Aurora se había quedado helada, al mirar a Juliana Hancock de pie junto a ellos.—¿Qué demonios quieres? — Le preguntó Leandro, molesto sin voltearla a ver.—Solo veo cómo usar esto a mi favor. — respondió para acercarse a su lado. —Aurora Bianco…la esposa de mi prometido, es un placer conocerte formalmente. Aunque creo que he llegado en un mal momento. — mencionó al ver al pelinegro abrazar a Aurora y como esta lo rechazaba violentamente.La mirada fría de Juliana se dirigió a los puños tensos del que fuera su amante. — Creo que cada persona debería tener a su igual a su lado. Pero tú, Aurora, te casaste con mi prometido, aun a sabiendas que él tendría problemas…y veo que ahora seduces al heredero de los Russo…creo que no tienes vergüenza. — añadió burlonamente.Aurora miró con extrañeza a Leandro, ¿Él era un Russo?—Vete de aquí, Hancock, esto no es asunto tuyo. — sentencio Leandro.Juliana sonrió.—Es una pena que no piense lo mismo…esta mujercita, es mi asunto. — mencionó fríament
Aquel sábado había dado comienzo. Aurora se vestía con aquel hermoso vestido casual en color blanco, que Massimo había comprado para ella. Nerviosa, se acomodó su largo cabello rojo en una cola alta, y observó que su ligero maquillaje estaba perfecto.Irán al club social por primera vez...y no podía evitar sentirse nerviosa al respecto.— ¿Estás lista? — cuestionó Massimo. Él también se encontraba nervioso.Aurora asintió.— Lo estoy. — respondió ella.Massimo se acercó y admiro la hermosura de Aurora. Llevaba puesto aquel hermoso vestido casual que había mandado a traer específicamente para aquella ocasión. Sin duda, no importaba si Aurora vestía ropa común o la más costosa...era tan bella que lo que usará pasaba a segundo término.— Te ves hermosa, nadie podría decirte algo al respecto de tu apariencia. — aseguró el magnate rubio.— Se que esto no va a ser sencillo...esas personas, no van a aceptarme. — aseguró Aurora siendo realista ante su situación.Massimo negó. — Si pudiera evit
Aurora, del brazo de Massimo, había detenido sus pasos frente a aquel pequeño grupo de personas, que sabía pertenecían a la más alta sociedad italiana; bastaba ver sus costosas ropas para adivinarlo con certeza. Sin agachar la mirada, la hermosa pelirroja sonrió.—¿Viste lo que está usando?, ¿Cómo es eso posible? — cuestionó una de las jóvenes que estaba con Juliana.Juliana Hancock no disimuló su gran disgusto al mirar que aquella sucia plebeya, no solo se había vestido apropiadamente para la ocasión, si no que llevaba puesto un Praga C.; una joya de colección ya imposible de conseguir al haberse fabricado tan solo cincuenta piezas de ese modelo...aquello era imposible. El vestido blanco que tan orgullosamente llevaba puesto Aurora Bianco, pertenecía a una colección tan exclusiva, que pocas eran las personas en el mundo que podían presumir uno en su closet.Apretando la elegante copa en sus manos, Juliana Hancock tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no lanzarse contr
Virgilia Contessa, la condesa de Capua, observaba la delicadeza con que Aurora Bensiali tomaba su taza de té. Sus modales, no eran en lo absoluto refinados como podría esperarse de la dama de alta alcurnia en la que recientemente se había convertido, sin embargo, no era para nada una mujer vulgar ni corriente como le había asegurado que era, y sus modales, aunque algo toscos, eran buenos. Tan solo necesitaba algunas lecciones de etiqueta para adaptarse a su nueva vida. Eso era todo.—Dime, querida, ¿Hace cuánto tiempo conoces a mi sobrino? — cuestionó Virgilia.Aurora sonrió, y sus ojos verdes se inundaron de una amorosa nostalgia y cariño que no pasaron desapercibidos para la condesa.—Si le soy honesta, su señoría, no recuerdo exactamente la edad que tenía o en aquel entonces, era demasiado pequeña. Como ya seguramente debe de saberlo excelencia, soy solo la hija de los sirvientes Bianco, mis padres me llevaron a vivir a la mansión cuando era demasiado pequeña para recordarlo con ex
—Quiero que Aurora este puntualmente después de sus clases en mi mansión, comenzaré a darle lecciones de etiqueta, así nadie pondrá objeción alguna ante su presencia. — decía la condesa Virgilia mientras subía a su limusina en compañía de su hija.—Le agradezco mucho, tía, veré que mi esposa asista a su casa sin demora. — respondía Massimo con una sonrisa, mientras sostenía la puerta de aquella limusina.La condesa sonrió. — Esa joven es un diamante en bruto…así que no la pierdas, Massimo. — respondió la condesa.Inclinándose ante su tía, Massimo cerró luego la puerta de su lujoso vehículo, y la vio marcharse. Era un punto enorme a su favor, haber ganado como aliada a la condesa de Capua…aunque, si se era honesto, no comprendía las razones de ello. Quizás, algún día las sabría, meditó el rubio.Aurora sonrió desde la puerta de aquel lujoso club; apenas y la condesa había dicho que era bienvenida en el club, y la mayoría de las personas en el lugar, se habían marchado con un evidente d
—Eso es todo por ahora. — decía el nuevo profesor, Julio Hancock, mientras terminaba su clase de pediatría.Julio había tenido que repasar todo en tan solo unos días, para no quedar expuesto al ridículo por culpa de Juliana; después de todo, y aun cuando era legalmente un médico pediatra, no había ejercido jamás aquella profesión que hizo tan solo para complacer a su madre.—¿Ya viste?, el nuevo profesor es guapísimo y muy joven. — decía una estudiante a otra.—Si, y dicen que es además el hijo de una familia muy importante estadounidense, ósea que tiene mucho dinero… — murmuró la otra.—Tal vez deberíamos lanzarnos para bien que se lo gana, después de todo, y con lo que Aurora Bianco ha hecho al treparse sobre Massimo Bensiali, sabemos que no habrá consecuencias. — afirmó una estudiante más.Aurora cerró el libro, y después de guardar sus cosas, paso de largo a aquellas estudiantes que estaban hablando mal de ella; los rumores sobre ella y Massimo, aunque infundados, ya se habían reg
Aurora admiraba los hermosos paisajes. Habían recorrido durante aproximadamente diez minutos, la terracería de un desconocido camino que se hallaba por una angosta vereda. Luego de un gran rato, llegaban a una planicie, aunque aún no detenían su camino, ya había terminado de oscurecer por completo, la pelirroja observó con las luces del auto un gran y viejo árbol que era rodeado por arbustos y pastos altos.—¿Hay un nuevo mirador? — preguntó ella y se sintió tonta ante su absurda y desubicada pregunta al recordar las palabras dichas por él, aquel no era un nuevo mirador, sino uno que se encontraba algo oculto.Ahora que se veía ahí, el nerviosismo y expectación por el qué ocurriría y cómo ocurriría, la invadieron repentinamente...incluso había dejado de pensar en todo aquello que la había estado atormentando antes de la llegada de su esposo, meditó Aurora.—Sí, unos kilómetros más adelante, con vista al mar y la ciudad. — respondió el apuesto magnate, mientras volteaba atrás para esta
En aquella planicie, las pasiones desbordaban. El rubio magnate se coló entre las hermosas y cremosas piernas de su esposa, y volvió a su boca; buscó desnudarla, pero le era imposible con ese maldito vestido al que rápidamente odio, mordió su labio al terminar insatisfecho ese beso.—Ven…— Massimo le pidió a ella, y la tomó de la mano para incorporarla mientras él se sentaba.—Massimo… ¿de verdad…? — Aurora logró hablar y su voz sonó entrecortada.Su cabello tan rojo como el fuego, se había revuelto y sus blancas mejillas se encontraban encendidas. El apuesto magnate tan solo la tomó de la cintura, y la obligó a montarse sobre él. Su estado físico también estaba alterado, su atormentada virilidad, se presionó contra la expuesta intimidad de Aurora al sentirla sobre él y con ello, la respiración del rubio se hizo profunda y pausada, y buscó moverse suavemente bajo ella, anhelando ya el placer que ese curvilíneo cuerpo podía proporcionarle.—Aurora…— él gimió roncamente cuando ella se m