.Me uní a la larga fila para tomar un café, sofocando un bostezo con mi puño, escaneando los especiales en la pizarra detrás del mostrador. ¿Qué es un Capuchino de avellana?— ¿Celeste? —Una voz de mujer. Uno que reconocí de los viejos tiempos.—Celeste, ¿eres tú?Me di la vuelta y vi a Ruth sentada. Su larga cabellera oscura caía más allá de sus hombros, brillante como siempre, pero su cara era más madura, sus ojos color café lucían apagados en comparación con lo que habían sido antes. — ¿Ha pasado tanto tiempo?—Vaya —dije y me salí de la fila. Caminé hacia ella, sonriendo. —Han pasado años. He querido llamarte, pero acabo de volver a la ciudad.—Totalmente —Ruth se levantó de un salto y me abrazó. — ¡Oh, Dios
CELESTE Las arepas rellenas de carne llegaron y me salvaron de mencionar alguna otra cosa. Comimos, y Ruth sonrió, incluso hizo una broma y habló de otra cosa que no fuera Jeremy. Después, me despedí, anoté su nuevo número y le prometí llamar pronto.Quince minutos después, estaba de vuelta en la casa. La puerta principal estaba cerrada con llave, y una nota estaba pegada al frente. “Me fui a pescar”. La llave está debajo de la puerta. “Sólo bromeaba, me estoy arreglando el pelo. Con amor, mami’. —Mami —dije y sonreí. Arranqué la nota de la puerta, la doblé y la metí en mi bolsillo para siempre. Me encantaban estas cosas. Cosas sentimentales por las que podía recordar a la gente. Saqué la llave, entré a la casa y llevé todas las cosas a la cocina.Desempaqué apresuradamente, aunque no había razón para ello, luego me dirigí a la puerta principal y la sostuve abierta, mirando al castillo de la mama de Jeremy. No, su castillo. Era su castillo, ahora.Su auto no estaba aparcado en la en
JEREMYEran cinco minutos después de la hora que había acordado para la cena. la pizza estaba aún en el horno. Tomé una copa de vino para servirle a ella, una cerveza para mí y mi irritado estómago lleno de amargura.El timbre sonó y mis músculos se tensaron de inmediato. Ella estaba aquí. Mierda, ella sí vino. Cualquier esperanza de que me retirara ya había desaparecido. Dios, estaba tan emocionado. Era como ver a otro imbécil manejando mi cuerpo. Caminé hacia la pesada puerta principal de roble y la abrí.Celeste estaba de pie en la alfombra de bienvenida, con el pelo suelto alrededor de los hombros, peinado en rizos. Llevaba un vestido veraniego, apretado contra su preciosa piel pálida. Mínimo maquillaje, sus labios brillantes y húmedos.—Hola —dijo ella. —No debí haber venido.—Por supuesto que debías —mentí.—Adelante, entra. Cuéntame qué se siente ser invitado en vez de entrar a hurtadillas en la oscuridad de la noche.Celeste entró dando pasos cortos y se detuvo, se lamió un de
JEREMY POVConfié en Carlos, y me hecho vainas de muchas maneras. Financieramente, emocionalmente, mentalmente. Se metió con otras mujeres, jugó con mi mente y me hizo creer que era alguien que no era. Así que, sí —Parpadeó. —Lo siento. —No, eso es bueno —dije. —Habla todo lo que quieras.—Sí, que se joda. Recuperaré mi empresa. Lo compraré de nuevo, si es necesario. Encontraré.... una manera —Se mojó los labios.La cafetera había dejado de gotear, así que me di la vuelta y la agarré para verter el contenido en las tazas. Las acerqué a la mesa. — ¿Lo quieres con azúcar?—Negro está bien —dijo y aceptó la taza. Una vez más, nuestros dedos se rozaron. —Bebimos de nuestras tazas.— ¿Y? ¿Qué hay de ti? —preguntó. —¿Cuál es tu historia?— ¿Con respecto a qué?—Ruth —dijo ella. — ¿Qué pasó allí?— ¿De eso es de lo que quieres hablar? ¿Ruth? —Oh, vamos, Jeremy. Te hablé
CELESTE —SÍ, bésame.Los dedos de Jeremy se engancharon en mi pelo, y me llevó a su pecho. Sus labios presionaron los míos. Me reclamó como si fuera suya. Apenas podía pensar, funcionar. Era él. Su lengua se apretó contra la mía, y yo respondí, gimiendo suavemente.Sus manos viajaron sobre mi piel, por mi espalda. Se colocaron en mi cintura y la apretaron. Empujó su peso contra mí, y el deseo se extendió, rápido y caliente. Estaba duro y mis párpados revoloteaban.Lo besé más rápido, y él respondió apretando su agarre, bajando la mano y poniéndola sobre mi trasero. —Oh, Dios —no me pude contener. —Oh Dios, Jeremy. Es bueno. Es bueno. Es demasiado bueno.—Ven aquí —El beso se intensificó.No quería que se detuviera. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, presioné mis senos contra su pecho y mis ojos se volvieron a poner en blanco.Los mareos se apoderaron de mí, mis piernas temblaban. ¿Qué estás haciendo? ¿Qué demoni
JEREMY — ¿Estás bien? —pregunté. —Estoy bien. No hacía falta que vinieras hasta acá.—Estás bromeando, ¿verdad? —En cuanto oí a Celeste gritar desde el costado de la casa, volví corriendo hacia ella.La policía había venido. Estaban en el dormitorio ahora, revisando los daños, la nota, el ladrillo, y hacían todo bajo la supervisión de la madre de Celeste. La noticia se había difundido previsiblemente rápido. La gente había empezado a aparecer, hablando unos con otros.Si no hubiera dejado entrar a la policía por la puerta, entonces ninguno de los otros habría entrado tampoco, pero éramos víctimas de vivir en un pequeño pueblo entrometido.—Celeste, cariño, ¿estás bien? —Luna agarró los codos de Celeste.—Me enteré de las noticias. Estaba tan preocupada por ti.—Estoy bien, Luna. No te preocupes —Celeste también le sonrió. —Sólo es una ventana rota y un ladrillo.—Sí, pero esa horrible nota también.
CELESTE —No puedo creer que estemos haciendo esto —siseé a mi madre. —No puedo creerlo. ¿Cómo puedes aceptarlo? —¿De qué demonios estás hablando, Celeste?. ¿Cuál es el problema con eso?— ¿Cuál es el problema? El problema es que es Jeremy —respondí.—Tienes que superar tu incomodidad con él, cariño.Mamá —murmuré. —Mamá, es complicado, ¿de acuerdo? —Confías en mí.—Eso es diferente. Eres mi madre.—Cariño, estoy exhausta, y tú también. Ahora, ve a la habitación de al lado y duerme, por el amor de Dios.—Bien —Buenas noches, mamá.—Salí de la habitación de mi madre y luego entré en la mía. Exhalé, lentamente. —Bien —murmuré — Muy bien —Levanté mi bolso de viaje del suelo, Saqué mi ropa interior y mi pijama.Mis pensamientos volvieron al beso. Su lengua contra la mía. Sus manos viajando sobre mi cuerpo. Tragué, el calor me inundó de pies a cabeza.—Dios, tienes
CELESTE — ¿Cómo fue que llegue aquí?, digo. — Es mi entrevista en la empresa.Había dejado mi pueblo hace mucho tiempo atrás, y ahora 20 años después estaba en el porche de su castillo, buscando la llave en un florero para poder entrar por la puerta principal.Había perdido mi trabajo y volver a mi pueblo “las palmeras” después de tanto tiempo era una oportunidad que la vida le estaba brindando para poder recuperar todo lo que había perdido.—Oh vamos, ya basta porque piensas tanto —murmuré. Mis dedos sintieron un objeto puntiagudo, — ¡Te encontré! —Saqué la llave y la levante.Iba a entrar en la casa de mi exnovio y el no vivía en el castillo Parston. La madre de mi exnovio había contratado a mi mamá como enfermera y ama de llaves ya algunos años atrás y desde ese entonces nos había dejado usar una pequeña y humilde casa en la esquina del castillo Parston.—Quite los restos de tierra de la llave, la inserte en la cerradura y la giré.—Atravesé la puerta de entrada, noté que las luce