3

CELESTE

La cocina era acogedora, y el aroma de la torta quesillo impregnaba la habitación. Ella había horneado torta con chispas de chocolate, mientras yo estaba en el jardín luchando con el pequeño árbol.

— ¡Oh oh! —Mi madre dejo caer los pañuelos otra vez.

— ¿Qué pasa? —le pregunte. Tome el guante de la cocina y abrí el horno, inhalando el aroma de esas deliciosas torta que mi madre solo hacía.

—Jeremy pasó por ahí. ¿ o simplemente alucine?

—Hija, ¿Prestaste atención a lo que te pregunte?

—Esa torta tiene un olor Ummm… Ya provoca comérselas —dije. Cerré el horno y me gire hacia ella. —Eres la mejor pastelera del mundo.

—Gracias mi princesa hermosa. —Pero aun no me respondes la pregunta querida.

— ¿Qué hace Jeremy en las palmeras?

— ¿Madre no tenias que arreglar los floreros de nuestra casa? —le pregunte.

—Buen intento, tienes rato evadiéndome el tema.

Mi mama me saco del camino, me retiro los guantes, se los coloco y se dirigió al horno y saco la torta. —Quise tomar un trozo pero me golpeó la mano en respuesta.

—Huyyyy mamá— dije y me lleve la mano al pecho.

—¿No hay torta y tu sabes porque?

—Están muy deliciosas —contesto mamá — no te daré ninguna hasta que me respondas.

— ¿Qué pregunta? —dije.

— ¿Sabías que Jeremy estaba aquí?

—Sí.

— ¿Cómo sabías?

—Me lo encontré anoche.

—Anoche, ¿Cuándo te duchaste?

—Sí —dije.

— ¿Oh y como fue eso?

—Oh, por el amor de Dios mamá, no es lo que estas pensando. —Se sonríe.

—Fue como nada, dije. El estaba allí, y dijo que podía ducharme, y eso fue todo.

Mamá se sonríe. —Sí, claro eso fue todo —dijo ella.

— ¿Qué? —intente tomar un trozo de torta de nuevo.

—Tienes 35 años, Celeste. Ya no eres pequeña, así que no te daré ni un trozo de mi especialidad, torta-quesillo.

—Mamá yo soy tu princesita querida aun —dije.

—Bien te daré un trozo, solo un trozo pequeño para que pruebes, —Pero no te vas a escapar de mis preguntas.

—Está bien, te contare. Se veía bien. Fue muy confuso, pero luego recordé que tengo que concentrarme en mí y en volver a organizar mi vida.

—Bueno, sé que ya no se llevan bien.

—Sí, eso es lo que pasa cuando un hombre quita tu virginidad y luego se va a escondidas a compartir placeres con tu mejor amiga. —según recuerdo eso fue lo que paso.

—No fue nada de eso, pero aún así es complicado.

—Por lo menos fue sincero contigo después de lo que aconteció.

—Me rompió el corazón mamá y tampoco quiero hablar de este tema. — ¿dime por qué estamos hablando de esto? No le veo ninguna importancia.

—Pues a mí sí me importa Celeste, eres mi hija y todo lo que pase en tu entorno me importa.

—Jeremy es tu amigo. Y estoy tan segura de que ustedes dos pueden resolver esta situación. El no es un mal hombre querida. Los vi crecer juntos.

—Lo sé mamá, pero algunas cosas es mejor dejarlas en el pasado. Por mi bien y por el suyo.

— ¿Por qué? — ¿Por qué vas a irte otra vez? ¿Vas a empezar tu vida de nuevo en Bogotá?

Le puse una cara — no creo que pueda volver a Bogotá después de lo que paso mamá.

—mi madre odiaba a mi ex novio más que yo. —Carlos —pedazo de m****a.

— ¡Mamá!

—Tan creído él. Tan lleno de sí mismo.

— ¿Y acaso Jeremy es un santo?

—Dejame decirte que no es el tipo de hombre que echaría abajo tu empresa por vicios —contestó mamá.

—Aja pero eso es porque nunca tendrá la oportunidad. —tome un trozo de torta.

—Entonces, ¿Que planes tienes para el día de hoy? —pregunto ella.

—por los momentos nada. Sentarme aquí contigo, y disfrutar esta rica torta que has hecho

—Esto es el paraíso.

—Necesito que vayas a la ciudad, y me compres unas cosas que necesito.

—¿Mamá.. Quieres que vaya a la ciudad? — estas tratando de sacarme.

—Sí, murmura. —Ve y tráeme el sustento —dijo, señalando desde la cocina.

—Está bien —Salí de la cocina con la nota de todo lo que necesitábamos, lo metí en el bolso. Saliendo a encontrarme con la luz del sol de la mañana.

Tome el auto, lo encendí y salí del camino de entrada de la casa de mi mamá y tome la ruta larga que conducía hacía la puerta principal de la mansión. 15 minutos después me encontré con Luna.

Ella tenía un negocio de charcuterías, era una mujer muy chismosa, le gustaba indagar la vida de los demás para difundir la información en toda la ciudad.

—Hola Luna.

La saludé con la mano de vuelta, mis tripas se retorcieron.

— ¡Ahí estás! —Luna respiro y llevó las manos a su pecho. — me preguntaba cuando vendrías a verme. Ya han pasado muchos años, siglos. —Se acercó al mostrador y me abrazo.

—Oh querida, como has crecido.

—Luna me fui cuando tenía 15 años.

—lo sé querida, pero aún así, has crecido. Has madurado, a eso me refiero.

—Me agarró de la parte superior de los brazos y me sostuvo. —Dios mío, eres una joven encantadora. Tan adorable.

—Sonreí — ¿Cómo has estado?

—He estado bien. —Se froto el pecho y camino hacia el asiento que estaba en el mostrador.

El timbre de la puerta sonó y entró un cliente. Gire la cabeza, y me estremecí tan fuerte.

—Carlos.

— ¿Carlos estaba aquí?

Su cabello rubio estaba liso tirado hacía los lados, y sus ojos azules intenso me miraban fijamente.

—Oh, hola ¿En qué puedo ayudarle?

Carlos no dijo ninguna palabra. Me miró fijamente —Hola Celeste.

—Casi nunca hay gente del extranjero en mi tienda. ¿Desea algo?

— ¿Que estás haciendo aquí? ¿No lo puedo creer me has seguido?

— ¿Me seguiste?

Los ojos de Luna se abrieron de par en par.

—Ya he estado aquí antes Celeste —contesto Carlos, en ese tono de sermón que despreciaba.

— ¿Qué es lo que quieres? Le pregunte.

—Tenemos que hablar de lo que pasó en Bogotá

—Dejaste muy clara tu posición Carlos, tú mismo creaste tu fama. Y ya sabes lo que dicen, crea tu fama… —acuéstate a dormir.

Luna jadeó.

—Sólo vete —le dije. —no te quiero aquí. Este no es tu pueblo, y tampoco es tu lugar.

—No entiendes lo que paso Celeste, te necesito en mi vida, tu eres mi roca.

—Tu Bastón, querrás decir —dije y levante la mano. —lo siento, pero ya lo que paso, lo dejare atrás, y además no me interesa ser tu bastón. Eso no es lo que soy.

—Joven, —dijo Luna.

—Ya has oído a la dama. Quiere que la dejes en paz. Le sugiero que se vaya antes de que llame a la policía.

—No, luna, está bien. Ya me estaba yendo.

— ¡Celeste, espera! —los pasos de Carlos golpearon el concreto detrás de mi.

—Espera Celeste por favor. —Tenemos que hablar de esto. Y de forma correcta nunca me distes una oportunidad para explicarte.

—Que nunca te di una oportunidad, —dije sarcásticamente —Te di más de 80 oportunidades para que me dieras una explicación —Ahora sales con este drama

—No es un drama, quiero explicarte. —su mano se apretó contra mi brazo. — ven conmigo.

— ¡No! Suéltame

—Estas siendo cachorra Celeste. Solo tomara un segundo. El agarre de Carlos se hizo más fuerte y me arrastró hacia atrás un par de pasos. Busqué ayuda en la calle, pero estaba vacía.

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